domingo, 6 de diciembre de 2009

2 LA EDUCACION "ILUSTRACIONES"


"Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron". 33

La Educación de Israel

"Jehová solo le guió" "Lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo".
EL SISTEMA de educación establecido en el Edén tenía por centro la familia. Adán era "hijo de Dios"* y de su Padre recibieron instrucción los hijos del Altísimo. Su escuela era, en el más exacto sentido de la palabra, una escuela de familia.
En el plan divino de la educación, adaptado a la condición del hombre después de la caída, Cristo figura como representante del Padre, como eslabón de unión entre Dios y el hombre; él es el gran Maestro de la humanidad, y dispuso que los hombres y mujeres fuesen representantes suyos. La familia era la escuela, y los padres eran los maestros.

La educación que tenía por centro la familia fue la que prevaleció en los días de los patriarcas. Dios proveyó, para las escuelas así establecidas, las condiciones más favorables para el desarrollo del carácter. Las personas que estaban bajo su dirección seguían el plan de vida que Dios había indicado al principio. Los que se separaron de Dios se edificaron ciudades y, congregados en ellas, se gloriaban del esplendor, el lujo y el vicio que hace de las ciudades de hoy el orgullo del mundo y su maldición. Pero los hombres que se aferraban a los principios de vida de Dios moraban en los campos y cerros. Cultivaban la 34 tierra, cuidaban rebaños, y en su vida libre e independiente, llena de oportunidades para trabajar, estudiar y meditar, aprendían de Dios y enseñaban a sus hijos sus obras y caminos.
Tal era el método educativo que Dios deseaba establecer en Israel. Pero cuando los israelitas fueron sacados de Egipto, había pocos entre ellos preparados para ser colaboradores con Dios en la educación de sus hijos. Los padres mismos necesitaban instrucción y disciplina. Puesto que habían sido esclavos durante toda su vida, eran ignorantes, incultos y degradados. Tenían poco conocimiento de Dios y escasa fe en él. Estaban confundidos por enseñanzas falsas y corrompidos por su largo contacto con el paganismo. Dios deseaba elevarlos a un nivel moral más alto, y con este propósito trató de inculcarles el conocimiento de sí mismo.

Mientras erraban por el desierto, en sus marchas de aquí para allá, en su exposición al hambre, la sed y el cansancio, bajo la amenaza de enemigos paganos, y en las manifestaciones de la Providencia que obraba para librarlos, Dios, al revelarles el poder que actuaba continuamente para bien de ellos, trataba de fortalecer su fe. Y habiéndoles enseñado a confiar en su amor y poder, era su propósito presentarles, en los preceptos de su ley, la norma de carácter que, por medio de su gracia, deseaba que alcanzaran.
Durante su permanencia en el Sinaí, Israel recibió lecciones preciosas. Fue un período de preparación especial para cuando heredaran la tierra de Canaán. El ambiente allí era más favorable para la realización del propósito de Dios. Sobre la cima del Sinaí, haciendo sombra sobre la llanura donde estaban diseminadas las tiendas del pueblo, descansaba la columna de nube que los había guiado durante 35 el viaje. De noche, una columna de fuego les daba la seguridad de la protección divina y, mientras dormían, caía suavemente sobre el campamento el pan del cielo. Por todas partes, las enormes montañas escarpadas hablaban, en su solemne grandeza, de la paciencia y la majestad eternas. Se hizo sentir al hombre su ignorancia y debilidad en presencia de Aquel que "pesó los montes con balanza y con pesas los collados."* Allí, por la manifestación de su gloria, Dios trató de impresionar a Israel con la santidad de su carácter y de sus exigencias, y con la excesiva culpabilidad de la desobediencia.

Pero el pueblo era tardo para aprender la lección. Acostumbrado en Egipto a las representaciones materiales más degradantes de la Deidad, era difícil que concibiera la existencia o el carácter del Invisible. Compadecido de su debilidad, Dios le dio un símbolo de su presencia. "Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos".*
En cuanto a la construcción del santuario como morada de Dios, Moisés recibió instrucciones para hacerlo de acuerdo con el modelo de las cosas que estaban en los cielos. El Señor lo llamó al monte y le reveló las cosas celestiales; y el tabernáculo, con todo lo perteneciente a él, fue hecho a semejanza de ellas.
Así reveló Dios a Israel, al cual deseaba hacer morada suya, su glorioso ideal del carácter. El modelo les fue mostrado en el monte, en ocasión de la promulgación de la ley dada en el Sinaí, y cuando Dios pasó ante Moisés y dijo: "¡Jehová ! ¡Jehová ! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad".* 36
Pero por sí mismos, eran impotentes para alcanzar ese ideal. La revelación del Sinaí sólo podía impresionarlos con su necesidad e impotencia. Otra lección debía enseñar el tabernáculo mediante su servicio de sacrificios: La lección del perdón del pecado y el poder de obedecer para vida, a través del Salvador.

Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado por el tabernáculo: Ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro brillante reflejaban en los matices del arco iris las cortinas bordadas con figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adoración, la gloria del lugar santísimo. Dios deseaba que en todo leyese su pueblo su propósito para con el alma humana. El mismo propósito expresó el apóstol Pablo mucho después, inspirado por el Espíritu Santo:
"¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es".*
Grandes fueron el privilegio y el honor otorgados a Israel al encargársele la construcción del santuario, pero grande fue también su responsabilidad. Un pueblo que acababa de escapar de la esclavitud debía erigir en el desierto un edificio de extraordinario esplendor, que requería para su construcción el material más costoso y la mayor habilidad artística. Parecía una empresa estupenda. Pero Aquel que había dado el plano del edificio, se comprometía a cooperar con los constructores.37
"Habló Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte. . . Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado".*

¡Qué escuela artesanal era la del desierto: Tenía por maestros a Cristo y sus ángeles!
Todo el pueblo debía cooperar en la preparación del santuario y sus utensilios. Había trabajo para el cerebro y las manos. Se requería gran variedad de material, y todos fueron invitados a contribuir de acuerdo con el impulso de sus corazones.
De ese modo, con el trabajo y las donaciones, se les enseñaba a cooperar con Dios y con sus semejantes. Además, debían cooperar en la preparación del edificio espiritual, es a saber, el templo de Dios en el alma.

Desde que salieron de Egipto habían recibido lecciones para su instrucción y disciplina. Aun antes de salir de allí se había esbozado una organización provisoria, y el pueblo había sido distribuido en grupos bajo el mando de jefes. Junto al Sinaí se completó la organización. En la administración hebrea se manifestaba el orden tan notable que caracteriza todas las obras de Dios. El era el centro de la autoridad y el gobierno. Moisés, su representante, debía ejecutar sus leyes en su nombre. Luego se organizó el consejo de los setenta; les seguían los sacerdotes y príncipes, e inferiores a ellos los "jefes de millares, de centenas, dé cincuenta y de diez"* y finalmente los encargados de deberes especiales. El campamento estaba arreglado con orden 38 exacto: En el medio estaba el tabernáculo, morada de Dios, y alrededor las tiendas de los sacerdotes y levitas. Alrededor de éstas, cada tribu acampaba junto a su bandera.
Se hacían observar leyes higiénicas estrictas, que eran obligatorias para el pueblo, no sólo por ser necesarias para la salud, sino como una condición para retener entre ellos la presencia del Santo. Moisés les declaró por autoridad divina: "Jehová tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte... por tanto, tu campamento ha de ser santo".*

La educación de los israelitas incluía todos sus hábitos de vida. Todo lo que se refería a su bienestar era objeto de la solicitud divina y estaba comprendido en la jurisdicción de la ley de Dios. Hasta en la provisión de alimento, Dios buscó su mayor bien. El maná con que los alimentaba en el desierto era de tal naturaleza que aumentaba su fuerza física, mental y moral. Aunque tantos se rebelaron contra la sobriedad de ese régimen alimentario, y desearon volver a los días curando, según decían, "nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos"*, la sabiduría de la elección de Dios para ellos se vindicó de un modo que no pudieron refutar. A pesar de las penurias de la vida del desierto, no había una persona débil en todas las tribus.
En todos los viajes debía ir a la cabeza del pueblo el arca que contenía la ley de Dios. El lugar para acampar lo señalaba el descenso de la columna de nube. Mientras ésta descansaba sobre el tabernáculo, permanecían en el lugar. Cuando se levantaba, reanudaban la marcha. Tanto cuando hacían alto como cuando partían, se hacía una solemne invocación. "Cuando el arca se movía, Moisés decía: Levántate, o Jehová, y sean dispersados tus 39 enemigos. . . Y cuando ella se detenía, decía: Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel".*

Mientras el pueblo vagaba por el desierto, el canto era un medio de grabar en sus mentes muchas lecciones preciosas. Cuando fueron librados del ejército de Faraón, toda la hueste de Israel se unió en un canto de triunfo. Por el desierto y el mar resonaron a lo lejos las estrofas de júbilo y en las montañas repercutieron los acentos de alabanza: "¡Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido".* Con frecuencia se repetía durante el viaje este canto que animaba los corazones y encendía la fe de los peregrinos. Por indicación divina se expresaban también los mandamientos dados desde el Sinaí, con las promesas del favor de Dios y el relato de los milagros que hizo para librarlos, en cantos acompañados de música instrumental, a cuyo compás marchaba el pueblo mientras unía sus voces en alabanza.
De ese modo se apartaban sus pensamientos de las pruebas y dificultades del camino, se calmaba el espíritu inquieto y turbulento, se inculcaban en la memoria los principios de la verdad, y la fe se fortalecía. La acción en concierto servía para enseñar el orden y la unidad, y el pueblo se ponía en más íntima comunión con Dios y con sus semejantes.

En cuanto al trato de Dios con Israel, durante los cuarenta años de su peregrinación por el desierto, Moisés declaró:
"Que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga. . . para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos".*
"Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila 40 que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre su plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño".*
"Porque se acordó de su santa palabra dada a Abrahán su siervo. Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Les dio las tierras de las naciones, y las labores de los pueblos heredaron; para que guardasen sus estatutos, y cumpliesen sus leyes. Aleluya".*
Dios rodeó a Israel de toda clase de facilidades y privilegios que hiciesen de él un honor para su nombre y una bendición para las naciones vecinas. Le prometió que, si andaba en el camino de la obediencia, lo ensalzaría "sobre todas las naciones que hizo, para loor y fama y gloria". "Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán". Las naciones que oyeran esa declaración habrían de decir: "Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta".*

En las leyes encomendadas a Israel fueron dadas instrucciones explícitas en cuanto a la educación. Dios se había revelado a Moisés, en el Sinaí, como "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad".* Estos principios, incluidos en su ley, debían ser enseñados a los niños, por los padres y las madres de Israel. Moisés les declaró por indicación de Dios: "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".* 41
Estas cosas no debían ser enseñadas como una teoría seca. Los que enseñan la verdad deben practicar sus principios. Únicamente al reflejar el carácter de Dios en la justicia, la nobleza y la abnegación de sus propias vidas, pueden impresionar a otros.

La verdadera educación no consiste en inculcar por la fuerza la instrucción en una mente que no está lista para recibirla. Hay que despertar las facultades mentales, lo mismo que el interés. A esto respondía el método de enseñanza de Dios. El que creó la mente y ordenó sus leyes, dispuso su desarrollo de acuerdo con ellas. En el hogar y el santuario, por medio de las cosas de la naturaleza y el arte, en el trabajo y en las fiestas, en el edificio sagrado y la piedra fundamental, por medio de métodos, ritos y símbolos innumerables, Dios dio a Israel lecciones que ilustraban sus principios y conservaban el recuerdo de sus obras maravillosas. Entonces, al levantarse una pregunta, la instrucción dada impresionaba la mente y el corazón.

En las providencias tomadas para la educación del pueblo escogido, se pone de manifiesto que la vida que tiene por centro a Dios es una vida completa. El provee el medio de satisfacer toda necesidad que ha implantado, y trata de desarrollar toda facultad impartida.
Como Autor de toda belleza, y amante de lo hermoso, Dios proveyó el medio de satisfacer en sus hijos el amor a lo bello. También hizo provisión para sus necesidades sociales, para las relaciones bondadosas y útiles que tanto hacen para cultivar la simpatía, animar y endulzar la vida.
Como medios de educación, las fiestas de Israel ocupaban un lugar importante. En la vida común, la familia era escuela e iglesia, y los padres eran los maestros, tanto en las cosas seculares como en las religiosas. Pero tres veces al año se dedicaban unos 42 días al intercambio social y al culto. Estas reuniones se celebraron primero en Silo y luego en Jerusalén. Sólo se exigía que estuvieran presentes los padres y los hijos, pero nadie deseaba perder la oportunidad de asistir y, siempre que era posible, todos los miembros de la casa asistían, y junto con ellos, como participantes de su hospitalidad, estaban el extranjero, el levita y el pobre.
El viaje a Jerusalén, hecho al sencillo estilo patriarcal, en medio de la belleza de la estación primaveral, las riquezas del verano, o la gloria y la madurez del otoño, era una delicia. Desde el anciano canoso hasta el niñito, acudían todos con una ofrenda de gratitud a encontrarse con Dios en su santa morada. Durante el viaje, los niños hebreos oían el relato de los sucesos del pasado, las historias que tanto a los jóvenes como a los viejos les gustaba recordar. Se cantaban las canciones que habían animado a los que erraban por el desierto. Se cantaban también los mandamientos de Dios que, ligados a las benditas influencias de la naturaleza y a la bondadosa asociación humana, se fijaban para siempre en la memoria de más de un niño o joven.

Las ceremonias presenciadas en Jerusalén, en relación con la ceremonia pascual; la reunión de la noche, los hombres con los lomos ceñidos, los pies calzados, el cayado en la mano, la comida apresurada, el cordero, el pan sin levadura, las hierbas amargas, y el relato hecho en medio de un solemne silencio, de la historia de la aspersión de la sangre, el ángel que hería de muerte, y la imponente partida de la tierra de cautiverio, eran de tal índole que agitaban la imaginación e impresionaban el corazón.
La fiesta de las cabañas, de los tabernáculos o de las cosechas, con sus ofrendas de la huerta y del campo, el acampar durante una semana bajo enramadas, las reuniones sociales, el servicio recordativo 43 sagrado, y la generosa hospitalidad hacia los obreros de Dios: los levitas del santuario, y hacia sus hijos: el extranjero y el pobre, elevaba todas las mentes en gratitud hacia Aquel que había coronado el año con sus bondades, y cuyas huellas destilan abundancia.
Los israelitas devotos ocupaban así un mes entero del año. Era un lapso libre de cuidados y trabajos, y casi enteramente dedicado, en su sentido más verdadero, a los fines de la educación.
Al distribuir la herencia de su pueblo, Dios se proponía enseñarle, y por medio de él, a las generaciones sucesivas, los principios correctos referentes a la propiedad. La tierra de Canaán fue repartida entre todo el pueblo, a excepción únicamente de los levitas, como ministros del santuario. Aunque alguien vendiera, transitoriamente, su posesión, no podía enajenar la herencia de sus hijos. En cualquier momento en que estuviera en condición de hacerlo podía redimirla; las deudas eran perdonadas cada siete años, y el año quincuagésimo, o de jubileo, toda propiedad volvía a su dueño original. De ese modo la herencia de cada familia estaba asegurada y se proveía una salvaguardia contra la pobreza o la riqueza extremas.

Por medio de la distribución de la tierra entre el pueblo, Dios proveyó para él, lo mismo que para los moradores del Edén, la ocupación más favorable al desarrollo: El cuidado de las plantas y los animales. Otra provisión para la educación fue la suspensión de toda labor agrícola cada séptimo año, durante el cual se dejaba abandonada la tierra, y sus productos espontáneos pertenecían al pobre. De ese modo se daba oportunidad para profundizar el estudio, para que se realizaran cultos y hubiese intercambio social, y para practicar la generosidad, con tanta frecuencia asfixiada por los cuidados y trabajos de la vida. 44

Si hoy día se practicaran en el mundo, los principios de las leyes de Dios, concernientes a la distribución de la propiedad, ¡cuán diferente sería la condición de la gente! La observancia de estos principios evitaría los terribles males que en todas las épocas han provenido de la opresión ejercida por el rico sobre el pobre, y el odio de éste hacia aquél. Al par que impediría la acumulación de grandes riquezas, tendería a impedir la ignorancia y degradación de decenas de miles de personas, cuyo mal pagado servicio contribuye a la acumulación de esas fortunas colosales. Contribuiría a obtener una solución pacífica de los problemas que amenazan ahora con llenar al mundo de anarquía y derramamiento de sangre.
La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya fueran de la huerta o la mies, del rebaño o la manada, del trabajo manual o del intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por medio de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para acabar con todo egoísmo, y cultivar la grandeza y la nobleza de carácter.
El conocimiento de Dios, la comunión con él en el estudio y el trabajó, la semejanza a él en carácter, habían de ser la fuente, el medio y el blanco de la educación de Israel, educación impartida por Dios a los padres, y que ellos debían transmitir a sus hijos. 45

Las Escuelas de los Profetas

"Ellos se sentaron a tus pies; cada uno recibió tus palabras".
DONDEQUIERA se llevaba a cabo en Israel el plan educativo de Dios, se veía, por sus resultados, que él era su Autor. Sin embargo, en muchas casas, la educación indicada por el cielo y los caracteres según ella desarrollados, eran igualmente raros. Se llevaba a cabo parcial e imperfectamente el plan de Dios. A causa de la incredulidad y el descuido de las instrucciones dadas por el Señor, los israelitas se rodearon de tentaciones que pocos tenían el poder de resistir. Cuando se establecieron en Canaán, "no destruyeron a los pueblos que Jehová les dijo; antes se mezclaron, con las naciones, y aprendieron sus obras, y sirvieron a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina".* Su corazón no era recto con Dios, "ni estuvieron firmes en su pacto. Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; y apartó muchas veces su irá. . . Se acordó de que eran carne, soplo que va y no vuelve".* Los padres y las madres israelitas llegaron a ser indiferentes a su obligación hacia Dios y sus hijos. A causa de la infidelidad observada en el hogar, y las influencias idólatras del exterior, muchos jóvenes hebreos recibieron una educación que difería grandemente de la 46 que Dios había ideado para ellos, y siguieron los caminos de los paganos.

A fin de contrarrestar este creciente mal, Dios proveyó otros instrumentos que ayudaran a los padres en la obra de la educación. Desde los tiempos más remotos se había considerado a los profetas como maestros divinamente designados. El profeta era, en el sentido más elevado, una persona que hablaba por inspiración directa, y comunicaba al pueblo los mensajes que recibía de Dios. Pero también se daba este nombre a los que, aunque no era tan directamente inspirados, eran divinamente llamados a instruir al pueblo en las obras y los caminos de Dios. Para preparar esa clase de maestros, Samuel fundó, de acuerdo con la instrucción del Señor, las escuelas de los profetas.

Estas escuelas tenían por objeto servir como barrera contra la corrupción que se propagaba por todas partes, atender al bienestar mental y espiritual de la juventud, y estimular la prosperidad de la nación, proveyéndola de hombres preparados para actuar en el temor de Dios, como directores y consejeros. Con este propósito, Samuel reunió grupos de jóvenes piadosos, inteligentes y estudiosos, que recibieron el nombre de hijos de los profetas. A medida que estudiaban la Palabra y las obras de Dios, su poder vivificador activaba las energías de la mente y el alma, y los alumnos recibían sabiduría de lo alto. Los maestros no sólo eran versados en la verdad divina, sino que habían gozado de la comunión con Dios, y habían recibido el don especial de su Espíritu. Gozaban del respeto y la confianza del pueblo, tanto por su saber como por su piedad. En los días de Samuel había dos escuelas tales, una en Ramá, donde vivía el profeta, y otra en Quiriat-jearim. En años posteriores se establecieron otras. 47
Los alumnos de estas escuelas se sostenían cultivando la tierra, o realizando algún otro trabajo manual.

En Israel no se consideraba cosa extraordinaria o degradante el trabajo; al contrario, se consideraba pecado permitir que los niños crecieran sin saber hacer trabajos útiles. Todo joven, ya fuera de padres ricos o pobres, aprendía un oficio. Aunque debiera educarse para desempeñar un oficio sagrado, se consideraba que el conocimiento de la vida práctica era un requisito esencial para prestar la mayor utilidad posible. Muchos de los maestros se mantenían también por medio del trabajo manual.
Tanto en la escuela como en el hogar, mucha de la enseñanza era oral, pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y se ofrecían a su estudio los pergaminos de las Escrituras del Antiguo Testamento. En esas escuelas, los principales temas de estudio eran la ley de Dios, con las instrucciones dadas a Moisés, la historia y la música sagradas, y la poesía. En los relatos de la historia sagrada, se rastreaban las pisadas de Jehová. Se hacían notar las grandes verdades presentadas por medio de símbolos en el servicio del santuario, y la fe abarcaba el objeto central de todo el sistema: El Cordero de Dios, que había de quitar el pecado del mundo. Se fomentaba el espíritu de devoción y no sólo se enseñaba a los alumnos que debían orar, sino la forma de hacerlo, de acercarse al Creador, de ejercitar la fe en él y de comprender y obedecer las enseñanzas de su Espíritu. El intelecto santificado sacaba del tesoro de Dios cosas nuevas y viejas, y el Espíritu de Dios se manifestaba en la profecía y el canto sagrado.

Estas escuelas llegaron a ser uno de los medios más eficaces para estimular la justicia que "engrandece a la nación".* En escala no pequeña contribuyeron a poner el cimiento de la maravillosa prosperidad 48 que distinguió los reinados de David y Salomón.
Los principios enseñados en las escuelas de los profetas eran los mismos que modelaron el carácter y la vida de David. La Palabra de Dios fue su maestro." De tus mandamientos - dijo él- he adquirido inteligencia. . . Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos".* Eso indujo a Dios a decir de David, cuando lo llamó para ocupar el trono, que era "varón conforme a mi corazón".*
En los primeros tiempos de la vida de Salomón se ven también los resultados del método educativo de Dios. Este rey hizo en su juventud la misma decisión que David. Antes que cualquier bien terrenal, pidió a Dios un corazón sabio y entendido. Y el Señor no sólo le dio lo que le pedía, sino lo que no había pedido: riquezas y honores. El poder de su inteligencia, la amplitud de su conocimiento y la gloria de su reinado se hicieron famosos en todo el mundo.

Durante los reinados de David y Salomón, Israel llegó al apogeo de su grandeza. Se cumplió la promesa dada a Abrahán y repetida por medio de Moisés: "Porque si guardarais cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo para que los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos, y siguiéndole a él, Jehová también echará de delante de vosotros a todas estas naciones, y desposeeréis naciones grandes y más poderosas que vosotros. Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio. Nadie se sostendrá delante de vosotros".*

Pero en medio de la prosperidad acechaba el peligro. El pecado de los últimos años de David, aunque de él se arrepintiera sinceramente, y fuese duramente 49 castigado, envalentonó al pueblo en la transgresión de los mandamientos de Dios. Y la vida de Salomón, después de una mañana tan promisoria, fue oscurecida por la apostasía. El deseo de obtener poder político y engrandecimiento propio lo indujo a aliarse con naciones paganas. Procuró la plata de Tarsis y el oro de Ofir a costa del sacrificio de la integridad y la traición de los sagrados cometidos de Dios. La asociación con idólatras y el casamiento con mujeres paganas, corrompieron su fe. De ese modo fueron derribadas las barreras que Dios había levantado para seguridad de su pueblo, y Salomón se entregó al culto de los dioses falsos. En la cima del Monte de los Olivos, frente al templo de Jehová, se erigieron imágenes y altares gigantescos para rendir culto a deidades paganas. Al abandonar su fidelidad a Dios, Salomón perdió el dominio propio. Su delicada sensibilidad se adormeció. Se desvaneció el espíritu concienzudo y considerado que caracterizó el principio de su reinado. Los frutos del orgullo, la ambición, la prodigalidad y el sensualismo, fueron la crueldad y la extorsión. El gobernante justo, compasivo, temeroso de Dios, se convirtió en tirano y opresor. El que en ocasión de la dedicación del templo había orado a Dios para que su pueblo le entregara sin reservas el corazón, se transformó en su seductor. Salomón se deshonró a sí mismo, deshonró a Israel y deshonró a Dios.

La nación, de la cual él había sido el orgullo, siguió sus pasos. Aunque más tarde se arrepintió, su arrepentimiento no impidió que diese fruto el mal que había sembrado. La disciplina y la educación que Dios había señalado a Israel, tendían a diferenciarlos, en todos los aspectos de la vida, de los demás pueblos. No aceptó gustoso esa peculiaridad que debía haber considerado privilegio y bendición especiales. Trató de cambiar la sencillez y el dominio propio, esenciales para un desarrollo más elevado, 50 por la pompa y el sensualismo de las naciones paganas. Su ambición era ser "como. . . todas las naciones".* Desecharon el plan de educación de Dios, y no reconocieron su autoridad.
La caída de Israel empezó con el rechazamiento de los caminos de Dios para adoptar los caminos de los hombres. Así siguió hasta que el pueblo judío fue presa de las mismas naciones cuyas costumbres había adoptado.

Como nación, los israelitas no recibieron los beneficios que Dios deseaba darles. No apreciaron su propósito ni cooperaron en su realización. Pero aunque los individuos y pueblos se separen así de él, su propósito para con los que en él confían es inmutable; "todo lo que Dios hace será perpetuo".*
Si bien es cierto que hay diferentes grados de desarrollo, y diferentes manifestaciones de su poder para suplir las necesidades humanas en los diferentes siglos, la obra de Dios, en todos los tiempos, es la misma. El Maestro es el mismo. El carácter de Dios y su plan son los mismos. "En el cual no hay mudanza, ni sombra de variación".*
La experiencia de Israel ha sido registrada para nuestra instrucción. "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos".* En lo que respecta a nosotros, lo mismo que al Israel de antaño, el éxito de la educación depende de la fidelidad con que se lleva a cabo el plan del Creador. La adhesión, a los principios de la Palabra de Dios nos reportará una bendición tan grande como la hubiera reportado al pueblo hebreo. 51

Biografías de Grandes Hombres

"El fruto del justo es árbol de vida".
LA HISTORIA sagrada ofrece muchas ilustraciones de los resultados de la verdadera educación; muchos nobles ejemplos de hombres cuyos caracteres se formaron bajo la bendición divina; hombres cuyas vidas fueron una bendición para sus semejantes y que vivieron en el mundo como representantes de Dios. Entre ellos figuran José y Daniel, Moisés, Eliseo y Pablo, los mayores estadistas, el mayor legislador, uno de los reformadores más fieles y, a excepción de Aquel que habló como jamás habló hombre alguno, el maestro más ilustre que este mundo haya conocido.

JOSE
En los primeros tiempos de su vida, al pasar de la juventud a la virilidad, José y Daniel fueron separados de sus hogares y llevados cautivos a países paganos. José, especialmente, fue expuesto a las tentaciones que acompañan a los grandes cambios de fortuna. En la casa de su padre fue un niño tiernamente mimado; en la casa de Potifar fue esclavo, y luego confidente y compañero; hombre de negocios, educado mediante el estudio, la observación y el contacto con los hombres; en la cárcel de Faraón fue un preso del estado, condenado injustamente, que no tenía esperanza de vindicación ni perspectiva de libertad; en un momento de gran crisis fue llamado a actuar en el gobierno de la nación.

 ¿Qué lo capacitaba para conservar su integridad?
Nadie puede mantenerse en una gran altura sin peligro. Del mismo modo que la tempestad que deja 52 intacta la flor del valle, desarraiga el árbol de la cima de la montaña, las fieras tentaciones que dejan intacto al de condición humilde, asaltan a los que ocupan los lugares más elevados del mundo en cuanto a éxito y honor. Pero José resistió igualmente la prueba de la prosperidad y la adversidad. En el palacio de Faraón puso de manifiesto la misma fidelidad que en la celda de la cárcel.
En su niñez se le había enseñado a amar y temer a Dios. A menudo se le había contado, en la tienda de su padre, bajo las estrellas de Siria, la historia de la visión nocturna de Betel, de la escalera entre el cielo y la tierra, de los ángeles que subían y bajaban, y de Aquel que se reveló a Jacob desde el trono de lo alto. Se le había contado la historia del conflicto habido junto al Jaboc, donde, después de renunciar a pecados arraigados, Jacob fue vencedor y recibió el título de príncipe con Dios.
Mientras era pastorcillo y cuidaba los rebaños de su padre, la vida pura y sencilla de José había favorecido el desarrollo de las facultades físicas y mentales. Por la comunión con Dios mediante la naturaleza, y el estudio de las grandes verdades transmitidas de padre a hijo, como cometido sagrado, obtuvo fuerza mental y firmeza de principios.

Cuando se produjo la crisis de su vida, durante el viaje terrible que hizo desde el hogar de su niñez, situado en Canaán, a la esclavitud que le esperaba en Egipto, al contemplar por última vez las colinas que ocultaban las tiendas de su parentela, José recordó al Dios de su padre. Recordó las lecciones aprendidas en su niñez y su alma se conmovió cuando hizo la resolución de ser fiel, y conducirse siempre como corresponde a un súbdito del Rey del cielo.
José permaneció fiel durante su amarga vida como extranjero y esclavo, en medio de las escenas y los ruidos del vicio y las seducciones del culto pagano, 53 culto rodeado de todos los atractivos de la riqueza, la cultura y la pompa de la realeza. Había aprendido la lección de la obediencia al deber. La fidelidad en cualquier situación, desde la más humilde a la más encumbrada, adiestró todas sus facultades para un servicio más elevado.

Cuando fue llamado a la corte de Faraón, Egipto era la nación más poderosa. En cuanto a civilización, arte y ciencia, no tenía rival. José administró los negocios del reino en una época de dificultad y peligro extremos, y lo hizo de un modo que cautivó la confianza del rey y del pueblo. Faraón lo puso por "señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría".*
La inspiración ha puesto ante nosotros el secreto de la vida de José. Jacob, con palabras de belleza y poder divinos, habló así de su hijo predilecto, cuando bendijo a sus hijos:
"Rama fructífera es José,
Rama fructífera junto a una fuente,
Cuyos vástagos se extienden sobre el muro.
Le causaron amargura, le asaetearon,
Y le aborrecieron los arqueros;
Mas su arco se mantuvo poderoso,
Y los brazos de sus manos se fortalecieron
Por las manos del Fuerte de Jacob. . .
Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará,
Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá
Con bendiciones de los cielos de arriba,
Con bendiciones del abismo que está abajo. .
Las bendiciones de tu padre
Fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores;
Hasta el término de los collados eternos
Serán sobre la cabeza de José" (Gén. 49: 22-26).* 54

La lealtad a Dios, la fe en el Invisible, constituían el ancla de José. En esto residía el secreto de su poder. "Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las manos del Fuerte de Jacob"

DANIEL, UN EMBAJADOR DEL CIELO
Daniel y sus compañeros fueron aparentemente más favorecidos en su juventud por la suerte, en Babilonia, que José en los primeros años de su vida en Egipto; sin embargo, fueron sometidos a pruebas de carácter apenas menos severas. De su hogar relativamente sencillo de Judea, estos jóvenes de linaje real fueron transportados a la ciudad más magnífica, a la corte del más grande monarca, y fueron escogidos para ser educados para el servicio especial del rey. En esa corte corrompida y lujosa estaban rodeados de fuertes tentaciones. Los vencedores mencionaban con jactancia el hecho de que ellos, adoradores de Jehová, fueran cautivos de Babilonia; que los vasos de la casa de Dios hubiesen sido colocados en el templo de los dioses de Babilonia; que el rey de Israel fuese prisionero de los babilonios, como evidencia de que su religión y sus costumbres eran superiores a la religión y las costumbres de los hebreos. En esas circunstancias, por medio de las mismas humillaciones que eran el resultado de que Israel se había apartado de los mandamientos de Dios, el Señor dio a Babilonia la evidencia de su supremacía, de la santidad de sus demandas y del resultado seguro de la obediencia. Y dio ese testimonio del único modo que podía ser dado: Por medio de los que seguían siendo fieles.
Una prueba decisiva les sobrevino a Daniel y sus compañeros al empezar su carrera. La orden de que se les sirviera la comida de la mesa real era una 55 expresión del favor del rey, y del interés que tenía por su bienestar. Pero como una porción era ofrecida a los ídolos, la comida de la mesa del rey era consagrada a la idolatría: y si los jóvenes participaban de ella se iba a considerar que rendían homenaje a los dioses falsos. La lealtad a Jehová les prohibía que tuvieran parte en semejante homenaje. Tampoco se atrevían ellos a arriesgarse a sufrir los efectos enervantes del lujo y la disipación sobre su desarrollo físico, mental y espiritual.

Daniel y sus compañeros habían sido instruidos fielmente en los principios de la Palabra de Dios. Habían aprendido a sacrificar lo terrenal a lo espiritual, a buscar el mayor bien. Y cosecharon la recompensa. Sus hábitos de temperancia y su sentido de la responsabilidad que tenían como representantes de Dios, produjeron el más noble desarrollo de las facultades del cuerpo, la mente y el alma. Cuando terminó su preparación, al ser examinados con otros candidatos a los honores del reino, no fue hallado ninguno "como Daniel, Ananías, Misael, y Azarías".*
En la corte de Babilonia había representantes de todos los países, hombres de los más selectos talentos, ricamente dotados de dones naturales, y poseedores de la más elevada cultura que este mundo puede ofrecer, y sin embargo, en medio de todos ellos, los hebreos cautivos no tenían rival. Eran incomparables en fuerza y belleza física, en vigor mental y en saber."Y en todo asunto de sabiduría e inteligencia en que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino".*

Inconmovible en su lealtad a Dios y firme en el dominio propio, la noble dignidad y la cortés deferencia 56 de Daniel le conquistaron en su juventud la "gracia y . . . buena voluntad" del funcionario pagano a cuyo cargo estaba. Las mismas cualidades caracterizaron toda su vida. Rápidamente ascendió al puesto de primer ministro del reino. Durante el reinado de monarcas sucesivos, y cuando cayó la nación y se estableció un reino rival, su sabiduría y sus condiciones de estadista fueron tales, tan perfectos su tacto, su cortesía, y la bondad natural de su corazón, combinados con su fidelidad a los buenos principios, que hasta sus enemigos se vieron obligados a confesar que "no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel".*

Mientras Daniel se aferraba a Dios con confianza inquebrantable, descendió sobre él el espíritu del poder profético. Mientras era honrado por los hombres con las responsabilidades de la corte y los secretos del reino, fue honrado por Dios como embajador suyo, y aprendió a leer los misterios de los siglos futuros. Los monarcas paganos, gracias a su relación con el representante del cielo, se vieron obligados a reconocer al Dios de Daniel. "Ciertamente el Dios vuestro -declaró Nabucodonosor- es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios". Y Darío, en su proclama "a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en la tierra" ensalzó al "Dios de Daniel", cómo "el Dios viviente" que "permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido", que "salva y libra. . . y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra".*

HOMBRES LEALES Y HONRADOS
Por su sabiduría y su justicia, por la pureza y la bondad de sus vidas diarias, por su devoción a los intereses del pueblo, aunque era idólatra, José y Daniel demostraron ser fieles a los principios de la 57 educación recibida en su niñez, fieles a Aquel de quien eran representantes. Estos hombres fueron honrados por la nación entera tanto en Egipto como en Babilonia. Un pueblo pagano y todas las naciones con las cuales estaban relacionados, contemplaron en ellos una ilustración de la bondad y la benevolencia de Dios, una ilustración del amor de Cristo.
¡Qué vocación la de estos nobles hebreos! Al despedirse del hogar de su infancia, difícilmente pudieron haber soñado con el elevado destino que les esperaba. Su naturaleza fiel y firme se entregó a la dirección divina para que Dios pudiese cumplir su propósito por medio de ellos.
Dios desea revelar hoy, por medio de los jóvenes y niños, las mismas poderosas verdades que reveló mediante estos hombres. Las historias de José y Daniel son una ilustración de lo que el Señor hará por los que se entregan a él y se esfuerzan de todo corazón por llevar a cabo su propósito.
La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.

Pero semejante carácter no es el resultado de la casualidad; no se debe a favores o dones especiales de la Providencia. Un carácter noble es el resultado de la autodisciplina, de la sujeción de la naturaleza baja a la superior, de la entrega del yo al servicio de amor a Dios y al hombre.
Es necesario inculcar en los jóvenes la verdad de que sus dones no les pertenecen. La fuerza, el tiempo, el intelecto, no son sino tesoros prestados. Pertenecen a Dios, y todo joven debería resolverse a darles el uso más elevado; él es una rama de la cual Dios 58 espera fruto; un mayordomo cuyo capital debe producir dividendos; una luz para iluminar la oscuridad del mundo.
Todo joven y todo niño tienen una obra que hacer para la honra de Dios y la elevación e la humanidad.

ELISEO, FIEL EN LAS COSAS PEQUEÑAS
Los primeros años de la existencia del profeta Eliseo transcurrieron en la quietud de la vida campestre bajo la enseñanza de Dios y la naturaleza, y la disciplina del trabajo útil. En una época de apostasía casi universal, la familia de su padre se contaba entre los que no habían doblado la rodilla ante Baal. En ese hogar se honraba a Dios, y la fidelidad al deber era la norma de la vida diaria.
Como hijo de un rico agricultor, Eliseo había echado mano del trabajo que tenía más cerca. Aunque poseía aptitudes para dirigir a los hombres, se lo instruyó en los deberes comunes de la vida. A fin de dirigir sabiamente, debía aprender a obedecer. La fidelidad en las cosas pequeñas lo preparó para llevar responsabilidades mayores.

Aunque era dócil y manso, Eliseo poseía también energía y firmeza. Abrigaba el amor y el temor de Dios, y de la humilde rutina del trabajo diario obtuvo fuerza de propósito y nobleza de carácter, y creció en la gracia y el conocimiento divinos. Mientras cooperaba con su padre en los trabajos del hogar, aprendía a cooperar con Dios.
Eliseo recibió el llamado profético mientras araba el campo, con los criados de su padre. Cuando Elías, dirigido divinamente en la elección de un sucesor, echó su manto sobre los hombros del joven, Eliseo reconoció y obedeció la orden. "Y fue tras Elías, y le servía".* No fue grande el trabajo que al principio 59 se exigió de Eliseo; las obligaciones comunes seguían constituyendo su disciplina. Se dice que él vertía agua en las manos de Elías, su maestro. Como ayudante personal del profeta, siguió siendo fiel en las cosas pequeñas, al par que con un propósito que se fortalecía diariamente se consagraba a la misión que le había sido asignada por Dios.

Cuando recibió el llamado, se puso a prueba su resolución. Al volverse para seguir a Elías, el profeta le dijo que regresara a su casa. Debía calcular el costo, decidir por sí mismo si había de aceptar o rechazar el llamamiento. Pero Eliseo comprendió el valor de su oportunidad. Por ninguna ventaja mundanal hubiera dejado pasar la posibilidad de llegar a ser mensajero de Dios, o hubiese sacrificado el privilegio de asociarse con su siervo.

Al transcurrir el tiempo y estar preparado Elías para la traslación, también Eliseo estaba listo para ser su sucesor. Nuevamente fueron probadas su fe y su resolución. Mientras acompañaba a Elías en su gira de servicio, sabiendo que la traslación del profeta estaba próxima, éste en todos los lugares lo invitaba a que se volviera. "Quédate ahora aquí -decía Elías- porque Jehová me ha enviado a Bet-el".* Pero al manejar el arado, Eliseo había aprendido a no ceder ni desanimarse, y entonces, al poner la mano en el arado en otro ramo de trabajo, no quería que nadie lo desviara de su propósito. Tan pronto como se le decía que se volviera, respondía:
"Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré".*
"Fueron, pues, ambos. . . Y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo seco. Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo 60 que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.

ELISEO, SUCESOR DE ELÍAS
"Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo. Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él".*
A partir de ese momento, Eliseo ocupó el lugar de Elías. Y el que había sido fiel en lo poco, demostró ser fiel en lo mucho.

Elías, el hombre de poder, había sido instrumento de Dios para vencer males gigantescos. Había abatido la idolatría que, sostenida por Acab y la pagana Jezabel, había seducido a la nación. Había dado muerte a los profetas de Baal. Todo el pueblo de Israel había sido profundamente conmovido, y muchos volvían al culto de Dios. Para suceder a Elías se necesitaba un hombre que por medio de una instrucción cuidadosa 61 y paciente, pudiera guiar a Israel por caminos seguros. La educación que recibió Eliseo durante sus primeros años, bajo la dirección de Dios, lo preparó para esa obra.
La lección es para todos. Nadie puede saber cuál será el propósito de la disciplina de Dios, pero todos pueden estar seguros de que la fidelidad en las cosas pequeñas es evidencia de la idoneidad para llevar responsabilidades más grandes. Cada acto de la vida es una revelación del carácter, y sólo aquel que en los pequeños deberes demuestra ser "obrero que no tiene de qué avergonzarse"*, será honrado por Dios con responsabilidades mayores.

MOISES, PODEROSO POR LA FE
Cuando quedó privado del cuidado protector del hogar de su infancia, Moisés era menor que José y Daniel y, sin embargo, ya habían amoldado su carácter los mismos instrumentos que amoldaron la vida de aquéllos. Pasó solamente doce años con su parentela hebrea, pero durante ese tiempo puso el cimiento de su grandeza una persona de fama poco pregonada.

Jocabed era mujer y esclava. Su destino en la vida era humilde, y su carga pesada. Sin embargo, el mundo no ha recibido beneficios mayores mediante ninguna otra mujer, con excepción de María de Nazaret. Sabiendo que su hijo había de pasar pronto de su cuidado al de los que no conocían a Dios, se esforzó con más fervor aún para unir su alma con el cielo. Trató de implantar en su corazón el amor y la lealtad a Dios. Y llevó a cabo fielmente esa obra. Ninguna influencia posterior pudo inducir a Moisés a renunciar a los principios de verdad que eran el centro de la enseñanza de su madre. 62
Del humilde hogar de Gosén, el hijo de Jocabed pasó al palacio de los faraones, al cuidado de la princesa egipcia que le dio la bienvenida como a un hijo amado y mimado. Moisés recibió en las escuelas de Egipto la más elevada educación civil y militar. Dotado de grandes atractivos personales, de formas y estatura nobles, de mente cultivada y porte principesco, y renombrado como jefe militar, llegó a ser el orgullo de la nación. El rey de Egipto era también miembro del sacerdocio, y Moisés, aunque se negaba a tener parte en el culto pagano, fue iniciado en todos los misterios de la religión egipcia. Siendo aún Egipto en ese tiempo la nación más poderosa y civilizada, Moisés, como soberano en perspectiva, era heredero de los mayores honores que el mundo le podía otorgar. Pero su elección fue más noble. Por el honor de Dios y el libramiento de su pueblo oprimido, Moisés sacrificó los honores de Egipto. Entonces Dios se encargó en un sentido especial de su educación.

Moisés no estaba aún preparado para la obra de su vida. Todavía tenía que aprender a depender del poder divino. Había entendido mal el propósito de Dios. Su esperanza era librar a Israel por la fuerza de las armas. Para ello, lo arriesgó todo, y fracasó. Derrotado y desalentado, se transformó en fugitivo y desterrado en un país extraño.

EN LA UNIVERSIDAD DEL DESIERTO
Moisés pasó cuarenta años en los desiertos de Madián, como pastor de ovejas. Aparentemente apartado para siempre de la misión de su vida, recibió la disciplina esencial para su realización. Mediante el dominio propio, debía obtener sabiduría para gobernar una multitud ignorante e indisciplinado. En el cuidado de las ovejas y los tiernos corderitos, debía obtener la experiencia que iba a convertirlo en un fiel 63 y tolerante Pastor de Israel. Para llegar a ser representante de Dios, debía recibir enseñanza de él.
Las influencias que lo habían rodeado en Egipto, el afecto de su madre adoptiva, su posición como nieto del rey, el lujo y el vicio que atraían en mil formas distintas, el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una religión falsa, habían impresionado su mente y su carácter. Todo esto desapareció en la austera sencillez del desierto.

En medio de la solemne majestad de la soledad de las montañas, Moisés se encontró solo con Dios. Por todas partes estaba escrito el nombre del Creador. Moisés parecía hallarse en su presencia, bajo la sombra de su poder. Allí desapareció su engreimiento. En presencia del Ser Infinito se dio cuenta de lo débil, deficiente y corto de visión que es el hombre.
Allí obtuvo Moisés lo que lo acompañó durante los años de su vida llena de trabajos y cuidados: El sentimiento de la presencia personal del Ser Divino. No sólo vio a través de los siglos que Cristo sería manifestado en la carne; vio a Cristo acompañando a las huestes de Israel en todos sus viajes. Cuando era mal comprendido o se tergiversaba lo que él decía, cuando tenía que aguantar reproches e insultos, hacer frente al peligro y la muerte, podía soportarlo "porque se sostuvo como viendo al Invisible".*
Moisés no sólo pensaba en Dios, sino que lo veía. Dios era la visión constante que tenía delante de sí. Nunca perdía de vista su rostro.

Para Moisés la fe no era una conjetura, sino una realidad. Creía que Dios regía su vida en particular, y lo reconocía en todos sus detalles. Confiaba en él a fin de obtener fuerza para resistir todas las tentaciones. 64
Quería obtener el mayor éxito posible en la obra que se le había asignado, y depositaba toda su confianza en el poder divino. Sentía su necesidad de ayuda, la pedía, se aferraba a ella por la fe, y seguía adelante contando con la seguridad de una fuerza sostenedora.
Tal fue la experiencia que adquirió Moisés durante los cuarenta años de educación en el desierto. La sabiduría infinita no consideró este período como demasiado largo, ni como demasiado grande el precio que costaba impartir una experiencia semejante.

Los resultados de esa educación, de las lecciones allí enseñadas, están ligados, no sólo con la historia de Israel, sino con todo lo que desde ese día hasta hoy ha resultado para progreso del mundo. El mayor testimonio dado acerca de la grandeza de Moisés, el juicio pronunciado sobre su vida por la Inspiración, es: "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara".*

PABLO, GOZOSO EN EL SERVICIO
A la fe y la experiencia de los discípulos galileos que habían acompañado a Jesús, se unieron en la obra del Evangelio el fogoso vigor y el poder intelectual de un rabino de Jerusalén. Siendo ciudadano romano, nacido en una ciudad gentil; siendo judío, no sólo por ascendencia, sino por educación, celo patriótico y fe religiosa de toda una vida; y habiendo sido educado en Jerusalén por los rabinos más eminentes, e instruido en todas las leyes y tradiciones de los padres, Saulo de Tarso compartía en toda su intensidad el orgullo y los prejuicios de su nación. Cuando aún era joven, llegó a ser un honrado miembro del Sanedrín. Se lo tenía por hombre promisorio, y celoso defensor de la antigua fe. 65
En las escuelas teológicas de Judea, la Palabra de Dios había sido sustituida por las especulaciones humanas; las tradiciones e interpretaciones de los rabinos la despojaban de su poder. El engrandecimiento propio, el amor al dominio, la exclusividad celosa, el fanatismo y el orgullo despectivo, eran los principios y motivos predominantes de esos maestros.

Los rabinos se enorgullecían de su superioridad, no sólo sobre los habitantes de otras naciones, sino sobre las multitudes de la suya propia. Dominados por el odio hacia sus opresores romanos, abrigaban la determinación de recobrar por la fuerza de las armas su supremacía nacional. Odiaban y daban muerte, a los seguidores de Jesús, cuyo mensaje de paz era tan opuesto a sus proyectos ambiciosos. Y en esta persecución Pablo era uno de los más crueles e implacables actores.
En las escuelas militares de Egipto, Moisés había aprendido la ley de la fuerza, y esta enseñanza influyó tanto en su carácter, que fueron necesarios cuarenta años de quietud y comunión con Dios y la naturaleza, a fin de prepararlo para dirigir a Israel según el amor. Pablo tuvo que aprender la misma lección.

A las puertas de Damasco, la visión del Crucificado cambió todo el curso de su vida. El perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida. Su estudio lo constituían las Escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su memoria, y Cristo era su Maestro. También fue para él una escuela la soledad de la naturaleza. Fue al desierto de Arabia para estudiar las Escrituras y aprender de Dios. Limpió su alma de los prejuicios y las tradiciones que habían amoldado su vida y recibió instrucción de la Fuente de verdad.

Su vida ulterior fue inspirada por el principio de la abnegación, el ministerio del amor. "A griegos y a 66 no griegos, a sabios y a no sabios -dijo- soy deudor".* "El amor de Cristo nos constriñe".*
Pablo, el más grande maestro humano, aceptaba tanto los deberes más humildes como los más elevados. Reconocía la necesidad del trabajo, tanto para las manos como para la mente, y desempeñaba un oficio para mantenerse. Se dedicaba a la fabricación de tiendas mientras predicaba diariamente el Evangelio en los grandes centros civilizados. "Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo -dijo cuando se despedía de los ancianos de Efeso-, estas manos me han servido".*

Al par que poseía altas dotes intelectuales, Pablo revelaba en su vida el poder de una sabiduría aún más rara. Sus enseñanzas, ejemplificadas por su vida, revelan principios de la más profunda significación, que eran ignorados por los grandes espíritus de su tiempo. Poseía la más elevada de todas las sabidurías que da una pronta perspicacia y simpatía, que pone al hombre en contacto con los hombres, y lo capacita para despertar la naturaleza mejor de sus semejantes e inspirarles a vivir una vida más elevada.

Escuchad las palabras que pronunció ante los paganos de Listra, al indicarles a Dios revelado en la naturaleza como Fuente de todo bien, que nos da "lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones".*
Vedle en la cárcel de Filipos donde, a pesar del dolor que abruma su cuerpo, su canto de alabanza rasga el silencio de la noche. Después que el terremoto ha abierto las puertas de la cárcel, se vuelve a oír su voz en palabras de aliento para el carcelero pagano: "No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí".* Todos habían permanecido en su sitio, contenidos por la presencia de un compañero de prisión. 67 Y el carcelero, convencido de la realidad de aquella fe que sostenía a Pablo, se interesó por el camino de la salvación, y con toda su casa se unió al perseguido grupo de discípulos de Cristo.

EL TESTIMONIO DE PABLO
Ved a Pablo en Atenas, ante el concilio del Areópago, donde hace frente a la ciencia con ciencia, a la lógica con lógica y a la filosofía con filosofía. Notad cómo, con un tacto nacido del amor divino, señala a Jehová como "al Dios no conocido" a quien sus oyentes han adorado ignorantemente, y citando palabras de un poeta griego, lo describe como Padre del cual ellos son hijos. Escuchadlo exponer, en esa época de castas sociales, cuando no se reconocían en absoluto los derechos del hombre como hombre, la gran verdad de la fraternidad humana, al declarar que Dios "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra". Luego muestra cómo, en todo el trato de Dios con el hombre, se puede seguir, como hilo de oro, su propósito de gracia y misericordia. Fijó él "el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros".*

Oídlo en el tribunal de Festo, cuando el rey Agripa, convencido de la verdad del Evangelio, exclama: "Por poco me persuades a ser cristiano".* Con qué gentil cortesía le responde Pablo, señalándole su cadena: "¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!"*
Así transcurrió su vida, según él mismo dice, "en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros 68 de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez".*
"Nos maldicen -dijo-, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos"*, "como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo".*
Hallaba gozo en el servicio; y al fin de su vida de trabajo, al echar una mirada retrospectiva a sus luchas y triunfos, pudo decir: "he peleado la buena batalla".*

Estas biografías son de interés vital. Para nadie son de más profunda importancia que para los jóvenes. Moisés renunció a un reino en perspectiva; Pablo, a las ventajas proporcionadas por la riqueza y el honor entre su pueblo, a cambio de una vida llena de responsabilidades en el servicio de Dios. Para muchos, la vida de estos hombres se presenta como una vida de renunciación y sacrificio. ¿Fue realmente así? Moisés consideraba que el oprobio sufrido por Cristo era una riqueza mayor que la de los tesoros de Egipto. Lo consideraba así, porque así era. Pablo declaró: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento dé Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo".* Estaba satisfecho con su elección.

A Moisés le ofrecieron el palacio de los faraones y el trono del monarca, pero en esas cortes reales 69 se practicaban los placeres pecaminosos que hacen que el hombre se olvide de Dios, y él escogió antes "riquezas duraderas, y justicia".* En vez de ligarse a la grandeza de Egipto, prefirió, unir su vida al propósito de Dios. En vez de dictar leyes a Egipto, dictó, leyes al mundo, bajo la dirección divina. Llegó a ser instrumento de Dios para dar a los hombres los principios que constituyen la salvaguardia, tanto del hogar como de la sociedad, que son la piedra angular de la prosperidad de las naciones, principios reconocidos hoy día por los más grandes hombres del mundo como fundamento de todo lo mejor que existe en los gobiernos humanos.

La grandeza de Egipto yace en el polvo. Su poder y civilización han pasado. Pero la obra de Moisés nunca podrá perecer. Los grandes principios de justicia para cuya instauración él vivió, son eternos.
La vida de trabajo y preocupaciones de Moisés estaba iluminada por la presencia de Aquel que es el "señalado entre diez mil", "y todo él codiciable".* Compañero de Cristo en la peregrinación por el desierto, compañero de Cristo en el monte de la transfiguración, compañero de Cristo en las cortes celestiales, Moisés llevó una vida que en la tierra bendecía a la par que recibía bendición, y que en el cielo fue honrada.

También Pablo, en sus múltiples labores, fue sostenido por el poder sustentador de la presencia de Cristo. "Todo lo puedo -dijo él- en Cristo que me fortalece".* "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?. . . Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos 70 podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro".*

Sin embargo, hay un gozo futuro que Pablo esperaba como recompensa de sus labores, el mismo gozo por causa del cual Cristo soportó la cruz y despreció la vergüenza, el gozo de ver el fruto de su obra. "¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? -escribió a los conversos tesalonicenses-. ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo."*

¿Quién puede calcular los resultados que tuvo para el mundo la obra de la vida de Pablo? De todas las influencias benéficas que alivian el sufrimiento, consuelan la pena, refrenan el mal, elevan la vida por encima de lo egoísta y sensual y la glorifican con la esperanza de la inmortalidad, ¡cuánto se debe a las labores de Pablo y sus colaboradores cuando, con el Evangelio del Hijo de Dios, hicieron su viaje inadvertido de Asia a las costas de Europa!
¿Cuánto vale para cualquier vida el haber sido instrumento de Dios para poner en movimiento semejantes influencias benéficas? ¿Cuánto valdrá en la eternidad poder ver los resultados de semejante obra? 71


(La Educación de E.G de White)

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