En un grado sumo, la madre modela con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y los caracteres, y obra no sólo para el presente sino también para la eternidad. Siembra la semilla que germinará y dará fruto, ya sea para bien o para mal.
La madre no tiene que pintar una forma bella sobre un lienzo, ni cincelarla en un mármol, sino que tiene que grabar la imagen divina en el alma humana.
Muy especialmente durante los años tiernos de los hijos, descansa sobre ella la responsabilidad de formar su carácter. Las impresiones que en ese tiempo se hacen sobre sus mentes que están en proceso de desarrollo, permanecerán a través de toda su vida.
Los padres debieran dirigir la instrucción y la educación de sus hijos mientras son niños, con el propósito de que sean piadosos.
Son puestos bajo nuestro cuidado para que los eduquemos, no como herederos del trono de un imperio terrenal, sino como reyes para Dios, que han de reinar al través de las edades sempiternas.
Comprenda toda madre que su tiempo no tiene precio; su obra ha de probarse en el solemne día de la rendición de cuentas.
Entonces se hallará que muchos fracasos y crímenes de los hombres y mujeres fueron resultado de la ignorancia y negligencia de quienes debieron haber guiado sus pies infantiles por el camino recto.
Entonces se hallará que muchos de los que beneficiaron al mundo con la luz del genio, la verdad, y santidad, recibieron de una madre cristiana y piadosa los principios que fueron la fuente de su influencia y éxito. PP EGW MHP
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