Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 7 de octubre de 2010
135. “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado.”
“Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado.” Prov. 29:18
La palabra “profecía” en el original hebreo es chazón, que puede ser traducida como visión, pero que significa específicamente “revelación o instrucción de Dios”. En este contexto, sin la instrucción divina, el pueblo está condenado a una vida de fracaso y deteriorización.
Cada vez que tú compras un aparato eléctrico, recibes un manual de instrucciones. Si tú quieres que el aparato dure y produzca al máximo, tienes que seguir el manual. Pero si no lees las instrucciones, y lo enchufas sin prestar atención a las indicaciones, el resultado será desastroso. Tú habrás perdido tiempo, dinero y paciencia. El ser humano no es un aparato, es una persona. No tiene un fabricante, tiene un Creador. Ese Creador dejó un manual de instrucciones para que la criatura fuese feliz, próspera y realizada. La razón por la cual muchos son desdichados y fracasan en sus relaciones, en la vida financiera, profesional y familiar, es sencillamente porque ignoraron las instrucciones divinas. Viven la vida de cualquier manera, esperando que resulte bien. Tú puedes incluso conseguir dinero, poder y fama, pero la vida no es plena, por lo menos, no como Dios la planeó.
¿Por qué es tan difícil para el ser humano seguir las instrucciones de Dios? Por causa de su naturaleza. Desde pequeño, el ser humano se encapricha en vivir solo. Suelta el brazo del padre, se golpea la cabeza en la esquina de la mesa, quiere comer sin ayuda de la madre, y mete la cuchara por los ojos y por la nariz. A pesar de sus derrotas constantes, si el espíritu de independencia está presente en su comportamiento a lo largo de la vida.
Cuando crece, las consecuencias de vivir ignorando las instrucciones de Dios, no son tan simples como golpearse la cabeza y llorar. Son dolorosas y trágicas: derrota, frustración, vacío y muchas veces, la muerte.
Dios quiere que tú seas feliz. El te creó con un propósito maravilloso. Aunque en este instante tú estés enfrentando el mayor drama de tu vida, el plan divino para ti continúa intacto. Por eso, hoy, antes de salir a enfrentar los desafíos de la vida, detente, medita y recuerda: “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado”.
Alejandro Bullon
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