domingo, 6 de diciembre de 2009

4 LA EDUCACION "LAS ENSEÑANZAS DE LA NATURALEZA"


"Considera las maravillas. . .del Perfecto en sabiduría"

Dios en la Naturaleza.

"Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza".
EN TODAS las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La naturaleza da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol, no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: Una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad; que alienta en el minúsculo insecto que flota en el céfiro estival; que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de cuervos que graznan; que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.

El mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene jurisdicción sobre el alma. De esa Inteligencia procede toda la vida. Unicamente en la armonía con Dios se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida. La condición para todos los objetos de su creación es la misma: Una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir 100 su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.
Toda la naturaleza se ilumina para aquel que aprende así a interpretar sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela. La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el carácter.

Estas son las lecciones que nuestros niños deben aprender. Para el niñito que aún no es capaz de captar lo que se enseña por medio de la página impresa o de ser iniciado en la rutina del aula, la naturaleza presenta una fuente infalible de instrucción y deleite. El corazón que aún no ha sido endurecido por el contacto con el mal, es perspicaz para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas. El oído que no ha sido entorpecido por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza. Y para los de más edad, que necesitan continuamente los silenciosos recordativos de lo espiritual y lo eterno, la enseñanza de la naturaleza no dejará de ser una fuente de placer e instrucción. Así como los moradores del Edén aprendieron de las páginas de la naturaleza, así como Moisés percibió lo que Dios había escrito en los llanos y las montañas de Arabia, y el niño Jesús en los cerros de Nazaret, los niños de hoy día también pueden aprender del Creador. Lo visible ilustra lo invisible. En todas las cosas que hay sobre la tierra, desde el árbol más alto del bosque hasta el liquen que se adhiere a la roca, desde el océano sin límites hasta la concha más diminuta de la playa, pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.

Hasta donde sea posible, colóquese al niño, desde su más tierna edad, en situación tal que se abra 101 ante él este maravilloso libro de texto. Contemple él las gloriosas escenas pintadas por el gran Artista maestro en las telas variables de los cielos; familiarícese con las maravillas de la tierra y el mar, observe los misterios revelados por las diversas estaciones y aprenda del Creador en todas sus obras.
De ningún otro modo puede ponerse con tanta firmeza y seguridad el cimiento de una verdadera educación. Sin embargo, hasta el niño, al ponerse en contacto con la naturaleza, hallará causas de perplejidad. No puede dejar de reconocer la obra de fuerzas antagónicas. En esto la naturaleza necesita un intérprete. Al ver el mal manifiesto hasta en el mundo natural, todos tienen que aprender la misma triste lección: "Un enemigo ha hecho esto".*

Sólo se puede leer debidamente la enseñanza de la naturaleza a la luz que procede del Calvario. Hágase ver por medio de la historia de Belén y de la cruz cuán bueno es vencer el mal, y cómo constituye un don de la redención cada bendición que recibimos.
En la zarza y la espina, el abrojo y la cizaña, está representando el mal que marchita y desfigura. En el canto del pájaro y el pimpollo que se abre, en la lluvia y la luz del sol, en la brisa estival y en el suave rocío, en diez mil objetos de la naturaleza, desde el cedro del bosque hasta la violeta que florece a su pie, se ve el amor que restaura. Y la naturaleza nos habla todavía de la bondad de Dios.
"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal".* Este es el mensaje que, a la luz que procede de la cruz, debe leerse en toda la naturaleza. Los cielos declaran la gloria de Dios, y la tierra está llena de sus riquezas.102

Lecciones de la vida

"Habla a la tierra, y ella te enseñará".
EL GRAN Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza, para que oyeran la voz que habla en todas las cosas creadas, y a medida que sus corazones se hacían más sensibles y sus mentes más receptivas, les ayudaba a interpretar la enseñanza espiritual de las escenas que contemplaban sus ojos. Las parábolas, por medio de las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad, muestran cuán abierto estaba su espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo le agradaba extraer la enseñanza espiritual del ambiente en que transcurría la vida diaria.

Cristo se valía de las aves del cielo, los lirios del campo, el sembrador y la semilla, el pastor y las ovejas, para ilustrar verdades inmortales. También obtenía ilustraciones de los acontecimientos de la vida, de cosas familiares a sus oyentes, tales como la levadura, el tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la moneda perdida, el hijo pródigo, las casas construidas en la arena y en la roca. En sus lecciones había algo para interesar a cada mente, e impresionar cada corazón. De ese modo la tarea diaria, en vez de ser una serie repetida de trabajos, exenta de pensamientos elevados, resultaba animada por recuerdos constantes de lo espiritual y lo invisible.

Del mismo modo deberíamos enseñar nosotros. Aprendan los niños a ver en la naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de Dios; vincúlese el 103 concepto del Creador al ave, la flor y el árbol; lleguen todas las cosas visibles a ser para ellos intérpretes de lo invisible y todos los sucesos de la vida medios de enseñanza divina.
Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que enseñan todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstrese que las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida, deben regirnos a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas podemos hallar felicidad y éxito verdaderos.

LA LEY DEL SERVICIO

Tanto las cosas del cielo como las de la tierra declaran que la gran ley de la vida es una ley de servicio. El Padre infinito cuida la vida de toda cosa animada. Cristo vino a la tierra "como el que sirve".* Los ángeles son "espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación".* La misma ley de servicio está impresa en todos los objetos de la naturaleza. Las aves del cielo, las bestias del campo, los árboles del bosque, las hojas, el pasto y las flores, el sol en los cielos y las estrellas de luz, todos tienen su ministerio. El lago y el océano, el río y el manantial, todos toman para dar.
Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo, asegura la suya. No menos está escrita en la naturaleza que en las páginas de las Sagradas Escrituras, la lección: "Dad, y se os dará".*

Al abrir los cerros y las llanuras un canal para que el torrente de la montaña llegue por él hasta el mar, lo que dan les es devuelto centuplicado. El arroyo que recorre su camino murmurando, deja tras sí su don de belleza y fertilidad. A través de los campos, desnudos y tostados bajo el calor del verano, una 104 línea de verdor marca el curso del río; cada árbol noble, cada brote, cada pimpollo, es un testigo de la recompensa que la gracia de Dios decreta para todos los que llegan a ser sus medios de comunicación con el mundo.

LA SIEMBRA HECHA CON FE

De las lecciones casi innumerables enseñadas por los diversos procesos del crecimiento, algunas de las más preciosas son transmitidas por medio de la parábola del crecimiento de la semilla, dada por el Salvador. Sus lecciones convienen a jóvenes y viejos.
"Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga".*
La semilla posee la capacidad de germinar implantada por Dios mismo; sin embargo, abandonada a su suerte, no tendría poder para brotar. El hombre tiene que hacer su parte para estimular el crecimiento del grano, pero fuera de eso, no puede hacer nada. Debe depender de Aquel que ha ligado la siembra y la siega con los eslabones maravillosos de su poder omnipotente.

Hay vida en la semilla, hay poder en el suelo, pero a menos que el poder infinito trabaje día y noche, la semilla no dará fruto. Las lluvias deben refrescar los campos sedientos; el sol debe impartir calor; la electricidad debe llegar hasta la semilla sepultada. Sólo el Creador puede llamar a existencia la vida que él ha implantado. Toda semilla crece y toda planta se desarrolla por el poder de Dios.
"La semilla es la Palabra de Dios". "Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace 105 brotar su semilla, así Jehová el Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones".* En la siembra espiritual ocurre lo mismo que en la natural: El único poder que puede producir vida procede de Dios.

La obra del sembrador es una obra de fe. No puede comprender el misterio de la germinación y del crecimiento de la semilla, pero tiene confianza en los instrumentos por medio de los cuales Dios produce la vegetación. Echa la semilla, con la esperanza de recogerla multiplicada en una cosecha abundante. Del mismo modo deben trabajar los padres y maestros, con la esperanza de recoger una cosecha de la semilla que siembran.

Durante algún tiempo la buena semilla puede permanecer en el corazón sin ser notada, y sin dar evidencia de haber echado raíces, pero más tarde, al dar el Espíritu de Dios aliento al alma, la semilla oculta brotará, y al fin dará fruto. En la obra de nuestra vida no sabemos qué prosperará, si esto o aquello. No nos toca a nosotros resolver este problema. "Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano".* El gran pacto de Dios declara que "mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega"* Puesto que confía en esta promesa, el agricultor ara y siembra. Al trabajar en la siembra espiritual, no debemos tener menos confianza en esta promesa: "Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquellos para que la envié". "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".

La germinación de la semilla representa el comienzo de la vida espiritual, y el desarrollo de la planta es una figura del desarrollo del carácter. No 106 puede haber vida sin crecimiento. La planta crece, o muere. Del mismo modo que su crecimiento es silencioso, imperceptible pero continuo, así es también el crecimiento del carácter. En cualquier etapa del desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; sin embargo, si se cumple el propósito de Dios para nosotros, habrá un progreso constante.
La planta crece porque recibe lo que Dios ha provisto para mantener su vida. Del mismo modo se logra el crecimiento espiritual por medio de la cooperación con los agentes divinos. Así como la planta se arraiga en el suelo, nosotros debemos arraigarnos en Cristo. Así como la planta recibe la luz del sol, el rocío y la lluvia, nosotros debemos recibir el Espíritu Santo. Si nuestros corazones se apoyan en Cristo, él vendrá a nosotros "como la lluvia tardía y temprana a la tierra".* Como el Sol de Justicia, se levantará sobre nosotros "y en sus alas traerá salvación".*Creceremos "como lirio". Nos vivificaremos "como trigo" y floreceremos "como la vid".*

El proceso del crecimiento del trigo es como sigue: "Primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga".* El propósito que tiene el agricultor al sembrar la semilla y cultivar la planta, es obtener el grano: pan para el hambriento y semilla para cosechas futuras. Así también espera una cosecha el Agricultor divino. Trata de reproducirse en el corazón y en la vida de sus seguidores, para que por medio de ellos pueda ser reproducido en otras vidas y otros corazones.

El desarrollo gradual de la planta a partir de la semilla, es una ilustración de la educación del niño "Primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga".* El que dio esta parábola, creó la semillita, le dio sus propiedades vitales y dictó las leyes que rigen su crecimiento. Y las verdades enseñadas 107 por la parábola fueron hechas una realidad en su propia vida. El, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, se hizo criatura en Belén, y representó por un tiempo a la infancia impotente que depende del cuidado materno. En su niñez habló y se condujo como niño, honró a sus padres, y realizó sus deseos en forma útil. Pero a partir del primer destello de inteligencia, fue creciendo constantemente en gracia y en conocimiento de la verdad.

Los padres y maestros debieran proponerse cultivar de tal modo las tendencias de los jóvenes que, en cada etapa de la vida, éstos representen la debida belleza de ese período, que se desarrollen naturalmente, como lo hacen las plantas del jardín.
Los niñitos deberían ser educados con sencillez infantil. Debería enseñárseles a conformarse con los deberes simples y útiles y los placeres e incidentes naturales a sus años. La niñez corresponde a la hierba de la parábola, y la hierba tiene una belleza peculiar. No se debería forzar en los niños el desarrollo de una madurez precoz, sino que se debería tratar de conservar, tanto tiempo como fuera posible, la frescura y la gracia de sus primeros años. Cuanto más tranquila y sencilla sea la vida del niño, cuanto menos afectada por la excitación artificial y más en armonía con la naturaleza, más favorables será para el vigor físico y mental, y la fuerza espiritual.

El milagro del Salvador, al alimentar a los cinco mil, ilustra la obra del poder de Dios en la producción de la cosecha. Jesús descorre el velo del mundo de la naturaleza, y revela la energía creadora ejercida constantemente para nuestro bien. Al multiplicar la semilla sembrada en el suelo, el que multiplicó los panes hace un milagro todos los días. 108 Por medio de un milagro alimenta constantemente a millones de personas con las mieses de la tierra. Se llama a los hombres a cooperar con él en el cuidado del grano y la preparación del pan, y por este motivo pierden de vista al instrumento divino. Se atribuye la obra de su poder a causas naturales o a medios humanos y, con demasiada frecuencia, se pervierten sus dones dándoles un uso egoísta y convirtiéndolos así en una maldición en vez de una bendición. Dios está procurando cambiar todo esto. Desea que nuestros sentidos entorpecidos se aviven para percibir su bondad misericordiosa, que sus dones sean para nosotros la bendición que él se proponía que fuesen.

La palabra de Dios, la transmisión de su vida, es lo que da vida a la semilla y, al comer el grano, nos hacemos partícipes de esa vida. Dios desea que comprendamos eso; quiere que aún al recibir nuestro pan cotidiano, reconozcamos su intervención y alcancemos una comunión más íntima con él.
Según las leyes de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto sigue a la causa con invariable seguridad. La siega es un testimonio de la siembra. Aquí no hay simulación posible. Los hombres pueden engañar a sus semejantes y recibir alabanza y compensación por un servicio que no han prestado. Pero en la naturaleza no puede haber engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación para el agricultor infiel. Y en su sentido superior, esto se aplica también al campo de lo espiritual. El mal triunfa aparentemente, pero no en realidad. El niño que por jugar falta a clases, el joven perezoso para estudiar, el empleado o aprendiz que no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en cualquier negocio o profesión es infiel a sus responsabilidades más elevadas, puede jactarse de que mientras la falta permanezca 109 oculta obtiene ciertas ventajas. Pero no es así; se engaña a sí mismo. El carácter es la cosecha de la vida, y determina el destino tanto para esta vida como para la venidera.

La cosecha es la reproducción de la semilla sembrada. Toda semilla da fruto "según su género". Lo mismo ocurre con los rasgos de carácter que fomentamos. El egoísmo, el amor propio, el engreimiento, la propia complacencia, se reproducen, y el final es desgracia y ruina. "Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del espíritu segará vida eterna".* El amor, la simpatía y la bondad, dan fruto de bendición, una cosecha imperecedera.

En la cosecha, la semilla se multiplica. Un solo grano de trigo, multiplicado por repetidas siembras, cubriría todo un terreno de gavillas doradas. La misma extensión puede tener la influencia de una sola vida, y hasta de una sola acción.
¡Qué actos de amor ha inspirado, a través de los siglos, el recuerdo del vaso de alabastro roto para ungir a Cristo! ¡Cuántas ofrendas ha ganado para la causa del Salvador la contribución de "dos blancas, o sea un cuadrante"*, hecha por una pobre viuda anónima!

VIDA POR MEDIO DE LA MUERTE

La siembra enseña una lección de generosidad."El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará".*
El Señor dice: "Dichosos vosotros los que sembráis junto a todas las aguas".* Sembrar junto a todas las aguas significa dar dondequiera que se necesite nuestra ayuda. Esto no será causa de pobreza. 110
"El que siembra generosamente, generosamente también segará". Al esparcir la semilla, el sembrador la multiplica. Del mismo modo, al compartir con otros, aumentamos nuestras bendiciones. La promesa de Dios asegura abundancia, para que sigamos dando.
Más aún: al impartir bendiciones en esta vida, la gratitud del que las recibe prepara el corazón para recibir la verdad espiritual y se produce una cosecha para vida eterna.

LA VIDA ES RESULTADO DE SU MUERTE

Mediante la acción de echar el grano en la tierra, el Salvador representa su sacrificio por nosotros. "Que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere -dice él-, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto".* Unicamente por medio del sacrificio de Cristo, la Simiente, podía obtenerse fruto para el reino de Dios. De acuerdo con la ley del reino vegetal, la vida es resultado de su muerte.
Lo mismo ocurre con todos los que dan fruto como colaboradores con Cristo; el amor y el interés propios deben perecer; la vida debe ser echada en el surco de la necesidad del mundo. Pero la ley del sacrificio del yo es la ley de la conservación propia. El agricultor conserva el grano cuando lo arroja a la tierra. Del mismo modo será conservada la vida que se da generosamente para servicio de Dios y del hombre.

La semilla muere para dar origen a nueva vida. Por medio de esto se nos enseña la lección de la resurrección. Dios ha dicho del cuerpo humano depositado en el sepulcro donde se reduce a polvo: "Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder".* 111
Cuando los padres y maestros tratan de enseñar estas lecciones, deberían hacerlo en forma práctica. Preparen los niños el terreno y siembren la semilla. Mientras trabajan así el terreno, el padre o el maestro puede compararlo con el jardín del corazón y la semilla buena o mala echada en él, y explicar que, así como es necesario preparar el jardín para sembrar la semilla natural, es necesario preparar el corazón para sembrar la semilla de la verdad. Al esparcir la semilla en el terreno, pueden enseñar la lección de la muerte de Cristo, y al brotar la hierba, la verdad de la resurrección. A medida que crece la planta, se puede continuar la comparación entre la siembra natural y la espiritual.

De modo semejante se debería enseñar a los jóvenes. Continuamente se pueden aprender lecciones del cultivo del suelo. Nadie se instala en un pedazo de tierra inculta con la esperanza de que dé inmediatamente una cosecha. Se debe hacer una labor diligente perseverante, en la preparación del suelo, la siembra de la semilla y el cultivo de las mieses. Del mismo modo se debe proceder en la siembra espiritual. Debe cultivarse el jardín del corazón. La tierra debe ser roturada por el arrepentimiento. Deben sacarse de raíz las malas hierbas que ahogan el grano sembrado. Así como se requiere un trabajo diligente para limpiar un campo que se ha llenado de abrojos, sólo se pueden vencer las malas tendencias del corazón por medio de esfuerzos fervientes hechos en el nombre y el poder de Cristo.

Al cultivar la tierra, el trabajador reflexivo descubrirá que se abren ante él tesoros jamás soñados. Nadie puede tener éxito en los trabajos agrícolas o de la huerta si no presta atención a las leyes que entrañan. Es necesario estudiar las necesidades especiales de cada variedad de plantas. Las diversas variedades requieren terreno y cultivo diferentes, 112 y la condición del éxito es la obediencia a las leyes que rigen a cada una. La atención requerida al trasplantar, para que no se cambien de lugar ni amontonen siquiera las raíces más finas, el cuidado de las plantas tiernas, la poda y el riego; la protección contra la helada de la noche y el sol durante el día, el cuidado que hay que ejercer para mantener alejadas las malas hierbas, las enfermedades y las plagas de insectos, el arreglo de las plantas, no sólo enseñan lecciones importantes en cuanto al desenvolvimiento del carácter, sino que el trabajo mismo es un medio de desarrollo. Al cultivar el cuidado, la paciencia, la atención a los detalles, la obediencia a la ley, se obtiene una educación esencial. El contacto constante con el misterio de la vida y el encanto, de la naturaleza, así como la ternura necesaria para cuidar esos hermosos objetos de la creación de Dios, tienden a vivificar la mente y refinar y elevar el carácter, y las lecciones aprendidas preparan al trabajador para tratar con más éxito con otras mentes. 113

Otras Ilustraciones

"¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las misericordias de Jehová?"
EL PODER sanador de Dios se hace sentir en toda la naturaleza. Si se corta un árbol, si un ser humano se lastima o se rompe un hueso, la naturaleza empieza inmediatamente a reparar el daño. Aún antes que exista la necesidad, están listos los elementos sanadores, y tan pronto como se lastima una parte, todas las energías se dedican a la obra de restauración. Lo mismo ocurre en el reino espiritual. Antes que el pecado creara la necesidad, Dios había provisto el remedio. Toda alma que cede a la tentación es herida por el adversario, pero dondequiera que haya pecado está el Salvador. Es obra de Cristo "sanar a los quebrantados de corazón . . . pregonar libertad a los cautivos. . . poner en libertad a los oprimidos".*

Nosotros debemos cooperar en esta obra. "Si alguno fuere sorprendido en alguna falta. . . restauradle".* La palabra aquí traducida por "restaurar" significa juntar, como si se tratara de un hueso dislocado. ¡Qué figura sugestiva! El que incurre en el error o el pecado llega a desarmonizar con todo lo que lo rodea. Puede percatarse de su error, llenarse de remordimiento, pero no puede restablecerse. Se encuentra confuso, perplejo, vencido, impotente. Necesita ser ganado de nuevo, sanado, rehabilitado. "Vosotros que sois espirituales, restauradle". 114 Solamente el amor que fluye del corazón de Cristo puede sanar. Sólo aquel en quien fluye ese amor, como la savia en el árbol, o la sangre en el cuerpo, puede restaurar al alma herida.

LOS INSTRUMENTOS DEL AMOR

Los instrumentos del amor tienen poder maravilloso, porque son divinos. La respuesta suave que "quita la ira"; el amor que "es sufrido" y "es benigno"; el amor que "cubrirá multitud de pecados"*; si aprendiéramos esta lección ¡de qué poder sanador serían dotadas nuestras vidas! La vida sería transformada y la tierra llegaría a ser la misma semejanza y el goce anticipado del cielo.
Estas preciosas lecciones enseñadas de un modo sencillo, pueden ser comprendidas hasta por los niñitos. El corazón del niño es tierno y fácilmente impresionable, y cuando nosotros, que somos mayores, lleguemos a ser "como niños"*, cuando aprendamos la sencillez, la dulzura y el tierno amor del Salvador, no hallaremos difícil tocar él corazón de los pequeños y enseñarles el misterio sanador del amor.

La perfección existe en todas las obras de Dios, sean pequeñas o importantes. La misma mano que sostiene los mundos en el espacio, da forma a las flores del campo. Examinad bajo el microscopio las flores más pequeñas y comunes que crecen junto al camino, y notad en todas sus partes cuán exquisita es su belleza y perfección. Del mismo modo puede hallarse verdadera excelencia en la más humilde suerte; las tareas más comunes, desempeñadas con fidelidad amante, son hermosas a la vista de Dios. La atención concienzuda que se presta a las cosas pequeñas nos hará colaboradores con él y nos ganará el elogio de Aquel que lo ve y lo sabe todo. 115
El arco iris que atraviesa los cielos con su arco de luz es una prenda del "pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente".* Y el arco iris que rodea el trono de lo alto es también para los hijos de Dios una prenda de su pacto de paz.

Así como el arco en las nubes es el resultado de la unión de la luz del sol y la lluvia, el arco que hay sobre el trono de Dios representa la unión de su misericordia y su justicia. Dios dice al alma pecadora pero arrepentida: Vive: Para ti se "halló redención".*
"Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti".*

EL MENSAJE DE LAS ESTRELLAS

También las estrellas tienen un mensaje de ánimo para todo ser humano. En los momentos que sobrevienen a todos, cuando el corazón es débil y la tentación abruma; cuando los obstáculos parecen invencibles, las metas de la vida imposibles de lograr, y sus hermosas promesas como manzanas de Sodoma, ¿dónde se pueden hallar entonces un valor y una firmeza como los que ofrece la lección que Dios nos ha invitado a aprender de las estrellas que siguen su curso invariable?
"Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino 116 está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas".
"No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". "Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo".*

La palmera, herida por el sol ardiente y las tormentas de arena, se yergue verde, florecida y llena de fruto en medio del desierto. Manantiales vivos alimentan sus raíces. Su corona de verdor se divisa a la distancia, en medio de la llanura calcinada y desolada; y el viajero, que se siente morir, apresura su paso vacilante para llegar hasta la sombra fresca y el agua vivificante.
El árbol del desierto es un símbolo de lo que Dios quiere que sea la vida de sus hijos en este mundo. Tienen que guiar al agua viva a las almas cansadas, llenas de inquietud, y a punto de perecer en el desierto del pecado. Tienen que dirigir la atención de sus semejantes a Aquel de quien parte la invitación: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba".*

Se considera que el río ancho y profundo, que ofrece una vía de comunicación para el tráfico de las naciones y sus viajeros, es un beneficio para todo el mundo; pero, ¿qué diremos de los arroyuelos que contribuyen a formar esa noble corriente fluvial? Si no fuera por ellos, el río desaparecería. De ellos depende su misma existencia. También se honra a 117 los hombres que dirigen una gran obra, como si a ellos solos se debiera el éxito de ésta, pero ese éxito requirió la fiel cooperación de un sinnúmero de obreros más humildes ignorados por el mundo. Las tareas no elogiadas y los trabajos no reconocidos constituyen la suerte de la mayor parte de los trabajadores del mundo. Esta situación llena de descontento a muchos. Les parece que están desperdiciando la vida. Pero el arroyuelo que corre silencioso por el bosquecillo y la pradera, y lleva salud, fertilidad y belleza, es tan útil en su lugar como el ancho río. Al contribuir a la vida del río ayuda a lograr lo que él solo nunca hubiera podido realizar.

Muchos necesitan esta lección. Se idolatra demasiado el talento y se codicia excesivamente la posición. Demasiadas personas no quieren hacer nada a menos que se los considere jefes; demasiados no se interesan en el trabajo a menos que reciban alabanza. Necesitamos aprender a ser fieles para usar hasta lo sumo las facultades y oportunidades que tenemos, y a contentarnos con la suerte que el cielo nos asigna.

UNA LECCIÓN DE CONFIANZA

"Pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán. . . Los peces del mar te lo declararán también". "Ve a la hormiga. . . mira sus caminos". "Mirad las aves". "Considerad los cuervos".*
No solamente hemos de hablar al niño de estas criaturas de Dios. Los mismos animales deben ser sus maestros. Las hormigas enseñan lecciones de trabajo paciente, de perseverancia para vencer los obstáculos, de previsión para el futuro. Los pájaros son maestros de la dulce lección de la confianza. 118

Nuestro Padre celestial hace provisión para ellos, pero ellos deben buscar su alimento, construir sus nidos y criar a sus hijos. Constantemente están expuestos a los enemigos que tratan de destruirlos y, sin embargo, ¡con qué ánimo hacen el trabajo! ¡cuán gozosos son sus cantos!
Es hermosa la descripción que hace el salmista del cuidado de Dios por las criaturas de los bosques:
"Los montes altos para las cabras monteses; Las peñas, madrigueras para los conejos".*
El hace correr los manantiales por las montañas donde los pájaros tienen su habitación y "cantan entre las ramas". Todas las criaturas de los bosques y de las montañas forman parte de su gran familia. El abre la mano y satisface "de bendición a todo ser viviente".*

EL ÁGUILA DE LOS ALPES

El águila de los Alpes es a veces arrojada por la tempestad a los estrechos desfiladeros de las montañas. Las nubes tormentosas cercan a esta poderosa ave del bosque y con su masa oscura la separan de las alturas asoleadas donde ha construido su nido. Los esfuerzos que hace para escapar parecen infructuosos. Se precipita de aquí para allá, bate el aire con sus fuertes alas y despierta el eco de las montañas con sus gritos. Al fin se eleva con una nota de triunfo y, atravesando las nubes, se encuentra una vez más en la claridad solar, por encima de la oscuridad y la tempestad. Nosotros también podemos hallarnos rodeados de dificultades, desaliento y oscuridad. Nos cerca la falsedad, la calamidad, la injusticia. Hay nubes que no podemos disipar. Luchamos en vano con las circunstancias. Hay una vía de escape, y tan sólo una. Las neblinas y brumas cubren 119 la tierra; más allá de las nubes brilla la luz de Dios. Podemos elevarnos con las alas de la fe hasta la región de la luz de su presencia.

Muchas lecciones se pueden aprender de ese modo. La de la confianza propia, del árbol que crece solo en la llanura o en la ladera de la montaña, hundiendo sus raíces hasta lo profundo de la tierra y desafiando con su fuerza la tempestad. La del poder de la primera influencia, del tronco torcido, nudoso y doblado, al cual ningún poder terrenal puede devolver la simetría perdida. La del secreto de una vida santa, del nenúfar que, en el fondo de un estanque sucio, rodeado por desperdicios y malezas, sepulta su tallo acanalado hasta encontrar la arena pura, y sacando de allí su vida, eleva, hasta encontrar la luz su flor fragante, de una pureza impecable.
De ese modo, al mismo tiempo que los niños y los jóvenes obtienen el conocimiento de los hechos por medio de los maestros y libros de texto, pueden aprender a sacar lecciones y descubrir verdades por sí mismos. Cuando trabajan en el jardín, interrogadles acerca de lo que aprenden del cuidado de sus plantas. Cuando contemplan un paisaje hermoso, preguntadles por qué vistió Dios los campos y los bosques con tonos tan encantadores y variados. ¿Por qué no es todo de un tinte pardo sombrío? Cuando recogen flores, inducidlos a pensar por qué conservó para nosotros la belleza de esos restos del Edén. Enseñadles a notar por todas partes, mediante las evidencias que ofrece la naturaleza, el cuidado de Dios por nosotros, la maravillosa adaptación de todas las cosas a nuestras necesidades y felicidad.

Sólo aquel que reconoce en la naturaleza la obra del Padre, que en la riqueza y belleza de la tierra lee lo que ha sido escrito por él, aprende de las cosas 120 de la naturaleza sus más profundas lecciones y recibe su elevado ministerio. Sólo puede apreciar plenamente el significado de la colina y el valle, el río y el mar aquel que los contempla como una expresión del pensamiento de Dios, una revelación del Creador.
Los escritores de la Biblia hacen uso de muchas ilustraciones que ofrece la naturaleza, y si observamos las cosas del mundo natural, podremos comprender más plenamente, bajo la mano guiadora del Espíritu Santo, las lecciones de la Palabra de Dios. De ese modo la naturaleza llega a ser una llave del tesoro de la Palabra.

Debería animarse a los niños a buscar en la naturaleza los objetos que ilustran las enseñanzas bíblicas y rastrear en la Biblia los símiles sacados de la naturaleza. Deberían buscar, tanto en la naturaleza como en la Sagrada Escritura, todos los objetos que representan a Cristo, como también los que él empleó para ilustrar la verdad. Así pueden aprender a verle en el árbol y en la vid, en el lirio y en la rosa, en el sol y en la estrella. Pueden aprender a oír su voz en el canto de los pájaros, en el murmullo de los árboles, en el ruido del trueno y en la música del mar. Y cada objeto de la naturaleza les repetirá las preciosas lecciones del Creador.

Para los que así se familiaricen con Cristo, nunca jamás será la tierra un lugar solitario y desolado. Será para ellos la casa de su Padre, llena de la presencia de Aquel que una vez moró entre los hombres. 121


(La Educación de E.G de White)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario