miércoles, 6 de octubre de 2010

122. “Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.”


Sal. 9:18 dice: “Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.”
Cuanto tiempo hace que tú estás suplicando por una determinada bendición y te da la impresión que al Señor no le importa tu pedido? El salmista presenta hoy una promesa alentadora. Tú no serás olvidado para siempre, y no serás perpetuamente frustrado. ¿No es una gran noticia? Pero hay una condición para que la promesa divina se cumpla. Tú necesitas ser un "menesteroso-pobre". Aquí no se habla de dos tipos de personas. Tú sabes que esta es una poesía hebrea y que la belleza de la poesía hebra no radica en la rima, sino en el paralelismo.

El paralelismo es la repetición del mismo pensamiento en dos frases aparentemente diferentes. De modo que el menesteroso o necesitado de la primera frase, es el pobre o afligido de la segunda. Puede ser que tú estés afligido hoy, si estás enfrentando algún problema Pero, necesitado, no necesariamente. La palabra hebrea menesteroso, ébyón, es usada por lo menos en tres aspectos diferentes. Para referirse a un estado de pobreza material, a una persona que no tiene posición social, o a una actitud de humildad ante Dios. Inclusive el verbo hebreo necesitar, abah, significa aceptar, consentir. Nadie acepta la intervención de otro si no se siente necesitado.

Cuando el ser humano piensa que Dios está tardando en responder, es generalmente porque no llegó al estado de necesidad espiritual que lo lleva a aceptar la intervención divina en su vida. Aquella noche en el mar de Galilea, los discípulos lucharon con las olas y el viento contrario mientras tuvieron fuerzas. Eran pescadores, acostumbrados a las tempestades y tormentas, ¿para qué pedir ayuda? Ellos podían resolver el problema por sí mismos.

Pero a la cuarta vigilia, allá por las cuatro o cinco de la mañana, cuando ya no tenían más fuerzas, cuando el orgullo y la suficiencia humana habían desaparecido y se sentían "necesitados", Jesús apareció andando sobre las aguas para socorrerlos. Sentirse necesitado no es un asunto de palabras ni de lágrimas, es una actitud del corazón. Es lo que tú y yo necesitamos aprender diariamente. Porque la promesa del Señor es: "Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente".

Alejandro Bullón

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