Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
miércoles, 4 de mayo de 2011
"EL VUELO MÁS DULCE"
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).
La suma de los obstáculos externos más el reconocimiento de nuestras limitaciones, suelen dar por resultado la frustración, la depresión, el desánimo; incluso el sentimiento de que si todo está perdido o por perderse, ya no vale la pena ir contra la corriente. ¿Para qué esforzarse? Más aún: ¿De dónde sacar fuerzas? ¿Cómo vencer los obstáculos? ¿Cómo romper las ataduras de nuestra propia limitación?
Bernard Shaw observaba que, “según las leyes de la física comprobada por los experimentos en el túnel aerodinámico, la abeja no debería volar, ya que el tamaño, el peso y la configuración de su cuerpo no guardan la debida proporción con la envergadura de sus alas. Pero la abeja, que ignora estas verdades científicas, se lanza a volar, y no tan sólo vuela, sino que fabrica su poco de miel todos los días”.
En el plano de nuestras realidades cotidianas, también ocurre que las dimensiones de los obstáculos externos y las de nuestras propias limitaciones, no guardan la debida proporción con la envergadura de nuestros ideales. Por eso, cuando pensamos detenidamente en ello, fácilmente desistimos de hacer realidad nuestros sueños. Pero, cuando como la abeja, ignoramos estos asertos, o –lo que es mejor– deliberadamente los dejamos de lado y empezamos con fuerzas a “batir las alas” de nuestros ideales, inevitablemente ocurre que damos vuelo a la empresa soñada. Y es entonces tal nuestra alegría, que hasta podemos empezar –también nosotros– a fabricar “algo de miel” todos los días.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Emmanuel Maury –inventor y técnico francés, especialista en motores de aviación– creyó en el futuro de la tierra que otros en esas horas destruían; y prefirió, antes que dedicarse a la industria de la guerra ayudar a sembrar y a encender luces. En su taller, en la Argentina, Maury diseñó y construyó piezas para máquinas agrícolas y para usinas, y suplió con ellas la escasez de repuestos que el país sufría a causa de la conflagración.
Fue así –a su modo– abeja que voló, y que hizo miel.
Aunque la realidad no guarde proporción con la envergadura de nuestros ideales, podemos aspirar y aun llegar a ellos; porque el mismo que puso la fuerza motriz que impele a la abeja a volar y a hacer miel, es también el que pone la sonrisa confiada en nuestros labios y el que derrama su amor en nuestros corazones. Ciertamente podemos vencer los obstáculos que determinan nuestras limitaciones. Podemos elevarnos por medio del poder que Dios tiene y da. Porque Él dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
La voz.org
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