Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 3 de junio de 2010
16. “Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.”
Hola … : Hoy quiero meditar contigo en Sal. 27:5. “Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.”
Siempre hay un "día del mal", un día de la adversidad para cada uno de nosotros. Mientras vivamos en este mundo de dolor y tristeza, tarde o temprano, habrá un momento en que, literalmente, tú no sabrás qué hacer o adonde ir.
Debería tener unos 25 años cuando, por primera vez, entré en un torbellino que parecía no tener salida. Cuando era muchacho, corría a mis padres y ellos siempre estaban dispuestos a extenderme la mano, pero ya había crecido y me sentí solo nadando y nadando en un mar tempestuoso, sin avanzar un solo palmo. El corazón me dolía terriblemente. Miraba a todos lados en busca de socorro, pero nadie podía hacer nada por mí. Recién entonces me dirigí al templo. Me senté y quedé allí conversando con Dios, abriéndole mi corazón, llorando a sus pies.
No sé cuánto tiempo permanecí así, solo sé que al caer la tarde, las sombras de mi vida habían desaparecido. Una paz indecible inundó mi corazón. Mi miedo desapareció y salí de allí con fuerzas para enfrentar las dificultades que parecían destruirme. Hoy entiendo lo que David escribió. Aquella tarde, el Señor me ocultó en su pabellón, en lo recóndito de su tabernáculo me acogió y me elevó sobre una roca donde nadie podía alcanzarme.
Hay en el templo algo indefinible. Es la presencia de Dios. El templo es más que simplemente un conglomerado de ladrillos, cemento y madera. Es el propio corazón de Dios abierto. Son sus brazos dispuestos a perdonar, a abrazar y a confortar. Es su propia voz silenciosa consolando, animando y dando valor.
¿Dios puede hacer lo mismo en cualquier otro lugar? Sí, puede. Pero en su templo hay algo que las palabras humanas no pueden definir. Es preciso vivir 7 pasar por esa experiencia. Por eso, hoy, si estás experimentando los sinsabores de la vida, habla con Dios: "Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto".
Alejandro Bullón
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