domingo, 29 de agosto de 2010

80. “Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida a su tiempo.”


Sal. 145:15.
“Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida a su tiempo.”
El tiempo de Dios, no es el tiempo del hombre. Lamentablemente, a los ojos de los humanos. Felizmente, en la opinión de Dios. Para entender esto, la criatura necesita atravesar el valle del dolor y de la frustración a donde su obcecación la lleva.

En el versículo de hoy, el salmista menciona la expectativa humana. "Los ojos de todos", dice él. Aquí está incluida la humanidad toda. Todos somos así. Apurados e inmediatistas. Queremos que las cosas sucedan, aquí y ahora. Tal vez porque la vida es corta para realizar tantos sueños y proyectos.

Las personas descritas por el salmista no esperan lujo, ni extravagancias. Apenas alimento. Nada más básico para la sobrevivencia. ¿Es mucho esperar por el pan de cada día? ¿Qué clase de Dios es ese que parece insensible ante las necesidades básicas de sus hijos?

El salmista toma la metáfora de la naturaleza. La naturaleza enseña a entender la vida.  ¿Alguna vez observaste cómo alimentan los pajaritos a sus polluelos? Es una banda de hambrientos, llorando, y disputándose el alimento que la madre trae. Cada uno lucha por la sobrevivencia y trata de sacar el alimento del otro. Darwin diría que en esas circunstancias sobrevive el más fuerte. No es verdad. La madre pájaro es instintivamente sabia y alimenta a cada polluelo, a su debido tiempo. Ella no ignora la necesidad de cada uno, ni se conmueve con la impaciencia, ni con los gritos. El tiempo de los polluelos no es el tiempo de la madre.

Si tú confías en Dios y sales a la batalla y, a pesar de eso, las cosas no salgan como quieres, ten paciencia, coloca los ojos en Jesús y espera tu tiempo. El vendrá. En el momento preciso. Ni antes, para que no te deslumbres; ni después, para que tus enemigos no se burlen de tu fe. El éxito no es una meta que tienes que alcanzar. Es un proceso que incluye confianza en Dios, lucha, esfuerzo, lágrimas, aparentes derrotas y, por sobre todo, paciencia. Busca hoya los seres a quienes amas. Diles cuán valiosos son para ti. Anímalos y dales valor. Las personas son como un espejo. Si tú sonríes, ellas sonríen; si tú frunces el rostro, recibes la misma imagen.

Antes de salir ahora para enfrentar los desafíos de hoy, di como el salmista: “los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida a su tiempo".


Alejandro Bullón

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