"El me salvará ahora"
El pecador que perece puede decir: "Soy un pecador perdido, pero Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. El dice: 'No he venido a llamar a justos, sino a pecadores' (Mar. 2: 17). Soy pecador y Cristo murió en la cruz del Calvario para salvarme. No necesito permanecer un solo momento más sin ser salvado. El murió y resucitó para mi justificación y me salvará ahora. Acepto el perdón que ha prometido".*
No puede ser vencido el que se arrepiente de sus pecados y acepta el don de la vida del Hijo de Dios. Aferrándose por fe de la naturaleza divina, llega a ser un hijo de Dios. Ora, cree. Cuando es tentado y probado, demanda el poder que Cristo dio con su muerte, y vence mediante la gracia de Jesús. Esto necesita entender cada pecador. Debe arrepentirse de sus pecados, debe creer en el poder de Cristo, y debe aceptar ese poder que salva y protege del pecado. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar por la dádiva del ejemplo de Cristo! *
¿Por qué afligirse?
la vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder...
No debemos hacer de nuestro yo el centro de nuestros 41 pensamientos, ni alimentar ansiedad ni temor acerca de si seremos salvos o no. Todo esto desvía el alma de la Fuente de nuestra fortaleza. Encomendemos a Dios la custodia de nuestra alma, y confiemos en él. Hablemos del Señor Jesús y pensemos en él. Piérdase en él nuestra personalidad. Desterremos toda duda; disipemos nuestros temores. Digamos con el apóstol Pablo: "Vivo; mas no ya yo, sino que Cristo vive en mí: y aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a sí mismo por mí" (Gál. 2: 20, VM). Reposemos en Dios. El puede guardar lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.*
Ud. puede contar con esto
"El que mediante su propia expiación proveyó para el hombre un caudal infinito de poder moral, no dejará de emplear ese poder en nuestro favor... Todas las fuerzas satánicas no tienen poder para vencer a un alma que con fe sencilla se apoya en Cristo".*
"Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del pecado".*
"En él tenemos una ofrenda completa, un sacrificio infinito, un poderoso Salvador, que puede salvar hasta lo último a todos los que vienen a Dios por medio de él. Con amor, viene a revelar al Padre, a reconciliar al hombre con Dios, a hacerlo una nueva criatura, renovada de acuerdo con la imagen de Aquel que lo creó".*
El problema de Pedro
El mal que provocó la caída de Pedro [de negar a Cristo en su juicio]... está ocasionando la ruina de millares. No hay nada que ofenda tanto a Dios, o que sea tan peligroso para el alma humana, como el orgullo y la suficiencia propia. De todos los pecados es el más desesperado, el más incurable.
La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza propia lo indujo a creer que estaba salvado, y dio 42 paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo negar a su Maestro. Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos encontramos seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados. Eso es engañoso. Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe, pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la tentación. La Palabra de Dios declara: "Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados" (Dan. 12: 10). Sólo el que soporte la prueba, "recibirá la corona de vida" (Sant. 1: 12).
Los que aceptan a Cristo y dicen en su primera fe: "Soy salvo" están en peligro de confiar en sí mismos. Pierden de vista su propia debilidad y constante necesidad de la fortaleza divina. No están preparados para resistir los ardides de Satanás, y cuando son tentados, muchos, como Pedro, caen en las profundidades del pecado. Se nos amonesta: "El que piensa estar firme, mire no caiga" (1 Cor. 10: 12). Nuestra única seguridad está en desconfiar constantemente de nosotros mismos y confiar en Cristo.*
Nunca esté "satisfecho"
Hay muchos que profesan seguir a Cristo, pero que nunca llegan a ser cristianos maduros. Admiten que el hombre está caído, que sus facultades están debilitadas, que es incapaz de hazañas morales, pero añaden que Cristo ha llevado todas las cargas, todos los sufrimientos, toda la abnegación, y que están dispuestos a dejar que él lo lleve todo. Dicen que no hay nada que puedan hacer sino creer; pero dijo Cristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame"
(Mat. 16: 24).
Jesús guardó los mandamientos de Dios...
Nunca debemos descansar satisfechos de nuestra condición y cesar de progresar diciendo: "Estoy salvado". Cuando se fomenta esta idea, cesan de existir los motivos para velar, para orar, para realizar fervientes esfuerzos a fin de avanzar 43 hacia logros más elevados. Ninguna lengua santificada pronunciará esas palabras hasta que venga Cristo y entre nos por las puertas de la ciudad de Dios. Entonces, con plena razón, podremos dar gloria a Dios y al Cordero por la liberación eterna. Mientras el hombre esté lleno de debilidades -pues por sí mismo no puede salvar su alma-, nunca debería atreverse a decir: "Soy salvo".
No puede jactarse de la victoria el que se reviste de la armadura, pues tiene todavía que pelear la batalla y ganar la victoria. El que soporte hasta el fin, es el que será salvo.*
La relación con Cristo: ¿Falsa o verdadera?
Existen en la iglesia personas que creen y otras que no creen. Cristo presenta estas dos clases en su parábola de la viña y de sus ramas. El exhorta a sus seguidores: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, sí no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer".
Existe una amplia diferencia entre una pretendida unión y una verdadera conexión con Cristo por medio de la fe. Una profesión de verdad coloca a los hombres en la iglesia, pero esto no prueba que ellos tengan una conexión vital con la Vid viviente. Se nos da una regla con la cual puede distinguirse el verdadero discípulo de aquel que pretende seguir a Cristo pero no tiene fe en él. La primera clase lleva fruto; la otra, no tiene fruto. La una se ve sujeta con frecuencia a la tijera podadora de Dios para que lleve más fruto; la otra, como rama marchita, ha de ser cortada antes de mucho de la Vid viviente...
Las fibras de las ramas son casi idénticas a las de la vid. La comunicación de vida, fuerza y producción de frutos del tronco a las ramas es libre y constante. La raíz envía su nutrición por medio de la rama. Tal es la verdadera relación del creyente con Cristo. El permanece en Jesús y recibe su alimento de él. 44
Es algo personal
Esta relación espiritual puede ser establecida tan sólo por medio del ejercicio de la fe personal. Esta fe debe expresarse de parte de nosotros en una suprema preferencia, en una perfecta confianza, en una total consagración. Nuestra voluntad debe ser completamente sometida a la voluntad divina, nuestros sentimientos, nuestros deseos, nuestros intereses y nuestro honor deben ser identificados con la prosperidad del reino de Cristo y el honor de su causa, mientras nosotros recibimos constantemente gracia de él, y mientras Cristo acepta nuestra gratitud.
Cuando se establece esta intimidad de nuestra conexión y comunión con él, nuestros pecados son puestos sobre Jesús; su justicia nos es imputada a nosotros. El fue hecho pecado por nosotros para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él. Tenemos acceso a Dios por medio de él; somos aceptos en el Amado...
Fue en el momento en que Cristo estaba por dejar a sus discípulos cuando les dio el hermoso emblema de su relación con los creyentes. El había estado presentando delante de ellos la unión estrecha que debían tener con él, por la cual ellos pudieran mantener la vida espiritual cuando su presencia visible les fuera retirada. Para grabar este pensamiento en sus mentes les presentó el símbolo de la vid como el más destacado y apropiado...
Todos los seguidores de Cristo tienen un interés tan profundo en esta lección como lo tenían los discípulos que escucharon sus palabras. En la apostasía, el hombre se separa de Dios. la separación es amplia y terrible; pero Cristo ha hecho provisión de nuevo para relacionarnos consigo. El poder del mal está tan identificado con la naturaleza humana que ningún hombre puede vencerlo excepto por su unión con Cristo. Por medio de esta unión recibimos poder moral y espiritual. Si tenemos el espíritu de Cristo llevaremos el fruto de justicia, fruto que honrará y bendecirá a los hombres, y glorificará a Dios.
El Padre es el labrador. Con maestría y con misericordia él poda cada rama que lleva fruto. los que comparten los 45 sufrimientos y el vituperio de Cristo ahora compartirán su gloria en el más allá. "Por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos". Sus ángeles ministran en favor de ellos. En su segunda aparición será como el Hijo del hombre, identificándose de esta manera con la humanidad aun en su gloria. A los que se han unido con él les dice: "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz?... Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros".
Podando las ramas
¡Oh, qué extraordinarios privilegios nos son acordados! ¿No haremos los más fervientes esfuerzos para entrar en esta alianza con Cristo, por medio de la cual solamente se obtienen estas bendiciones? ¿No nos separaremos de nuestros pecados por la justicia y de nuestras iniquidades volviéndonos al Señor? El escepticismo y la incredulidad están muy difundidos. Cristo hizo la pregunta: "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?" Debemos albergar una fe viviente y activa. la permanencia de nuestra fe es la condición de nuestra unión.
Una unión con Cristo mediante la fe viva es permanente; toda otra unión debe perecer. Cristo primeramente nos escogió, pagando un precio infinito por nuestra redención; y el verdadero creyente elige a Cristo como lo primero, lo último y lo mejor en todo. Pero esta unión nos cuesta algo. Esa es una unión de completa dependencia en la cual debe entrar un ser orgulloso. Todos los que forman esta unión deben sentir su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo. Deben pasar por un cambio de corazón. Deben someter su propia voluntad a la voluntad de Dios. Habrá una lucha con obstáculos externos e internos. Debe haber una obra penosa de separación así como una obra de unión o de enlace. El orgullo, el egoísmo, la vanidad, la mundanalidad -el pecado en todas sus formas- deben ser vencidos si queremos entrar en una unión con Cristo. La razón por la cual muchos encuentran la vida cristiana tan deplorablemente dura, la razón por la cual ellos son tan volubles y tan variables, es 46 porque tratan de unirse con Cristo sin separarse primeramente de estos ídolos acariciados.
Después que se ha formado la unión con Cristo, puede preservarse sólo por oración ferviente y esfuerzo incansable. Debemos resistir, debemos negarnos, debemos conquistarnos a nosotros mismos. Por la gracia de Cristo, con valor, por la fe, por la vigilancia, podemos ganar la victoria.
(Reavivamientos Modernos Capitulo 6)
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