Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 21 de octubre de 2010
149. “Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos.”
“Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos.” Prov. 15:29.
Juana volvía a casa después de una reunión donde me había oído hablar de la existencia, del poder y del amor maravilloso de Dios. Aquella noche, miles de personas fueron tocadas por el Espíritu Santo y muchas de ellas pasaron al frente aceptando a Jesús como su Salvador. Juana no. Era atea, no creía en Dios.
Había ido a aquella reunión solo porque no tuvo el valor de rechazar la invitación de una amiga, a quien le debía algunos favores.
Lo que nadie sabía es que aquella noche Juana había orado a Dios en su corazón. Lo había desafiado. Le dijo que si Dios era poderoso, podría hacer que su esposo, a quien no veía hacía más de 20 años, entrase en contacto con ella y ella creería en él. Cuando abrió la puerta de la casa, el teléfono sonó. Era el esposo. Juana contó este testimonio con lágrimas en los ojos: “Yo sé que para Dios no hay imposibles”, dijo. El Señor siempre escucha la oración del justo, afirma el proverbio de hoy. Siempre, no de vez en cuando. Siempre. No de la manera como tú deseas, pero siempre está listo a responder cuando tú le abres el corazón.
Juana era atea. ¿Responde Dios la oración de alguien que no cree en él? Esas son cosas maravillosas de la fe. Para Dios no cuenta la manera como tú viviste. Para él solo cuenta el momento en que, arrepentido, tú reconoces tu situación y vuelves los ojos al Señor.
“Jehová está lejos de los impíos”, dice la primera parte del texto. Está “lejos”, que en hebreo es ráhoq. En realidad, Dios no es el que está lejos de ellos, sino al revés. Los “impíos” son descritos en la Biblia como aquellos que menosprecian las enseñanzas divinas. Son los que se burlan o viven como si Dios no existiera. Con esa actitud, se apartan del Señor y, cuando en un momento de dificultad piden ayuda —porque hasta los más contumaces ateos claman a Dios en la hora de su muerte—, la oración de esas personas no llega al trono de la gracia. No es el arrepentimiento lo que los lleva a invocar el nombre de Dios. Es el miedo a las consecuencias del mal.
Busca a Jesús en oración. Habla con él. Cuéntale tus luchas y tristezas. Cree que tu oración será respondida, porque “Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos”.
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