Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
domingo, 29 de noviembre de 2009
11. La Temperancia SECCIÓN XI "NUESTRA RELACIÓN CON OTRAS ORGANIZACIONES DE TEMPERANCIA"
1. El Trabajo Con Otros
Manteneos hombro con hombro.
En otras iglesias hay cristianos que se destacan en defensa de los principios de la templanza. Debemos procurar acercarnos a estos obreros y preparar el terreno para que nos acompañen. Debemos invitar a hombres grandes y buenos a que secunden nuestros esfuerzos por salvar lo que se ha perdido (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).
Unámonos cuando podamos hacerlo.
Siempre que veáis una oportunidad de uniros con la gente temperante, hacedlo (Review and Herald, 14-2-1888).
Dondequiera que mi esposo, en sus tareas, tiene ocasión de hacerlo, invita a los obreros de la causa de la temperancia a sus reuniones y les da oportunidad de hablar. Y cuando se nos invita a nosotros a concurrir a sus reuniones, siempre lo hacemos (Carta 274, 1907).
Vinculaos sólo con los leales a Dios.
No hemos de ponernos de parte de organizaciones de temperancia compuestas de toda clase de hombres, con todo tipo de complacencias egoístas, y considerarlos reformadores. Existe una más alta norma bajo la cual se ha de agrupar nuestro pueblo. Como pueblo hemos de distinguir entre los que son leales a la ley de Dios y los que no lo son (Carta 1, 1882).
Una actitud razonable hacia otras organizaciones.
El asunto de la temperancia ha de ser respetado por todo cristiano genuino, y debiera recibir especialmente la aprobación de todos los que profesan ser reformadores. Pero habrá en la iglesia quienes no manifestarán prudencia en el manejo de este asunto. Algunos mostrarán un evidente desprecio por cualesquiera reformas que surjan en cualquier otro pueblo que no sea el de su propia fe; en esto pecan de excesivo exclusivismo. 194
Otros aceptarán ansiosamente toda novedad con pretensiones de temperancia, supeditando todo otro interés a ese punto; se ignora el carácter próspero, peculiar y santo de nuestra fe, se aceptan las reuniones de temperancia y se forma una alianza entre el pueblo observador de los mandamientos de Dios y toda clase de personas. Los peligros acosan la fe de toda alma que no está estrechamente relacionada con Dios (Carta 1, 1882).
Lecciones de una unión dañosa con un grupo superficial.
Se han formado sociedades y clubes de temperancia entre los que no hacen profesión de la verdad *. . . . Se me mostró que la condición de la iglesia de -------- era peculiar. Había muchos que, si hubieran manifestado tanto celo y espíritu misionero en la obra de la reforma entre nosotros como pueblo como lo hicieron con el Club de la Cinta Roja, Dios habría aprobado su forma de proceder. Pero las distintas organizaciones de temperancia son muy limitadas en sus ideas de reforma.
Los que asignan gran influencia a la agitación provocada por esta cuestión y al mismo tiempo son adictos al tabaco, beben té y café y gustan en su mesa de alimento destructor de la salud, no son personas temperantes. Realizan movimientos débiles y espasmódicos, llenos de celo y excitación, pero no van al fondo de la auténtica reforma y al poco tiempo manifestarán poco interés, y volverán muchos a sus impías y antiguas complacencias debido a que sólo arrancaron las hojas del árbol en lugar de poner el hacha a la raíz. Este asunto de la temperancia debe llegar a la raíz del mal o será de poco beneficio.
Nuestra influencia debe alcanzar al leal y fiel.
Mientras los nuestros se mezclen con la clase de los que son enemigos de Cristo y de la verdad, ellos no recibirán ni impartirán fuerza. . . No debemos ser exclusivistas como pueblo; nuestra luz debe difundirse, buscando constantemente salvar al que perece. Pero al hacer esto la fuerza de nuestra influencia debe siempre alcanzar al leal y fiel. . . .
La casa de Dios profanada.
La casa dedicada al culto de Dios no es el lugar para introducir la clase de gente 195 que va allí y contamina el templo de Dios con su intemperancia en el uso del tabaco al paso que se dicen abogados de la temperancia. Las palabras burdas, el habla y las acciones ruidosas, no constituyen un encomio para esos hermanos. . . .
Es imposible para nuestro pueblo concordar con cualquier reunión o club de temperancia, cuando nuestra fe es tan diferente. . . .
Nuestros amigos incrédulos se han regocijado viendo que la disensión crecía en la iglesia a causa de los de nuestro pueblo que se unían con el Club de la Cinta Roja. No tenían simpatías por nosotros como pueblo en el asunto de la temperancia. Están muy atrás y han ridiculizado a nuestro pueblo como fanático de la salud. Ahora están deseando favorecerse y recibir el poder de nuestra influencia, al paso que no se acercan con simpatía a nuestra fe, cuando si el asunto hubiera sido manejado con discreción, podría haber influido sobre algunos para hacerles cambiar su opinión sobre nuestra fe.
Si se hubiera dejado al club de temperancia que siguiera solo, nosotros, como pueblo, hallándonos en terreno más avanzado, guardando respectivamente la alta norma que Dios nos ha dado para cumplir como necesaria para nuestra posición y fe, habría habido en la iglesia una influencia mucho más saludable que la que se ve ahora sobre el asunto de la temperancia (Carta 1, 1882).
No se han de sacrificar los principios.
Por la luz que Dios me ha dado, todo miembro de entre nosotros debiera firmar el voto y vincularse con la asociación de temperancia. . . .
Debiéramos unirnos con otra gente tanto como podamos hacerlo sin sacrificar los principios. Esto no significa que tengamos que ingresar en sus logias y sociedades *, sino que sepan que simpatizamos de todo corazón con la causa de la temperancia. 196
No deberíamos trabajar únicamente por nuestro pueblo, sino dedicar también trabajo a las mentes nobles fuera de nuestras filas. Debiéramos estar a la cabeza en la reforma pro temperancia (Review and Herald, 21-10-1884).
Labor efectiva en unión con obreros dedicados a la temperancia cristiana.
Poco después de que mi esposo y yo regresáramos de California a Míchigan en la primavera de 1877, se nos solicitó encarecidamente que participáramos en una reunión pública de temperancia, una gestión realmente loable que estaba en marcha entre la mejor clase de ciudadanos de Battle Creek. Este movimiento incluía al Club de Reforma Battle Creek, con seiscientos miembros, y a la Unión de Mujeres Cristianas, con doscientos sesenta. Dios, Cristo, el Espíritu Santo y la Biblia eran palabras corrientes en esos fervorosos obreros. Mucho bien se había realizado ya, y la actividad de los obreros, el método con el que trabajaban y el espíritu de sus reuniones prometían mayor bien en lo futuro. . . .
Por invitación de la Comisión de Arreglos, formada por el alcalde Austin, W. H. Skinner, cajero del banco First National y C. C. Peavey, hablé en la enorme tienda el domingo 1 de julio por la noche, acerca de la temperancia cristiana. Dios me ayudó aquella noche, y aunque hablé 90 minutos, la muchedumbre de más de 5.000 personas escuchó en un silencio absoluto (Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 282).
Presentad conferencias sobre temperancia en otras iglesias.
Que las conferencias sobre la reforma de la temperancia que se dan a los adventistas del séptimo día se presenten en otras iglesias. . . . Los adventistas no han de realizar ninguna campaña, escrita o de viva voz, contra ningún movimiento de temperancia (Carta 107, 1900).
Las diferencias doctrinales no deben alejarnos.
Aunque sus amigos no creen como nosotros en muchos puntos de doctrina *, no obstante debemos unirnos a ellos si por hacerlo así podemos ayudar a nuestros semejantes. Dios nos ha de hacer aprender individualmente a trabajar con tacto y habilidad en la causa de la temperancia y otras 197 reformas, y a emplear con sabiduría nuestros talentos para beneficio y elevación de la humanidad.
Si hemos de entrar en el gozo de nuestro Señor, debemos ser sus colaboradores. Con el amor de Jesús ardiendo en nuestro corazón, hallaremos siempre el camino para llegar a la mente y el corazón de los demás. Esto nos hará abnegados, considerados y bondadosos, y la bondad abre las puertas del corazón; la mansedumbre es por lejos más potente que el espíritu de Jehú (Review and Herald, 10-2-1885).
Sentir nuestra responsabilidad.
Los que han trabajado en la causa de la temperancia y en su obra han dejado al Señor a la zaga, debieran haber hecho mucho más en favor de sí mismos. Necesitamos sentir nuestra responsabilidad en esta obra (Review and Herald, 8-5-1900).
Relevados de construir edificios.
El plan y el constante esfuerzo de Satanás es enredar la obra de Dios en una labor supuestamente benéfica y excelente, de modo que las puertas no puedan abrirse para entrar en nuevos campos y trabajar con gente que posee conocimientos avanzados sobre principios de temperancia. Unirnos con esa gente en su obra, sería hacer una obra especial para este tiempo, sin hacernos cargo de las responsabilidades de un trabajo que exigirá un desembolso de medios en establecer edificios que pondrá en aprietos a las asociaciones, una obra que absorberá y consumirá pero no producirá (Manuscrito 46, 1900).
Dios abrirá el camino.
Buscad toda ocasión para iluminar y beneficiar a los obreros de la temperancia. Siempre me ha interesado la organización de la temperancia. Si el Espíritu Santo os conduce, se abrirán caminos para que obréis (Carta 316, 1907).
2. Cooperación Con La Unión de Mujeres Cristianas
Una organización con la que podemos unirnos.
La Unión de Mujeres Cristianas es una organización con cuyos esfuerzos por la difusión de los principios de la temperancia podemos unirnos de todo corazón. Se me ha dado luz respecto a que no nos mantengamos alejados de ellas, sino que, al paso que de nuestra parte no debe haber sacrificio de los principios, hemos de unirnos con ellas en 198 todo lo que podamos en la tarea de reformas de la temperancia. . . . Debemos trabajar con ellas cuando podamos, y con seguridad podemos hacerlo en el asunto de cerrar completamente las tabernas.
En la medida en que el agente humano somete su voluntad a la voluntad de Dios, el Espíritu Santo hará su impresión sobre el corazón de aquellos a quienes él ministra. Se me mostró que no debemos apartarnos de las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas. Por el hecho de unirnos con ellas en favor de la abstinencia total no cambiamos nuestra posición respecto a la observancia del séptimo día, y podemos manifestar nuestro aprecio hacia su actitud concerniente al asunto de la temperancia. Al abrir la puerta e invitarlas a unírsenos en la obra de temperancia, nos aseguramos su ayuda en todo lo relacionado con la temperancia, y ellas, por unirse a nosotros, oirán nuevas verdades que el Espíritu Santo está aguardando inculcar en los corazones (Review and Herald, 18-6-1908).
Sorprendida por nuestra indiferencia.
He tenido alguna oportunidad de ver lo mucho que ganaríamos en relacionarnos con representantes de la Unión de Mujeres Cristianas, y he quedado sorprendida al ver la indiferencia de muchos de nuestros dirigentes hacia esa organización. Exhorto a mis hermanos a que despierten (Carta 274, 1907).
Cómo podemos trabajar juntos.
Necesitamos actualmente manifestar un interés decidido en la obra de temperancia de la Unión de Mujeres Cristianas. Nadie que asevere tomar parte en la obra de Dios, debe dejar de interesarse en el gran objeto de esta organización, en sus ramos de temperancia. Sería bueno que en nuestros congresos anuales, invitásemos a los miembros de dicha unión a tomar parte en nuestros ejercicios. Esto les ayudaría a familiarizarse con las razones de nuestra fe, y nos prepararía el camino para unirnos con ellos en la obra de la temperancia. Si lo hacemos, veremos que la cuestión de la temperancia significa más de lo que muchos de entre nosotros suponen.
En algunas cosas, las dirigentes de la Unión de Mujeres Cristianas están más adelantadas que los que dirigen nuestra obra. El Señor tiene en esa organización almas preciosas que pueden sernos de gran ayuda en nuestros esfuerzos por favorecer el movimiento de temperancia. La educación 199 que nuestro pueblo ha recibido en la verdad bíblica y en el conocimiento de las exigencias de la ley de Dios, habilitará a nuestras hermanas para impartir a estas nobles defensoras de la temperancia algo que será para su bienestar espiritual. Así se creará unión y simpatía donde en lo pasado existieron a veces prejuicios y malentendidos. . . . No podemos hacer una obra mejor que la de unirnos, siempre que podamos hacerlo sin compromiso, con las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas (Obreros Evangélicos, págs. 398, 399).
Acerca de este asunto le escribí a una de nuestras hermanas en 1898:
"Estoy plenamente convencida de que el Señor la está guiando para que Ud. pueda mantener claros y distintos los principios de la temperancia en toda su pureza, en relación con la verdad para estos últimos días. Los que quisieran hacer su voluntad conocerán de la doctrina. . . . El Señor no le ordena que se separe de la Unión de Mujeres Cristianas. Necesitan toda la luz que usted pueda darles. Haga brillar toda la luz posible en el camino de ellas. Concuerde con ellas en el terreno de los principios elevados y puros que hicieron posible la creación de la Unión de Mujeres Cristianas. El Señor le ha dado a usted facultades y talentos que han de ser preservados incorruptos en su sencillez. Por medio de Jesucristo usted puede hacer una buena obra (Review and Herald, 15-10-1914).
Que ellas enseñen a nuestras mujeres cómo trabajar.
Resultaría en mucho bien si algunas de las integrantes de la Unión de Mujeres Cristianas fueran invitadas a nuestros congresos para que participen en las reuniones y enseñen a nuestras hermanas cómo trabajar. En las reuniones oirían y recibirían al paso que impartirían. Hay una gran obra que debe ser hecha y en lugar de presentar los puntos de nuestra fe que son cuestionables para los incrédulos, digámosles como Felipe le dijo a Natanael: "Ven y ve".
No podemos unirnos para venerar el domingo.
Deseo que nos unamos con las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas, pero no podemos unirnos a ellas en la obra de exaltar un falso día de reposo. No podemos obrar en asuntos que signifiquen la transgresión de la ley de Dios, sino que debemos decirles: "Venid a la plataforma correcta" (Manuscrito 93, 1908). 200
Nunca rechacéis invitaciones para hablar.
Se me ha formulado la pregunta: Cuando la Unión de Mujeres Cristianas nos pide que hablemos en sus reuniones, ¿debemos aceptar la invitación?
En respuesta, contesto: Cuando se os pide que habléis en tales reuniones, nunca rechacéis. Esta es la norma que yo siempre he seguido. Cuando se me pidió que hablara sobre temperancia, nunca vacilé. Entre quienes están trabajando por la divulgación de la temperancia el Señor tiene muchas almas a las que se les ha de presentar la verdad para este tiempo. Hemos de llevar el mensaje a la Unión de Mujeres Cristianas.
El único propósito de Cristo cuando estuvo en esta tierra fue reflejar la luz de su justicia a los que se hallaban en tinieblas. Las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas no poseen la verdad completa en todos sus puntos, pero están haciendo una buena obra (Manuscrito 31, 1911).
Libres para actuar de acuerdo con ellas.
Estoy profundamente interesada en la Unión de Mujeres Cristianas. Es del agrado del Señor que os sintáis libres de actuar en concierto con ellas. . . . No temo que habréis de perder vuestro interés o apostatar de la verdad porque os intereséis en esta gente que ha asumido una actitud tan noble en el asunto de la temperancia, y yo he de instar a nuestro pueblo y a los que no son de nuestra fe a que nos ayuden a llevar adelante la obra de la temperancia cristiana. . . .
En nuestras labores conjuntas, mi esposo y yo siempre sentimos que era nuestro deber dejar sentado en todo lugar donde realizábamos reuniones que estábamos en completa armonía con los obreros de la causa de la temperancia. Siempre expusimos claramente este asunto ante la gente. Nos llegaban invitaciones de diferentes lugares para hablar sobre el tema de la temperancia, y siempre las acepté si me resultaba posible atenderlas. Esa ha sido mi experiencia no sólo en este país, sino también en Europa, Australia y otros lugares donde he trabajado.
No perdáis una sola oportunidad de uniros con la obra de temperancia.
Lamento que no haya habido un interés más vivo entre nuestro pueblo de los últimos años para magnificar esta rama de la obra del Señor. No podemos permitirnos perder una oportunidad de unirnos con la obra de temperancia en cualquier lugar. Aunque la causa 201 de la temperancia en los países extranjeros no siempre avanza tan rápidamente como desearíamos, no obstante en algunos lugares los esfuerzos de los que están empeñados en ella se han visto correspondidos con un éxito señalado. En Europa encontramos a la gente firme en este punto. En cierta ocasión en que acepté una invitación para hablar a un gran auditorio sobre temperancia, la gente me hizo el honor de colgar la bandera norteamericana sobre el púlpito. Escucharon mis palabras con la más profunda atención y al finalizar la charla me tributaron un sincero agradecimiento. En toda mi obra sobré este asunto, nunca recibí una palabra irrespetuosa (Carta 278, 1907). 202 La Temperancia Con Elena G. de White
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