Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
domingo, 6 de junio de 2010
28. “El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad.”
Sal. 57:3 dice: “El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad.”
No es difícil romper las cadenas que esclavizan. No es imposible soltar los grillos que paralizan. Sabemos dónde está el problema y encontramos el remedio para ese tipo de opresión. Pero, ¿cómo luchar contra las cadenas que no vemos? ¿Cómo librarnos de los grillos que, disfrazados de complejos o traumas, paralizan las emociones?
La obra de liberación que el salmista menciona hoy es algo que no está bajo el control humano. "El enviará desde los cielos, y me salvará", dice él. La liberación divina abarca todas las áreas de la vida. Dios necesita librar al ser humano de las debilidades, de las intenciones torcidas del corazón pecaminoso, de la ignorancia, del prejuicio y de la rebeldía.
El salmista dice en el versículo 4: "Mi vida está entre leones". La mayoría de esos leones estaban dentro de él mismo, atormentándolo todo el tiempo. Los complejos impiden crecer. Sofocan, asfixian y nos llevan a cometer insensateces. David afirma que encontró ayuda procedente de los cielos. Ese auxilio llegó al afligido, en forma de "misericordia y verdad" o fidelidad, como también se traduce. Ambas cosas son atributos divinos que pueden encontrarse en la persona de Jesucristo.
Cuando el ser humano deja de huir y se deja encontrar por el Señor Jesús, los grillos que le impedían ser feliz son finalmente destruidos. David vivió esa experiencia de manera dramática. Este salmo fue escrito mientras el salmista se escondía de Saúl, en las cuevas. En aquella ocasión, Saúl estaba en las manos de David, cuyo corazón seguramente cargaba penas y heridas, porque estaba siendo perseguido injustamente. Si matase al rey enemigo, estaría "actuando en consecuencia", pero el gran enemigo del futuro rey de Israel no era Saúl, era él mismo. Necesitaba vencer sus traumas y las heridas que llevaba en el corazón.
De los cielos vino la ayuda en forma de misericordia y fidelidad para librarlo del veneno interior que su alma destilaba. Ese milagro puede también ocurrir en ti hoy, si clamas en tu corazón: "El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad".
Alejandro Bullón
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