EL VERDADERO MOTIVO DEL SERVICIO*
Éste capítulo está basado en Mateo 6:1-8,19-34
"Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos" Mt. 6:1.
Las
palabras de Cristo en el monte fueron expresión de lo que había sido la
enseñanza silenciosa de su vida pero que el pueblo no había llegado a
comprender. Al
ver que él tenía tanto poder, no podían explicarse por qué no lo
empleaba para alcanzar lo que, según pensaban ellos, era el bien
supremo. El espíritu, los motivos y los métodos que seguían eran
opuestos a los de él. Aunque aseveraban defender con minucioso celo el
honor de la ley, lo que en verdad buscaban era la gloria personal y
egoísta. Cristo quería enseñarles que la persona que se ama a si misma
quebranta la ley.
Sin embargo, los principios sostenidos por los fariseos han caracterizado a la humanidad en todos los siglos. El
espíritu del farisaísmo es el espíritu de la naturaleza humana; y
mientras el Salvador contrastaba su propio espíritu y sus métodos con
los de los rabinos, enseñó algo que puede aplicarse igualmente a la
gente de todas las épocas.
En los tiempos de Cristo los fariseos procuraban constantemente
ganar el favor del cielo para disfrutar de prosperidad y honores
mundanos, que para ellos constituían la recompensa de la virtud. Al mismo tiempo hacían alarde de sus actos de caridad para atraer la atención del público y ganar así renombre de santidad.
Jesús
censuró esta ostentación, declarando que Dios no 70 reconoce un
servicio tal, y que la adulación y admiración populares que ellos
buscaban con tanta avidez eran la única recompensa que recibirían.
"Cuando
tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que
sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público".
Con estas palabras, Jesús no quiso enseñar que los actos benévolos deben guardarse siempre en secreto. El
apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, no ocultó el sacrificio
personal de los generosos cristianos de Macedonia, sino que se refirió a
la gracia que Cristo había manifestado en ellos, y así otros se
sintieron movidos por el mismo espíritu. Escribió también a la iglesia de Corinto: "Vuestro ejemplo ha estimulado a muchos". *2 Corintios 9:2 (VV, 1909).
Las
propias palabras de Cristo expresan claramente lo que quería decir, a
saber, que en la realización de actos de caridad no se deben buscar las
alabanzas ni los honores de los hombres. La piedad verdadera no impulsa a la ostentación. Los que desean palabras de alabanza y adulación, y las saborean como delicioso manjar, son meramente cristianos de nombre.
Por
sus obras buenas, los seguidores de Cristo deben dar gloria, no a sí
mismos, sino al que les ha dado gracia y poder para obrar. Toda obra buena se cumple solamente por el Espíritu Santo, y éste es dado para glorificar, no al que lo recibe, sino al Dador. Cuando la luz de Cristo brille en el alma, los labios pronunciarán alabanzas y agradecimiento a Dios. Nuestras
oraciones, nuestro cumplimiento del deber, nuestra benevolencia,
nuestro sacrificio personal, no serán el tema de nuestros pensamientos
ni de nuestra conversación. Jesús será magnificado, el yo se esconderá y se verá que Cristo reina supremo en nuestra vida.
Hemos
de dar sinceramente, mas no con el fin de alardear de nuestras buenas
acciones, sino por amor y simpatía hacia los que sufren. La sinceridad del propósito y la bondad genuina del corazón son los motivos apreciados por el cielo. Dios considera más preciosa que el oro de Ofir el alma que lo ama sinceramente y de todo corazón. 71
No
hemos de pensar en el galardón, sino en el servicio; sin embargo, la
bondad que se muestra en tal espíritu no dejará de tener recompensa. "Tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Aunque
es verdad que Dios mismo es el gran Galardón, que abarca todo lo demás,
el alma lo recibe y se goza en él solamente en la medida en que se
asemeja a él en carácter. Sólo podemos apreciar lo que es parecido a nosotros. Sólo
cuando nos entregamos a Dios para que nos emplee en el servicio de la
humanidad, nos hacemos partícipes de su gloria y carácter.
Nadie
puede dejar que por su vida y su corazón fluya hacia los demás el río
de bendiciones celestiales sin recibir para sí mismo una rica
recompensa. Las laderas de los collados y los llanos no sufren porque por ellos corren ríos que se dirigen al mar. Lo que dan se les retribuye cien veces, porque el arroyo que pasa cantando deja tras sí regalos de vegetación y fertilidad. En sus orillas la hierba es más verde; los árboles, más lozanos; las flores, más abundantes. Cuando
los campos se ven yermos y agostados por el calor abrasador del verano,
la corriente del río se destaca por su línea de verdor, y el llano que
facilitó el transporte de los tesoros de las montañas hasta el mar se
viste de frescura y belleza, atestiguando así la recompensa que la
gracia de Dios da a cuantos sirven de conductos para las bendiciones del
cielo. Tal es la bendición para quienes son misericordiosos con los pobres.
El profeta Isaías dice: ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto... Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma.... y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan". Isaías 58:7-11.
La obra de beneficencia es dos veces bendita. Mientras el que da a los menesterosos los beneficia, él mismo se beneficia en grado aún mayor. La
gracia de Cristo en el alma desarrolla atributos del carácter que son
opuestos al egoísmo 72 atributos que han de refinar, ennoblecer y
enriquecer la vida. Los
actos de bondad hechos en secreto ligarán los corazones y los acercarán
al corazón de Aquel de quien mana todo impulso generoso. Las
pequeñas atenciones y los actos insignificantes de amor y de
sacrificio, que manan de la vida tan quedamente como la fragancia de una
flor, constituyen una gran parte de las bendiciones y felicidades de la
vida. Al
fin se verá que la abnegación para bien y dicha de los demás, por
humilde e inadvertida que sea en la tierra, se reconoce en el cielo como
muestra de nuestra unión con el Rey de gloria, quien, siendo, rico, se
hizo pobre por nosotros.
Aunque los actos de bondad sean realizados en secreto, no se puede esconder su resultado sobre el carácter del que los realiza.
Si trabajamos sin reserva como seguidores de Cristo, el corazón se unirá en estrecha simpatía con el de Dios, y su Espíritu, al influir sobre el nuestro, hará que el alma responda con armonías sagradas al toque divino.
Si trabajamos sin reserva como seguidores de Cristo, el corazón se unirá en estrecha simpatía con el de Dios, y su Espíritu, al influir sobre el nuestro, hará que el alma responda con armonías sagradas al toque divino.
El
que multiplica los talentos de los que emplearon con prudencia los
dones que les confió reconocerá con agrado el servicio de sus creyentes
en el Amado, por cuya gracia y fuerza obraron. Los
que procuraron desarrollar y perfeccionar un carácter cristiano por el
ejercicio de sus facultades en obras buenas, segarán en el mundo
venidero lo que aquí sembraron. La
obra empezada en la tierra llegará a su consumación en aquella vida más
elevada y más santa que perdurará por toda la eternidad.
"Y CUANDO ORES, NO SEAS COMO LOS HIPÓCRITAS".
Los
fariseos tenían horas fijas para orar, y cuando, como sucedía a menudo,
en el momento designado se encontraban ausentes de casa, fuese en la
calle, en el mercado o entre las multitudes apresuradas, allí mismo se
detenían y recitaban en alta voz sus oraciones formales. Un culto tal, ofrecido simplemente para glorificación del yo, mereció la reprensión más severa de Jesús. Sin embargo, no desaprobó la oración pública; él mismo oraba con sus discípulos, y en presencia de la multitud. Lo que enseña es que la oración 73 acerca de la vida íntima no debe hacerse en público. En la devoción secreta nuestras oraciones no deben alcanzar sino el oído de Dios, que siempre las escucha. Ningún oído curioso debe asumir el peso de tales peticiones.
"Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento". Tengamos un lugar especial para la oración secreta. Debemos escoger, como lo hizo Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces necesitamos apartarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde estemos a solas con Dios.
"Ora a tu Padre que está en secreto". En el nombre de Jesús podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño. No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos conoce y nos ama.
En
el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír
sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más
íntimos al Padre de compasión infinita; y en la tranquilidad y el
silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la
necesidad humana, hablará a nuestro corazón.
"El Señor es muy misericordioso y compasivo". * Santiago 5:11. Espera con amor infatigable para oír las confesiones de los desviados del buen camino y para aceptar su arrepentimiento. Busca
en nosotros alguna expresión de gratitud, así como la madre busca una
sonrisa de reconocimiento de su niño amado. Quiere que sepamos con
cuánto fervor y ternura se conmueve su corazón por nosotros. Nos
convida a llevar nuestras pruebas a su simpatía, nuestras penas a su
amor, nuestras heridas a su poder curativo, nuestra debilidad a su
fuerza, nuestro vacío a su plenitud. jamás dejó frustrado al que se
allegó a él. "Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados". * Salmo 34:5.
No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto, confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. "Tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Si
nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor
los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a
él. Contemplándolo, seremos 74 transformados. Nuestro carácter se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento d piedad, pureza y celo. Oraremos con inteligencia cada vez: mayor. Estamos recibiendo una educación divina, la cual se revela en tina vida diligente y fervorosa.
El
alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda,
apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la
verdad y del deber, propósito elevados, así como sed y hambre insaciable
de justicia. Al
mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas
que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro
corazón. La
fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables
para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, nos prepara
para los deberes diarios, y preserva la paz del espíritu, bajo todas las
circunstancias.
Si nos acercamos a Dios, él nos dará palabras para hablar, por él y para alabar su nombre. Nos enseñará una melodía de la canción angelical, así como alabanzas de gratitud nuestro Padre celestial. En todo acto de la vida se revelarán la luz y el amor del Salvador que mora en nosotros. Las dificultades exteriores no pueden afectar la vida se vive por la fe en el Hijo de Dios.
"Y ORANDO, NO USÉIS VANAS REPETICIONES, COMO LOS GENTILES".
Los paganos pensaban que sus oraciones tenían en si méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. Si por sus propios esfuerzos podían hacerse santos, tendrían entonces algo en que regocijarse y de lo cual hacer alarde. Esta idea de la oración resulta de la creencia en la expiación por propio mérito en que se basa toda religión falsa. Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración que existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La
repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón no
siente la necesidad de Dios, es comparable con las "vanas repeticiones"
de los gentiles. 75
La oración no es expiación del pecado, y de por sí no tiene mérito ni virtud. Todas las palabras floridas que tengamos a nuestra disposición no equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más elocuentes son palabrería vana si no expresan los sentimientos sinceros del corazón. La
oración que brota del corazón ferviente, que expresa con sencillez las
necesidades del alma así como pediríamos un favor a un amigo terrenal
esperando que lo hará, ésa es la oración de fe. Dios
no quiere nuestras frases de simple ceremonia; pero el clamor inaudible
de quien se siente quebrantado por la convicción de sus pecados y su
debilidad llega al oído del Padre misericordioso.
"CUANDO AYUNÉIS, NO SEÁIS... COMO LOS HIPÓCRITAS".
El ayuno que la Palabra de Dios ordena es algo más que una formalidad. No consiste meramente en rechazar el alimento, vestirse de cilicio, o echarse cenizas sobre la cabeza. El que ayuna verdaderamente entristecido por el pecado no buscará la oportunidad de exhibirse.
El
propósito del ayuno que Dios nos manda observar no es afligir el cuerpo
a causa de los pecados del alma, sino ayudarnos a percibir el carácter
grave del pecado, a humillar el corazón ante Dios y a recibir su gracia
perdonadora. Mandó a Israel: "Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios". Joel 2:13.
A
nada conducirá el hacer penitencia ni el pensar que por nuestras
propias obras mereceremos o compraremos una heredad con los santos. Cuando se le preguntó a Cristo: "¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?", él respondió: "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado". * Juan 6:28, 29. Arrepentirse
es alejarse del yo y dirigirse a Cristo; y cuando recibamos a Cristo,
para que por la fe él pueda vivir en nosotros, las obras buenas se
manifestarán.
Dijo
Jesús: "Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para
no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en
secreto". Todo lo que se hace para gloria de Dios tiene que hacerse con alegría, no 76 con tristeza o dolor. No hay nada lóbrego en la religión de Cristo. Si
por su actitud de congoja los cristianos dan la impresión de haberse
chasqueado en el Señor, presentaran una concepción falsa de su carácter,
y proporcionan argumentos a sus enemigos. Aunque de palabra llamen a Dios, su Padre, su pesadumbre y tristeza los hace parecer huérfanos ante todo el mundo.
Cristo desea que su servicio parezca atractivo, como lo es en verdad. Revélense al Salvador compasivo los actos de abnegación y las pruebas secretas del corazón. Dejemos las cargas al pie de la cruz, y sigamos adelante regocijándonos en el amor del que primeramente nos amó. Los
hombres no conocerán tal vez la obra que se hace secretamente, entre el
alma y Dios, pero se manifestará a todos el resultado de la actuación
del Espíritu sobre el corazón, porque él, "que ve en lo secreto, te
recompensará en publico".
"NO OS HAGÁIS TESOROS EN LA TIERRA".
Los
tesoros acumulados en la tierra no perduran: los ladrones entran y los
roban; los arruinan el orín y la polilla; el incendio Y la tempestad
pueden barrer nuestros bienes. Y "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". Lo que se atesora en el mundo absorberás la mente y excluirá aun las cosas del cielo.
El amor al dinero era la pasión dominante en la época de los judíos. La mundanalidad usurpaba en el alma el lugar de Dios y de la religión. Así ocurre ahora. La
ambición avarienta de acumular riquezas tiene tal ensalmo sobre la
vida, que termina por pervertir la nobleza y corromper toda
consideración de los hombres para sus semejantes hasta ahogarlos en la
perdición. La
servidumbre bajo Satanás rebosa de cuidados, perplejidades y trabajo
agotador; los tesoros que los hombres acumular en la tierra son tan sólo
temporales.
Dijo Jesús: "Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque
dónde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". 77 La
instrucción que dio fue: "Haceos tesoros en el cielo".
Es de nuestro interés obtener los tesoros celestiales. Es lo único, de todo lo que poseemos, que sea verdaderamente nuestro. El tesoro acumulado en el cielo es imperecedero. Ni el fuego ni la inundación pueden destruirlo, ni ladrón robarlo, ni polilla ni orín corromperlo, porque Dios lo custodia.
Estos tesoros, que Cristo considera inestimables, son "las riquezas de la gloria de su herencia en los santos". A los discípulos de Cristo se los llama sus joyas, su tesoro precioso y particular. Dice él: "Como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra". "Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre". *Efesios 1:18; Zacarías 9:16; Isaías 13:12.
Cristo,
el gran centro de quien se desprende toda gloria, considera a su pueblo
purificado y perfeccionado como la recompensa de todas sus aflicciones,
su humillación y su amor; lo estima como el complemento de su gloria.
Se
nos permite unirnos con él en la gran obra de redención y participar
con él de las riquezas que ganó por las aflicciones y la muerte.
El apóstol Pablo escribió de esta manera a los cristianos tesalonicenses: "¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo". *1 Tesalonicenses 2:19, 20.
Tal es el tesoro por el cual Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha de la vida. Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en algún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de Cristo, equivale a acumular tesoros en los cielos.
El apóstol Pablo escribió de esta manera a los cristianos tesalonicenses: "¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo". *1 Tesalonicenses 2:19, 20.
Tal es el tesoro por el cual Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha de la vida. Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en algún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de Cristo, equivale a acumular tesoros en los cielos.
Donde esté el tesoro, allí estará el corazón. Nos beneficiamos con cada esfuerzo que ejercemos en pro de los demás. El
que da de su dinero o de su trabajo para la difusión del Evangelio
dedica su interés y sus oraciones a la obra y a las almas a las cuales
alcanzará; sus afectos se dirigen hacia otros, y se ve estimulado para
consagrarse más completamente a Dios, a fin de poder hacerles el mayor
bien posible. 78
En el día final, cuando desaparezcan las riquezas del mundo, el que haya guardado tesoros en el cielo verá lo que su vida ganó. Si
hemos prestado atención a las palabras de Cristo, al congregarnos
alrededor del gran trono blanco veremos almas que se habrán salvado como
consecuencia de nuestro ministerio; sabremos que uno salvó a otros, y
éstos, a otros aún. Esta
muchedumbre, traída al puerto, de descanso como fruto de nuestros
esfuerzos, depositará sus coronas a los pies de Jesús y lo alabará por
los siglo interminables de la eternidad. ¡Con qué alegría verá el obrero
de Cristo aquellos redimidos, participantes de la gloria del Redentor!
¡Cuán precioso será el cielo para quienes hayan trabajado fielmente por
la salvación de las almas!
"Si,
pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde
está Cristo sentado a la diestra de Dios". * Colosenses 3:1.
"SI TU OJO ES BUENO, TODO TU CUERPO ESTARÁ LLENO DE LUZ".
Lo que el Señor señala en estas palabras es la sinceridad, de propósito, la devoción indivisa a Dios. Si
existe esta sinceridad de propósito, y no hay vacilación para percibir y
obedecer la verdad a cualquier costo, se recibirá luz divina. La piedad verdadera comienza cuando cesa la transigencia con el pecado. Entonces la expresión del corazón será la, del apóstol Pablo: "Una
cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a
lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de, Dios en Cristo Jesús".
"Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo". *Filip. 3:13, 14, 8.
"Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo". *Filip. 3:13, 14, 8.
Cuando la vista está cegada por el amor propio, hay solamente oscuridad. "Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas". Era
ésta la oscuridad que envolvió a los judíos en obstinada incredulidad y
los imposibilitó para comprender el carácter y la misión del que vino a
salvarlos de sus pecados.
El ceder a la tentación empieza cuando se permite a la 79 mente vacilar y ser inconstante en la confianza en Dios. Si no decidimos entregarnos por completo a Dios, quedamos en tinieblas. Cuando hacemos cualquier reserva, abrimos la puerta por la cual Satanás puede entrar para extraviarnos con sus tentaciones. El sabe que sí puede oscurecer nuestra visión para que el ojo de la fe no vea a Dios, no tendremos protección contra el pecado.
El predominio de un deseo pecaminoso revela que el alma está engañada. Cada vez que se cede a dicho deseo se refuerza la aversión del alma contra Dios. Al seguir el sendero elegido por Satanás, nos vemos envueltos por las sombras del mal; cada paso nos lleva a tinieblas más densas y agrava la ceguera del corazón.
En el mundo espiritual rige la misma ley que en el natural. Quien more en tinieblas perderá al fin el sentido de la vista. Estará rodeado por una oscuridad más densa que la de medianoche, y no le puede traer luz
el mediodía más brillante.
"Anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos". *1 Juan 2:11.
Por abrigar el mal con persistencia, por despreciar con obstinación las súplicas del amor divino, el pecador pierde el amor a lo bueno, el deseo de Dios y aun la capacidad misma de recibir la luz del cielo. La invitación de la misericordia sigue rebosando amor, la luz brilla con tanto resplandor como cuando iluminó por vez primera el alma; pero la voz cae en oídos sordos; la luz, en ojos cegados.
el mediodía más brillante.
"Anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos". *1 Juan 2:11.
Por abrigar el mal con persistencia, por despreciar con obstinación las súplicas del amor divino, el pecador pierde el amor a lo bueno, el deseo de Dios y aun la capacidad misma de recibir la luz del cielo. La invitación de la misericordia sigue rebosando amor, la luz brilla con tanto resplandor como cuando iluminó por vez primera el alma; pero la voz cae en oídos sordos; la luz, en ojos cegados.
Ninguna
alma se encuentra desamparada definitivamente por Dios ni abandonada
para seguir sus propios pasos, mientras haya esperanza de salvarla. "Dios no se aparta del hombre, sino el hombre de Dios". Nuestro
Padre celestial nos sigue con amonestaciones, súplicas y promesas de
compasión hasta que las nuevas oportunidades y privilegios resultan
totalmente inútiles. La responsabilidad es del pecador. Al resistir hoy al Espíritu de Dios, apareja el camino para la segunda oposición a la luz cuando venga con mayor poder. Así
va de oposición en oposición, hasta que la luz no lo conmueve más, y él
no responde ya de ninguna manera al Espíritu de Dios. Entonces aun la luz que 80 está en él se ha convertido en tinieblas. La verdad misma que conocía se ha pervertido de tal manera que intensifica la ceguera del alma.
"NINGUNO PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES".
Cristo no dice que el hombre no querrá servir a dos señores ni que no deberá servirlos, sino que no puede hacerlo. Los
intereses de Dios y los de Mamón* no pueden armonizar en forma alguna.
Donde la conciencia del cristiano le aconseja abstenerse, negarse a sí
mismo, detenerse, allí mismo el hombre del mundo avanza para gratificar
sus tendencias egoístas. A
un lado de la línea divisoria se encuentra el abnegado seguidor de
Cristo, al otro lado se halla el amante del mundo, dedicado a
satisfacerse a sí mismo, siervo de la moda, embebido en frivolidades,
regodeándose con placeres prohibidos. A ese lado de la línea no puede pasar el cristiano.
Nadie
puede ocupar una posición neutral; no existe una posición intermedia,
en la que no se ame a Dios y tampoco se sirva al enemigo de la justicia. Cristo ha de vivir en sus agentes humanos, obrar por medio de sus facultades y actuar por sus habilidades. Ellos deben someter su voluntad a la de Cristo y obrar con su Espíritu. Entonces, ya no son ellos los que viven, sino que Cristo vive en ellos. Quien
no se entrega por entero a Dios se ve gobernado por otro poder y
escucha otra voz, cuyas sugestiones revisten un carácter completamente
distinto. El servicio a medias coloca al agente humano del lado del enemigo, como aliado eficaz de los ejércitos de las tinieblas. Cuándo
los que profesan ser soldados de Cristo se unen a la confederación de
Satanás y colaboran con él, se revelan como enemigos de Cristo. Traicionan cometidos sagrados. Constituyen
un eslabón entre Satanás y los soldados fieles; y por medio de dichos
agentes el enemigo trabaja constantemente para seducir los corazones de
los soldados de Cristo. 81
El
baluarte más fuerte del vicio en nuestro mundo no es la vida perversa
del pecador abandonado ni del renegado envilecido; es la vida que en
otros aspectos parece virtuosa y noble, pero en la cual se alberga un
pecado, se consciente un vicio. Para el alma que lucha secretamente
contra alguna tentación gigantesca, que tiembla al borde del precipicio,
tal ejemplo es uno de los alicientes más poderosos para pecar. Aquel
que, a pesar de estar dotado de un alto concepto de la vida, de la
verdad y del honor, quebranta voluntariamente un solo precepto de la
santa ley de Dios, pervierte sus nobles dones en señuelos del pecado. El
genio, el talento, la simpatía y aun los actos generosos y amables
pueden llegar a ser lazos de Satanás para arrastrar a otras almas hasta
hacerlas, caer en el precipicio de la ruina, para esta vida y para la
venidera.
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está, en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo". *1Juan 2:15, 16.
"NO OS AFANÉIS POR VUESTRA VIDA".
Quien nos dio la vida sabe que nos hace falta el alimento para conservarla. El que, creó el cuerpo no olvida nuestra necesidad de ropa. ¿El que concedió la dádiva mayor no otorgará también lo necesario para hacerla completa?
Jesús
dirigió la atención de sus oyentes a las aves que modulaban sus alegres
cantos, libres de congojas, porque, si bien "no siembran, ni siegan",
el gran Padre las provee de todo lo necesario. Luego preguntó: "¿No valéis vosotros mucho más que ellas?"
Las laderas de las colinas y los campos estaban esmaltados de flores. Señalándolos en la frescura del rocío matinal, Jesús dijo: "Considerad los lirios del campo, cómo crecen". La habilidad humana puede copiar las formas graciosas y elegantes de las plantas y las flores; mas ¿qué toque puede dar vida siquiera a una florecilla o a una 82 brizna de hierba? Cada
flor que abre sus pétalos a la vera del camino debe su existencia al
mismo poder que colocó los mundos y estrellas en el cielo. Por toda la creación se siente palpitar la vida del gran corazón de Dios. Sus manos engalanan las flores del campo con atavíos más primorosos que cuantos hayan ornado jamás a los reyes terrenales. "Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?"
El que formó las flores y dio cantos a los pajarillos dice: "Considerad los lirios". "Mirad las aves del cielo". En la belleza de las cosas de la naturaleza podemos aprender acerca de la sabiduría divina más de lo que saben los eruditos. En
los pétalos del lirio Dios escribió un mensaje para nosotros, en un
idioma que el corazón puede leer sólo cuando desaprende las lecciones de
desconfianza, egoísmo y congoja corrosiva. ¿Por qué nos dio él las aves
canoras y las delicadas flores si no por la superabundancia del amor
paternal, para llenar de luz y alegría el sendero de nuestra vida? Sin
las flores y los pájaros tendríamos todo lo necesario para vivir, pero
Dios no se contentó con facilitar únicamente lo que bastaba para
mantener la vida. Llenó la tierra, el aire y el cielo con vislumbres de belleza para expresarnos su amante solicitud por nosotros. La hermosura de todas las cosas creadas no es nada más que un reflejo del esplendor de su gloria. Si
para contribuir a nuestra dicha y alegría prodigó tan infinita belleza
en las cosas naturales, ¿podemos dudar de que nos dará toda bendición
que necesitamos?
"Considerad los lirios". Cada
flor que abre sus pétalos al sol obedece las mismas grandes leyes que
rigen las estrella; y ¡cuán sencilla, dulce y hermosa es su vida! Por
medio de las flores, Dios quiere llamarnos la atención a la belleza del
carácter cristiano. El que dotó de tal belleza a las flores desea, muchísimo más, que el alma se vista con la hermosura del carácter de Cristo.
"Considerad cómo crecen los lirios", dijo Cristo; cómo, al brotar del suelo frío y oscuro, o del fango en el cauce de un 83
río, las plantas se desarrollan bellas y fragantes. ¿Quién imaginaría
las posibilidades de belleza que se esconden en el bulbo áspero y oscuro
del lirio? Pero
cuando la vida de Dios, oculta en su interior, se desarrolla en
respuesta a su llamamiento mediante la lluvia y el sol, maravilla a los
hombres por su visión de gracia y belleza. Así
también se desarrollará la vida de Dios en toda alma humana que se
entregue al ministerio de su gracia, la que tan gratuitamente como la
lluvia y el sol llega con su bendición para todos. Es la palabra de Dios la que crea las flores; y la misma palabra producirá en nosotros las gracias de su Espíritu.
La ley de Dios es una ley de amor. El
nos rodeó de hermosura para enseñarnos que no estamos en la tierra
únicamente para mirar por nosotros mismos, para cavar y construir, para
trabajar e hilar, sino para hacer la vida esplendoroso, alegre y bella
por el amor de Cristo. Así como las flores, hemos de alegrar otras vidas con, el ministerio del amor.
Padres, dejad a vuestros hijos que aprendan de las flores. Llevadlos al jardín, a la huerta, al campo, bajo los árboles frondosos ,y enseñadles a leer en la naturaleza el mensaje del amor de Dios. Vinculad su recuerdo con el espectáculo de los pájaros, las flores y los árboles. Inducidlos a considerar en cada cosa agradable y hermosa una expresión del amor que Dios siente por ellos. Hacedles apreciar vuestra religión por su índole agradable. Rija vuestros labios la ley de la bondad.
Enseñad
a los niños la lección de que mediante el gran amor de Dios su
naturaleza puede transformarse y ponerse en armonía con la suya. Enseñadles que él quiere que sus vidas tengan la hermosura y la gracia de las flores. Mientras recogen las flores fragantes, hacedles saber que quien las creó es más bello que ellas. Así los zarcillos de sus corazones se aferrarán a él. El
que es "todo. . . codiciable" llegará a ser para ellos un compañero
constante y un amigo íntimo, y sus vidas se transformarán a la imagen de
su pureza. 84
"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS".
Los oyentes de las palabras de Cristo seguían aguardando ansiosamente algún anuncio del reino terrenal. Mientras
Jesús les ofrecía los tesoros del cielo, la pregunta que preocupaba a
muchos era: ¿Cómo podrá mejorar nuestra perspectiva en el mundo una
relación con él? Jesús les mostró que al hacer de las cosas mundanales
su anhelo supremo, se parecían a las naciones paganas que los rodeaban,
pues vivían como si no hubiera Dios que cuidase tiernamente a sus
criaturas.
"Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo", * Lucas 12:30. dice Jesús. "Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". He venido para abriros el reino de amor, de justicia y de paz. Abrid el corazón para recibir este reino, y dedicad a su servicio vuestro más alto interés. Aunque es un reino espiritual, no temáis que vuestras necesidades temporales sean desatendidas. Si os entregáis al servicio de Dios, el que es todopoderoso en el cielo y en la tierra proveerá todo cuanto necesitéis.
Cristo
no nos exime de la necesidad de esforzarnos, pero nos enseña que en
todo le hemos de dar a él el primer lugar, el último y el mejor. No debemos ocuparnos en ningún negocio ni buscar placer alguno que pueda impedir el desarrollo de su justicia en nuestro carácter y en nuestra vida. Cuanto hagamos debe hacerse sinceramente, como para el Señor.
Mientras
vivió en la tierra, Jesús dignificó la vida en todos sus detalles al
recordar a los hombres la gloria de Dios y someterlo todo a la voluntad
de su Padre. Si seguimos su ejemplo, nos asegura que todas las cosas necesarias: nos "serán añadidas". Pobreza o riqueza, enfermedad o salud, simpleza o sabiduría, todo queda atendido en la promesa de su gracia.
El brazo eterno de Dios rodea al alma que, por débil que sea, se vuelve a él buscando ayuda. Las cosas preciosas de los collados perecerán; pero el alma que vive para Dios 85 permanecerá con él. "El mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre". La
ciudad de Dios abrirá sus puertas de oro para recibir a aquel que
durante su permanencia en la tierra aprendió a confiar en Dios para
obtener dirección y sabiduría, consuelo y esperanza, en medio de las
pérdidas y las penas. Los cantos de los ángeles le darán la bienvenida allá, y para él dará frutos el árbol de la vida. "Los
montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti
mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el
que tiene misericordia de ti". *1 Juan 2:17; Isaías 54:10.
"NO OS AFANÉIS POR EL DÍA DE MAÑANA. . . BASTA A CADA DÍA SU PROPIO MAL."
Si os habéis entregado a Dios, para hacer su obra -dice Jesús-, no os preocupéis por el día de mañana. Aquel a quien servís percibe el fin desde el principio. Lo que sucederá mañana, aunque esté oculto a vuestros ojos, es claro para el ojo del Omnipotente.
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla en su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces
desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra
voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.
Cristo no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana.
Ha dicho: "Bástate mi gracia"; *2 Cortntios 12:9, pero su gracia se da diariamente, así como el maná en el desierto, para la necesidad cotidiana. Como los millares de Israel en su peregrinación, podemos hallar el pan celestial para la necesidad del día. 86
Solamente un día es nuestro, y en él hemos de vivir para Dios. Por
ese solo día, mediante el servicio consagrado, hemos, de confiar en la
mano de Cristo todos nuestros planes y propósitos, depositando en él
todas las cuitas, porque él cuida de nosotros. "Yo
sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová,
pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza". * Jeremías 29:11; Isaias •30:15.
Si
buscamos a Dios y nos convertimos cada día; si voluntariamente
escogemos ser libres y felices en Dios; si con alegría en el corazón
respondemos a su llamamiento y llevamos el yugo de Cristo que es yugo de
obediencia y de servicio, todas nuestras murmuraciones serán acalladas,
todas las dificultades se alejarán, y quedarán resueltos todos los
problemas complejos que ahora nos acongojan. 87
El Discurso Maestro De Jesucristo (EGW).
El Discurso Maestro De Jesucristo (EGW).
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