Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
miércoles, 6 de octubre de 2010
125. “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”
Sal. 19:7 dice:
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”
Conocí a Jean en el peor momento de su vida. Fue una noche en que se desmayó mientras yo presentaba la Palabra de Dios. Al final de la reunión lo llevaron a mi camarín. Estaba con la vida completamente destruida. Desempleado, con el hogar deshecho, y esclavo del alcoholismo. Creía que no valía la pena continuar viviendo. Aquella noche había ido al gimnasio deportivo porque un amigo a quien le debía favores, insistió mucho. El mensaje impactó su corazón al punto de perder el conocimiento.
Tres años después volví a verlo en circunstancias completamente diferentes. Era gerente de una empresa de porte medio, su hogar estaba reconstruido, había vencido el alcoholismo y reflejaba felicidad en su mirada.
Eso es lo que el salmo de hoy enseña: "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma", es decir, restaura. Restaurar significa hacer de nuevo, reconstruir, recrear. Por eso, la versión castellana de la Biblia usa el verbo "convertir".
En el original hebreo la palabra ley es Torah, que incluye no solo el decálogo, sino todas las enseñanzas bíblicas. Literalmente Torah quiere decir instrucción, dirección, enseñanza Necesitamos ser enseñados, instruidos y dirigidos por la Palabra de Dios para no vivir destruyéndonos, procurando la felicidad; y si alguien ya está destruido, precisa urgentemente buscar las enseñanzas y el poder restaurador de la Palabra de Dios.
Un día Jesús se encontró con un paralítico. Aquel hombre vivía arrastrando su humanidad por los caminos de la vida. No tenía sueños, ni proyectos, ni expectativas futuras. Solo aquel presente doloroso, oscuro y sin esperanza. Pero Jesús apareció y le dijo: "toma tu lecho y anda". Ahí estaba la Palabra de Dios. La orden era "levántate". El paralítico solo tenía dos opciones, creer o rechazar. Él creyó, se levantó y anduvo.
Este es el poder restaurador de la Palabra divina. Restaura el alma. Cura por dentro, devuelve la esperanza y la voluntad, y da sabiduría para evitar los errores del pasado. Por eso, hoy, antes de enfrentar los peligros que se esconden en el camino, recuerda: "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo".
Alejandro Bullón
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