Al fin de los mil años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Le acompaña la hueste de los redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad aterradora, manda a los muertos impíos que resuciten para recibir su condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que resucitaron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte.
Todas las miradas de esa inmensa multitud se vuelven para contemplar la gloria del Hijo de Dios. A una voz las huestes de los impíos exclaman: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" No es el amor a Jesús lo que les inspira esta exclamación, sino que el poder de la verdad arranca esas palabras de sus labios. Los impíos salen de sus tumbas tales como a ellas bajaron, con la misma enemistad hacia Cristo y el mismo espíritu de rebelión. No disponen de un nuevo tiempo de gracia para remediar los defectos de su vida pasada, pues de nada les serviría. Toda una vida de pecado no ablandó sus corazones. De serles concedido un segundo tiempo de gracia, lo emplearían como el primero, eludiendo las exigencias de Dios e incitándose a la rebelión contra él.
Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso. El profeta dice: "Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos." "Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está frente de Jerusalem a la parte de oriente: y el monte de las Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle." "Y 721 Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre." (Zacarías 14: 5, 4, 9.) La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad.
Entonces Satanás se prepara para la última tremenda lucha por la supremacía. Mientras estaba despojado de su poder e imposibilitado para hacer su obra de engaño, el príncipe del mal se sentía abatido y desgraciado; pero cuando resucitan los impíos y ve las grandes multitudes que tiene al lado suyo, sus esperanzas reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto. Alistará bajo su bandera a todos los ejércitos de los perdidos y por medio de ellos tratará de ejecutar sus planes. Los impíos son sus cautivos. Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes. Están listos para aceptar sus sugestiones y ejecutar sus órdenes. No obstante, fiel a su antigua astucia, no se da por Satanás. Pretende ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de la tierra y cuya herencia le ha sido arrebatada injustamente. Se presenta ante sus súbditos engañados como redentor, asegurándoles que su poder los ha sacado de sus tumbas y que está a punto de librarlos de la más cruel tiranía. Habiendo desaparecido Cristo, Satanás obra milagros para sostener sus pretensiones. Fortalece a los débiles y a todos les infunde su propio espíritu y energía. Propone dirigirlos contra el real de los santos y tomar posesión de la ciudad de Dios. En un arrebato belicoso señala los innumerables millones que han sido resucitados de entre los muertos, y declara que como jefe de ellos es muy capaz de destruir la ciudad y recuperar su trono y su reino.
Entre aquella inmensa muchedumbre se cuentan numerosos representantes de la raza longeva que existía antes del diluvio; hombres de estatura elevada y de capacidad intelectual gigantesca, que habiendo cedido al dominio de los ángeles caídos, consagraron toda su habilidad y todos sus conocimientos a la exaltación de sí mismos; hombres cuyas obras artísticas 722 maravillosas hicieron que el mundo idolatrase su genio, pero cuya crueldad y malos ardides mancillaron la tierra y borraron la imagen de Dios, de suerte que el Creador los hubo de raer de la superficie de la tierra. Allí hay reyes y generales que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla, guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos. La muerte no los cambió. Al salir de la tumba, reasumen el curso de sus pensamientos en el punto mismo en que lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de conquista que los dominaba cuando cayeron.
Satanás consulta con sus ángeles, y luego con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Consideran la fuerza y el número de los suyos, y declaran que el ejercito que está dentro de la ciudad es pequeño, comparado con el de ellos, y que se lo puede vencer. Preparan sus planes para apoderarse de las riquezas y gloria de la nueva Jerusalén. En el acto todos se disponen para la batalla. Hábiles artífices fabrican armas de guerra. Renombrados caudillos organizan en compañías y divisiones las muchedumbres de guerreros.
Al fin se da la orden de marcha, y las huestes innumerables se ponen en movimiento -un ejército cual no fue jamás reunido por conquistadores terrenales ni podría ser igualado por las fuerzas combinadas de todas las edades desde que empezaron las guerras en la tierra. Satanás, el más poderoso guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros en su comitiva, y las multitudes siguen en grandes compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe. Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie desgarrada y escabrosa de la tierra hacia la ciudad de Dios. Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto.
Entonces Cristo reaparece a la vista de sus enemigos. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro bruñido, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el 723 Hijo de Dios, y en torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún lenguaje, ninguna pluma pueden expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno envuelve a su Hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo.
Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la "grande muchedumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas . . . de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos." (Apocalipsis 7: 9, V.M.) Su lucha terminó; ganaron la victoria. Disputaron el premio de la carrera y lo alcanzaron. La palma que llevan en la mano es símbolo de su triunfo, la vestidura blanca, emblema de la justicia perfecta de Cristo que es ahora de ellos.
Los redimidos entonan un canto de alabanza que se extiende y repercute por las bóvedas del cielo: "¡Atribúyase la salvación a nuestro Dios, que está sentado sobre el trono, y al Cordero!" (Vers. 10.) Ángeles y serafines unen sus voces en adoración. Al ver los redimidos el poder y la malignidad de Satanás, han comprendido, como nunca antes, que ningún poder fuera del de Cristo habría podido hacerlos vencedores. Entre toda esa muchedumbre ni uno se atribuye a si mismo la salvación, como si hubiese prevalecido con su propio poder y su bondad. Nada se dice de lo que han hecho o sufrido, sino que el tema de cada canto, la nota dominante de cada antífona es: Salvación a nuestro Dios y al Cordero.
En presencia de los habitantes de la tierra y del cielo 724 reunidos, se efectúa la coronación final del Hijo de Dios. Y entonces, revestido de suprema majestad y poder, el Rey de reyes falla el juicio de aquellos que se rebelaron contra su gobierno, y ejecuta justicia contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo. El profeta de Dios dice: "Vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ellos. Y ví a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y abriéronse los libros; abrióse también otro libro, que es el libro de la vida: y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20: 11, 12, V.M. )
Apenas se abren los registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, éstos se vuelven conscientes de todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies se apartaron del sendero de la pureza y de la santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los han llevado en el camino de la transgresión de la ley de Dios. Las tentaciones seductoras que ellos fomentaron cediendo al pecado, las bendiciones que pervirtieron, su desprecio de los mensajeros de Dios, los avisos rechazados, la oposición de corazones obstinados y sin arrepentimiento -todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras de fuego.
Por encima del trono se destaca la cruz; y como en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación, la caída de Adán y las fases sucesivas del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el desierto; su ministerio público, que reveló a los hombres las bendiciones más preciosas del cielo; los días repletos de obras de amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y vigilia en la soledad de los montes; las conspiraciones de la envidia, del odio y de la malicia con que se recompensaron sus beneficios; la terrible y misteriosa agonía en Getsemaní, bajo el peso anonadador de los pecados de todo el 725 mundo; la traición que le entregó en manos de la turba asesina; los terribles acontecimientos de esa noche de horror -el preso resignado y olvidado de sus discípulos más amados, arrastrado brutalmente por las calles de Jerusalén; el hijo de Dios presentado con visos de triunfo ante Anás, obligado a comparecer en el palacio del sumo sacerdote, en el pretorio de Pilato, ante el cobarde y cruel Herodes; ridiculizado, insultado, atormentado y condenado a muerte- todo eso está representado a lo vivo.
Luego, ante las multitudes agitadas, se reproducen las escenas finales: el paciente Varón de dolores pisando el sendero del Calvario; el Príncipe del cielo colgado de la cruz; los sacerdotes altaneros y el populacho escarnecedor ridiculizando la agonía de su muerte; la obscuridad sobrenatural; el temblor de la tierra, las rocas destrozadas y los sepulcros abiertos que señalaron el momento en que expiró el Redentor del mundo.
La escena terrible se presenta con toda exactitud. Satanás, sus ángeles y sus súbditos no pueden apartar los ojos del cuadro que representa su propia obra. Cada actor recuerda el papel que desempeñó. Herodes, el que mató a los niños inocentes de Belén para hacer morir al Rey de Israel; la innoble Herodías, sobre cuya conciencia pesa la sangre de Juan el Bautista; el débil Pilato, esclavo de las circunstancias; los soldados escarnecedores; los sacerdotes y gobernantes, y la muchedumbre enloquecida que gritaba: "¡Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!" -todos contemplan la enormidad de su culpa. En vano procuran esconderse ante la divina majestad de su presencia que sobrepuja el resplandor del sol, mientras que los redimidos echan sus coronas a los pies del Salvador, exclamando: "¡El murió por mí!"
Entre la multitud de los rescatados están los apóstoles de Cristo, el heroico Pablo, el ardiente Pedro, el amado y amoroso Juan y sus hermanos de corazón leal, y con ellos la inmensa hueste de los mártires; mientras que fuera de los muros, con todo lo que es vil y abominable, se encuentran aquellos que los persiguieron, encarcelaron y mataron. Allí está Nerón, 726 monstruo de crueldad y de vicios, y puede ver la alegría y el triunfo de aquellos a quienes torturó, y cuya dolorosa angustia le proporcionara deleite satánico. Su madre está allí para ser testigo de los resultados de su propia obra; para ver cómo los malos rasgos de carácter transmitidos a su hijo y las pasiones fomentadas y desarrolladas por la influencia y el ejemplo de ella, produjeron crímenes que horrorizaron al mundo.
Allí hay sacerdotes y prelados papistas, que dijeron ser los embajadores de Cristo y que no obstante emplearon instrumentos de suplicio, calabozos y hogueras para dominar las conciencias de su pueblo. Allí están los orgullosos pontífices que se ensalzaron por encima de Dios y que pretendieron alterar la ley del Altísimo. Aquellos así llamados padres de la iglesia tienen que rendir a Dios una cuenta de la que bien quisieran librarse. Demasiado tarde ven que el Omnisciente es celoso de su ley y que no tendrá por inocente al culpable de violarla. Comprenden entonces que Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo perseguido, y sienten la fuerza de sus propias palabras: "En cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis." (S. Mateo 25: 40 V.M.)
Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del cielo. No hay quien sostenga ni defienda la causa de ellos; no tienen disculpa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna.
Es entonces evidente para todos que el salario del pecado no es la noble independencia y la vida eterna, sino la esclavitud, la ruina y la muerte. Los impíos ven lo que perdieron con su vida de rebeldía. Despreciaron el maravilloso don de eterna gloria cuando les fue ofrecido; pero ¡cuán deseable no les parece ahora! "Todo eso -exclama el alma perdida- yo habría podido poseerlo; pero preferí rechazarlo. ¡Oh sorprendente infatuación! He cambiado la paz, la dicha y el honor por la miseria, la infamia y la desesperación. Todos ven que su 727 exclusión del cielo es justa. Por sus vidas, declararon: "No queremos que este Jesús reine sobre nosotros."
Como fuera de sí, los impíos han contemplado la coronación del Hijo de Dios. Ven en las manos de él las tablas de la ley divina, los estatutos que ellos despreciaron y transgredieron. Son testigos de la explosión de admiración, arrobamiento y adoración de los redimidos; y cuando las ondas de melodía inundan a las multitudes fuera de la ciudad, todos exclaman a una voz: "¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!" (Apocalipsis 15: 3, V.M.) Y cayendo prosternados, adoran al Príncipe de la vida.
Satanás parece paralizado al contemplar la gloria y majestad de Cristo. El que en otro tiempo fuera uno de los querubines cubridores recuerda de dónde cayó. El, que fuera serafín resplandeciente, "hijo de la aurora," ¡cuán cambiado se ve, y cuán degradado! Está excluído para siempre del consejo en que antes se le honraba. Ve ahora a otro que, junto al Padre, vela su gloria. Ha visto la corona colocada sobre la cabeza de Cristo por un ángel de elevada estatura y majestuoso continente, y sabe que la posición exaltada que ocupa este ángel habría podido ser la suya.
Recuerda la mansión de su inocencia y pureza, la paz y el contentamiento de que gozaba hasta que se entregó a murmurar contra Dios y a envidiar a Cristo. Sus acusaciones, su rebelión, sus engaños para captarse la simpatía y la ayuda de los ángeles, su porfía en no hacer esfuerzo alguno para reponerse cuando Dios le hubiera perdonado- todo eso se le presenta a lo vivo. Echa una mirada retrospectiva sobre la obra que realizó entre los hombres y sobre sus resultados: la enemistad del hombre para con sus semejantes, la terrible destrucción de vidas, el ascenso y la caída de los reinos, el derrocamiento de tronos, la larga serie de tumultos, conflictos y revoluciones. Recuerda los esfuerzos constantes que hizo para oponerse a la obra de Cristo y para hundir a los hombres en degradación 728 siempre mayor. Ve que sus conspiraciones infernales no pudieron acabar con los que pusieron su confianza en Jesús. Al considerar Satanás su reino y los frutos de sus esfuerzos, sólo ve fracaso y ruina. Ha inducido a las multitudes a creer que la ciudad de Dios sería fácil presa; pero ahora ve que eso es falso. Una y otra vez, en el curso de la gran controversia, ha sido derrotado y obligado a rendirse. De sobra conoce el poder y la majestad del Eterno.
El propósito del gran rebelde consistió siempre en justificarse, y en hacer aparecer al gobierno de Dios como responsable de la rebelión. A ese fin dedicó todo el poder de su gigantesca inteligencia. Obró deliberada y sistemáticamente, y con éxito maravilloso, para inducir a inmensas multitudes a que aceptaran su versión del gran conflicto que ha estado desarrollándose por tanto tiempo. Durante miles de años este jefe de conspiraciones hizo pasar la mentira por verdad. Pero llegó el momento en que la rebelión debe ser sofocada finalmente y puestos en evidencia la historia y el carácter de Satanás. El archiengañador ha sido desenmascarado por completo en su último gran esfuerzo para destronar a Cristo, destruir a su pueblo y apoderarse de la ciudad de Dios. Los que se han unido a él, se dan cuenta del fracaso total de su causa. Los discípulos de Cristo y los ángeles leales contemplan en toda su extensión las maquinaciones de Satanás contra el gobierno de Dios. Ahora se vuelve objeto de execración universal.
Satanás ve que su rebelión voluntaria le incapacitó para el cielo. Ejercitó su poder guerreando contra Dios; la pureza, la paz y la armonía del cielo serían para él suprema tortura. Sus acusaciones contra la misericordia y justicia de Dios están ya acalladas. Los vituperios que procuró lanzar contra Jehová recaen enteramente sobre él. Y ahora Satanás se inclina y reconoce la justicia de su sentencia.
"¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? porque tú solo eres santo: porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus actos de justicia han sido 729 manifestados." (Vers. 4.) Toda cuestión de verdad y error en la controversia que tanto ha durado, ha quedado aclarada. Los resultados de la rebelión y del apartamiento de los estatutos divinos han sido puestos a la vista de todos los seres inteligentes creados. El desarrollo del gobierno de Satanás en contraste con el de Dios, ha sido presentado a todo el universo. Satanás ha sido condenado por sus propias obras. La sabiduría de Dios, su justicia y su bondad quedan por completo reivindicadas. Queda también comprobado que todos sus actos en el gran conflicto fueron ejecutados de acuerdo con el bien eterno de su pueblo y el bien de todos los mundos que creó. "Todas tus obras alabarán, oh Jehová, y tus piadosos siervos te bendecirán." (Salmo 145: 10, V.M.) La historia del pecado atestiguará durante toda la eternidad que con la existencia de la ley de Dios se vincula la dicha de todos los seres creados por él. En vista de todos los hechos del gran conflicto, todo el universo, tanto los justos como los rebeldes, declaran al unísono: "¡Justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!"
El universo entero contempló el gran sacrificio hecho por el Padre y el Hijo en beneficio del hombre. Ha llegado la hora en que Cristo ocupa el puesto a que tiene derecho, y es exaltado sobre los principados y potestades, y sobre todo nombre que se nombra. A fin de alcanzar el gozo que le fuera propuesto -el de llevar muchos hijos a la gloria- sufrió la cruz y menospreció la vergüenza. Y por inconcebiblemente grandes que fuesen el dolor y el oprobio, mayores aún son la dicha y la gloria. Echa una mirada hacia los redimidos, transformados a su propia imagen, y cuyos corazones llevan el sello perfecto de lo divino y cuyas caras reflejan la semejanza de su Rey. Contempla en ellos el resultado de las angustias de su alma, y está satisfecho. Luego, con voz que llega hasta las multitudes reunidas de los justos y de los impíos, exclama: "¡Contemplad el rescate de mi sangre! Por éstos sufrí, por éstos morí, para que pudiesen permanecer en mi presencia a través de las edades eternas." Y de entre los revestidos con túnicas blancas en 730 torno del trono, asciende el canto de alabanza: "¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!" (Apocalipsis 5: 12, V.M.)
A pesar de que Satanás se ha visto obligado a reconocer la justicia de Dios, y a inclinarse ante la supremacía de Cristo, su carácter sigue siendo el mismo. El espíritu de rebelión, cual poderoso torrente, vuelve a estallar. Lleno de frenesí, determina no cejar en el gran conflicto. Ha llegado la hora de intentar un último y desesperado esfuerzo contra el Rey del cielo. Se lanza en medio de sus súbditos, y trata de inspirarlos con su propio furor y de moverlos a dar inmediata batalla. Pero entre todos los innumerables millones a quienes indujo engañosamente a la rebelión, no hay ahora ninguno que reconozca su supremacía. Su poder ha concluido. Los impíos están llenos del mismo odio contra Dios que el que inspira a Satanás; pero ven que su caso es desesperado, que no pueden prevalecer contra Jehová. Se enardecen contra Satanás y contra los que fueron sus agentes para engañar, y con furia demoníaca se vuelven contra ellos.
Dice el Señor: "Por cuanto has puesto tu corazón como corazón de Dios, por tanto, he aquí que voy a traer contra ti extraños, los terribles de las naciones; y ellos desenvainarán sus espadas contra tu hermosa sabiduría, y profanarán tu esplendor. Al hoyo te harán descender." "Te destruyo, ¡oh querubín que cubres con tus alas! y te echo de en medio de las piedras de fuego.... Te echo a tierra; te pongo delante de reyes, para que te miren.... Te torno en ceniza sobre la tierra, ante los ojos de todos los que te ven.... Serás ruinas, y no existirás más para siempre." (Ezequiel 28: 6-8, 16-19, V.M.)
"Porque toda batalla de quien pelea es con estruendo, y con revolcamiento de vestidura en sangre: mas esto será para quema, y pábulo de fuego." "Porque Jehová está airado sobre todas las gentes, e irritado sobre todo el ejército de ellas; destruirálas y entregarálas al matadero." "Sobre los malos lloverá 731 lazos; fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos." (Isaías 9: 5; 34: 2; Salmo 11: 6.) Dios hace descender fuego del cielo. La tierra está quebrantada. Salen a relucir las armas escondidas en sus profundidades. Llamas devoradoras se escapan por todas partes de grietas amenazantes. Hasta las rocas están ardiendo. Ha llegado el día que arderá como horno. Los elementos se disuelven con calor abrasador, la tierra también y las obras que hay en ella están abrasadas. (Malaquías 4:2; 2 Pedro 3:10.) La superficie de la tierra parece una masa fundida un inmenso lago de fuego hirviente. Es la hora del juicio y perdición de los hombres impíos,- "es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sión." (Isaías 34: 8.)
Los impíos reciben su recompensa en la tierra. (Proverbios 11: 31.) "Serán estopa; y aquel día que vendrá, los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos." (Malaquías 4: 1.) Algunos son destruídos como en un momento, mientras otros sufren muchos días. Todos son castigados "conforme a sus hechos." Habiendo sido cargados sobre Satanás los pecados de los justos, tiene éste que sufrir no sólo por su propia rebelión, sino también por todos los pecados que hizo cometer al pueblo de Dios. Su castigo debe ser mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Después de haber perecido todos los que cayeron por sus seducciones, el diablo tiene que seguir viviendo y sufriendo. En las llamas purificadoras, quedan por fin destruídos los impíos, raíz y rama, -Satanás la raíz, sus secuaces las ramas. La penalidad completa de la ley ha sido aplicada; las exigencias de la justicia han sido satisfechas; y el cielo y la tierra al contemplarlo, proclaman la justicia de Jehová.
La obra de destrucción de Satanás ha terminado para siempre. Durante seis mil años obró a su gusto, llenando la tierra de dolor y causando penas por todo el universo. Toda la creación gimió y sufrió en angustia. Ahora las criaturas de Dios han sido libradas para siempre de su presencia y de sus 732 tentaciones. "¡Ya descansa y está en quietud toda la tierra; prorrumpen los hombres [justos] en cánticos!" (Isaías 14: 7, V.M.) Y un grito de adoración y triunfo sube de entre todo el universo leal. Se oye "como si fuese el estruendo de una gran multitud, y como si fuese el estruendo de muchas aguas, y como si fuese el estruendo de poderosos truenos, que decían: ¡Aleluya; porque reina el Señor Dios, el Todopoderoso!" (Apocalipsis 19: 6, V.M.)
Mientras la tierra estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos un fuego devorador, es para su pueblo un sol y un escudo. (Apocalipsis 20: 6; Salmo 84: 11.)
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado." (Apocalipsis 21: 1, V.M.) El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.
Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: "Su resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder." (Habacuc 3: 4, V.M.) En sus manos, y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, "allí mismo está el escondedero de su poder." "Poderoso para salvar" por el sacrificio de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder. 733 "¡Oh, torre del rebaño, colina de la hija de Sión, a ti te llegará; sí, a ti vendrá el dominio anterior!" (Miqueas 4: 8, V.M.) Llegó el momento por el cual suspiraron los santos desde que la espada de fuego expulsó a la primera pareja del paraíso -el tiempo de "la redención de la posesión adquirida." (Efesios 1: 14.) La tierra dada al principio al hombre para que fuera su reino, entregada alevosamente por él a manos de Satanás, y conservada durante tanto tiempo por el poderoso enemigo, ha sido recuperada mediante el gran plan de la redención. Todo lo que se había perdido por el pecado, ha sido restaurado. "Así dice Jehová, . . . el que formó la tierra y la hizo, el cual la estableció; no en vano la creó, sino que para ser habitada la formó." (Isaías 45: 18, V.M.) El propósito primitivo que tenía Dios al crear la tierra se cumple al convertirse ésta en la morada eterna de los redimidos. "Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella." (Salmo 37: 29.)
El temor de hacer aparecer la futura herencia de los santos demasiado material ha inducido a muchos a espiritualizar aquellas verdades que nos hacen considerar la tierra como nuestra morada. Cristo aseguró a sus discípulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa de su Padre. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán por completo lo que se refiere a la patria celestial. Y sin embargo son "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman." (1 Corintios 2: 9, V.M.) El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Sólo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia limitada puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
En la Biblia se llama la herencia de los bienaventurados una patria. (Hebreos 11:14-16.) Allí conduce el divino Pastor a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para el servicio 734 de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas llanuras alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar.
"Mi pueblo habitará en mansión de paz, en moradas seguras, en descansaderos tranquilos." "No se oirá más la violencia en tu tierra, la desolación ni la destrucción dentro de tus términos; sino que llamarás a tus muros Salvación, y a tus puertas Alabanza." "Edificarán casas también, y habitarán en ellas; plantarán viñas, y comerán su fruto. No edificarán más para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; . . . mis escogidos agotarán el usufructo de la obra de sus manos."
(Isaías 32: 18; 60: 18; 65: 21, 22, V.M.)
Allí "se alegrarán el desierto y el sequedal, y el yermo se regocijará y florecerá como la rosa." "En vez del espino subirá el abeto, y en lugar de la zarza subirá el arrayán." "Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo sesteará junto con el cabrito; . . . y un niñito los conducirá." "No dañarán, ni destruirán en todo mi santo monte," dice el Señor. (Isaías 35: 1; 55: 13; 11: 6, 9, V.M.)
El dolor no puede existir en el ambiente del cielo. Allí no habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni manifestaciones de duelo. "Y la muerte no será más; ni habrá más gemido ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya." "No dirá más el habitante: Estoy enfermo; al pueblo que mora en ella le habrá sido perdonada su iniquidad." (Apocalipsis 21: 4; Isaías 33: 24, V.M.)
Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva tierra glorificada, "corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios." "Su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, 735 transparente como el cristal." "Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria." El Señor dijo: "Me regocijaré en Jerusalem, y gozaréme en mi pueblo." "¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo!" (Isaías 62: 3; Apocalipsis 21: 11, 24; Isaías 65: 19;
Apocalipsis 21: 3, V.M.)
En la ciudad de Dios "no habrá ya más noche." Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. "No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará." (Apocalipsis 22: 5, V.M.) La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol.
"No vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella." (Apocalipsis 21: 22, V.M.) El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. "Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo." (1 Corintios 13: 12, V.M.) Vemos la imagen de Dios reflejada como en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar para con los hombres; pero entonces le veremos cara a cara sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.
Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a "toda la familia en 736 los cielos, y en la tierra" (Efesios 3: 15, V.M.) -todo eso constituye la dicha de los redimidos.
Allí intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. Allí no habrá enemigo cruel y engañador para tentar a que se olvide a Dios. Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo.
Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos- mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara consideran la magnificencia de la creación -soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.
Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más 737 admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza.
"Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!" (Apocalipsis 5: 13, V.M.)
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor. CS/EGW/MHP
NOTAS GENERALES
Página 54. TÍTULOS.-
En un pasaje que forma parte del derecho canónico, el papa Inocencio III declara que el pontífice romano es "el vicario en la tierra, no de un mero hombre, sino del mismo Dios;" y en una glosa del trozo se explica que esto es así debido a que el papa es el vicario de Cristo, el cual es "verdadero Dios y verdadero hombre." (Véase Decretal. D. Gregor. Pap. 9. lib. 1, de translat. Episc. tit. 7, c. 3. Corp. Jur. Canon, ed. París, 1612; tom. 2. Decretal. Col. 205.)
En cuanto al título "Señor Dios el Papa," véase una glosa de las Extravagantes del papa Juan XXII, título 14, cap. 4, "Declaramus." En una edición de las Extravagantes, impresa en Amberes en 1584, se encuentran en la columna 153 las palabras "Dominuin Deun nostrum Papam" ("Nuestro Señor Dios el Papa"). En una edición de París, del año 1612, se hallan en la columna 140. En varias ediciones publicadas desde 1612, hase omitido la palabra "Deum" ("Dios").
Página 56. CULTO DE LAS IMÁGENES.-"El culto de las imágenes... fue una de esas corrupciones del cristianismo que se introdujeron en la iglesia furtivamente y casi sin que se notaran. Esta corrupción no se desarrolló de un golpe, cual aconteció con otras herejías, pues en tal caso habría sido censurada y condenada enérgicamente, sino que, una vez iniciada en forma disfrazada y plausible, se fueron introduciendo nuevas prácticas una tras otra de modo tan paulatino que la iglesia se vio totalmente envuelta en idolatría no sólo sin enérgica oposición, sino sin siquiera protesta resuelta alguna; y cuando al fin se hizo un esfuerzo para extirpar el mal, resultó éste por demás arraigado para ello. . . . La causa de dicho mal hay que buscarla en la propensión idolátrica del corazón humano a adorar a la criatura más bien que al Creador. . . .
"Las imágenes y los cuadros fueron introducidos al principio en la iglesia no para que fueran adorados, sino para que sirvieran como de libros que facilitaran la tarea de enseñar a los que no sabían leer o para despertar en otros los sentimientos de devoción. Difícil es decir hasta qué punto este medio correspondió al fin propuesto; pero aun concediendo que así fuera durante algún tiempo, ello no duró, y pronto los cuadros e imágenes puestos en las iglesias, en lugar de ilustrar, obscurecían la mente de los ignorantes y degradaban la devoción de los creyentes en lugar de exaltarla. De suerte que, por más 739 que se quiso emplear unos y otros para dirigir los espíritus de los hombres hacia Dios, no sirvieron en fin de cuentas sino para alejarlos de él e inducirles a la adoración de las cosas creadas." -J. Mendham, The Seventh General Council, the Second of Nicea, Introducción, págs. iii-vi.
Una relación de los procedimientos y decretos del Segundo Concilio de Nicea, 787 de J. C., convocado para instituir el culto de las imágenes, se encuentra en Baronio: Annales Ecclesíastici, tomo 9, págs. 391-407 (ed. de Amberes, 1612); J. Mendham, The Seventh General Council, the Second of Nicea; C. J. v. Hefelé, Histoire des Conciles, lib. 18, cap. 1, sec. 332, 333; cap. 2, sec. 345-352.
Página 57. EDICTO DE CONSTANTINO.-
"Las imágenes y los cuadros fueron introducidos al principio en la iglesia no para que fueran adorados, sino para que sirvieran como de libros que facilitaran la tarea de enseñar a los que no sabían leer o para despertar en otros los sentimientos de devoción. Difícil es decir hasta qué punto este medio correspondió al fin propuesto; pero aun concediendo que así fuera durante algún tiempo, ello no duró, y pronto los cuadros e imágenes puestos en las iglesias, en lugar de ilustrar, obscurecían la mente de los ignorantes y degradaban la devoción de los creyentes en lugar de exaltarla. De suerte que, por más 739 que se quiso emplear unos y otros para dirigir los espíritus de los hombres hacia Dios, no sirvieron en fin de cuentas sino para alejarlos de él e inducirles a la adoración de las cosas creadas." -J. Mendham, The Seventh General Council, the Second of Nicea, Introducción, págs. iii-vi.
Una relación de los procedimientos y decretos del Segundo Concilio de Nicea, 787 de J. C., convocado para instituir el culto de las imágenes, se encuentra en Baronio: Annales Ecclesíastici, tomo 9, págs. 391-407 (ed. de Amberes, 1612); J. Mendham, The Seventh General Council, the Second of Nicea; C. J. v. Hefelé, Histoire des Conciles, lib. 18, cap. 1, sec. 332, 333; cap. 2, sec. 345-352.
Página 57. EDICTO DE CONSTANTINO.-
La ley dada por Constantino el 7 de marzo del año 321 de J. C relativa al día de descanso, era como sigue:
"Que todos los jueces, y todos los habitantes de la ciudad, y todos los mercaderes y artesanos descansen el venerable día del sol. Empero que los labradores atiendan con plena libertad al cultivo de los campos; ya que acontece a menudo que ningún otro día es tan adecuado para la siembra del grano o para plantar la viña; de aquí que no se deba dejar pasar el tiempo favorable concedido por el cielo. Codex Justinianus, lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3).
"Descansen todos los jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el venerable día del sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas agrícolas los establecidos en los campos, pues acontece con frecuencia, que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plantan vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que con ocasión del momento no se pierda el beneficio concedido por la celestial providencia."-Código de Justiniano, lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3) (en la edición, en Latín y castellano, por García del Corral, del Cuerpo del derecho civil romano, tomo 4, pág. 333, Barcelona, 1892).
El original en latín se halla además en J. L. v. Mosheim: Institutionem Historia Ecclesiastica antiquioris et recensioris, sig. 4, parte 2, cap. 4, sec. 5, y en otras muchas obras.
El Diccionario Enciclopédico Hisp.- Amer., art. Domingo, dice: "El emperador Constantino, en el año 321, fue el primero que ordenó una rigurosa observación del domingo, prohibiendo toda clase de negocios jurídicos, ocupaciones y trabajos; únicamente se permitía a los labradores que trabajaran los domingos en faenas agrícolas, si el tiempo era favorable. Una ley posterior del año 425 prohibió la celebración de toda clase de representaciones teatrales, y finalmente en el siglo VIII se aplicaron en todo su rigor al domingo cristiano las prohibiciones del Sábado judaico." 740
Página 58. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 60. ESCRITOS ADULTERADOS.-Entre los documentos cuya falsificación es generalmente reconocida en la actualidad, la Donación de Constantino y las Decretales Pseudo-Isidorianas son de la mayor importancia.
Al referir los hechos relativos a la pregunta: "¿Cuándo y por quién fue fraguada la Donación de Constantino?" M. Gosselin, director del seminario de St. Sulpice (París), dice:
"Por bien que se haya probado la falsedad de ese documento, difícil es determinar, con precisión, la época de dicha falsificación. M. de Marca, Muratori, y otros sabios críticos, opinan que fue compuesto en el siglo octavo, antes del reinado de Carlomagno. Muratori cree, además, probable que haya podido inducir a aquel monarca y a Pipino a ser tan generosos para con la santa sede."- Gosselin, Pouvoir du pape au moyen âge (París, 1845), pág. 717.
Respecto a la fecha de las Decretales Pseudo-Isidorianas, véase Mosheim, Historie Ecclesiastice, Leipzig, 1755 (Histoire Ecclésiastique Maestricht, 1776), lib. 3, sig. 9, parte 2, cap. 2, sec. 8. El sabio historiador católico, el abate Fleury, en su Histoire Ecclésiastique (dis. 4, sec. l) dice que dichas decretales, "salieron a luz cerca de fines del siglo octavo." Fleury, que escribió casi a fines del siglo diecisiete, dice, además, que esas "falsas decretales pasaron por verdaderas durante ochocientos años; y apenas fueron abandonadas el siglo pasado. Verdad es que actualmente no hay nadie, un tanto al corriente de estas materias, que no reconozca la falsedad de dichas decretales." -Fleury, Histoire Ecclésiastique, tom. 9, p. 446 (París, 1742). También Gibbon, Histoire de la Décadence et de la Chute de l' Empire Romain, cap. 49, párr. 16 (París, 1828, t. 9, págs. 319-323).
Página 62. DICTADOS DE HILDEBRANDO (GREGORIO VII).-
Véase Baronio (cardenal C.), Annales Ecclesiastici, An. 1076 (edición de Luca, 1745, tomo 17, págs. 430, 431). Una copia de los "Dictados" originales se encuentra también en Gieseler, Lehrbuch der Kirchengeschichte, período 3, div. 3, cap. 1, sec. 47, nota c (3a. ed., Bonn, 1832, tomo 2 B, págs. 6-8).
Página 63. PURGATORIO-"La doctrina católica, tal cual la expuso el concilio de Trento, es que los que salen de vida en gracia y caridad, pero no obstante deudores de las penas que la divina justicia se reservó, las padecen en la otra vida. Esto es lo que se nos propone creer acerca de las almas detenidas en el purgatorio."-Art. "Purgatorio," en el Diccionario Enciclopédico Hisp.-Amer. 741
"El Concilio (tridentino) enseña: l. Que después de la remisión de la culpa y de la pena eterna, queda un reato de pena temporal. 2. Que si no se ha satisfecho en esta vida debe satisfacerse en el purgatorio. 3. Que las oraciones y buenas obras de los vivos son útiles a los difuntos para aliviar y abreviar sus penas. 4. Que el sacrificio de la misa es propiciatorio y aprovecha a los vivos lo mismo que a los difuntos en el purgatorio "-Art. "Purgatorio," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por Perujo y ángulo (Barcelona, 1883-1890).
Página 63. INDULGENCIAS.-
Con referencia a una historia detallada de la doctrina de las indulgencias, véase el art. "Indulgencias," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por los Dres. Perujo y ángulo (Barcelona, 1883-1890) ; C. Ullmann, Reformatoren vor der Reformation, tomo 1, lib. 2, sec. 2, págs. 259-307 (Hamburgo, ed. de 1841); M. Creighton, History of the Papacy, tomo 5, págs. 56-64, 71; L. von Ranke, Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation, lib. 2, cap. 1, párrs. 131, 132, 139-142, 153-155 (3a. ed., Berlín, 1852, tomo 1, págs. 233-243) ; H. C. Lea, A Hístory of Auricular Confession and Indulgences; G. P. Fisher, Historia de la Reformación, cap. 4, párr. 7 (traducida por H. W. Brown, ed. Filadelfia, E. U. A., 1891) ; Juan Calvino, Institución religiosa, lib. 3, cap. 5, págs. 447-451 (Obras de los Reformadores Antiguos Españoles, No. 14, Madrid, 1858).
En cuanto a los resultados de la doctrina de las indulgencias durante el período de la Reforma, véase el estudio en inglés del Dr. H. C. Lea, titulado "Las indulgencias en España" y publicado en Papers of the American Society of Church History, tomo 1, págs. 129-171. Refiriéndose al valor de la luz arrojada por este estudio histórico, el Dr. Lea dice en su párrafo inicial: "Sin ser molestada por la controversia que se ensañara entre Lutero y el Dr. Eck y Silvestre Prierias, España seguía tranquila recorriendo el viejo y trillado sendero, y nos suministra los incontestables documentos oficiales que nos permiten examinar el asunto a la pura luz de la historia."
Página 64. LA MISA.-
Respecto a la doctrina de la misa, véase la obra del cardenal Wiseman, The Real Presence of the Body and Blood of Our Lord Jesús Christ in the Blessed Eucharist ("La presencia real del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo en la santa eucaristía") ; además el Diccionario Enciclop. Hisp.-Amer., art. "Eucaristía" (último párrafo: "Definiciones del concilio de Trento relativas a la doctrina de la eucaristía") ; Cánones y decretos del concilio de Trento, sesión 13, caps. 1-8 (en la edición, Los sacrosantos ecuménicos concilios de Trento y Vaticano, en latín y castellano, por 742 A. M. Díez, Madrid, 1903, págs. 126-137). J. Calvino, Institución religiosa, lib. 4, caps. 17, 18, págs. 925-985 (Obras de los Reformadores Antiguos Españoles No. 14, Madrid, 1858); K. R. Hagenbach, Lehrbuch der Dogmengeschichte, tomo 1, págs. 180-188, 331-336, y tomo 2, págs. 161-179 (2a. ed., Leipzig, 1827).
Página 70. VERSIONES VALDENSES DE LA BIBLIA.-Respecto a las antiguas versiones valdenses de partes de la Biblia hechas en el idioma vulgar, véase E. Pétavel, La Bible en France, cap. 2, párrs. 3, 4, 8-10, 13, 21 (ed. de París, 1864) ; Townley, Iluistrations of Biblical Literature, tomo 1, cap. 10, párrs. 1-13; G. H. Putnam, The Censorship of the Church of Rome, tomo 2, cap. 2.
Página 83. EDICTO CONTRA LOS VALDENSES.-
EL texto completo del expedido, en 1487, por Inocencio VIII contra los valdenses (cuyo original se halla en la biblioteca de la universidad de Cambridge) puede leerse en latín y francés en la obra de J. Léger, Historie des églises vaudoises, lib. 2, cap. 2, págs. 8-10 (Leyden, 1669).
Página 90. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 92. WlCLEF.-El texto original de las bulas papales expedidas contra Wiclef, con la traducción inglesa, hállase en la obra de J. Foxe, Acts and Monuments, tomo 3, págs. 4-13 (ed. de Pratt-ToWnsend, Londres, 1870). Véase además J. Lewis, History of the Life and Sufferings of J. Wiclif, págs. 49-51, 305-314 (ed. de 1820) ; Lechler, Johann v. Wiclif und die Vorgeschichte der Reformation, cap. 5, sec. 2 (Leipzig, 1873) ; A. Neander, Allgemeine Geschichte der christlichen Religion und Kirche, tomo 6, sec. 2, parte 1, párr. 8 (págs. 276, 277, ed. de Hamburgo, 1852).
Página 92. INFALIBILIDAD.-
Respecto a la doctrina de la infalibilidad, véase el art. "Infalibilidad," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por Perujo y ángulo; Geo. Salmon, The Infallibility of the Church; cardenal Gibbons, The Faith of Our Fathers, cap. 7 (ed. 49 de 1897) ; C. Elliott, Delineation of Roman Catholicism, lib.1, cap. 4.
Página 111. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 111. CONCILIO DE CONSTANZA.-
Respecto a la convocación del concilio de Constanza por el papa Juan XXIII, a instancias del emperador Segismundo, véase Mosheim, Histoire ecclésiastique, lib. 35 siglo 15, parte 2, cap. 2, sec. 3, pág. 414 (ed. de Maestricht, 743 1776); Neander, Allgemeine Geschichte der christlichen Religion und Kirche, tomo 6, sec. l; A. Bower, History, of the Popes tomo 7, págs. 141-143 (ed. de Londres, 1776).
Página 137. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 249. JESUITISMO.-Con referencia a los orígenes, principios y fines de la "Sociedad de Jesús," cual lo declaran sus mismos miembros, véase la obra titulada Historia de la compañía de Jesús, por Cretinean-Goli, vertida del francés y publicada en Barcelona, en 1853, con aprobación del ordinario. En ella dice que "el que se ofrece espontáneamente a entrar en el noviciado debe al momento renunciar su voluntad propia, su familia y todo cuanto el hombre aprecia sobre la tierra," y que las constituciones de la compañía hacen "de la obediencia más absoluta una palanca cuya acción incesante y universal ha debido preocupar a todos los políticos."-Tomo 1, cap. 2, págs. 25, 28.
El mismo Ignacio de Loyola dice: "Que cada cual se convenza de que cuantos viven bajo el voto de obediencia deben dejarse llevar y dirigir por la divina Providencia y sus instrumentos, los superiores, tal cual si fueran cadáveres que se dejan llevar a cualquier parte y tratar de cualquier modo, o como el bastón que un anciano tiene en la mano y maneja como le da la gana."
"Esta sumisión absoluta es ennoblecida por lo que la motiva y -prosigue el fundador- debería ser pronta, alegre y constante; ... el religioso obediente cumple gozoso con lo que le han encargado sus superiores para el bien común, seguro de que así corresponde verdaderamente a la voluntad divina." -Regulae Societatis Jesu, Summarium, párrs. 33-36 (ed. de Roma, 1607, págs. 12, 13).
Véase además L. E. Dupin, Histoire de l'Eglise en abrégé, siglo 16, cap. 33 (ed. de París, 1732, tomo 4, págs. 218-222) ; Mosheim, Histoire ecclésiastique, sig. 16, sec. 3, parte 1, cap. 1, párr. 10 (inclusive notas 5, 6) ; Encyclopaedia Britannica (novena ed.), art. "Jesuítas;" C. Paroissien, The Principles of the Jesuits, Developed in a Collection of Extracts front Their Own Authors (Londres, 1860- otra edición apareció en 1839) ; Ch. Liskenne, Résumé de l'histoire des Jésuites (París, 1825) ; Michelet-Quinet, Des Jésuites (París, l 843) ; D'Alembert, Des Jésuites, (ouur. précédé d' un précis des doctrines et de l'histoire de cette société) (París, 1821).
Página 250. LA INQUISICIÓN.-
Véase Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la Inquisición de España; Reinaldo González de Montes (Reginaldo Montano), Artes de la inquisición española, ed. 744 castellana, Madrid, 1851 (ed. latinas, Heidelberg, 1567 y Madrid, 1857); Dres. Perujo y Ángulo, Diccionario de ciencias eclesiásticas, art. "Inquisición;" Limborch, Historia Inquisitionis, tomo 1, lib. 1, caps. 25, 17-31 (ed. de Amsterdam, 1692, tomo 1, págs. 86-131) ;
H.C. Lea, History of the Inquisition in the Middle Ages; L. v. Ranke, Die römischen Päpste, lib. 2, cap. 6 (5a. ed., Leipzig, 1867, tomo 1, págs. 208-217).
Página 308. CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA.-Respecto al gran alcance de las consecuencias de haber rechazado el pueblo francés la Biblia y la religión de la Biblia, véase H. von Sybel, Histoire de l'Europe pendant la Révolution francaise, lib. 5, cap. 1, párrs. 8-12 (París, 1870, tomo 2, págs. 5-8) ; H. T. Buckle, Histoire de la Civilisation en Angleterre, caps. 8, 12 (París, 1865).
Página 309. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 310. ESFUERZOS PARA SUPRIMIR Y DESTRUIR LA BIBLIA.-En cuanto a los esfuerzos de larga duración hechos en Francia para acabar con la Biblia- especialmente con las versiones en lengua vulgar, dice Gaussen: "Ya el decreto de Tolosa (de Francia), de 1229, ... instituía el tribunal espantoso de la Inquisición contra todos los lectores de la Biblia en lengua vulgar. Era un decreto de fuego, de sangre y de asolamiento. En sus capítulos III, IV, V y VI disponía que se destruyeran por completo hasta las casas y los más humildes escondrijos y aun los retiros subterráneos de los que fueran convictos de poseer las Escrituras, y que ellos mismos fueran perseguidos hasta en sus montes y en los antros de la tierra, y que se castigara con severidad aun a sus encubridores." Como resultado la Biblia "fue pues prohibida en todas partes; desapareció en cierto modo de sobre la tierra, bajó al sepulcro." Estos decretos fueron "seguidos durante 500 años de suplicios sin cuento en que la sangre de los santos corrió como agua."-L. Gaussen, Le Canon des Saintes Ecritures, parte 2, lib. 2, cap. 7; y cap. 13 (ed. de Lausana, 1860).
Respecto a los esfuerzos especiales hechos para destruir la Biblia durante el Reinado del Terror a fines de 1793, el Dr. Lorimer dice "Dondequiera que se encontrase una Biblia puede decirse que había persecución a muerte; a tal punto que varios comentadores respetables interpretan la muerte de los dos testigos, en el capítulo once del Apocalipsis, como refiriéndose a la supresión general, más aun, a la destrucción del Antiguo y Nuevo Testamentos en Francia durante aquella época." -J. G. Lorimer, An Historical Sketch of the Protestant Church in France, cap. 8, párrs. 4, 5. 745
Véase además G. P. Fisher, La Reformación, cap. 15, párr. 16; E. Pétavel, La Bible en France, cap. 2, párrs. 3, 8-10, 13, 21 (ed. de París, 1864); G. H. Putnam, The Censorship of the Church of Rome, tomo 1, cap. 4 (ed. de 1906, págs. 97, 99, 101, 102); tomo 2, cap. 2 (págs. 15-19); J.A. Wylie, History of Protestantism, lib. 22, cap. 6, párr. 3; S. Smiles, The Huguenots: Their Settlements, Churches, and Industries, etc., cap. 1, párrs. 32, 34; cap. 2, párr. 6; cap. 3, párr. 14; cap. 18, párr. 5 (con la nota); S. Smiles, The Huguenots in France after the Revocation, cap. 2, párr. 8; cap. 10, párr. 30; cap. 12.
Página 320. EL REINADO DEL TERROR.-
Respecto a la responsabilidad de jefes extraviados, tanto en la iglesia como en el estado, pero particularmente en la iglesia, por las escenas de la revolución francesa, véase W. M. Sloane, The French Revolution and Religious Reform, prefacio, y cap. 2, párrs. 1, 2, 10-14 (ed. de 1901, págs. vii-ix, 19, 20, 26-31, 40); P. Schaff, en Papers of the American Society of Church History, tomo 1, págs. 38, 44; A. Galton, Church and State in France, 1300-1907, cap. 3, sec. 2 (ed. de Londres, 1907) ; Sir J. Stephen, Lectures on the History of France, conferencia 16, párr. 60; S. Smiles, The Huguenots in France after the Revocation, cap. 18.
Página 324. EL PUEBLO Y LAS CLASES PRIVILEGIADAS.-
EN cuanto a las condiciones sociales que prevalecían en Francia antes del período de la revolución, véase Taine, Ancien Régime; A. Young, Voyages in France (París, 1794) ; y H. von Holst, Lowell Lectures on the French Revolution, conferencia 1.
Página 327. RETRIBUCIÓN.-
Para obtener más detalles respecto al carácter retributivo de la revolución francesa, véase E. de Pressensé, L'Eglise et la Révolution française, lib. 3, cap. 1 (París, 1864) Thos. H. Gill, The Papal Drama, lib. 10.
Página 328. LAS ATROCIDADES DEL REINADO DEL TERROR.-Véase M. A. Thiers, Historia de la Revolución francesa, tomo 1, cap. 29 (ed. de Barcelona, 1892, págs. 499-524); F. A. Mignet, Histoire de la Révolution française, cap. 9, párr. 1 (2a. ed., París, 1827) ; A. Alison, History of Europe, 1789-1815, tomo 1, cap. 14 (ed. de Nueva York, 1872, tomo 1, pág.293- 312).
Página 331. LA CIRCULACIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS.-En 1804, según el Sr. Guillermo Canton, de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, "todas las Biblias que existían en el mundo, impresas o en manuscrito, contando todas las traducciones en todos los países, se 746 calculaban en no mucho más de cuatro millones. . . . Los diversos idiomas en que estaban escritos esos cuatro millones de Biblias alcanzaban a unos cincuenta."- What Is the Bible Society? pág. 23 (ed. rcv. de 1904).
Cien años después, al cumplir su primer centenario, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera pudo informar que ella sola había distribuido, entre Biblias, Testamentos y porciones de las Escrituras, la cantidad de 186.680.101 ejemplares -total que, en 1910, subió a más de 220.000.000 de ejemplares, en cerca de cuatrocientos distintos idiomas.
A estos totales hay que añadir los millones de ejemplares de las Sagradas Escrituras y porciones de ellas, en muchos idiomas, distribuídos por otras sociedades bíblicas y diversas agencias comerciales. La Sociedad Bíblica Americana, -la mayor de las hijas de la mencionada sociedad bíblica británica,- anunció haber distribuido en los noventa y cuatro primeros años de su obra un total de 87.296.182 ejemplares. (Véase Bible Society Record, junio de 1910.) Sería muy difícil calcular en este momento, en el último cuarto del siglo XX, el número total de ejemplares de la Biblia, o de porciones de la misma, que se han distribuido en el mundo. Basta decir que son muchos cientos de millones de Biblias, en más de mil cien idiomas y dialectos.
Las Escrituras, en parte o en su totalidad, hanse publicado en más de mil y cien idiomas; y la labor de traducirlas en nuevos idiomas y dialectos se prosigue aún con celo incansable.
Página 332. MISIONES EN EL EXTRANJERO.-El Dr. G. P. Fisher, en un capítulo sobre las misiones cristianas en su obra History of the Christian Church, bosqueja los comienzos del movimiento misionero, el cual, en "los últimos años del siglo XVIII, inició una época de brillante actividad misionera, que, en la historia de las misiones, no es superada más que por la primera de la era cristiana." En 1792, "se fundó la Sociedad Bautista, de la cual Carey fue uno de los primeros misioneros. Carey se embarcó para la India, donde, con la ayuda de otros miembros de la misma sociedad, fundó la misión de Serampore." En 1795, fundóse la Sociedad de Misiones de Londres; en 1799, quedó formalmente constituida "la organización que en 1812 se convirtió en Sociedad de Misiones de la Iglesia." Poco después quedó fundada la Sociedad de misiones Wesleyanas.
"Mientras la actividad misionera crecía en Gran Bretaña, los cristianos de Norteamérica se animaban del mismo celo." En 1812, fundaron la Junta Americana de Comisionados para las Misiones Extranjeras; y en 1814, la Unión Misionera Bautista Americana. Adoniram Judson, uno de los primeros misioneros salidos de los 747 Estados Unidos, se embarcó para Calcuta en 1812, y llegó a Birmania en julio de 1813. En 1837, quedó constituida la junta Presbiteriana. (Véase Fisher, History of the Christian Church, período 9, cap. 7, párrs. 325.)
El Dr. A. T. Pierson, en un artículo publicado en la Missionary Review of the World, número correspondiente a enero de 1910, declara: "Hace medio siglo, China y Manchuria, Japón y Corea, Turquía y Arabia, y hasta el dilatado continente africano, dormían -naciones ermitañas, encerradas en la calma de largo aislamiento y exclusión. El Asia central estaba comparativamente inexplorada, lo mismo que el África central. En muchos países ni se le disputaba a Satanás su larga permanencia ni su imperio. Los países papales eran tan intolerantes como los paganos; Italia y España encarcelaban a quien se atrevía a vender una Biblia, o a predicar el Evangelio. Francia era de hecho incrédula, y Alemania estaba imbuída de racionalismo; y en gran parte del campo misionero, las puertas estaban cerradas y condenadas por un exclusivismo y un sistema de castas más o menos rígido, Ahora los cambios, por todas partes, son tan notables y radicales que, cualquiera que saliese de pronto de aquel período de mediados del siglo pasado, ... no reconocería al mundo. El que guarda las llaves de las puertas las ha estado abriendo para hacer a todos los países accesibles para los mensajero de la cruz. Hasta en la Ciudad Eterna, donde, hace medio siglo, un visitante tuvo que dejar su Biblia fuera de los muros, hay ahora más de veinte capillas protestantes, y las Sagradas Escrituras tienen libre circulación."
Página 373. Fechas Proféticas.-
Los hechos históricos y cronológicos relativos a los períodos proféticos de Daniel 8 y 9, inclusas muchas pruebas evidentes que indican de modo indubitable que fue el año 457 ant. de J. C. la fecha exacta desde la que deben empezar a contarse estos períodos proféticos, han sido expuestos con claridad por muchos investigadores de la profecía. Véase Stanley Leathes, Old Testament Prophecy, conferencias 10, 11 (Conferencias de Warburton para 1876-1880) ; W. Goode, Fulfilled Prophecy, sermón 10, inclusive Nota A (Conferencias de Warburton para 1854-1858) A. Thom, Chronology of Prophecy, págs. 26-106 (Londres, 1848) Sir Isaac Newton, Observations upon the Prophecies of Daniel, and the Apocalypse of St. John, cap. 10 (ed. de Londres, 1733, págs. 128-143) Urías Smith, Daniel y el Apocalipsis, tomo 1, caps. 8, 9; L. R. Conradi, Los Videntes y lo Porvenir, parte 1, caps. 8, 9 (págs. 129-179). En cuanto a la fecha de la crucifixión, véase W. Hales, Analysis of Chronology, tomo 1, págs. 94-101; tomo 3, págs. 164-258 (segunda ed. de Londres, 1830). 748
Página 376. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 383. CAÍDA DEL IMPERIO OTOMANO.-Por más detalles relativos a la predicha caída del imperio turco en el curso del mes de agosto de 1840, véase J. Litch, The Probability of the Second Coming of Christ about A. D. 1843 (obra publicada en junio de 1838); J. Litch, An Address to the Clergy (publicada en el verano de 1840; en 1841 se publicó una segunda edición con datos históricos en apoyo de los cálculos anteriores del período profético que se extiende hasta la caída del imperio otomano) ; el Advent Shield and Review, tomo 1 (1844), No. 1, art. 2, págs. 56, 57, 59-61 ; J. N. Loughborough The Great Advent Movement, págs. 129-132 (ed. de 1905) ; J. Litch, artículo en el Signs of the Times, and Expositor of Prophecy, l.º de agosto de 1840. Véase además el artículo en el Sings of the Times, and Expositor of Prophecy, l.º de febrero de 1841.
Página 389. LA BIBLIA NEGADA AL PUEBLO.-Durante siglos la Iglesia Católica Romana se opuso tenazmente a que sus fieles tuvieran acceso directo a la Biblia, prohibiendo su traducción a lenguas populares, impidiendo su lectura, y condenando a quienes la traducían, distribuían o leían. En años recientes, sin embargo, se ha operado un cambio dramático y positivo en este sentido. Por un lado, la iglesia ha aprobado la publicación de numerosas versiones hechas a partir de las lenguas originales; por otro, ha promovido el estudio de las Sagradas Escrituras mediante cursillos bíblicos y la distribución masiva. También es cierto que la Iglesia Católica sigue reservándose el derecho exclusivo de interpretar la Biblia a la luz de su propia tradición.
Página 412. ACERCA DE LACUNZA.-
Para obtener datos sobre la influencia que tuvieron las ideas de Lacunza en el desarrollo del movimiento adventista, no sólo en Sudamérica sino también en muchas otras partes del mundo, véase L. E. Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, ed. Review and Herald, 1946, págs. 268, 280, 303-324, 425, 450, 478, 482-485, 518-520, 657; A. F. Vaucher, Lacunza un heraldo de la segunda venida de Cristo, Ediciones Interamericanas, 1970.
Página 423. MANTOS DE ASCENSIÓN.-
La patraña de que los adventistas hicieron mantos especiales para subir "al encuentro del Señor en el aire," fue inventado por los que deseaban vituperar la causa. Fue propagada de modo tan ingenioso que muchos la creyeron; pero una investigación probó su falsedad. Durante muchos años se ha ofrecido una buena gratificación al que probara la veracidad del aserto, pero hasta la fecha nadie ha podido hacerlo. Nadie que amara 749 la venida del Señor hubiera sido tan poco conocedor de las Escrituras para suponer que para semejante ocasión fuesen necesarias vestiduras que pudieran ellos hacer. La única vestidura que necesitarán los santos para ir al encuentro del Señor es la justicia de Cristo. Véase Apocalipsis 19: 8.
Página 423. LA CRONOLOGÍA DE LA PROFECÍA.-EL Dr. Jorge Bush, profesor de hebreo y de literatura oriental en la universidad de Nueva York, en carta que dirigiera al Sr. Miller, y que se publicó en el Advent Herald, and Signs of the Times Reporter, de Boston, Nos. del 6 y 13 de marzo de 1844, hizo algunas importantes declaraciones respecto a sus cálculos de los tiempos proféticos. Dice el Dr. Bush:
"Me parece que no hay por qué censurarle a Vd. ni a sus amigos, por haber dedicado mucho tiempo y atención al estudio de la cronología de la profecía, ni por haberse afanado tanto en determinar las fechas del principio y fin de los grandes períodos de ésta. Si el Espíritu Santo indicó períodos en los libros proféticos, fue sin duda con el fin de que fuesen estudiados y probablemente también de que concluyeran por ser del todo entendidos; y a nadie se le debe tachar de insensata presunción porque con toda reverencia trate de comprenderlos.... Al tomar un día como término profético de un año, creo, que se mantienen en el terreno de la más sana exégesis, apoyados además por los grandes nombres de Mede, Sir Isaac Newton, Kirby, Scott, Keith, y una legión más que hace mucho tiempo llegaron a conclusiones idénticas a la de Vds. en esta materia. Todos ellos concuerdan en que los períodos principales mencionados por Daniel y Juan terminan efectivamente hacia nuestra época contemporánea, y rara lógica sería la que les condenase por sostener los mismos puntos de vista que tanto resaltan en los escritos de aquellos eminentes teólogos." "Los resultados que Vds. obtuvieron en este campo de investigación no me parecen tan errados que afecten uno solo de los grandes intereses de la verdad." "Se equivocaron Vds. en lo relativo a la naturaleza de los acontecimientos que deben producirse al fin de estos períodos. Este es el defecto primordial de su exposición."
Página 450. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 3 73.
Página 488. UN TRIPLE MENSAJE.-Apocalipsis 14:6, 7 predice la proclamación del mensaje del primer ángel. Luego dice el profeta: "Y otro ángel, el segundo, le siguió, diciendo: i Caída, caída es la gran Babilonia!... Y otro ángel, el tercero, les siguió." La palabra traducida aquí por "siguió," significa, en construcciones como la de este texto, "acompañar." Liddell y Scott interpretan la palabra como 750 sigue: "Seguir a uno, ir tras él o acompañarle." Robinson dice:, "Seguir, ir con alguien, acompañarle." Es la misma palabra que se usa en S. Marcos 5:24: "Y Jesús fue con el; y le seguía una gran multitud, y le apretaba." Se emplea también al hablar de los ciento cuarenta y cuatro mil redimidos, de los que se dice: "Estos son los que siguen al Cordero por doquiera que vaya." (Apocalipsis 14:4, V.M.) De estos dos pasajes se desprende de modo evidente que la idea que se quiere expresar es la de ir juntos, acompañar. Así también en 1 Corintios, 10:4, donde se habla de los hijos de Israel que "bebían de la piedra espiritual que los seguía," la palabra ",seguía" se traduce del mismo vocablo griego, y se rinde en el margen de algunas, versiones por "les acompañaba." De ello se desprende que en Apocalipsis 14:8, 9 la idea no es sólo que el segundo ángel y el tercero siguieron al primero en cuanto al tiempo, sino que le acompañaban. Los tres mensajes constituyen uno triple. Son tres tan sólo en el orden en que se inicia su proclamación, pero una vez iniciada ésta, siguen juntos y son inseparables.
Página 500. SUPREMACÍA DE LOS OBISPOS DE ROMA.-Algunas de las circunstancias capitales relacionadas con la apropiación de la supremacía por los obispos de Roma, hállanse descritas en Mosheim Histoire Ecclésiastique, siglo 2, parte 2, cap. 4, sec. 9-11. Véase además G. P. Fisher, History of the Christian Church, período 2, cap. 2, párrs.11-17 (ed. de 1890, págs. 56-58) Gieseler, Lehrbuch der Kirchengeschichte, período 1, div. 3, cap. 4, sec. 66, párr. 3, inclusive nota h (3a. ed. de Bonn, 1831, tomo 1, págs. 290-294) ; J.N Andrews, History of the Sabbath, págs. 276-279 (3a. ed. rev.).
Página 630. EDICTO DE CONSTANTINO.-
Véase la nota de la pág. 57.
Página 635. LA IGLESIA ABISINIA.-
Respecto a la observancia del sábado bíblico en Abisinia, véase A, P. Stanley, Lectures on the History of the Eastern Church, conferencia 1, párr. 15 (ed. de Nueva York, 1862, págs. 96, 97) ; M. Geddes, Church history of Ethiopia, págs. 87, 88, 311, 312; Gibbon, Historie de la Décadence et de la Chute de l'Empire Romain, cap. 47, párrs. 37-39; Samuel Gobat, Journal of Three Years' Residence in Abyssinia, págs. 55-58, 83, 93, 97, 98 (ed. de Nueva York, 1850); A. H. Lewis, A Critical History of the Sabbath in the Sunday in the Christian Church, págs. 208-215. (2da. ed. rev).
Página 638. DICTADOS DE HILDEBRANDO.-
Véase la nota para la página 62.
"Que todos los jueces, y todos los habitantes de la ciudad, y todos los mercaderes y artesanos descansen el venerable día del sol. Empero que los labradores atiendan con plena libertad al cultivo de los campos; ya que acontece a menudo que ningún otro día es tan adecuado para la siembra del grano o para plantar la viña; de aquí que no se deba dejar pasar el tiempo favorable concedido por el cielo. Codex Justinianus, lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3).
"Descansen todos los jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el venerable día del sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas agrícolas los establecidos en los campos, pues acontece con frecuencia, que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plantan vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que con ocasión del momento no se pierda el beneficio concedido por la celestial providencia."-Código de Justiniano, lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3) (en la edición, en Latín y castellano, por García del Corral, del Cuerpo del derecho civil romano, tomo 4, pág. 333, Barcelona, 1892).
El original en latín se halla además en J. L. v. Mosheim: Institutionem Historia Ecclesiastica antiquioris et recensioris, sig. 4, parte 2, cap. 4, sec. 5, y en otras muchas obras.
El Diccionario Enciclopédico Hisp.- Amer., art. Domingo, dice: "El emperador Constantino, en el año 321, fue el primero que ordenó una rigurosa observación del domingo, prohibiendo toda clase de negocios jurídicos, ocupaciones y trabajos; únicamente se permitía a los labradores que trabajaran los domingos en faenas agrícolas, si el tiempo era favorable. Una ley posterior del año 425 prohibió la celebración de toda clase de representaciones teatrales, y finalmente en el siglo VIII se aplicaron en todo su rigor al domingo cristiano las prohibiciones del Sábado judaico." 740
Página 58. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 60. ESCRITOS ADULTERADOS.-Entre los documentos cuya falsificación es generalmente reconocida en la actualidad, la Donación de Constantino y las Decretales Pseudo-Isidorianas son de la mayor importancia.
Al referir los hechos relativos a la pregunta: "¿Cuándo y por quién fue fraguada la Donación de Constantino?" M. Gosselin, director del seminario de St. Sulpice (París), dice:
"Por bien que se haya probado la falsedad de ese documento, difícil es determinar, con precisión, la época de dicha falsificación. M. de Marca, Muratori, y otros sabios críticos, opinan que fue compuesto en el siglo octavo, antes del reinado de Carlomagno. Muratori cree, además, probable que haya podido inducir a aquel monarca y a Pipino a ser tan generosos para con la santa sede."- Gosselin, Pouvoir du pape au moyen âge (París, 1845), pág. 717.
Respecto a la fecha de las Decretales Pseudo-Isidorianas, véase Mosheim, Historie Ecclesiastice, Leipzig, 1755 (Histoire Ecclésiastique Maestricht, 1776), lib. 3, sig. 9, parte 2, cap. 2, sec. 8. El sabio historiador católico, el abate Fleury, en su Histoire Ecclésiastique (dis. 4, sec. l) dice que dichas decretales, "salieron a luz cerca de fines del siglo octavo." Fleury, que escribió casi a fines del siglo diecisiete, dice, además, que esas "falsas decretales pasaron por verdaderas durante ochocientos años; y apenas fueron abandonadas el siglo pasado. Verdad es que actualmente no hay nadie, un tanto al corriente de estas materias, que no reconozca la falsedad de dichas decretales." -Fleury, Histoire Ecclésiastique, tom. 9, p. 446 (París, 1742). También Gibbon, Histoire de la Décadence et de la Chute de l' Empire Romain, cap. 49, párr. 16 (París, 1828, t. 9, págs. 319-323).
Página 62. DICTADOS DE HILDEBRANDO (GREGORIO VII).-
Véase Baronio (cardenal C.), Annales Ecclesiastici, An. 1076 (edición de Luca, 1745, tomo 17, págs. 430, 431). Una copia de los "Dictados" originales se encuentra también en Gieseler, Lehrbuch der Kirchengeschichte, período 3, div. 3, cap. 1, sec. 47, nota c (3a. ed., Bonn, 1832, tomo 2 B, págs. 6-8).
Página 63. PURGATORIO-"La doctrina católica, tal cual la expuso el concilio de Trento, es que los que salen de vida en gracia y caridad, pero no obstante deudores de las penas que la divina justicia se reservó, las padecen en la otra vida. Esto es lo que se nos propone creer acerca de las almas detenidas en el purgatorio."-Art. "Purgatorio," en el Diccionario Enciclopédico Hisp.-Amer. 741
"El Concilio (tridentino) enseña: l. Que después de la remisión de la culpa y de la pena eterna, queda un reato de pena temporal. 2. Que si no se ha satisfecho en esta vida debe satisfacerse en el purgatorio. 3. Que las oraciones y buenas obras de los vivos son útiles a los difuntos para aliviar y abreviar sus penas. 4. Que el sacrificio de la misa es propiciatorio y aprovecha a los vivos lo mismo que a los difuntos en el purgatorio "-Art. "Purgatorio," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por Perujo y ángulo (Barcelona, 1883-1890).
Página 63. INDULGENCIAS.-
Con referencia a una historia detallada de la doctrina de las indulgencias, véase el art. "Indulgencias," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por los Dres. Perujo y ángulo (Barcelona, 1883-1890) ; C. Ullmann, Reformatoren vor der Reformation, tomo 1, lib. 2, sec. 2, págs. 259-307 (Hamburgo, ed. de 1841); M. Creighton, History of the Papacy, tomo 5, págs. 56-64, 71; L. von Ranke, Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation, lib. 2, cap. 1, párrs. 131, 132, 139-142, 153-155 (3a. ed., Berlín, 1852, tomo 1, págs. 233-243) ; H. C. Lea, A Hístory of Auricular Confession and Indulgences; G. P. Fisher, Historia de la Reformación, cap. 4, párr. 7 (traducida por H. W. Brown, ed. Filadelfia, E. U. A., 1891) ; Juan Calvino, Institución religiosa, lib. 3, cap. 5, págs. 447-451 (Obras de los Reformadores Antiguos Españoles, No. 14, Madrid, 1858).
En cuanto a los resultados de la doctrina de las indulgencias durante el período de la Reforma, véase el estudio en inglés del Dr. H. C. Lea, titulado "Las indulgencias en España" y publicado en Papers of the American Society of Church History, tomo 1, págs. 129-171. Refiriéndose al valor de la luz arrojada por este estudio histórico, el Dr. Lea dice en su párrafo inicial: "Sin ser molestada por la controversia que se ensañara entre Lutero y el Dr. Eck y Silvestre Prierias, España seguía tranquila recorriendo el viejo y trillado sendero, y nos suministra los incontestables documentos oficiales que nos permiten examinar el asunto a la pura luz de la historia."
Página 64. LA MISA.-
Respecto a la doctrina de la misa, véase la obra del cardenal Wiseman, The Real Presence of the Body and Blood of Our Lord Jesús Christ in the Blessed Eucharist ("La presencia real del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo en la santa eucaristía") ; además el Diccionario Enciclop. Hisp.-Amer., art. "Eucaristía" (último párrafo: "Definiciones del concilio de Trento relativas a la doctrina de la eucaristía") ; Cánones y decretos del concilio de Trento, sesión 13, caps. 1-8 (en la edición, Los sacrosantos ecuménicos concilios de Trento y Vaticano, en latín y castellano, por 742 A. M. Díez, Madrid, 1903, págs. 126-137). J. Calvino, Institución religiosa, lib. 4, caps. 17, 18, págs. 925-985 (Obras de los Reformadores Antiguos Españoles No. 14, Madrid, 1858); K. R. Hagenbach, Lehrbuch der Dogmengeschichte, tomo 1, págs. 180-188, 331-336, y tomo 2, págs. 161-179 (2a. ed., Leipzig, 1827).
Página 70. VERSIONES VALDENSES DE LA BIBLIA.-Respecto a las antiguas versiones valdenses de partes de la Biblia hechas en el idioma vulgar, véase E. Pétavel, La Bible en France, cap. 2, párrs. 3, 4, 8-10, 13, 21 (ed. de París, 1864) ; Townley, Iluistrations of Biblical Literature, tomo 1, cap. 10, párrs. 1-13; G. H. Putnam, The Censorship of the Church of Rome, tomo 2, cap. 2.
Página 83. EDICTO CONTRA LOS VALDENSES.-
EL texto completo del expedido, en 1487, por Inocencio VIII contra los valdenses (cuyo original se halla en la biblioteca de la universidad de Cambridge) puede leerse en latín y francés en la obra de J. Léger, Historie des églises vaudoises, lib. 2, cap. 2, págs. 8-10 (Leyden, 1669).
Página 90. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 92. WlCLEF.-El texto original de las bulas papales expedidas contra Wiclef, con la traducción inglesa, hállase en la obra de J. Foxe, Acts and Monuments, tomo 3, págs. 4-13 (ed. de Pratt-ToWnsend, Londres, 1870). Véase además J. Lewis, History of the Life and Sufferings of J. Wiclif, págs. 49-51, 305-314 (ed. de 1820) ; Lechler, Johann v. Wiclif und die Vorgeschichte der Reformation, cap. 5, sec. 2 (Leipzig, 1873) ; A. Neander, Allgemeine Geschichte der christlichen Religion und Kirche, tomo 6, sec. 2, parte 1, párr. 8 (págs. 276, 277, ed. de Hamburgo, 1852).
Página 92. INFALIBILIDAD.-
Respecto a la doctrina de la infalibilidad, véase el art. "Infalibilidad," en el Diccionario de ciencias eclesiásticas, por Perujo y ángulo; Geo. Salmon, The Infallibility of the Church; cardenal Gibbons, The Faith of Our Fathers, cap. 7 (ed. 49 de 1897) ; C. Elliott, Delineation of Roman Catholicism, lib.1, cap. 4.
Página 111. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 111. CONCILIO DE CONSTANZA.-
Respecto a la convocación del concilio de Constanza por el papa Juan XXIII, a instancias del emperador Segismundo, véase Mosheim, Histoire ecclésiastique, lib. 35 siglo 15, parte 2, cap. 2, sec. 3, pág. 414 (ed. de Maestricht, 743 1776); Neander, Allgemeine Geschichte der christlichen Religion und Kirche, tomo 6, sec. l; A. Bower, History, of the Popes tomo 7, págs. 141-143 (ed. de Londres, 1776).
Página 137. INDULGENCIAS.-
Véase la nota para la página 63.
Página 249. JESUITISMO.-Con referencia a los orígenes, principios y fines de la "Sociedad de Jesús," cual lo declaran sus mismos miembros, véase la obra titulada Historia de la compañía de Jesús, por Cretinean-Goli, vertida del francés y publicada en Barcelona, en 1853, con aprobación del ordinario. En ella dice que "el que se ofrece espontáneamente a entrar en el noviciado debe al momento renunciar su voluntad propia, su familia y todo cuanto el hombre aprecia sobre la tierra," y que las constituciones de la compañía hacen "de la obediencia más absoluta una palanca cuya acción incesante y universal ha debido preocupar a todos los políticos."-Tomo 1, cap. 2, págs. 25, 28.
El mismo Ignacio de Loyola dice: "Que cada cual se convenza de que cuantos viven bajo el voto de obediencia deben dejarse llevar y dirigir por la divina Providencia y sus instrumentos, los superiores, tal cual si fueran cadáveres que se dejan llevar a cualquier parte y tratar de cualquier modo, o como el bastón que un anciano tiene en la mano y maneja como le da la gana."
"Esta sumisión absoluta es ennoblecida por lo que la motiva y -prosigue el fundador- debería ser pronta, alegre y constante; ... el religioso obediente cumple gozoso con lo que le han encargado sus superiores para el bien común, seguro de que así corresponde verdaderamente a la voluntad divina." -Regulae Societatis Jesu, Summarium, párrs. 33-36 (ed. de Roma, 1607, págs. 12, 13).
Véase además L. E. Dupin, Histoire de l'Eglise en abrégé, siglo 16, cap. 33 (ed. de París, 1732, tomo 4, págs. 218-222) ; Mosheim, Histoire ecclésiastique, sig. 16, sec. 3, parte 1, cap. 1, párr. 10 (inclusive notas 5, 6) ; Encyclopaedia Britannica (novena ed.), art. "Jesuítas;" C. Paroissien, The Principles of the Jesuits, Developed in a Collection of Extracts front Their Own Authors (Londres, 1860- otra edición apareció en 1839) ; Ch. Liskenne, Résumé de l'histoire des Jésuites (París, 1825) ; Michelet-Quinet, Des Jésuites (París, l 843) ; D'Alembert, Des Jésuites, (ouur. précédé d' un précis des doctrines et de l'histoire de cette société) (París, 1821).
Página 250. LA INQUISICIÓN.-
Véase Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la Inquisición de España; Reinaldo González de Montes (Reginaldo Montano), Artes de la inquisición española, ed. 744 castellana, Madrid, 1851 (ed. latinas, Heidelberg, 1567 y Madrid, 1857); Dres. Perujo y Ángulo, Diccionario de ciencias eclesiásticas, art. "Inquisición;" Limborch, Historia Inquisitionis, tomo 1, lib. 1, caps. 25, 17-31 (ed. de Amsterdam, 1692, tomo 1, págs. 86-131) ;
H.C. Lea, History of the Inquisition in the Middle Ages; L. v. Ranke, Die römischen Päpste, lib. 2, cap. 6 (5a. ed., Leipzig, 1867, tomo 1, págs. 208-217).
Página 308. CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA.-Respecto al gran alcance de las consecuencias de haber rechazado el pueblo francés la Biblia y la religión de la Biblia, véase H. von Sybel, Histoire de l'Europe pendant la Révolution francaise, lib. 5, cap. 1, párrs. 8-12 (París, 1870, tomo 2, págs. 5-8) ; H. T. Buckle, Histoire de la Civilisation en Angleterre, caps. 8, 12 (París, 1865).
Página 309. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 310. ESFUERZOS PARA SUPRIMIR Y DESTRUIR LA BIBLIA.-En cuanto a los esfuerzos de larga duración hechos en Francia para acabar con la Biblia- especialmente con las versiones en lengua vulgar, dice Gaussen: "Ya el decreto de Tolosa (de Francia), de 1229, ... instituía el tribunal espantoso de la Inquisición contra todos los lectores de la Biblia en lengua vulgar. Era un decreto de fuego, de sangre y de asolamiento. En sus capítulos III, IV, V y VI disponía que se destruyeran por completo hasta las casas y los más humildes escondrijos y aun los retiros subterráneos de los que fueran convictos de poseer las Escrituras, y que ellos mismos fueran perseguidos hasta en sus montes y en los antros de la tierra, y que se castigara con severidad aun a sus encubridores." Como resultado la Biblia "fue pues prohibida en todas partes; desapareció en cierto modo de sobre la tierra, bajó al sepulcro." Estos decretos fueron "seguidos durante 500 años de suplicios sin cuento en que la sangre de los santos corrió como agua."-L. Gaussen, Le Canon des Saintes Ecritures, parte 2, lib. 2, cap. 7; y cap. 13 (ed. de Lausana, 1860).
Respecto a los esfuerzos especiales hechos para destruir la Biblia durante el Reinado del Terror a fines de 1793, el Dr. Lorimer dice "Dondequiera que se encontrase una Biblia puede decirse que había persecución a muerte; a tal punto que varios comentadores respetables interpretan la muerte de los dos testigos, en el capítulo once del Apocalipsis, como refiriéndose a la supresión general, más aun, a la destrucción del Antiguo y Nuevo Testamentos en Francia durante aquella época." -J. G. Lorimer, An Historical Sketch of the Protestant Church in France, cap. 8, párrs. 4, 5. 745
Véase además G. P. Fisher, La Reformación, cap. 15, párr. 16; E. Pétavel, La Bible en France, cap. 2, párrs. 3, 8-10, 13, 21 (ed. de París, 1864); G. H. Putnam, The Censorship of the Church of Rome, tomo 1, cap. 4 (ed. de 1906, págs. 97, 99, 101, 102); tomo 2, cap. 2 (págs. 15-19); J.A. Wylie, History of Protestantism, lib. 22, cap. 6, párr. 3; S. Smiles, The Huguenots: Their Settlements, Churches, and Industries, etc., cap. 1, párrs. 32, 34; cap. 2, párr. 6; cap. 3, párr. 14; cap. 18, párr. 5 (con la nota); S. Smiles, The Huguenots in France after the Revocation, cap. 2, párr. 8; cap. 10, párr. 30; cap. 12.
Página 320. EL REINADO DEL TERROR.-
Respecto a la responsabilidad de jefes extraviados, tanto en la iglesia como en el estado, pero particularmente en la iglesia, por las escenas de la revolución francesa, véase W. M. Sloane, The French Revolution and Religious Reform, prefacio, y cap. 2, párrs. 1, 2, 10-14 (ed. de 1901, págs. vii-ix, 19, 20, 26-31, 40); P. Schaff, en Papers of the American Society of Church History, tomo 1, págs. 38, 44; A. Galton, Church and State in France, 1300-1907, cap. 3, sec. 2 (ed. de Londres, 1907) ; Sir J. Stephen, Lectures on the History of France, conferencia 16, párr. 60; S. Smiles, The Huguenots in France after the Revocation, cap. 18.
Página 324. EL PUEBLO Y LAS CLASES PRIVILEGIADAS.-
EN cuanto a las condiciones sociales que prevalecían en Francia antes del período de la revolución, véase Taine, Ancien Régime; A. Young, Voyages in France (París, 1794) ; y H. von Holst, Lowell Lectures on the French Revolution, conferencia 1.
Página 327. RETRIBUCIÓN.-
Para obtener más detalles respecto al carácter retributivo de la revolución francesa, véase E. de Pressensé, L'Eglise et la Révolution française, lib. 3, cap. 1 (París, 1864) Thos. H. Gill, The Papal Drama, lib. 10.
Página 328. LAS ATROCIDADES DEL REINADO DEL TERROR.-Véase M. A. Thiers, Historia de la Revolución francesa, tomo 1, cap. 29 (ed. de Barcelona, 1892, págs. 499-524); F. A. Mignet, Histoire de la Révolution française, cap. 9, párr. 1 (2a. ed., París, 1827) ; A. Alison, History of Europe, 1789-1815, tomo 1, cap. 14 (ed. de Nueva York, 1872, tomo 1, pág.293- 312).
Página 331. LA CIRCULACIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS.-En 1804, según el Sr. Guillermo Canton, de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, "todas las Biblias que existían en el mundo, impresas o en manuscrito, contando todas las traducciones en todos los países, se 746 calculaban en no mucho más de cuatro millones. . . . Los diversos idiomas en que estaban escritos esos cuatro millones de Biblias alcanzaban a unos cincuenta."- What Is the Bible Society? pág. 23 (ed. rcv. de 1904).
Cien años después, al cumplir su primer centenario, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera pudo informar que ella sola había distribuido, entre Biblias, Testamentos y porciones de las Escrituras, la cantidad de 186.680.101 ejemplares -total que, en 1910, subió a más de 220.000.000 de ejemplares, en cerca de cuatrocientos distintos idiomas.
A estos totales hay que añadir los millones de ejemplares de las Sagradas Escrituras y porciones de ellas, en muchos idiomas, distribuídos por otras sociedades bíblicas y diversas agencias comerciales. La Sociedad Bíblica Americana, -la mayor de las hijas de la mencionada sociedad bíblica británica,- anunció haber distribuido en los noventa y cuatro primeros años de su obra un total de 87.296.182 ejemplares. (Véase Bible Society Record, junio de 1910.) Sería muy difícil calcular en este momento, en el último cuarto del siglo XX, el número total de ejemplares de la Biblia, o de porciones de la misma, que se han distribuido en el mundo. Basta decir que son muchos cientos de millones de Biblias, en más de mil cien idiomas y dialectos.
Las Escrituras, en parte o en su totalidad, hanse publicado en más de mil y cien idiomas; y la labor de traducirlas en nuevos idiomas y dialectos se prosigue aún con celo incansable.
Página 332. MISIONES EN EL EXTRANJERO.-El Dr. G. P. Fisher, en un capítulo sobre las misiones cristianas en su obra History of the Christian Church, bosqueja los comienzos del movimiento misionero, el cual, en "los últimos años del siglo XVIII, inició una época de brillante actividad misionera, que, en la historia de las misiones, no es superada más que por la primera de la era cristiana." En 1792, "se fundó la Sociedad Bautista, de la cual Carey fue uno de los primeros misioneros. Carey se embarcó para la India, donde, con la ayuda de otros miembros de la misma sociedad, fundó la misión de Serampore." En 1795, fundóse la Sociedad de Misiones de Londres; en 1799, quedó formalmente constituida "la organización que en 1812 se convirtió en Sociedad de Misiones de la Iglesia." Poco después quedó fundada la Sociedad de misiones Wesleyanas.
"Mientras la actividad misionera crecía en Gran Bretaña, los cristianos de Norteamérica se animaban del mismo celo." En 1812, fundaron la Junta Americana de Comisionados para las Misiones Extranjeras; y en 1814, la Unión Misionera Bautista Americana. Adoniram Judson, uno de los primeros misioneros salidos de los 747 Estados Unidos, se embarcó para Calcuta en 1812, y llegó a Birmania en julio de 1813. En 1837, quedó constituida la junta Presbiteriana. (Véase Fisher, History of the Christian Church, período 9, cap. 7, párrs. 325.)
El Dr. A. T. Pierson, en un artículo publicado en la Missionary Review of the World, número correspondiente a enero de 1910, declara: "Hace medio siglo, China y Manchuria, Japón y Corea, Turquía y Arabia, y hasta el dilatado continente africano, dormían -naciones ermitañas, encerradas en la calma de largo aislamiento y exclusión. El Asia central estaba comparativamente inexplorada, lo mismo que el África central. En muchos países ni se le disputaba a Satanás su larga permanencia ni su imperio. Los países papales eran tan intolerantes como los paganos; Italia y España encarcelaban a quien se atrevía a vender una Biblia, o a predicar el Evangelio. Francia era de hecho incrédula, y Alemania estaba imbuída de racionalismo; y en gran parte del campo misionero, las puertas estaban cerradas y condenadas por un exclusivismo y un sistema de castas más o menos rígido, Ahora los cambios, por todas partes, son tan notables y radicales que, cualquiera que saliese de pronto de aquel período de mediados del siglo pasado, ... no reconocería al mundo. El que guarda las llaves de las puertas las ha estado abriendo para hacer a todos los países accesibles para los mensajero de la cruz. Hasta en la Ciudad Eterna, donde, hace medio siglo, un visitante tuvo que dejar su Biblia fuera de los muros, hay ahora más de veinte capillas protestantes, y las Sagradas Escrituras tienen libre circulación."
Página 373. Fechas Proféticas.-
Los hechos históricos y cronológicos relativos a los períodos proféticos de Daniel 8 y 9, inclusas muchas pruebas evidentes que indican de modo indubitable que fue el año 457 ant. de J. C. la fecha exacta desde la que deben empezar a contarse estos períodos proféticos, han sido expuestos con claridad por muchos investigadores de la profecía. Véase Stanley Leathes, Old Testament Prophecy, conferencias 10, 11 (Conferencias de Warburton para 1876-1880) ; W. Goode, Fulfilled Prophecy, sermón 10, inclusive Nota A (Conferencias de Warburton para 1854-1858) A. Thom, Chronology of Prophecy, págs. 26-106 (Londres, 1848) Sir Isaac Newton, Observations upon the Prophecies of Daniel, and the Apocalypse of St. John, cap. 10 (ed. de Londres, 1733, págs. 128-143) Urías Smith, Daniel y el Apocalipsis, tomo 1, caps. 8, 9; L. R. Conradi, Los Videntes y lo Porvenir, parte 1, caps. 8, 9 (págs. 129-179). En cuanto a la fecha de la crucifixión, véase W. Hales, Analysis of Chronology, tomo 1, págs. 94-101; tomo 3, págs. 164-258 (segunda ed. de Londres, 1830). 748
Página 376. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 373.
Página 383. CAÍDA DEL IMPERIO OTOMANO.-Por más detalles relativos a la predicha caída del imperio turco en el curso del mes de agosto de 1840, véase J. Litch, The Probability of the Second Coming of Christ about A. D. 1843 (obra publicada en junio de 1838); J. Litch, An Address to the Clergy (publicada en el verano de 1840; en 1841 se publicó una segunda edición con datos históricos en apoyo de los cálculos anteriores del período profético que se extiende hasta la caída del imperio otomano) ; el Advent Shield and Review, tomo 1 (1844), No. 1, art. 2, págs. 56, 57, 59-61 ; J. N. Loughborough The Great Advent Movement, págs. 129-132 (ed. de 1905) ; J. Litch, artículo en el Signs of the Times, and Expositor of Prophecy, l.º de agosto de 1840. Véase además el artículo en el Sings of the Times, and Expositor of Prophecy, l.º de febrero de 1841.
Página 389. LA BIBLIA NEGADA AL PUEBLO.-Durante siglos la Iglesia Católica Romana se opuso tenazmente a que sus fieles tuvieran acceso directo a la Biblia, prohibiendo su traducción a lenguas populares, impidiendo su lectura, y condenando a quienes la traducían, distribuían o leían. En años recientes, sin embargo, se ha operado un cambio dramático y positivo en este sentido. Por un lado, la iglesia ha aprobado la publicación de numerosas versiones hechas a partir de las lenguas originales; por otro, ha promovido el estudio de las Sagradas Escrituras mediante cursillos bíblicos y la distribución masiva. También es cierto que la Iglesia Católica sigue reservándose el derecho exclusivo de interpretar la Biblia a la luz de su propia tradición.
Página 412. ACERCA DE LACUNZA.-
Para obtener datos sobre la influencia que tuvieron las ideas de Lacunza en el desarrollo del movimiento adventista, no sólo en Sudamérica sino también en muchas otras partes del mundo, véase L. E. Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, ed. Review and Herald, 1946, págs. 268, 280, 303-324, 425, 450, 478, 482-485, 518-520, 657; A. F. Vaucher, Lacunza un heraldo de la segunda venida de Cristo, Ediciones Interamericanas, 1970.
Página 423. MANTOS DE ASCENSIÓN.-
La patraña de que los adventistas hicieron mantos especiales para subir "al encuentro del Señor en el aire," fue inventado por los que deseaban vituperar la causa. Fue propagada de modo tan ingenioso que muchos la creyeron; pero una investigación probó su falsedad. Durante muchos años se ha ofrecido una buena gratificación al que probara la veracidad del aserto, pero hasta la fecha nadie ha podido hacerlo. Nadie que amara 749 la venida del Señor hubiera sido tan poco conocedor de las Escrituras para suponer que para semejante ocasión fuesen necesarias vestiduras que pudieran ellos hacer. La única vestidura que necesitarán los santos para ir al encuentro del Señor es la justicia de Cristo. Véase Apocalipsis 19: 8.
Página 423. LA CRONOLOGÍA DE LA PROFECÍA.-EL Dr. Jorge Bush, profesor de hebreo y de literatura oriental en la universidad de Nueva York, en carta que dirigiera al Sr. Miller, y que se publicó en el Advent Herald, and Signs of the Times Reporter, de Boston, Nos. del 6 y 13 de marzo de 1844, hizo algunas importantes declaraciones respecto a sus cálculos de los tiempos proféticos. Dice el Dr. Bush:
"Me parece que no hay por qué censurarle a Vd. ni a sus amigos, por haber dedicado mucho tiempo y atención al estudio de la cronología de la profecía, ni por haberse afanado tanto en determinar las fechas del principio y fin de los grandes períodos de ésta. Si el Espíritu Santo indicó períodos en los libros proféticos, fue sin duda con el fin de que fuesen estudiados y probablemente también de que concluyeran por ser del todo entendidos; y a nadie se le debe tachar de insensata presunción porque con toda reverencia trate de comprenderlos.... Al tomar un día como término profético de un año, creo, que se mantienen en el terreno de la más sana exégesis, apoyados además por los grandes nombres de Mede, Sir Isaac Newton, Kirby, Scott, Keith, y una legión más que hace mucho tiempo llegaron a conclusiones idénticas a la de Vds. en esta materia. Todos ellos concuerdan en que los períodos principales mencionados por Daniel y Juan terminan efectivamente hacia nuestra época contemporánea, y rara lógica sería la que les condenase por sostener los mismos puntos de vista que tanto resaltan en los escritos de aquellos eminentes teólogos." "Los resultados que Vds. obtuvieron en este campo de investigación no me parecen tan errados que afecten uno solo de los grandes intereses de la verdad." "Se equivocaron Vds. en lo relativo a la naturaleza de los acontecimientos que deben producirse al fin de estos períodos. Este es el defecto primordial de su exposición."
Página 450. FECHAS PROFÉTICAS.-
Véase la nota de la página 3 73.
Página 488. UN TRIPLE MENSAJE.-Apocalipsis 14:6, 7 predice la proclamación del mensaje del primer ángel. Luego dice el profeta: "Y otro ángel, el segundo, le siguió, diciendo: i Caída, caída es la gran Babilonia!... Y otro ángel, el tercero, les siguió." La palabra traducida aquí por "siguió," significa, en construcciones como la de este texto, "acompañar." Liddell y Scott interpretan la palabra como 750 sigue: "Seguir a uno, ir tras él o acompañarle." Robinson dice:, "Seguir, ir con alguien, acompañarle." Es la misma palabra que se usa en S. Marcos 5:24: "Y Jesús fue con el; y le seguía una gran multitud, y le apretaba." Se emplea también al hablar de los ciento cuarenta y cuatro mil redimidos, de los que se dice: "Estos son los que siguen al Cordero por doquiera que vaya." (Apocalipsis 14:4, V.M.) De estos dos pasajes se desprende de modo evidente que la idea que se quiere expresar es la de ir juntos, acompañar. Así también en 1 Corintios, 10:4, donde se habla de los hijos de Israel que "bebían de la piedra espiritual que los seguía," la palabra ",seguía" se traduce del mismo vocablo griego, y se rinde en el margen de algunas, versiones por "les acompañaba." De ello se desprende que en Apocalipsis 14:8, 9 la idea no es sólo que el segundo ángel y el tercero siguieron al primero en cuanto al tiempo, sino que le acompañaban. Los tres mensajes constituyen uno triple. Son tres tan sólo en el orden en que se inicia su proclamación, pero una vez iniciada ésta, siguen juntos y son inseparables.
Página 500. SUPREMACÍA DE LOS OBISPOS DE ROMA.-Algunas de las circunstancias capitales relacionadas con la apropiación de la supremacía por los obispos de Roma, hállanse descritas en Mosheim Histoire Ecclésiastique, siglo 2, parte 2, cap. 4, sec. 9-11. Véase además G. P. Fisher, History of the Christian Church, período 2, cap. 2, párrs.11-17 (ed. de 1890, págs. 56-58) Gieseler, Lehrbuch der Kirchengeschichte, período 1, div. 3, cap. 4, sec. 66, párr. 3, inclusive nota h (3a. ed. de Bonn, 1831, tomo 1, págs. 290-294) ; J.N Andrews, History of the Sabbath, págs. 276-279 (3a. ed. rev.).
Página 630. EDICTO DE CONSTANTINO.-
Véase la nota de la pág. 57.
Página 635. LA IGLESIA ABISINIA.-
Respecto a la observancia del sábado bíblico en Abisinia, véase A, P. Stanley, Lectures on the History of the Eastern Church, conferencia 1, párr. 15 (ed. de Nueva York, 1862, págs. 96, 97) ; M. Geddes, Church history of Ethiopia, págs. 87, 88, 311, 312; Gibbon, Historie de la Décadence et de la Chute de l'Empire Romain, cap. 47, párrs. 37-39; Samuel Gobat, Journal of Three Years' Residence in Abyssinia, págs. 55-58, 83, 93, 97, 98 (ed. de Nueva York, 1850); A. H. Lewis, A Critical History of the Sabbath in the Sunday in the Christian Church, págs. 208-215. (2da. ed. rev).
Página 638. DICTADOS DE HILDEBRANDO.-
Véase la nota para la página 62.
(El Conflicto De Los Siglos de E. G. de White)
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