Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
domingo, 29 de noviembre de 2009
10. La Temperancia SECCIÓN X "MEDIDAS PREVENTIVAS"
1. Educación En La Temperancia
Lo que podemos hacer.
¿Qué puede hacerse para rechazar la ascendente marea del mal? Promúlguense e impónganse rígidamente leyes que prohiban la venta y el consumo de alcohol como bebida. Háganse todos los esfuerzos posibles para estimular el regreso del ebrio a la temperancia y la virtud. Pero se necesita aún más para desterrar de nuestro país la maldición de la embriaguez. Suprímase el apetito por las bebidas embriagantes, y su consumo y venta acabarán (Obreros Evangélicos, pág. 402).
Rica cosecha de esfuerzos educativos.
Hombres de diferentes vocaciones y posiciones en la vida han sido vencidos por las contaminaciones del mundo, por el consumo de bebidas alcohólicas, por la complacencia de las concupiscencias de la carne, y han caído bajo la tentación. Mientras que estos seres caídos excitan nuestra compasión y reciben nuestra ayuda, ¿no debiera dedicarse algo de atención también a los que no han descendido a esas profundidades, pero que están asentando los pies en la misma senda? (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 494).
Si la mitad de los esfuerzos que se ejercen para detener este mal gigante fuesen dirigidos hacia la instrucción de los padres en cuanto a su responsabilidad en formar los hábitos y caracteres de sus hijos, resultaría un beneficio mil veces mayor que del actual curso de combatir solamente el mal ya crecido. El apetito antinatural por licores espirituosos se origina en el hogar, en muchos casos en las mismas mesas de aquellos que son más entusiastas en principiar las campañas de temperancia. Nosotros damos a todos los obreros en la buena causa, este saludo: ¡Buena suerte!; pero los invitamos a examinar más profundamente las causas del mal contra el que luchan, y trabajar más cabalmente y consecuentemente en la obra de reforma (Signs of the Times, 17-11-1890). 173
Qué enseñar.
Debe recordarse de continuo a la gente que el equilibrio de sus facultades mentales y morales depende en gran parte de las buenas condiciones de su organismo físico. Todos los narcóticos y estimulantes artificiales que debilitan y degradan la naturaleza física tienden también a deprimir la inteligencia y la moralidad. . . .
Los que trabajan a favor de la temperancia tienen que educar al pueblo en este sentido. Enséñenle que la salud, el carácter y aun la vida, corren peligro por el uso de estimulantes que excitan las energías exhaustas para que actúen en forma antinatural y espasmódico (El Ministerio de Curación, pág. 258).
Seamos valientes y venzamos.
La vida física debe ser cuidadosamente educada, cultivada y desarrollada para que mediante hombres y mujeres la naturaleza divina pueda revelarse en su plenitud. Dios espera que los hombres usen el intelecto que él les ha dado. Espera que usen para él toda facultad de raciocinio. Los hombres han de dar a la conciencia el lugar de supremacía que le ha sido asignado. Las facultades mentales y físicas, con los afectos, han de cultivarse de modo que puedan alcanzar la eficiencia más elevada. . . .
¿Se complace Dios viendo que algunos de los órganos y las facultades que él ha dado a los hombres se descuidan, maltratan, o privan de la salud y eficiencia que les es posible adquirir por medio del ejercicio? Entonces cultivemos el don de la fe. Seamos valientes y venzamos toda práctica que eche a perder el templo del alma. Dependemos totalmente de Dios, y nuestra fe se fortalece por creer todavía, aunque no podamos ver el propósito de Dios en su trato con nosotros, o las consecuencias de ese trato. La fe señala hacia adelante y hacia arriba a las cosas venideras, aferrándose del único poder que puede hacernos completos en Dios. "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz: sí, haga paz conmigo", dice el Señor (Manuscrito 130, 1899).
Ningún tema es de mayor interés.
Dios ha enviado su mensaje de amonestación para despertar a los hombres y las mujeres a su riesgo y peligro. Pero miles, sí, millones, están despreciando la palabra que les señala su peligro. Comen alimento que es pernicioso para la salud. Rehúsan ver que por comer alimento inadecuado y beber licor embriagante, 174 están atándose a sí mismos en esclavitud. Violan las leyes de la vida y la salud hasta que el apetito los sujeta en sus cadenas. . . .
Ningún tema entre los que son presentados a los habitantes de nuestras ciudades atraería un interés tan grande como el que concierne a la salud física. La verdadera temperancia demanda total abstinencia de bebidas fuertes. Exige también reforma en los hábitos dietéticos, en el vestir y en el sueño. A los que complacen el apetito nos les agrada oír que depende de ellos decidir si serán inválidos. Necesitan despertar y razonar de causa a efecto. Necesitan comprender que son productores de enfermedad debido a su ignorancia sobre el tema del comer, el beber y el vestir apropiados (Manuscrito 155, 1899).
El secreto de una obra permanente.
Hemos visto que las victorias ganadas por la "Cruzada de Temperancia" con frecuencia no son permanentes. En aquellos lugares donde la excitación llega al máximo, y aparentemente se alcanzaron los mayores resultados en cerrar cantinas y en reducir el número de ebrios, después de unos pocos meses, la intemperancia prevaleció en mayor grado que antes que fuera hecho el esfuerzo por suprimirla.
La razón de esto es evidente. El trabajo no es profundo y cabal. El hacha no es puesta a la raíz del árbol. Las raíces de la intemperancia yacen a mayor profundidad que el mero beber bebidas alcohólicas. A fin de hacer del movimiento de temperancia un éxito, la obra de reforma debe comenzar en nuestras mesas (Signs of the Times, 6-1-1876).
Preséntese con fuerza y claridad.
Muéstresele a la gente qué bendición resultará para ella la práctica de los principios de la salud. Vean las personas lo que Dios se ha propuesto que lleguen a ser los hombres y las mujeres. Señalad el gran sacrificio hecho para la elevación y el ennoblecimiento de la raza humana. Con la Biblia en la mano, presentad los requerimientos de Dios. Decid a los oyentes que él espera que usen las facultades de la mente y del cuerpo de manera tal que lo honren. Mostradles cómo el enemigo está tratando de arrastrar a los seres humanos hacia abajo, induciéndoles a complacer el apetito pervertido. 175
Decidles con claridad, sencilla y fervorosamente, cómo millares de hombres y mujeres están usando el dinero de Dios para corromperse a sí mismos y para hacer de este mundo un infierno. Se gastan millones por lo que enloquece a los hombres. Presentad este asunto con tanta claridad que su fuerza no pueda sino advertirse. Hablad luego a vuestros oyentes acerca del Salvador, que vino a este mundo para salvar a los hombres y mujeres de todas las prácticas pecaminosas. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
Pedid a los que asisten a las reuniones que os ayuden en la tarea que estáis tratando de hacer. Mostradles cómo los malos hábitos resultan en cuerpos y mentes enfermos, y en miseria indescriptible. El uso de bebidas alcohólicas e intoxicantes está privando a millares de personas de su razón. Y sin embargo, la venta de estas bebidas es legalizada. Decidles que tienen un cielo que ganar y un infierno del cual huir. Pedidles que firmen la promesa. La comisión del gran YO SOY ha de ser vuestra autoridad. Tened las promesas preparadas y presentadlas al fin de la reunión (Evangelismo, págs. 349, 350).
2. La Firma de La Promesa.
Cada adventista debe firmar.
Por la luz que Dios me ha dado, cada miembro entre nosotros debiera firmar la promesa y estar relacionado con la asociación de temperancia (Review and Herald, 21-10-1884).
Firmad y animad a otros a firmar.
He aquí una obra abierta ante los jóvenes, los de edad madura y los ancianos. Cuando la promesa de temperancia os es presentada, firmadla. Más que eso, resolved poner todas vuestras energías contra el mal de la intemperancia, y animad a otros que están tratando de hacer una obra de reforma en el mundo (Review and Herald, 14-1-1909).
Firme todo joven cada promesa presentada.
La intemperancia y la profanidad y la disipación son hermanas. Que cada joven temeroso de Dios ciña la armadura y avance al frente. Coloquen los jóvenes su nombre en cada promesa de temperancia presentada. Presten así su influencia en favor de firmar la promesa, e induzcan a otros a 176 firmarla. Que ninguna débil excusa los disuada de dar ese paso. Trabajen por el bien de sus propias almas y por el bien de otros (The Youth's Instructor, 16-7-1903).
Firme el bebedor.
Traten los obreros de la temperancia de inducir al bebedor a firmar una promesa que de aquí en adelante él no usará licor embriagante. Esto es bueno (Manuscrito 102, 1904).
Firmen los hijos del bebedor. Un llamamiento.
Que ni una gota de vino o licor pase por sus labios, pues en su uso hay locura y dolor. Prometed nosotros mismos que os abstendréis totalmente, pues ello es vuestra única seguridad. . . . No permitáis que por vuestras palabras y vuestro ejemplo un hijo llegue a ser agente de Satanás para tentar a uno de los miembros de la familia a tomar la iniciativa para complacer y despertar el demonio del apetito que echó a perder la vida del padre y lo envió prematuramente a la tumba (Manuscrito 25, 1893).
Firmen los que ocupan cargos elevados.
Debemos presentar la promesa de abstinencia total a los que ocupan cargos elevados, pidiéndoles que den el dinero que de otra manera gastarían por la complacencia dañina del licor y el tabaco para establecer instituciones donde niños y jóvenes puedan ser preparados para ocupar posiciones de utilidad en el mundo (Testimonies, tomo 7, pág. 58).
Firmad en nuestros congresos.
En nuestros congresos debemos llamar la atención a esta obra y hacer de ella un asunto de viva importancia. Debemos presentar a la gente los principios de la verdadera temperancia y solicitarle que firme la promesa de abstinencia (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).
No ofrezcáis excusa.
Que ninguna excusa sea ofrecida cuando se os pide que coloquéis vuestro nombre en la promesa de temperancia, pero firmad cada promesa presentada, e inducid a otros a firmar con vosotros. Trabajad por el bien de vuestras almas, y el bien de otros. Nunca dejéis pasar una oportunidad de poner vuestra influencia del lado de la estricta temperancia (Counsels on Health, pág. 441).
No firmar hace bajar la guardia.
Después del discurso del domingo de tarde, la promesa fue puesta en circulación, y se juntaron ciento treinta y siete nombres. Nosotros fuimos apenados al saber que algunos pocos nombres no 177 fueron dados por algo que consideramos que no era una razón justa para un verdadero hijo de Dios. Su excusa era que su trabajo los ponía en lugares donde el vino les sería ofrecido (como es costumbre en este país), y no rehusarían tomarlo por temor de ofender a aquellos por quienes estaban trabajando. Pensé que aquí había una muy buena oportunidad para que ellos levantaran la cruz, y dejaran brillar su luz como peculiar pueblo de Dios a quien él estaba purificando. . . .
En todos los tiempos y en todas las circunstancias se requiere valor moral para resistir la tentación en la cuestión del apetito. Podemos esperar que una práctica tal será una sorpresa para aquellos que no practican hábitos de total abstinencia de todos los estimulantes; ¿pero cómo llevaremos adelante la obra de reforma si nos conformamos a los hábitos y las prácticas de aquellos con quienes nos asociamos? Aquí está la verdadera oportunidad para manifestar que somos un pueblo peculiar, celoso de buenas obras.
Los bebedores de cerveza presentarán sus vasos de cerveza, y aquellos que profesan ser hijos de Dios pueden aducir la misma excusa para no firmar la promesa de temperancia, -debido a que serán convidados con cerveza, y no será agradable negarse a beber. Estas excusas pueden ser llevadas a cualquier extremo, pero no son de peso alguno; y fuimos apenados porque alguien que pretendía creer la verdad se negase a firmar el voto, se negase a poner barreras alrededor de su alma para fortalecerse contra la tentación. Escogieron dejar la puerta abierta, de manera que pudiesen prontamente trasponerla y aceptar la tentación sin esforzarse en resistirla. . . .
Falta de valor para decir: "He firmado el voto".
No todos los que pretenden creer la verdad han asumido la debida posición en relación con la temperancia como es su deber sagrado hacerlo. Ha habido quienes se han mantenido al margen de respaldar decididamente la causa de la temperancia. ¿Por qué razón? Algunos dicen que cuando se les convida con vino o cerveza no tienen el valor moral de decir: Yo he firmado el voto de no probar vino fermentado o bebida alcohólica. Los nombres de esas personas, ¿estarán registrados en los libros del cielo como quienes defienden la complacencia del apetito? (Review and Herald, 19-4-1887). 178
Importancia de que hombres destacados firmen el voto.
Soñé que había una gran compañía reunida al aire libre, y un hombre joven de elevada estatura que a menudo he visto en mis sueños cuando están en juego asuntos de importancia, estaba sentado cerca del que presidía la reunión. Este joven se levantó y se dirigió a los hombres que parecían estar al frente de la compañía, y dijo: "Aquí tengo un papel escrito en el cual me gustaría que cada uno de ustedes pusiese su firma". Lo presentó en primer lugar al Hno. A. Lo miró y leyó en voz alta: "Por el presente se compromete Ud. a abstenerse de todo vino fermentado y de bebidas alcohólicas de toda clase, y a usar su influencia para inducir a otros, según Ud. pueda, a seguir su ejemplo".
Vi al Hno. A sacudir la cabeza diciendo que no era necesario que él pusiese su nombre en el papel. Comprendía su deber y respaldaba igualmente la causa de la temperancia, pero no se sentía obligado a comprometerse personalmente porque había excepciones en todas esas cosas.
Extendió el mismo papel al Hno. B, quien lo tomó, lo miró cuidadosamente y dijo: "Yo soy de la misma opinión que el Hno. A. A veces siento la necesidad de algo que me estimule cuando estoy débil y nervioso, y no deseo comprometerme a que bajo ninguna circunstancia usaré vino o licores".
Había una mirada triste, penosa en su rostro. Pasó el papel a otros. Hubo unos veinte o treinta que siguieron el ejemplo de los Hnos. A. y B. Volvió a los primeros dos, les extendió el papel, y dijo con firmeza y decisión, aunque en tono bajo: "Vosotros dos estáis en el mayor peligro de ser vencidos en cuanto al apetito. La obra de reforma debe comenzar en vuestra mesa y luego ser llevada a cabo concienzudamente en todo lugar y bajo cualquier circunstancia. Vuestro destino eterno depende de la decisión que hagáis ahora. Ambos tenéis puntos fuertes en vuestro carácter, y sois débiles en otros. Ved lo que ha hecho vuestra influencia". Vi los nombres de todos los que se habían negado a firmar el voto en el reverso del papel. . . .
Nuevamente presentó el papel y dijo en forma autoritaria: "Firmad este papel o renunciad a vuestros cargos. 179 No sólo firmad, sino por vuestro honor, llevad a cabo vuestras decisiones. Sed fieles a vuestros principios. Como mensajero de Dios, vengo hasta vosotros y os pido vuestros nombres. Ninguno de vosotros ha visto la necesidad de la reforma pro salud, pero cuando las plagas de Dios os rodeen por todos lados, entonces veréis los principios de la reforma pro salud y la estricta temperancia en todas las cosas, que sólo la temperancia es el fundamento de todas las gracias que proceden de Dios, el fundamento de todas las victorias a ganarse. Si os negáis a firmar esto, nunca se os dará otra oportunidad. Vosotros dos necesitáis humillar y ablandar vuestro espíritu, que la misericordia, la tierna compasión y la respetuosa ternura tomen el lugar de la rudeza y la aspereza. La voluntad firme y decidida para realizar vuestras ideas a cualquier costo". . . .
Vi cómo, con manos temblorosas, cada uno daba su nombre y los treinta firmaron.
Entonces se dio uno de los discursos más solemnes sobre la temperancia. El que presidía presentó el tema. "Aquí", decía el orador, está el apetito creado debido al amor por la bebida alcohólica. El apetito y la pasión son las señales predominantes de la época. El apetito, la forma en que es complacido, influye sobre el estómago y excita las propensiones animales. . . .
El estómago se enferma, entonces el apetito se hace mórbido y continuamente está deseando algo que estimule, algo que satisfaga por completo. Algunos adquieren el pernicioso hábito del té y del café, y van todavía más lejos hasta el extremo de fumar, vicio que obnubila el estómago y los lleva a desear con vehemencia algo más fuerte que el tabaco. Entonces siguen aun más hasta hacer uso de bebidas alcohólicas (Manuscrito 2, 1874).
Primeros incidentes en la firma del voto.
La mañana del lunes 2 de junio de 1879, mientras asistíamos a un congreso celebrado en Nevada, Missouri, -nos reunimos en la carpa para asistir a la organización de una asociación de temperancia. Había una buena representación de nuestra gente. Habló el pastor Butler, quien confesó que no se había destacado en la reforma de la temperancia tanto como debiera haberlo hecho. Afirmó que siempre había sido un hombre estrictamente temperante por cuanto se había abstenido del alcohol, el té y el café, pero que no 180 había firmado el voto que se estaba haciendo circular entre nuestro pueblo. Pero ahora estaba convencido que al no hacerlo estaba poniendo obstáculos a otros que deberían firmarlo. Puso entonces su nombre bajo el del coronel Hunter; mi esposo puso el suyo debajo del apellido del Hno. Butler, yo escribí el mío a su lado, y siguió el del Hno. Farnsworth. Así se dio un buen comienzo a la obra.
Mi esposo siguió hablando mientras se hacía circular el papel del voto. Algunos vacilaban pensando que la plataforma era demasiado amplia al incluir el té y el café; pero finalmente dieron sus nombres comprometiéndose a la abstinencia total.
El Hno. Hunter, quien fue invitado entonces a hablar, respondió dando un testimonio muy impresionante acerca de cómo la verdad lo había encontrado de lo que había hecho por él. Afirmó haber tomado tanto licor como para hacer flotar un barco, y que ahora deseaba aceptar toda la verdad, incluso la de la reforma. Había renunciado al licor y al tabaco, y esa mañana había tomado su última taza de café. Creía que los testimonios eran de Dios y deseaba ser guiado por la voluntad de Dios expresada en ellos.
Como resultado de la reunión ciento treinta y dos personas firmaron el voto de abstinencia total y se ganó una decidida victoria en pro de la temperancia (Manuscrito 79, 1907).
Trabajo en todas partes.
Haced resaltar la reforma pro temperancia y pedid a las personas que firmen el voto de temperancia. Por todas partes llamad la atención a esta obra y haced de la misma un tópico capital (Manuscrito 52, 1900).
3. Eliminad La Tentación.
La mancha oscura permanece.
A pesar de los miles de años de experiencia y progreso, la misma mancha oscura que ensució las primeras páginas de la historia permanece para desfigurar nuestra civilización moderna. La embriaguez, con todas sus consecuencias, se halla dondequiera que vayamos. A pesar de los nobles esfuerzos de los obreros de la temperancia, el mal ha ganado terreno. Se han redactado leyes permisivas, pero la regulación legal no ha detenido su avance, salvo en territorios comparativamente 181 limitados (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 29).
El producto de las leyes permisivas.
El producto de las leyes permisivas. Mediante el pago de una suma miserable se concede a los hombres la licencia para expender a sus semejantes el brebaje que les robará todo aquello que hace deseable esta vida y toda esperanza de la vida venidera. Ni el legislador ni el vendedor de bebidas ignoran el resultado de su obra. En el mostrador del hotel, en la cervecería, en la taberna, el esclavo del apetito dilapida sus medios por aquello que destruye la razón, la salud y la felicidad. El vendedor de bebidas colma sus arcas con el dinero que debiera proporcionar alimento y vestido para la familia del pobre borracho.
Esta es la peor clase de latrocinio. Sin embargo hombres que ocupan cargos relevantes en la sociedad y en la iglesia prestan su influencia en favor de las leyes permisivas. ¿Y por qué? ¿Porque pueden cobrar alquileres más altos cediendo sus edificios a los traficantes de bebidas? ¿Porque eso es deseable para conseguir el apoyo político de sus intereses en el alcohol? ¿Porque esos profesos cristianos están ellos mismos complaciéndose secretamente en el tentador veneno? Por cierto, un amor noble y abnegado por la humanidad no autorizaría a los hombres a incitar a sus semejantes a destruirse a sí mismos.
Las leyes que permiten la venta de bebidas alcohólicas han llenado nuestros pueblos y ciudades, y hasta nuestras aldeas y caseríos aislados de engaños y trampas para los pobres y débiles esclavos del apetito. Los que tratan de reformarse están circundados diariamente por la tentación. La terrible sed del borracho exige ser satisfecha. Por todas partes hay fuentes de destrucción. ¡Ay, cuán a menudo su fuerza moral es vencida! ¡cuán a menudo sus convicciones son silenciadas! El bebe y cae. Siguen noches de libertinaje, días de estupor, imbecilidad y miseria. Así, paso a paso, la obra prosigue, hasta que el hombre que una vez fuera un buen ciudadano, un esposo y padre bondadoso, parece haberse convertido en un demonio.
Imaginemos que esos funcionarios que al comienzo [del año] concedieron licencia a los traficantes de bebidas, pudiesen [al fin del año] contemplar un cuadro fiel de los resultados del expendio de bebidas realizado en virtud de esa licencia. Está abierta ante ellos en sus asombrosos 182 y terribles detalles, y ellos saben que todo responde a la realidad. Allí están los padres, madres e hijos cayendo bajo la mano del asesino; allí están las miserables víctimas del frío y del hambre y de sucias y repugnantes enfermedades, criminales encerrados en oscuros calabozos, víctimas de la locura torturados por visiones de enemigos y de monstruos. Allí están los padres de cabellos grises lamentando a los que fueran hijos promisorios y bellas hijas descendidos prematuramente a la tumba. . . .
Día tras día los clamores de agonía arrancados de los labios de la mujer e hijos del borracho ascienden al cielo. Todo esto es lo que el vendedor de bebidas puede añadir a sus ganancias. Y esta obra infernal se realiza ¡bajo el amplio sello de la ley! Así se corrompe la sociedad, los presidios y las cárceles están atestados de pobres y criminales y la horca es provista de víctimas. El mal no termina con el borracho y su infeliz familia. Las cargas de los impuestos aumentan, la moralidad de la juventud corre peligro, así como la propiedad y hasta la vida de cada miembro de la sociedad. Pero por más vívidamente que se presente el cuadro, nunca alcanzará a describir la realidad. Ninguna pluma humana puede bosquejar completamente los horrores de la intemperancia.
Si el único mal derivado de la venta de bebidas alcohólicas fuese la crueldad y la negligencia manifestada por los padres intemperantes hacia sus hijos, esto solo debería bastar para condenar y destruir su expendio. No sólo el borracho hace miserable la vida de sus hijos, sino que mediante su pecaminoso ejemplo los guía también a ellos por la senda del crimen. ¿Cómo pueden hombres y mujeres cristianos tolerar este mal? Si las naciones bárbaras robaran nuestros hijos y los maltrataran en la forma como los padres intemperantes maltratan a sus descendientes, toda la cristiandad se levantaría para poner fin a la afrenta. Pero en un país pretendidamente gobernado por principios cristianos, el sufrimiento y el pecado impuestos sobre la inocente e indefensa niñez por la venta y el uso de las bebidas embriagantes ¡son considerados un mal necesario! (Review and Herald, 8-11- 1881).
Bajo la protección de la ley.
Muchos abogan porque se cobren patentes a los traficantes en alcoholes pensando que así se pondrá coto al mal de la bebida. Pero conceder 183 patente a dicho tráfico equivale a ponerlo bajo la protección de las leyes. El gobierno sanciona entonces su existencia, y fomenta el mal que pretende restringir. Al amparo de las leyes de patentes, las cervecerías, las destilerías y los establecimientos productores de vinos se extienden por todo el país, y el tabernero hace su obra nefanda a nuestras mismas puertas.
En muchos casos se le prohibe vender bebidas alcohólicas al que ya está ebrio o se conoce como borracho habitual; pero la obra de convertir en borrachos a los jóvenes sigue adelante. La existencia de este negocio depende de la sed de alcohol que se fomente en la juventud. Al joven se le va pervirtiendo poco a poco hasta que el hábito de la bebida queda arraigado, y se le despierta la sed, que, cueste lo que cueste, ha de satisfacer. Menos daño se haría suministrando bebidas al borracho habitual, cuya ruina, en la mayoría de los casos, es ya irremediable, que en permitir que la flor de nuestra juventud se pierda por medio de tan terrible hábito.
Al conceder patente al tráfico de alcoholes, se expone a constante tentación a los que intentan reformarse. Se han fundado instituciones para ayudar a las víctimas de la intemperancia a dominar sus apetitos. Tarea noble es ésta; pero mientras la venta de bebidas siga sancionada por la ley, los beodos sacarán poco provecho de los asilos fundados para ellos. No pueden permanecer siempre allí. Deben volver a ocupar su lugar en la sociedad. La sed de bebidas alcohólicas, si bien refrenada, no quedó anulada, y cuando la tentación los asalta, como puede hacerlo a cada paso, aquéllos vuelven demasiado a menudo a caer en ella.
El dueño de un animal peligroso, que, a sabiendas, lo deja suelto, responde ante la ley por el mal que cause el animal. En las leyes dadas a Israel, el Señor dispuso que cuando una bestia peligrosa causara la muerte de un ser humano, el dueño de aquélla debía expiar con su propia vida su descuido o su perversidad. De acuerdo con este mismo principio, el gobierno que concede patentes al vendedor de bebidas debiera responder de las consecuencias del tráfico. Y si es un crimen digno de muerte dejar suelto un animal peligroso, ¿cuánto mayor no será el crimen que consiste en sancionar la obra del vendedor de bebidas? 184
Concédense patentes en atención a la renta que producen para el tesoro público. Pero, ¿qué es esta renta comparada con los enormes gastos que ocasionan los criminales, los locos, el pauperismo, frutos todos del comercio del alcohol? Estando bajo la influencia de la bebida, un hombre comete un crimen; se le procesa, y quienes legalizaron el tráfico de las bebidas se ven obligados a encarar las consecuencias de su propia obra. Autorizaron la venta de bebidas que privan al hombre de la razón, y ahora tienen que mandar a este hombre a la cárcel o a la horca, dejando a menudo sin recursos a una viuda y sus hijos, quienes quedarán a cargo de la comunidad en que vivan.
Si se considera tan sólo el aspecto financiero del asunto, ¡Cuán insensato es tolerar semejante negocio! Pero, ¿qué rentas pueden compensar la pérdida de la razón, el envilecimiento y la deformación de la imagen de Dios en el hombre, así como la ruina de los niños que, reducidos al pauperismo y a la degradación, perpetuarán en sus propios hijos las malas inclinaciones de sus padres beodos? (El Ministerio de Curación, págs. 263-265).
Lo que puede lograr la prohibición.
El hombre que contrajo el hábito de la bebida se encuentra en una situación desesperada. Su cerebro está enfermo y su voluntad debilitada. En lo que toca a su propia fuerza, sus apetitos son ingobernables. No se puede razonar con él ni persuadirle a que se niegue a sí mismo. El que ha sido arrastrado a los antros del vicio, por mucho que haya resuelto no beber más, se ve inducido a llevar de nuevo la copa a sus labios; y apenas pruebe la bebida, sus más firmes resoluciones quedarán vencidas, y aniquilado todo vestigio de voluntad. . . . Al legalizar el tráfico de las bebidas alcohólicas, la ley sanciona la ruina del alma, y se niega a contener el desarrollo de un comercio que llena al mundo de males.
¿Debe esto continuar así? ¿Seguirán las almas luchando por la victoria, teniendo ante ellas y abiertas de par en par las puertas de la tentación? ¿Continuará la plaga de la intemperancia siendo baldón del mundo civilizado? ¿Seguirá arrasando, año tras año, como fuego consumidor, millares de hogares felices? Cuando un buque zozobra a la vista de la ribera, los espectadores no permanecen indiferentes. Hay quienes arriesgan la vida para ir en auxilio de hombres y mujeres a punto de hundirse en el abismo. 185 ¿Cuánto más esfuerzo no debe hacerse para salvarlos de la suerte del borracho?
El borracho y su familia no son los únicos que corren peligro por culpa del que expende bebidas, ni es tampoco el recargo de impuestos el mayor mal que acarrea su tráfico. Estamos todos entretejidos en la trama de la humanidad. El mal que sobreviene a cualquier parte de la gran confraternidad humana entraña peligros para todos.
Más de uno, que seducido por amor al lucro o a la comodidad no quiso preocuparse para que se restringiese el tráfico de bebidas, advirtió después demasiado tarde que este tráfico le afectaba. Vio a sus propios hijos embrutecidos y arruinados. La anarquía prevalece. La propiedad peligra. La vida no está segura. Multiplícanse las desgracias en tierra y mar. Las enfermedades que se engendran en las guaridas de la suciedad y la miseria penetran en las casas ricas y lujosas. Los vicios fomentados por los que viven en el desorden y el crimen infectan a los hijos de las clases de refinada cultura.
No existe persona cuyos intereses no peligren por causa del comercio de las bebidas alcohólicas. No hay nadie que por su propia seguridad no debiera resolverse a aniquilar este tráfico (El Ministerio de Curación, págs. 265, 266).
Nunca podrá haber una sociedad justa mientras existan estos males, y no podrá efectuarse ninguna reforma verdadera hasta que la ley cierre las tabernas, no sólo los domingos, sino todos los días de la semana. El cierre de esos locales promovería el orden público y la felicidad doméstica (Signs of the Times, 11-2-1886).
La honra de Dios, la estabilidad de la nación, el bienestar de la sociedad, del hogar y del individuo, exigen cuanto esfuerzo sea posible para despertar al pueblo y hacerle ver los males de la intemperancia. Pronto percibiremos el resultado de este terrible azote mejor de lo que lo notamos ahora. ¿Quién se esforzará resueltamente por detener la obra de destrucción? Apenas si ha comenzado la lucha. Alístese un ejército que acabe con la venta de los licores ponzoñosos, que enloquecen a los hombres. Póngase de manifiesto el peligro del tráfico de bebidas, y créese una opinión pública que exija su prohibición. Otórguese a los que han perdido la razón por la bebida una oportunidad para escapar de la esclavitud. Exija la voz de la nación a sus legisladores que suprima 186 tan infame tráfico (El Ministerio de Curación, págs. 267, 268).
4. Diversión Y Sustitutos Inofensivos
Influencia de la ociosidad, la falta de propósito y las malas compañías.
Pero, a fin de llegar a la raíz de la intemperancia debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideal, las malas compañías, pueden ser las causas que predispongan a la intemperancia (La Educación, pág. 198).
Influencia de un hogar atrayente.
Haced vuestro hogar tan atractivo como podáis. Corred las cortinas y dejad que penetre la luz del sol, que es el médico del cielo. Anheláis paz y quietud en vuestros hogares. Anheláis que vuestros hijos tengan caracteres hermosos. Haced que vuestro hogar sea tan atractivo que ellos no deseen irse a la taberna (Manuscrito 27, 1893).
El poder retentivo de un hogar atrayente.
Cuántos padres se lamentan de que no pueden mantener a sus hijos en el hogar, porque éstos no lo aman. Precozmente en su vida ya desean la compañía de los extraños; y tan pronto como tienen la edad para hacerlo, rompen con lo que a ellos les parece que es un cautiverio y una restricción irrazonable, y no prestarán oídos ni a las oraciones de la madre ni a los consejos del padre. El examen del caso por lo general revela que el pecado está a la puerta de los padres. No hicieron del hogar lo que debería haber sido un lugar atrayente, agradable, brillante con la luz de las palabras bondadosas, de las miradas llenas de simpatía y del verdadero amor.
El secreto para salvar a vuestros hijos radica en hacer que vuestro hogar sea hermoso y atrayente. La indulgencia de los padres no ligará a los hijos a Dios ni al hogar; pero una influencia firme y piadosa para disciplinar y educar en forma correcta la mente salvará a muchos hijos de la ruina (Review and Herald, 9-12-1884).
Haced del hogar un sitio donde existan el gozo, la cortesía y el amor. . . . Si la vida hogareña es lo que debe ser, los hábitos que allí se formen constituirán una poderosa defensa contra los asaltos de la tentación cuando el joven abandone el refugio del hogar y vaya al mundo (Counsels on Health, pág. 100). 187
Los hogares en el campo y el trabajo útil.
Una de las salvaguardias más seguras para los jóvenes es la ocupación útil. Si se los hubiera adiestrado en hábitos industriosos, de modo que todas sus horas fuesen empleadas provechosamente, no tendrían tiempo para lamentar su suerte o para ociosas ilusiones. Estarían menos expuestos a contraer hábitos o relaciones viciosos. Que los jóvenes aprendan desde la niñez que no hay excelencia sin trabajo arduo. . . .
Todo joven debiera lograr el máximo de sus talentos, aprovechando hasta lo sumo las oportunidades presentes. Quien así lo haga podrá alcanzar casi cualquier altura en logros morales e intelectuales. Pero debe poseer un espíritu valiente y resuelto. Necesitará cerrar los oídos a la voz del placer; deberá rechazar con frecuencia las solicitaciones de jóvenes compañeros. Debe estar en guardia continuamente, para no ser apartado de su propósito.
Muchos padres se trasladan de sus hogares en el campo a la ciudad, considerando a ésta como un sitio más conveniente o ventajoso. Pero al realizar este cambio exponen a sus hijos a muchas y grandes tentaciones. Los muchachos no tienen empleo y aprenden en la escuela de la calle, y avanzan paso a paso en la depravación, hasta que pierden todo interés en cualquier cosa que sea buena, pura y santa. Cuánto mejor hubiera sido que los padres permanecieran con sus familias en el campo, donde las influencias son más favorables para el fortalecimiento físico y mental. . . .
Por la negligencia de los padres, los jóvenes de nuestras ciudades están corrompiendo sus caminos y contaminando sus almas ante Dios. Este será siempre el fruto de la pereza. Los hospicios, las cárceles y las horcas hablan penosamente de los deberes descuidados por los padres (Review and Herald, 13-9-1881).
Remplazad con placeres inocentes las diversiones pecaminosas.
No se les puede pedir a los jóvenes que sean tan sosegados y graves como los de más edad, ni a los niños que sean tan serios como los ancianos. Al paso que las diversiones pecaminosas son condenadas, como deben serlo, provean los padres, maestros y custodios de la juventud placeres inocentes en su lugar, los que no contaminarán ni corromperán las virtudes morales. No sometáis a los jóvenes a reglas y restricciones rígidas que los llevarán a sentirse oprimidos y quebrantarlas y correr a los caminos 188 de la insensatez y la destrucción. Con mano firme, bondadosa, considerada, mantened las riendas del gobierno, guiando y controlando sus mentes y propósitos, pero en forma tan gentil, prudente y amable que ellos vean que lo que os interesa es su bienestar (Review and Herald, 9-12-1884).
Proporcionar vacaciones interesantes.
Hemos tratado diligentemente que las vacaciones resulten tan interesantes como sea posible para los jóvenes y los niños. . . . Nuestro propósito ha sido mantenerlos alejados de escenas de diversiones entre incrédulos. . . .
Pienso que al paso que les prohibimos a nuestros hijos los placeres mundanos, que tienden a corromper y extraviar, debiéramos proporcionarles recreación inocente, que los conduzca por senderos agradables donde no existe peligro. Ningún hijo de Dios necesita tener una experiencia triste o lúgubre. Las órdenes divinas, las divinas promesas, muestran que es así. Los caminos de la sabiduría "son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". Los caminos del mundo envanecen, y por su goce fugaz muchos sacrifican el compañerismo del Cielo, con la paz, el amor y la felicidad que brinda. Pero lo que han elegido como objeto de placer, pronto se transforma en algo que amarga y no satisface.
Los atractivos de la vida cristiana.
Necesitamos hacer todo lo que esté de nuestra parte para ganar almas mediante la presentación de los atractivos de la vida cristiana. Nuestro Dios ama lo bello. Podría haber revestido la tierra de castaño y gris, y los árboles de un ropaje triste en lugar del vivo follaje verde; pero deseaba que sus hijos fueran felices. Cada hoja, cada capullo y flor que se abren, son una prueba de su tierno amor; y debiéramos proponernos manifestar a otros este maravilloso amor expresado en sus obras creadas.
Dios desearía que todo hogar y toda iglesia ejercieran poder de atracción para apartar a los niños de los placeres seductores del mundo y de relacionarse con aquellos cuya influencia es de tendencia corruptora. Estudiad para ganar a los jóvenes para Jesús. Impresionad sus mentes con la misericordia y la bondad de Dios al permitirles, pecadores como son, disfrutar de las ventajas, la gloria y la honra de ser hijos e hijas del Altísimo. ¡Qué pensamiento más extraordinario, qué condescendencia inaudita, qué asombroso 189 amor, que los hombres finitos puedan ser aliados del Omnipotente! "A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". "Amados, ahora somos hijos de Dios". ¿Puede alguna honra mundanal igualarse a esto?
Representemos la vida cristiana como realmente es; hagamos que el camino sea alegre, invitador, interesante. Podremos hacerlo si lo deseamos. Podemos llenar nuestra mente con cuadros vívidos de las cosas espirituales y eternas, y al hacerlo así contribuir a que sean una realidad para otras mentes. La fe contempla a Jesús que permanece como nuestro Mediador a la diestra de Dios. La fe contempla las mansiones que ha ido a preparar para los que lo aman. La fe ve el manto y la corona preparados para el vencedor. La fe oye los cantos de los redimidos, y acerca las glorias eternas. Debemos acercarnos a Jesús en amorosa obediencia, si queremos ver al rey en su hermosura (Review and Herald, 29-1-1884).
5. El Sentido de La Obligación Moral
Guiados por principios morales y religiosos.
Tenemos que actuar desde un punto de vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 191).
Como seguidores de Cristo, debiéramos obrar por principios en el comer y el beber (Redemption; or the Temptation of Christ, pág. 60).
El caso de Daniel nos muestra que, gracias a los principios religiosos, los jóvenes pueden triunfar sobre la concupiscencia de la carne y permanecer leales a los requerimientos de Dios, aun cuando el hacerlo les demande un gran sacrificio (Testimonies, tomo 4, pág. 570).
No tenéis derecho moral para hacerlo que os plazca.
¿No tengo derecho a hacer lo que me plazca con mi cuerpo? -No, no tenéis derecho moral, porque violáis las leyes de la vida y de la salud que Dios os ha dado. Sois propiedad del Señor, suyos por creación y suyos por redención. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Aquí se presenta a la consideración la ley del respeto propio y la del respeto a la propiedad del Señor. Esto llevará a respetar las obligaciones bajo las que está todo ser humano de preservar la maquinaria 190 viviente, formada tan asombrosa y maravillosamente (Manuscrito 49, 1897).
Sentir la santidad de la ley natural.
Se ha de condenar estrictamente toda ley que gobierna el organismo humano, porque como ley de Dios es de tanta importancia con la palabra de la Santa Escritura, y toda desviación voluntaria de la obediencia a esta ley es tan ciertamente pecado como una violación de la ley moral. Toda la naturaleza manifiesta la ley de Dios, pero en nuestra estructura física Jehová ha escrito su ley con su propio dedo sobre cada nervio que vibra, sobre cada fibra viviente y sobre cada órgano del cuerpo. Sufriremos pérdida y fracaso si nos apartamos de la senda de la naturaleza, que ha sido señalada por Dios mismo, para ir en pos de una de nuestra invención.
Debemos esforzarnos legítimamente si queremos ganar la dádiva de la vida eterna. El camino tiene la anchura necesaria, y todos los que corren la carrera pueden ganar un premio. Si creamos apetitos antinaturales y nos mostramos indulgentes con ellos en cualquier grado, violamos las leyes de la naturaleza y el resultado se traducirá en condiciones físicas, mentales y morales debilitadas. Quedamos en consecuencia descalificados para ese esfuerzo perseverante enérgico y promisorio que podríamos haber hecho si hubiésemos sido fieles a las leyes de la naturaleza. Si dañamos un solo órgano del cuerpo, le robamos a Dios del servicio que podríamos haberle rendido. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio: glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (Review and Herald. 18-10-1881).
Un constante sentido de la responsabilidad.
Los que tienen una constante comprensión de que permanecen en esta relación con Dios no ingerirán alimentos que agradan al apetito pero que causan daño a los órganos digestivos. No arruinarán la propiedad de Dios siendo indulgentes con hábitos impropios en el comer, el beber o el vestir. Tratarán con sumo cuidado la maquinaria humana, porque entienden que deben hacerlo a fin de obrar en sociedad con Dios. El Señor desea que gocen de salud, que sean felices y útiles. Pero para que logren esto han de poner su voluntad junto a la voluntad del Señor (Carta 166, 1903). 191
Protegidos por el baluarte de la independencia moral.
Mediante esfuerzos fervientes y perseverantes, que no estén influidos por las costumbres cambiantes de la vida, los padres pueden levantar alrededor de sus hijos un baluarte moral que los defenderá de las miserias y crímenes provocados por la intemperancia. No se ha de permitir que los hijos procedan como les plazca, desarrollando rasgos indebidos que debieran ser cortados en flor, sino que se los ha de disciplinar con cuidado y educarlos para que tomen posición junto a lo recto, a la reforma y a la sobriedad. Tendrán entonces independencia moral como para arrostrar resueltamente en toda crisis la tormenta de oposición que con seguridad asaltará a los que se han decidido en favor de la verdadera reforma (Pacific Health Journal, mayo de 1890).
Traed a vuestros niños a Dios en fe y tratad de impresionar sus mentes susceptibles con un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial. Esto requerirá lección tras lección, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí, otro poquito allá (Review and Herald, 6-11-1883).
Enseñadlo como un privilegio y una bendición.
Incúlquese en los alumnos el pensamiento de que el cuerpo es un templo en el cual Dios desea morar; que hay que conservarlo puro, como morada de pensamientos elevados y nobles. Al ver, por medio del estudio de la fisiología, que están "asombrosa y maravillosamente" formados, sentirán reverencia. En vez de mancillar la obra de Dios, sentirán ambición por hacer de su parte todo lo posible por cumplir el glorioso plan del Creador. De ese modo llegarán a considerar la obediencia a las leyes de la salud, no como un sacrificio o un acto de abnegación, sino como lo que realmente es: un privilegio y una bendición inestimables (La Educación, pág. 197).
Un gran triunfo si se lo enfoca desde el punto de vista moral.
Si podemos despertar la sensibilidad moral de nuestro pueblo en el asunto de la temperancia, obtendremos un gran triunfo. Se ha de enseñar y practicar la temperancia en todas las cosas de esta vida (Signs of the Times, 2-10-1907).
Cada uno responderá a Dios personalmente.
La obediencia a las leyes de la vida debe constituir un asunto de deber personal. Hemos de dar cuenta a Dios por nuestros hábitos y prácticas. La pregunta a la que debemos responder no es: ¿Qué dirá el mundo? sino: ¿Cómo trataré yo, 192 que pretendo ser cristiano, la habitación que Dios me ha dado? ¿Obraré para mi más elevado bienestar temporal y espiritual conservando mi cuerpo como un templo para la morada del Espíritu Santo, o me sacrificaré en aras de las ideas y prácticas del mundo? (Manuscrito 86, 1897).
Más que vencedores.
Si los cristianos guardan el cuerpo en sujeción y someten todos sus apetitos y pasiones al dominio de la conciencia iluminada, sintiendo que es un deber para con Dios y el prójimo obedecer las leyes que rigen la salud y la vida, tendrán la bendición del vigor físico y mental. Contarán con poder moral para entrar en la guerra contra Satanás, y en el nombre de Aquel que venció el apetito en su favor, pueden ser más que vencedores en su propio bien (Review and Herald, 21-11-1882). 193 La Temperancia Con Elena G. de White
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