Esta sección está basado
en San Mateo 5:1-16,48; 19:3-9.
en San Mateo 5:1-16,48; 19:3-9.
"Abriendo Su Boca, Les Enseñaba, Diciendo:
*BIENAVENTURADOS LOS POBRES EN ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS".
ESTAS
palabras resonaron en los oídos de la muchedumbre como algo desconocido
y nuevo, Tal enseñanza era opuesta a cuanto habían oído del sacerdote o
el rabino. En ella no podían notar nada que alentarse el orgullo ni
estimulase sus esperanza ambiciosas, pero este nuevo Maestro poseía un
poder que los dejaba atónitos. La dulzura del amor divino brotaba de su
misma presencia como la fragancia de una flor. Sus palabras descendían
"como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre
la tierra".*Sal. 72:6.
Todos
comprendían que estaban frente a Uno que leía los secretos del alma,
aunque se acercaba a ellos con tierna compasión. Sus corazones se abrían
a él, y mientras escuchaban, el Espíritu Santo les reveló algo del
significado de la lección que tanto necesitó aprender la humanidad en
todos los siglos.
En
tiempos de Cristo los dirigentes religiosos del pueblo se consideraban
ricos en tesoros espirituales. La oración del fariseo: "Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres", expresaba el sentimiento
de su clase y, en 12 gran parte, de la nación entera. Sin embargo, en
la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza
espiritual. Cuando el poder divino de Cristo se reveló en la pesca
milagrosa, Pedro se echó a los pies del Salvador, exclamando: "Apártate
de mí, Señor, porque soy hombre pecador"; así también en la muchedumbre
congregada en el monte había individuos acerca de cada uno de los cuales
se podía decir que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía
"desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo". Anhelaban "la gracia
de Dios, la cual trae salvación".*Lucas 18:11; 5:8; Apoc. 3:17; Tito
2:11 VM.
Las primeras palabras de Cristo despertaron; esperanzas en estas almas, y ellas percibieron la bendición de Dios en su propia vida. A
los que habían razonado: "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad", Jesús presentó la copa de bendición, mas
rehusaron con desprecio el don que se les ofrecía tan generosamente.
El que se cree sano, el que se considera razonablemente bueno y está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo.
El orgullo no siente necesidad y cierra la puerta del corazón para recibir a Cristo ni las bendiciones infinitas que él vino a dar. Jesús no encuentra albergue en el corazón de tal persona.
Los que en su propia opinión son ricos y honrados, no piden con fe la bendición de Dios ni la reciben. Se creen saciados, y por eso se retiran vacíos.
LOS QUE COMPRENDEN BIEN que les es imposible salvarse y que por sí mismos no pueden hacer ningún acto justo son los que aprecian: la ayuda que les ofrece Cristo. Estos son los pobres en espíritu, a quienes él llama bienaventurados.
Primeramente, Cristo produce contrición en quien perdona, y es obra del Espíritu Santo convencer de pecado. Aquellos cuyos corazones han sido conmovidos por el convincente Espíritu de Dios reconocen que en sí mismos no tienen ninguna cosa buena. Saben que todo lo que han hecho está entretejido con egoísmo y pecado.
Así como el publicano, se detienen a la distancia sin atreverse a alzar los ojos al cielo, y claman: "Dios, sé propicio a mí, pecador". Ellos reciben la bendición. Hay perdón para los 13 arrepentidos, porque Cristo es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Esta es la promesa de Dios: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana". "Os daré corazón nuevo... Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu".*Apoc. 3:17; Lucas 18:13; Juan 1:29; Isa. 1:18; Ezeq. 36:26, 27.
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: "De ellos es el reino de Dios".
Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual de su amor, su gracia y su justicia. El estandarte del reino del Mesías se diferencia de otras enseñas, porque nos revela la semejanza espiritual del Hijo del hombre. Sus súbditos son los pobres de espíritu, los mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que los hará "aptos para participar de la herencia de los santos en luz".*Col. 1:12.
Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual de su amor, su gracia y su justicia. El estandarte del reino del Mesías se diferencia de otras enseñas, porque nos revela la semejanza espiritual del Hijo del hombre. Sus súbditos son los pobres de espíritu, los mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que los hará "aptos para participar de la herencia de los santos en luz".*Col. 1:12.
Todos
los que sienten la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí
mismos no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a
Jesús. Dice él: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados".*Mat. 11:28.
Nos
invita a cambiar nuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No
merecemos el amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera
digno y capaz de salvar a todos los que vengan a él. No importa cuál
haya sido la experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las
circunstancias del presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición
actual -débiles, sin fuerza, desesperados-, nuestro compasivo Salvador
saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos, y nos rodeará con sus
brazos amantes y con la capa de su propia justicia. Nos presentará a su
Padre en las blancas vestiduras de su propio carácter. El aboga por
nosotros ante el Padre, diciendo: Me he puesto en el lugar del pecador.
No mires a este hijo desobediente, sino a mí. Y cuando Satanás
contiende fuertemente contra nuestras almas, acusándonos de pecado y
alegando que somos su presa, la sangre de Cristo aboga con mayor poder.
14
"Y
se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia la fuerza...En
Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de
Israel".*Isa. 45:24,25.
El Discurso Maestro De Jesucristo (EGW).
El Discurso Maestro De Jesucristo (EGW).
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