Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
miércoles, 6 de octubre de 2010
98. “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.”
Sal 26:2 dice:
“Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.”
Este salmo fue escrito en la época del hambre que asoló a Israel durante tres años. El contexto nos muestra que la nación atravesaba un período de crisis. David tenía en ese entonces 58 años de edad y, como siempre hizo en los momentos de crisis, se dirigió a Dios en busca de socorro. El relato bíblico narra esta historia así: "Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas".*
Había una historia vergonzosa en el pasado de Israel. Saúl no había cumplido el trato que Josué había hecho con los gabaonitas al conquistar Canaán. Ahora, años después, el pueblo estaba sufriendo las consecuencias y nadie sabía porqué. En esas circunstancias, el rey vuelve sus ojos a Dios y ora: "Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón". David sabía que no era culpable de la crisis que enfrentaba. Hay momentos críticos de los cuales tú no eres responsable. No siempre el sufrimiento es el resultado de los errores que tú hayas cometido. Muchas veces, tú experimentarás el dolor como consecuencia de los errores cometidos por tus antepasados.
David pasaba por uno de esos momentos, y dice al Señor: "Examíname. Pruébame. No mires solo mi conducta exterior. Mira mis sentimientos y pensamientos íntimos. Tú sabes que en este caso, yo soy inocente. En mi vida puede haber muchos errores, puedo haber fallado muchas veces, pero en este caso, Señor, yo no tengo la culpa". La Biblia afirma que "no hay justo ni aun uno". ¿Cómo podía el salmista tener el atrevimiento de pedir a Dios que lo probara, si "todos los que pecaron están destituidos de la gloria de Dios"?
Tal vez la respuesta está en el versículo 3, donde David apela a la misericordia divina. En hebreo, misericordia, jased, significa bondad, amor constante, gracia, fidelidad, clemencia. Fue por ese amor incomprensible que: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".**
En él. En Jesús. En ningún otro hay salvación. En él tú y yo somos justos. Solo estando en él, andando con él, manteniendo comunión permanente con Jesús podemos ir a Dios y orar como David:"Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón".
*2Sam. 21:1. ** 2 Cor. 5:21.
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