miércoles, 6 de octubre de 2010

111. “No me arrebates juntamente con los malos, y con los que hacen iniquidad, los cuales hablan paz con sus prójimos, pero la maldad está en su corazón.”


“No me arrebates juntamente con los malos, y con los que hacen iniquidad, los cuales hablan paz con sus prójimos, pero la maldad está en su corazón.” Sal. 28:3.
David tuvo muchas mujeres. Una de ellas, Mical, era hija de Saúl. El casamiento de David con ella estuvo lleno de intrigas. Por un lado, Saúl le palmeaba las espaldas a David y le decía: "¡Sé mi yerno! ¡Quiero que formes parte de mi familia!" Pero cuando David se daba vuelta, Saúl trataba de destruirlo a toda costa. La parte de la Biblia que narra esa historia* termina diciendo que Saúl fue enemigo de David toda la vida. A veces, con palmaditas en las espaldas.

El salmo de hoy, de donde sacamos el texto, es un salmo de lamentación y súplica. David pide que no sea contado con los impíos y menciona una característica especial de esos impíos: los que hablan de paz con su prójimo, pero tienen el mal en su corazón. Cuando las personas se saludaban en Israel, usaban la palabra "shalom", que quiere decir paz. Era como decir hoy: ¿Cómo te va? ¿Estás bien? La gente decía eso por costumbre. El corazón puede estar lleno de rabia u odio, pero cuando las personas se encuentran, dicen: ¡Todo bien! El salmista habla de eso al referirse a las personas que hablan de paz con su prójimo, pero tienen mal en el corazón.

Siempre tendremos que convivir con personas de ese tipo. ¿Qué podemos hacer? Primero, haz como David: busca a Dios y coloca la vida de esa persona en sus manos. El es el único que puede resolver esa situación. Antes de salir de casa y antes de iniciar tus actividades hoy, pon a esa persona en las manos del Señor. Ora por él. La oración intercesora tiene un poder increíble.  En segundo lugar, no te olvides de ver cuáles son tus propias motivaciones. Eso por una simple razón: tener cuidado para no ser igual a tu enemigo. Esa es la lucha diaria, la batalla sin fin del cristiano.

Tal vez, por algún motivo, sientas el deseo de obrar de ese modo. La rabia o el espíritu de venganza tratan de apoderarse de todos los corazones. Eso envenena el alma y oxida la capacidad de amar. No permitas ese tipo de sentimiento en ti, porque un día la justicia divina caerá sobre "los que hacen iniquidad, los cuales hablan con sus prójimos, pero la maldad está en su corazón".
* 1 Sam. 18.

Alejandro Bullón

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