viernes, 30 de octubre de 2009

VI. LAS CRÍTICAS Y LA REGLA DE ORO. (EL SERMÓN DEL MONTE).


LAS CRÍTICAS Y LA REGLA DE ORO*
Éste capítulo está basado en Mateo 7.
"NO JUZGUÉIS, PARA QUE NO SEÁIS JUZGADOS".
EL ESFUERZO para ganar la salvación por medio de las obras propias induce inevitablemente a los hombres a amontonar las exigencias humanas como barrera contra el pecado.  Al ver que no observan la ley, idean normas y reglamentos propios para compelerse a obedecerla.  Todo esto desvía la mente desde Dios hacia el yo.  El amor a Dios se extingue en el corazón; con él desaparece también el amor hacia el prójimo.  
Los defensores de tal sistema humano, con sus múltiples reglas, se sentirán impulsados a juzgar a todos los que no logran alcanzar la norma prescrita en él. 

El ambiente de críticas egoístas y estrechas ahoga las emociones nobles y generosas, y hace de los hombres espías despreciables y jueces ególatras.

A esta clase pertenecían los fariseos.  No salían de sus servicios religiosos humillados por la convicción de lo débiles que eran ni agradecidos por los grandes privilegios que Dios les había dado.  Salían llenos de orgullo espiritual, para pensar tan sólo en sí mismos, en sus sentimientos, su sabiduría, sus caminos.  De lo que ellos habían alcanzado hacían normas por las cuales juzgaban a los demás.  Cubriéndose con las togas de su propia dignidad exagerada, subían al tribunal para criticar y condenar. El pueblo participaba en extenso grado del mismo espíritu, invadía la esfera de la conciencia, y se juzgaban unos a otros en asuntos que tocaban únicamente al alma 106 y a Dios.  

Refiriéndose a este espíritu y práctica, dijo Jesús: "No juzguéis, para que no seáis juzgados".  Quería decir: No os consideréis como normas.  No hagáis de vuestras opiniones y vuestros conceptos del deber, de vuestras interpretaciones de las Escrituras, un criterio para los demás, ni los condenéis si no alcanzan a vuestro ideal.  No censuréis a los demás; no hagáis suposiciones acerca de sus motivos ni los juzguéis.

"No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones". *1 Corintios 4:5. No podemos leer el corazón.  Por ser imperfectos, no somos competentes para juzgar a otros. A causa de sus limitaciones, el hombre sólo puede juzgar por las apariencias.  Únicamente a Dios, quien conoce los motivos secretos de los actos y trata a cada uno con amor y compasión, le corresponde decidir el caso de cada alma.
"Eres inexcusable, oh hombre, quien quiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo" . 
*Rom. 2:1. 
Los que juzgan o critican a los demás se proclaman culpables; porque hacen las mismas cosas que censuran en otros.  Al condenar a los demás, se sentencian a sí mismos, y Dios declara que el dictamen es justo.  Acepta el veredicto que ellos mismos se aplican.

"¿POR QUÉ MIRAS LA PAJA QUE ESTÁ EN EL OJO DE TU HERMANO?
LA FRASE "Tú que juzgas haces lo mismo"; no alcanza a describir la magnitud del pecado del que, se atreve a censurar y a condenar a su hermano.  
Dijo Jesús: "¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?"
Sus palabras describen al que está pronto para buscar faltas en sus prójimos. Cuando él cree haber descubierto una falla en el carácter o en la vida, se apresura celosamente 107 a señalarla; pero Jesús declara que el rasgo de carácter que se fomenta por aquella obra tan opuesta a su ejemplo resulta, al compararse con la imperfección que se crítica, como, una viga al lado de una paja.  

La falta de longanimidad y de amor mueve a esa persona 
a convertir un átomo en un mundo.  

Los que no han experimentado la contrición de una entrega completa a Dios no manifiestan en la vida el influjo enternecedor del amor de Cristo.  Desfiguran el espíritu amable y cortés del Evangelio y hieren las almas preciosas por las cuales murió Cristo.  Según la figura empleada por el Salvador, el que se complace en un espíritu de crítica es más culpable que aquel a quien acusa; porque no solamente comete el mismo pecado, sino que le añade engreimiento y murmuración.

Cristo es el único verdadero modelo de carácter, y usurpa su lugar quien se constituye en dechado para los demás.  Puesto que el Padre "todo el juicio dio al Hijo" *Juan 5:22, quienquiera que se atreva a juzgar los motivos ajenos usurpa también el derecho del Hijo de Dios.  Los que se dan por jueces y críticos se alían con el anticristo, "el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios". *2 Tes. 2:4.

EL PECADO que conduce a los resultados más desastrosos es el espíritu frío de crítica inexorable, que caracteriza al farisaísmo. Cuando no hay amor en la experiencia religiosa, no está en ella Jesús ni el sol de su presencia. 

Ninguna actividad diligente, ni el celo desprovisto de Cristo, puede suplir la falta.  Puede haber una agudeza maravillosa para descubrir los defectos de los demás; pero a toda persona que manifiesta tal espíritu, 
Jesús le dice: "¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano".  

El culpable del mal es el primero que lo sospecha. Trata de ocultar o disculpar el mal de su propio corazón condenando a otro. 

Por medio del pecado fue como los hombres llegaron al conocimiento del mal; apenas Adán y Eva incurrieron en pecado, empezaron a recriminarse mutuamente. Esta 108 será la actitud inevitable de la naturaleza humana, siempre que no sea gobernada por la gracia de Cristo.

Cuando los hombres alientan ese espíritu acusador no se contentan con señalarlo que suponen es un defecto de su hermano.  Si no logran por medios moderados inducirlo a hacer lo que ellos consideran necesario, recurrirán a la fuerza.  En cuanto les sea posible, obligarán a los hombres a conformarse a su concepto de lo justo.  

ESTO es lo que hicieron LOS JUDIOS en los tiempos de Cristo y lo que ha hecho LA IGLESIA cada vez que se apartó de la gracia de Cristo. Al verse desprovista del poder del amor, buscó el brazo fuerte del estado para imponer sus dogmas y ejecutar sus decretos. 

EN ESTO ESTRIBA EL SECRETO DE TODAS LAS LEYES RELIGIOSAS  que se hayan dictado y de toda persecución, desde los tiempos de Abel hasta nuestros días.

CRISTO NO OBLIGA A LOS HOMBRES; LOS ATRAE. 
La única fuerza que emplea es el amor.  Siempre que la iglesia procure la ayuda del poder del mundo, es evidente que le falta el poder de Cristo y que no la constriñe el amor divino.

La dificultad radica en los miembros de la iglesia como individuos, y en ellos debe realizarse la curación

JESUS ORDENA que antes de intentar corregir a los otros, el acusador eche la viga de su propio ojo, renuncie al espíritu de crítica, confiese su propio pecado y lo abandone.  "No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto". *Lucas 6:43. El espíritu acusador que abrigáis es fruto malo; demuestra que el árbol es malo.  Es inútil que os establezcáis en vuestra propia justicia.  Lo que necesitáis es un cambio de corazón. Debéis pasar por esta experiencia antes de poder corregir a otros; "porque de la abundancia del corazón habla la boca". * Mateo 12:34.

Cuando tratemos de aconsejar o amonestar a cualquier alma en cuya experiencia haya sobrevenido una crisis, nuestras palabras tendrán únicamente el peso de la influencia que nos hayan ganado nuestro propio ejemplo y espíritu.  Debemos ser buenos antes que podamos obrar el bien.  No podemos ejercer una influencia transformadora sobre otros hasta que nuestro propio corazón haya sido 109 humillado, refinado y enternecido por la gracia de Cristo.

 Cuando se actúe ese cambio en nosotros, nos resultará natural vivir para beneficiar a otros, así como es natural para el rosal producir sus flores fragantes o para la vid sus racimos morados.

Si Cristo es en nosotros "la esperanza de gloria", no nos sentiremos inclinados a observar a los demás para revelar sus errores. En vez de procurar acusarlos y condenarlos, nuestro objeto será ayudarlos, beneficiarlos y salvarlos. 

Al tratar con los que están en error, observaremos el mandato: "Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". * Gálatas 6:1. Nos acordaremos de las muchas veces que erramos y de cuán difícil era hallar el camino recto después de haberlo abandonado. No empujaremos a nuestro hermano a una oscuridad más densa, sino que con el corazón lleno de compasión le mostraremos el peligro. El que mire a menudo la cruz del Calvario, acordándose de que sus pecados llevaron al Salvador allí, no tratará de determinar el grado de culpabilidad en comparación con el de los demás. No se constituirá en juez para acusar a otros. 

NO PUEDE HABER ESPÍRITU DE CRÍTICA Ni De Exaltación En Los Que Andan A La Sombra De La Cruz Del Calvario.

MIENTRAS no nos sintamos en condiciones de sacrificar nuestro orgullo, y aún de dar la vida para salvar a un hermano desviado, no habremos echado la viga de nuestro propio ojo ni estaremos preparados para ayudar a nuestro hermano. 

Pero cuando lo hayamos hecho, podremos acercarnos a él 
y conmover su corazón. 

LA CENSURA y el oprobio no rescataron jamás a nadie de una posición errónea; pero ahuyentaron de Cristo a muchos y los indujeron a cerrar sus corazones para no dejarse convencer. 

Un espíritu bondadoso y un trato benigno y persuasivo pueden salvar a los perdidos y cubrir multitud de pecados. La revelación de Cristo en nuestro propio carácter tendrá un poder transformador sobre aquellos con quienes nos relacionemos.
Permitamos que Cristo se manifieste diariamente en nosotros, y él revelará por medio de nosotros la energía creadora de su palabra, una influencia amable, persuasiva y a la vez 110 poderosa para restaurar en otras almas la perfección del Señor nuestro Dios.

"NO DEIS LO SANTO A LOS PERROS".
Jesús se refiere aquí a una clase de personas que no tiene ningún deseo de escapar de la esclavitud del pecado.  Por haberse entregado a lo corrupto y vil, su naturaleza se ha degradado de tal manera que se aferran al mal y no quieren separarse de él.  Los siervos de Cristo no deben permitir que los estorben quienes sólo consideran el Evangelio como tema de contención e ironía.
El Salvador jamás pasó por alto a una sola alma, por hundida que estuviera en el pecado, si estaba dispuesta a recibir las verdades preciosas del cielo.  Para los publicanos y rameras, sus palabras eran el comienzo de una vida nueva.  María Magdalena, de quien él echó siete demonios, fue la última en alejarse de su sepulcro y la primera a quien él saludó en la mañana de la resurrección.  Saulo de Tarso, uno de los enemigos acérrimos del Evangelio, fue el que se transformó en Pablo, el ministro consagrado de Cristo.  Bajo una apariencia de odio y desprecio, aun de crimen y de degradación, puede ocultarse un alma a la que la misericordia de Cristo rescatará y que relucirá como gema en la corona del Redentor.

"PEDID, Y SE OS DARÁ; BUSCAD, Y HALLARÉIS; LLAMAD, Y SE OS ABRIRÁ".
Para que no haya motivo de incredulidad, incomprensión o mala interpretación de sus palabras, el Señor repite la promesa tres veces.  Anhela que los que buscan a Dios crean que él puede hacer todas las cosas.  Por tanto agrega: "Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá". 

El Señor no especifica otras condiciones fuera de éstas: que sintamos hambre de su misericordia, deseemos su consejo y anhelemos su amor.

"PEDID". 
El pedir demuestra que sentimos nuestra necesidad; y, si pedimos con fe, recibiremos. 
El Señor ha comprometido su palabra, y ésta no puede faltar.  Si nos 111 presentamos sinceramente contritos, no debemos pensar qué somos presuntuosos al pedir lo que el Señor ha prometido.  El Señor nos asegura que cuando pedimos las bendiciones que necesitamos con el fin de perfeccionar un carácter semejante al de Cristo, solicitamos de acuerdo con una promesa que se cumplirá.  El que sintamos y sepamos que somos pecadores, es base suficiente para pedir su misericordia y compasión.  La condición para que podamos acercamos a Dios no es que seamos santos, sino que deseemos que él nos limpie de nuestros pecados y nos purifique de toda iniquidad.  La razón que podemos presentar ahora y siempre es nuestra gran necesidad, nuestro estado de extrema impotencia, que hace de él y de su poder redentor una necesidad.

"BUSCAD". 
No deseemos su bendición, sino también a él mismo. "Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz". * Job 22:21. Busquemos, y hallaremos. Dios nos busca, y el mismo deseo que sentimos de ir a él no es más que la atracción de su Espíritu. Cedamos a esta atracción. Cristo intercede en favor de los tentados, los errantes y aquellos a quienes falta la fe.  Trata de elevarnos a su compañerismo. "Si tú le buscares, lo hallarás". *1 Cron. 28:9.

"LLAMAD". 
Nos acercamos a Dios por invitación especial, y él nos espera para damos la bienvenida a su sala de audiencia.  Los primeros discípulos que siguieron a Jesús no se satisfacieron con una conversación apresurada en el camino; dijeron: "Rabí. . . ¿dónde moras? . . . Fueron, y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día". * Juan 1:38, 39. De la misma manera, también nosotros podemos ser admitidos a la intimidad y comunión más estrecha con Dios. "El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente". * Salmo 91:1.  Llamen los que desean la bendición de Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad, diciendo: Tú, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el qué busca halla; y al que llama, se abrirá.

Mirando Jesús a los que se habían reunido para escuchar sus palabras, deseó fervorosamente que la muchedumbre 112 apreciarse la misericordia y bondad de Dios. Como ilustración de su necesidad y de la voluntad de Dios, para dar, les presentó el caso de  un niño hambriento que pide pan a su padre carnal. "¿Qué hombre hay de vosotros -dijo-, que si su hijo le pide pan, le dará una, piedra?".  APELA a la afección tierna y, natural de un padre para con su hijo, y luego dice: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le pidan?" 

Ningún hombre con corazón de padre abandonaría a su hijo que; tuviera hambre y le pidiese pan. ¿Lo creerían capaz de burlarse de su hijo, de atormentarlo con promesas, para luego defraudar sus esperanzas? ¿Prometería darle alimento bueno y nutritivo, para darle luego una piedra? ¿Nos atreveremos a deshonrar a Dios imaginando que no responderá a las súplicas de sus hijos?

Si vosotros, pues, siendo humanos y malos, "sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" * Lucas 11:13El Espíritu Santo, su representante, es la mayor de todas sus dádivas.  Todas las "buenas dádivas" quedan abarcadas en ésta. El Creador mismo no puede darnos cosa alguna que sea mejor ni mayor. Cuando suplicamos al Señor que se compadezca de nosotros en nuestras aflicciones y que nos guíe mediante su Espíritu Santo, no desoirá nuestra petición. Es posible que aun un padre se aleje de su hijo hambriento, pero Dios no podrá nunca rechazar el clamor del corazón menesteroso y  anhelante. ¡Con qué ternura maravillosa describió su amor!. 

A los que en días de tinieblas sientan que Dios no cuida de ellos, éste es el mensaje del corazón del Padre: "Sión empero ha dicho: ¡Me ha abandonado Jehová, y el Señor se ha olvidado de mí! ¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, de modo que no tenga compasión del hijo de sus entrañas? ¡Aun las tales le pueden olvidar; mas no me olvidaré yo de ti! He aquí que sobre las palmas de mis manos te traigo esculpida". * Isaías 49:14-16 (VM).

Toda promesa de la Palabra de, Dios viene a ser un motivo para orar, pues su cumplimiento nos es garantizado 113 por la palabra empleada por Jehová. Tenemos el privilegio de pedir por medio de Jesús cualquier bendición espiritual que necesitemos.  Podemos decir al Señor exactamente lo que necesitamos, con la sencillez de un niño. 
Podemos exponerle nuestros asuntos temporales, y suplicarle pan y ropa, 
así como el pan de vida y el manto de la justicia de Cristo.  
Nuestro Padre celestial sabe que necesitamos todas estas cosas, y nos invita a pedírselas. En el nombre de Jesús es como se recibe todo favor.  Dios honrará ese nombre y suplirá nuestras necesidades con las riquezas de su liberalidad.

No nos olvidemos, sin embargo, que al allegarnos a Dios como a un Padre, reconocemos nuestra relación con él como hijos.  No solamente nos fiamos en su bondad, sino que nos sometemos a su voluntad en todas las cosas, sabiendo que su amor no cambia.  Nos consagramos para hacer su obra.  A quienes había invitado a buscar primero el reino de Dios y su justicia, Jesús les prometió: "Pedid, y recibiréis".

Los dones de Aquel que tiene todo poder en el cielo 
y en la tierra esperan a los hijos de Dios.  
Todos los que acudan a Dios como niñitos recibirán y gozarán dádivas preciosísimas pues fueron provistas por el costoso sacrificio de la sangre del Redentor, dones que satisfarán el anhelo más profundo del corazón, regalos permanentes como la eternidad.  Aceptemos como dirigidas a nosotros las promesas de Dios.  Presentémoslas ante él como sus propias palabras, y recibiremos la plenitud del gozo.

"ASÍ QUE, TODAS LAS COSAS QUE QUERÁIS QUE LOS HOMBRES HAGAN CON VOSOTROS, ASÍ TAMBIÉN HACED VOSOTROS CON ELLOS".
En la seguridad del amor de Dios hacia nosotros, Jesús ordena en un abarcante principio que incluye todas las relaciones humanas, que nos amemos unos a otros.
Los judíos se preocupaban por lo que habían de recibir; su ansia principal era lo que, creían merecer en cuanto a poder, respeto y servicio. 

Cristo enseña que nuestro motivo de ansiedad no debe ser 
¿cuánto podemos recibir?, sino ¿cuánto podemos dar?  

LA MEDIDA DE LO QUE DEBEMOS A LOS DEMAS 114 es lo que estimaríamos que ellos nos deben a nosotros. En nuestro trato con otros, pongámonos en su lugar.  Comprendamos sus sentimientos, sus dificultades, sus chascos, sus gozos y sus pesares. Identifiquémonos con ellos, luego tratémoslos como quisiéramos que nos trataran a nosotros si cambiásemos de lugar con ellos.  Esta es la regla de la verdadera honradez. Es otra manera de expresar esta ley: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". *Mateo 22:39. 

ES LA MEDULA de la enseñanza de los profetas, un principio de] cielo.  Se desarrollará en todos los que se preparan para el sagrado compañerismo con él.

La regla de oro es el principio de la cortesía verdadera, cuya ilustración más exacta se ve en la vida y el carácter de Jesús. 

¡Oh! ¡qué rayos de amabilidad y belleza se desprendían de la vida diaria de nuestro Salvador ¡Qué dulzura emanaba de su misma presencia! El mismo espíritu se revelará en sus hijos.  Aquellos con quienes mora Cristo serán rodeados de una atmósfera divina. Sus blancas vestiduras de pureza difundirán la fragancia del jardín del Señor.  Sus rostros reflejarán la luz de su semblante, que iluminará la senda para los pies cansados e inseguros.
Nadie que tenga el ideal verdadero de lo que constituye un carácter perfecto dejará de manifestar la simpatía y la ternura de Cristo.  

La influencia de la gracia debe ablandar el corazón, refinar y purificar los sentimientos, impartir delicadeza celestial y un sentido de lo correcto.
Todavía hay un significado mucho más profundo en la regla de oro.  

Todo aquel que haya sido hecho mayordomo de la gracia múltiple de Dios está en la obligación de impartirla a las almas sumidas en la ignorancia y la oscuridad, así como, si él estuviera  en su lugar, desearía que se la impartiesen.  Dijo el apóstol Pablo: "A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor".
 * Romanos 1:14.

Por todo lo que hemos conocido del amor de Dios y recibido de los ricos dones de su gracia por encima del alma más entenebrecido y degradada del mundo, estamos en deuda con ella para comunicarle esos dones. 115

Así sucede también con las dádivas y las bendiciones de esta vida: cuanto más poseáis que vuestro prójimos, tanto más sois deudores para con los menos favorecidos. Si tenemos riquezas, o aun las comodidades de la vida, entonces estamos bajo la obligación más solemne de cuidar de los enfermos que sufren, de la viuda y los huérfanos, así como desearíamos que ellos nos cuidaran si nuestra condición y la suya se invirtieran.

Enseña la regla de oro, por implicación la misma verdad que se enseña en otra parte del Sermón del Monte, que, "con la medida con que medís, os será medido".  Lo que hacemos a los demás, sea bueno o malo, ciertamente reaccionará sobre nosotros mismos, ya sea en bendición, ya sea en maldición.  

Las bendiciones terrenales que impartimos a los, demás pueden ser recompensadas con algo semejante, como ocurre a menudo.  Con frecuencia lo que damos se nos devuelve en tiempo de necesidad, cuadruplicado, en moneda real.  Además de esto, todas las dádivas se recompensan, aun en esta vida, con el influjo más pleno del amor de Cristo, que es la suma de toda la gloria y el tesoro del cielo.  

El mal impartido también vuelve.  Todo aquel que haya condenado o desalentado a otros será llevado en su propia experiencia a la senda en que hizo andar a los demás; sentirá lo que sufrieron ellos por la falta de simpatía y ternura que les manifestó.

El amor de Dios para con nosotros es lo que ha decretado esto.  El quiere inducirnos a aborrecer nuestra propia dureza de corazón y a abrir nuestros corazones para que Jesús more, en ellos.  Así, del mal surge el bien, y lo que parecía maldición llega a ser bendición.

La medida de la regla de oro es la verdadera norma del cristianismo, y todo lo que no llega a su altura es un engaño.  

Una religión que induce a los hombres a tener en poca estima a los seres humanos, a quienes Cristo consideró de tanto valor que dio su vida por ellos; una religión que nos haga indiferentes a las necesidades, los sufrimientos o los derechos humanos, es una religión espuria. Al despreciar 116 los derechos de los pobres, los dolientes y los pecadores, nos demostramos traidores a Cristo. 

EL CRISTIANISMO tiene tan poco poder en el mundo porque los hombres aceptan el nombre de Cristo, pero niegan su carácter en sus vidas.  Por estas cosas el nombre del Señor es motivo de blasfemia.

ACERCA DE LA IGLESIA APOSTOLICA
perteneciente a la época maravillosa en que la gloria del Cristo resucitado resplandecía sobre ella, leemos que "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía", "que no había entre ellos ningún necesitado", que "con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos".  Y, además, que "perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.  Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos".* Hechos 4:32,34,33; 2:46,47.

Podemos buscar por el cielo y por la tierra, y no encontraremos verdad revelada más poderosa que la que se manifiesta en las obras de misericordia hechas en favor de quienes necesiten de nuestra simpatía y ayuda.  Tal es la verdad como está en Jesús.  
Cuando los que profesan el nombre de Cristo practiquen los principios de la regla de oro, acompañará al Evangelio el mismo poder de los tiempos apostólicos.

"PORQUE ESTRECHA ES LA PUERTA, 
Y ANGOSTO EL CAMINO QUE LLEVA A LA VIDA."
En los tiempos de Cristo los habitantes de Palestina vivían en ciudades amuralladas, mayormente situadas en colinas o montañas.  Se llegaba a las puertas, que se cerraban a la puesta del sol, por caminos empinados y pedregosos, y el viajero que regresaba a casa al fin del día, con frecuencia necesitaba apresurarse ansiosamente en la subida de la cuesta para llegar a la puerta antes de la caída de la noche.  El que se retrasaba quedaba afuera.
El estrecho camino ascendente que conducía al hogar 117 y al descanso, dio a Jesús una conmovedora imagen del camino cristiano.  La senda que os he trazado, dijo, es estrecha; la entrada a la puerta es difícil; porque la regla de oro excluye, todo orgullo y egoísmo.  Hay, en verdad, un camino más ancho, pero su fin es la destrucción. Si queréis seguir la senda de la vida espiritual, debéis subir continuamente; debéis andar con los pocos, porque la muchedumbre escogerá la senda que desciende.

Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano, con toda su mundanalidad, todo su egoísmos, todo su orgullo, su falta de honradez y su envilecimiento moral.  

Hay lugar para las opiniones y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus propias inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo.  Para andar por la senda que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el camino, porque la puerta es ancha; y espacioso el camino, y los pies se dirigen naturalmente a la vía que termina en la muerte.

Por el contrario, el sendero que conduce a la vida, el angosto, y estrecha la entrada.  Si nos aferramos a algún pecado predilecto, hallaremos la puerta demasiado estrecha.  Si deseamos continuar en el camino de Cristo, debemos renunciar a nuestros propios caminos, a nuestra propia voluntad y a nuestros malos hábitos y prácticas. 

El que quiere servir a Cristo no puede seguir las opiniones ni las normas del mundo.  
La senda del cielo es demasiado estrecha para que por ella desfilen pomposamente la jerarquía y las riquezas; demasiado angosta para el juego de la ambición egoísta; demasiado empinada y áspera para el ascenso de los amantes del ocio.  A Cristo le tocó la labor, la paciencia, la abnegación, el reproche, la pobreza y la oposición de los pecadores.  Lo mismo debe tocarnos a nosotros, si alguna vez hemos de entrar en el paraíso de Dios.

NO DEDUZCAMOS, sin embargo, que el sendero ascendente es difícil y la ruta que desciende es fácil.  A todo lo largo del camino que conduce a la muerte hay penas y castigos, hay pesares y chascos, hay advertencias para que no se continúe.118 El amor de Dios es tal que los desatentos y los obstinados no pueden destruirse fácilmente. 
ES VERDAD que el sendero de Satanás; parece atractivo, pero es todo engaño; en el camino del mal hay remordimiento amargo y dolorosa congoja.  
PENSAMOS tal vez que es agradable seguir el orgullo y la ambición mundana; mas el fin es dolor y remordimiento.  Los propósitos egoístas pueden ofrecer promesas halagadoras y una esperanza de gozo; pero veremos que esa felicidad está envenenada y nuestra vida amargada por las expectativas fincadas en el yo.  Ante el camino descendente la entrada puede relucir de flores; pero hay espinas en esa vía.  La Luz de la esperanza que brilla en su entrada se esfuma en las tinieblas de la desesperación, y el alma que sigue esa senda desciende hasta las sombras de una noche interminable.
"El camino de los transgresores es duro", pero las sendas de la sabiduría son "caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". *Proverbios 13:15; 3:17, Cada acto de obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por él, cada prueba bien soportada, cada victoria lograda sobre la tentación, es un paso adelante en la marcha hacia la gloria de la victoria final. 

Si aceptamos a Cristo por guía, él nos conducirá en forma segura.  El mayor de los pecadores no tiene por qué perder el camino.  Ni uno solo de los que temblando lo buscan ha de verse privado de andar en luz pura y santa.  Aunque la senda es tan estrecha y tan santa que no puede tolerarse pecado en ella, todos pueden alcanzarla y ninguna alma dudosa y vacilante necesita decir: Dios no se interesa en mí.

Puede ser áspero el camino, y la cuesta empinada; tal vez haya trampas a la derecha y a la izquierda; quizá tengamos que sufrir penosos trabajos en nuestro viaje; puede ser que cuando estemos cansados y anhelemos descanso, tengamos, que seguir avanzando; que cuando nos consuma la debilidad, tengamos que luchar; o que cuando estemos desalentados, debamos esperar aún; pero con Cristo como guía, no dejaremos de llegar al fin al anhelado puerto de reposo. Cristo mismo recorrió la vía áspera antes que nosotros y allanó el camino para nuestros pies.119

A LO LARGO DEL ÁSPERO CAMINO QUE CONDUCE A LA VIDA ETERNA HAY TAMBIÉN MANANTIALES DE GOZO PARA REFRESCAR A LOS FATIGADOS.
Los que andan en las sendas de la sabiduría se regocijan en gran manera, aun en la tribulación; porque Aquel a quien ama su alma marcha invisible a su lado.
  A cada paso hacia arriba disciernen con más claridad el toque de su mano; vívidos fulgores de la gloria del Invisible alumbran su senda, y sus himnos de loor, entonados en una nota aún más alta, se elevan para unirse con los cánticos de los ángeles delante del trono. "La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". *Proverbios 4:18.

"ESFORZAOS A ENTRAR POR LA PUERTA ANGOSTA".
El viajero, atrasado, en su prisa por llegar a la puerta antes de la puesta del sol, no podía desviarse para ceder a ninguna atracción en el camino. Toda su atención se concentraba en el único propósito de entrar por la puerta.  La misma intensidad de propósito, dijo Jesús, se requiere en la vida cristiana.  Os he abierto la gloria del carácter, que es la gloria verdadera de mi reino.  Ella no os brinda ninguna promesa de dominio mundanal; a pesar de eso, es digna de vuestro deseo y esfuerzo supremos.  No os llamo para luchar por la supremacía del gran imperio mundial, mas esto no significa que no hay batallas que librar ni victorias que ganar.  Os invito a esforzaros y a luchar para entrar en mi reino espiritual.

La vida cristiana es una lucha y una marcha; pero la victoria que hemos de ganar no se obtiene por el poder humano.  
El terreno del corazón es el campo de conflicto.  La batalla que hemos de reñir, la mayor que hayan peleado los hombres, es la rendición del yo a la voluntad de Dios, el sometimiento del corazón a la soberanía del amor. 
La vieja naturaleza nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, no puede heredar el reino de Dios.  Es necesario renunciar a las tendencias hereditarias, a las costumbres anteriores.

El que decida entrar en el reino espiritual descubrirá 120 que todos los poderes y las pasiones de una naturaleza sin regenerar, sostenidos por las fuerzas del reino de las tinieblas, se despliegan contra él. El egoísmo y el orgullo resistirán todo lo que revelaría su pecaminosidad.  
No podemos, por nosotros mismos, vencer los deseos 
y hábitos malos que luchan por el dominio.  
No podemos vencer al enemigo poderoso que nos retiene cautivos.  
Únicamente Dios puede darnos la victoria.  
El desea que disfrutemos del dominio sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia voluntad y costumbres.  Pero no puede obrar en nosotros sin nuestro consentimiento y cooperación.  El Espíritu divino obra por las facultades y los poderes otorgados a los hombres.  Nuestras energías han de cooperar con Dios.

No se gana la victoria sin mucha oración ferviente, sin humillar el yo a cada paso.  Nuestra voluntad no ha de verse forzada a cooperar con los agentes divinos; debe someterse de buen grado.  Aunque fuera posible que él nos impusiera la influencia del Espíritu de Dios con una intensidad cien veces mayor, eso no nos haría necesariamente cristianos, personas listas para el cielo.  No se destruiría el baluarte de Satanás. La voluntad debe colocarse de parte de la voluntad de Dios.  

Por nosotros mismos no podemos someter a la voluntad de Dios nuestros propósitos, deseos e inclinaciones; pero si estamos dispuestos a someter nuestra voluntad a la suya,  Dios cumplirá la tarea por nosotros, aun "refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo".  Entonces nos ocuparemos de nuestra "salvación con temor y temblor, porque Dios" producirá en nosotros "así el querer, como el hacer, por su buena voluntad". 
*2 Corintios 10:5; Filipenses 2: 12,13

Muchos son atraídos por la belleza de Cristo y la gloria del cielo y, sin embargo, rehúyen las únicas condiciones; por las cuales pueden obtenerlas.  Hay muchos en el camino ancho que no están del todo satisfechos con la senda en que andan. Anhelan escapar de la esclavitud del pecado y tratan de resistir sus costumbres pecaminosas con sus propias fuerzas.  Miran el camino angosto y la puerta 121 estrecha; pero el placer egoísta, el amor del mundo, el orgullo y la ambición profana alzan una barrera entre ellos y el Salvador. La renuncia a su propia voluntad y a cuanto escogieron como objeto de su afecto o ambición exige un sacrificio ante el cual vacilan, se estremecen y retroceden.  

Muchos procurarán entrar, y no podrán". *Lucas 13:24. Desean el bien, hacen algún esfuerzo para obtenerlo, pero no lo escogen; no tienen un propósito firme de procurarlo a toda costa. Nuestra única esperanza, si queremos vencer, radica en unir nuestra voluntad a la de Dios, y trabajar juntamente con él, hora tras hora y día tras día.  No podemos retener nuestro espíritu egoísta y entrar en el reino de Dios.  Si alcanzamos la santidad, será por el renunciamiento al yo y por la aceptación del sentir de Cristo.  El orgullo y el egoísmo deben crucificarse. ¿Estamos dispuestos a pagar lo que se requiere de nosotros? ¿Estamos dispuestos a permitir que nuestra voluntad sea puesta en conformidad perfecta con la de Dios?  Mientras no lo estemos, su gracia transformadora no puede manifestarse en nosotros.

LA GUERRA QUE DEBEMOS SOSTENER ES "la buena batalla de la fe".  Por "lo cual también trabajo -dijo el apóstol Pablo-, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí". *1 Timoteo 6:12; Colosenses 1:29.

EN LA CRISIS SUPREMA DE SU VIDA, 
Jacob se apartó para orar. Lo dominaba un solo propósito: buscar la transformación de su carácter.  Pero mientras suplicaba a Dios, un enemigo, según le pareció, puso sobre él su mano, y toda la noche luchó por su vida.  Pero ni aun el peligro de perder la vida alteró el propósito de su alma.  Cuando estaba casi agotada su fuerza, ejerció el Ángel su poder divino, y a su toque supo Jacob con quién había luchado.  Herido e impotente, cayó sobre el pecho del Salvador, rogando que lo bendijera.  No pudo ser desviado ni interrumpido en su ruego y Cristo concedió el pedido de esta alma débil y penitente, conforme a su promesa: 
"¿O forzará alguien mi fortaleza?  Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo". 

JACOB alegó con espíritu determinado: "No 122 te dejaré, si no me bendices".  
Este espíritu de persistencia fue inspirado por Aquel con quien luchaba el patriarca.  Fue él también quien le dio la victoria y cambió su nombre, Jacob, por el de Israel, diciendo: "Porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido".  Por medio de la entrega del yo y la fe imperturbable, Jacob ganó aquello por lo cual había luchado en vano con sus propias fuerzas. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe". *Isaías 27:5; 
Génesis 32:26, 28; 1 Juan 5:4.

"GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS."
Surgirán por doquiera maestros de falsedades para apartaros del camino angosto y de la puerta estrecha. Guardaos de ellos; aunque estén ocultos en ropajes de ovejas, por dentro son lobos feroces.  Da Jesús una prueba por la cual pueden distinguirse los maestros falsos de los verdaderos: "Por sus frutos los conoceréis. 
¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?"

No nos dice que los probemos por sus suaves palabras ni su exaltada profesión de fe. Se los ha de juzgar por la Palabra de Dios. 
"¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido".  "Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría". *Isaías 8:20; Proverbios 19:27.

¿Qué mensaje traen estos maestros? 
¿Nos hace venerar y temer a Dios? 
¿Nos hace manifestar amor, hacia él mediante 
la lealtad a sus mandamientos?  

SI LOS HOMBRES NO SIENTEN LA OBLIGACION DE OBSERVAR LA LEY MORAL, si se burlan de los preceptos de Dios; si traspasan aun el más, pequeño de sus mandamientos y así enseñan a los hombres, no tendrán ningún valor a los ojos del cielo.  Podemos saber que sus pretensiones carecen de fundamento. Hacen la misma obra que se originó con EL PRINCIPE de las tinieblas, el enemigo de Dios. 
No todos los que profesan su nombre y llevan su insignia pertenecen a Cristo. Muchos de los que enseñaron en mi nombre, dijo Jesús, al fin serán hallados faltos. "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?   
Y entonces les 123 declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad".

Hay personas que creen tener razón cuando están equivocadas. Proclaman que Cristo es su Señor y, profesan hacer grandes cosas en su nombre, pero son obradores de iniquidad.  "Hacen halagos con sus bocas y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia".  El que declara la Palabra de Dios es para ellos "como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra". * Ezeq. 33:31, 32.

De nada vale profesar simplemente ser discípulo.  La fe en Cristo que salva al alma no es la que muchos enseñan. "Creed, creed -dicen-, y no tenéis necesidad de guardar la ley". Pero una creencia que no lleva a la obediencia, es presunción.  Dice el apóstol Juan: "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él". *1 Juan 2:4

Nadie abrigue la idea de que las providencias especiales o las manifestaciones sobrenaturales han de probar la autenticidad de su obra ni de las ideas que proclama. Cuando los hombres dan poca importancia a la Palabra de Dios y ponen sus impresiones, sus sentimientos y sus prácticas por encima de la norma divina, podemos saber que no tienen la luz.

La obediencia es la prueba del discipulado. La observancia de los mandamientos es lo que prueba la sinceridad del amor que profesamos.  

Cuando la doctrina que aceptamos destruye el pecado en el corazón, limpia el alma de contaminación y produce frutos de santidad, entonces podemos saber que es la verdad de Dios.  Cuando en nuestra vida se manifiesta benevolencia, bondad, ternura  y simpatía; cuando el gozo de realizar el bien anida en nuestro corazón; cuando ensalzamos a Cristo, y no al yo, entonces podemos saber que nuestra fe es correcta. "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos". *1 Juan 2:3.

"Y NO CAYÓ, PORQUE ESTABA FUNDADA SOBRE LA ROCA".
La gente se había sentido profundamente conmovida 124 por las palabras de Cristo.  La belleza divina de los principios de la verdad los atraía,  y las amonestaciones solemnes de Cristo llegaban hasta ellos como la voz de Dios que escudriña los corazones. Sus palabras habían herido la raíz de sus ideas y opiniones anteriores; la obediencia a su enseñanza les exigía que cambiasen todos sus hábitos y modos de pensar  y obrar. Los pondría en oposición con los maestros de su religión, porque derribaría el edificio entero que durante generaciones habían ido edificando los rabinos. Por eso, aunque sus palabras habían hallado eco en los corazones del pueblo, muy pocos estaban dispuestos a aceptarlas como guía de la vida.

Terminó Jesús su enseñanza en el monte con una ilustración que presenta en forma muy vívida cuán importante es practicar las palabras que había pronunciado.  Entre la muchedumbre que se aglomeraba alrededor del Salvador, eran muchos los que se habían pasado la vida cerca del mar de Galilea.  Mientras escuchaban las palabras de Cristo, sentados en la ladera, podían ver los valles y los barrancos por los cuales corrían hacia el mar los arroyos de las montañas.  A menudo estos arroyos desaparecían completamente en el verano y quedaba solamente un canal seco y polvoriento; pero cuando las tempestades del invierno se desencadenaban sobre las colinas, los ríos se convertían en furiosos y bramadores torrentes, que algunas veces inundaban los valles y arrasaban todas las cosas en su riada irresistible.  

Entonces era frecuente que fuesen arrasadas las chozas levantadas por los labriegos en la verde llanura, donde no parecían correr peligro.  Pero en lo alto de las cuestas había casas edificadas sobre la roca.  En algunos sectores del país las viviendas se construían enteramente de piedra, y muchas habían resistido mil años de tempestades. Para edificar estas casas había que trabajar en medio de dificultades. Llegar a ellas no era fácil. Su posición parecía menos atractiva que la verde llanura, pero estaban fundadas sobre la roca; y el viento, la riada y la tempestad las atacaban en vano. El que recibe las palabras que os he hablado y las convierte 125 en el cimiento de su carácter y su vida, dijo Jesús, es como los que construyen su casa sobre la roca. 

SIGLOS ANTES, el profeta Isaías había escrito: "La palabra del Dios nuestro permanece para siempre", y Pedro, años después de que se pronunciara el Sermón del Monte, al citar estas palabras de Isaías, añadió "Y esta es la palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada".  La Palabra de Dios es lo único permanente que nuestro mundo conoce. Es el cimiento seguro. "El cielo y la tierra pasarán -dijo Jesús-, pero mis palabras no pasarán". * Isaías 40:8; 1 Pedro 1:25; Mateo 24:35.

Los grandes principios de la ley, que participan de la misma naturaleza de Dios, están entretejidos en las palabras que Cristo pronunció sobre el monte.  Quienquiera que edifique sobre esos principios edifica sobre Cristo, la Roca de la eternidad. Al recibir la Palabra, recibimos a Cristo, y únicamente los que reciben así sus palabras edifican sobre él. 
"Porque nadie puede poner otro fundamento, 
que el que está puesto, el cual es Jesucristo".  
"No hay otro nombre bajo el cielo, 
dado a los hombres, en que podamos 
ser salvos". *1 Cor. 3:11; Hechos 4:12. 

Cristo, el Verbo, revelación de Dios y manifestación de su carácter, su ley, su amor y su vida, es el único fundamento sobre el cual podemos edificar un carácter que permanecerá.
Edificamos en Cristo por la obediencia a su palabra.  No es justo quien sólo se complace en la justicia, sino quien la ejecuta.  La santidad no es arrobamiento; es el resultado de entregarlo todo a Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial.  Cuando los hijos de Israel acampaban en los límites de la tierra prometida, no bastaba que tuvieran conocimiento de Canaán ni que entonaran los himnos de Canaán.  Esto solo no les daría posesión de los viñedos y olivares de la buena tierra. Tan sólo, podían hacerla suya en verdad ocupándola, cumpliendo las condiciones, ejerciendo una fe viva en Dios, y aplicando las promesas a sí mismos mientras obedecen sus instrucciones.

La religión consiste en cumplir las palabras de Cristo; no en obrar para merecer el favor de Dios, sino porque, sin merecerlo, hemos recibido la dádiva de su amor.  

CRISTO no 126 basa la salvación de los hombres sobre lo que profesan solamente, sino sobre la fe que se manifiesta en las obras de justicia. Se espera acción, no meramente palabras, de los seguidores de Cristo. Por medio de la acción es como se edifica el carácter.  
"Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios". * Rom. 8:14. 
Los hijos de Dios no son aquellos cuyos corazones conmueve el Espíritu, ni los que de vez en cuando se entregan a su poder, sino los que son guiados por el Espíritu.

¿DESEAMOS llegar a ser discípulos de Cristo, pero no sabemos cómo principiar? ¿Estamos en la oscuridad y no sabemos cómo hallar la luz?  Sigamos la luz que poseemos.  Dispongamos nuestro corazón para obedecer lo que sabemos de la Palabra de Dios, en la cual reside su poder, su misma vida.  A medida que recibamos la Palabra con fe, ella nos dará poder para obedecer.  Si prestamos atención a la luz que tenemos, recibiremos más luz.  Edificaremos sobre la Palabra de Dios y nuestro carácter se formará a semejanza del carácter de Cristo.

Cristo, el verdadero fundamento, es una piedra viva, su vida se imparte a todos los que son edificados sobre él.  "Vosotros también como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual".  Y "todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor". *1 Pedro 2:5; Efesios 2:21. Las piedras se unifican con el fundamento, porque en todo mora una vida común, y ninguna tempestad puede destruir ese edificio.

Todo edificio construido sobre otro fundamento que no sea la Palabra de Dios, caerá.  Aquel que, a semejanza de los judíos del tiempo de Cristo, edifica sobre el fundamento de ideas y opiniones humanas, de formalidades y ceremonias inventadas por los hombres o sobre cualesquiera obras que se puedan hacer independientemente de la gracia de Cristo, erige la estructura de su carácter sobre arena movediza.  
Las tempestades violentas de la tentación barrerán el cimiento de arena y dejarán su casa reducida a escombros sobre las orillas del tiempo. 
"Por tanto, Jehová el Señor dice así...: Ajustaré el 127 juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo". * Isaías 28:16, 17.

Hoy todavía la misericordia invita al pecador. 
"Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.  Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?"
La voz que habla a los impenitentes es la voz de Aquel que exclamó, con el corazón lleno de angustia, cuando miró la ciudad objeto de su amor: 
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus  hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! e aquí, vuestra casa os es dejada desierta".  

En Jerusalén vio Jesús un símbolo del mundo que había rechazado y despreciado su gracia. ¡Lloraba, oh corazón endurecido, por ti! Aún mientras Jesús vertía lágrimas sobre el monte, Jerusalén habría podido arrepentirse y escapar a su condenación.  
Por corto tiempo el Don de los cielos siguió aguardando su aceptación.  Así también, oh corazón, Cristo te habla aún con acentos de amor: 
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: 
si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, 
y cenaré con él, y él conmigo". 
"He aquí ahora el tiempo aceptable;
 he aquí ahora el día de salvación". 
* Ezequiel 33:11; Lucas 13:34, 35; Apoc. 3:20; 2 Cor. 6:2.

Los que cifran sus esperanzas en sí mismos están edificando sobre la arena.  Aún no es demasiado tarde para escapar de la ruina inminente. Huyamos en procura de fundamento seguro antes que se desate la tempestad. tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure". "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más". "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". "No os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos". *Isaías 28:16; 45:22; 41:10; 45:17. 
El Discurso Maestro De Jesucristo (EGW). 

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