Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 30 de mayo de 2019
LA FAMILIA. Nunca estamos solos. Sea que le escojamos o no, tenemos siempre a Uno por compañero. Recordemos que doquiera estemos, hagamos lo que hagamos, Dios está siempre presente. Nada de lo que se diga, se haga o se piense puede escapar a su atención. Para cada palabra o acción tenemos un testigo, el Santo Dios, que aborrece el pecado. Recordémoslo siempre antes de hablar o de realizar un acto cualquiera. Como cristianos, somos miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. No digan una palabra ni hagan cosa alguna que afrente “el buen nombre que fue invocado sobre vosotros”. Santiago 2:7. CE 208.
miércoles, 29 de mayo de 2019
LA FE. Es más que la certeza de lo que se espera y de la convicción de lo que no se ve... es creerle a Dios en todo lo que ha dicho en su palabra. ¡Tú, puedes escribir hoy… un capítulo más de la fe!
Ministerio Hno. Pio9 - Conságrate A Dios Hoy.
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martes, 28 de mayo de 2019
LA IGLESIA.... La iglesia de Cristo es la intermediaria elegida por Dios para salvar a los hombres. Su misión es llevar el Evangelio al mundo. Esta obligación recae sobre todos los cristianos. Cada uno de nosotros, hasta donde lo permitan sus talentos y oportunidades, tiene que cumplir el mandato del Salvador. El amor de Cristo que nos ha sido revelado nos hace deudores de cuantos no lo conocen. Dios nos dió luz, no sólo para nosotros, sino para que la derramemos sobre ellos. (El Camino a Cristo 81) EGW
lunes, 27 de mayo de 2019
11. DIOS TAMBIÉN TIENE REGLAS.
*NUESTRA ÚNICA RESPONSABILIDAD
Como Supremo Legislador del universo, Dios ha ordenado leyes no sólo para el gobierno de todos los seres vivientes, sino de todas las operaciones de la naturaleza. Todo, ya sea grande o pequeño, animado o inanimado, está bajo leyes fijas que no pueden ser desdeñadas. No hay excepciones a esta regla, pues nada de lo hecho por la mano divina ha sido olvidado por la mente divina.
Sin embargo, al paso que todo lo que hay en la naturaleza es gobernado por la ley natural, sólo el hombre, como ser inteligente, capaz de entender sus requerimientos, es responsable ante la ley moral. Sólo al hombre, corona de la creación divina, Dios ha dado una conciencia que comprende las demandas sagradas de la ley divina, y un corazón capaz de amarla como santa, justa y buena.
Del hombre se requiere pronta y perfecta obediencia. Sin embargo, Dios no lo obliga a obedecer: queda como ser moral libre.
Son pocos los que comprenden el tema de la responsabilidad personal del hombre. Sin embargo, es un asunto de máxima importancia. Todos podemos obedecer y vivir, o podemos transgredir la ley de Dios, desafiar su autoridad y recibir el castigo consiguiente.
De modo que a cada alma le incumbe decididamente la pregunta: ¿Obedeceré la voz del cielo, las diez palabras pronunciadas en el Sinaí, o iré con la multitud que pisotea esta ígnea ley?
Para los que aman a Dios, será la máxima delicia observar los mandamientos divinos y hacer aquellas cosas que son agradables a la vista de Dios. Pero el corazón natural odia la ley de Dios y lucha contra sus santas demandas. los hombres cierran su alma a la luz divina, rehusando caminar en ella cuando brilla sobre 31 ellos. Sacrifican la pureza del corazón, el favor de Dios y su esperanza del cielo a cambio de la complacencia egoísta o las ganancias mundanales.
Dice el salmista: "la ley de Jehová es perfecta" (Sal. 19: 7).
¡Cuán maravillosa es la ley de Jehová en su sencillez,
su extensión y perfección!
Es tan breve, que podemos fácilmente aprender de memoria cada precepto, y sin embargo tan abarcante como para expresar toda la voluntad de Dios y tener conocimiento no sólo de las acciones externas, sino de los pensamientos e intenciones, los deseos y emociones del corazón.
Las leyes humanas no pueden hacer esto.
Sólo pueden tratar con las acciones externas.
Un hombre puede ser transgresor y, sin embargo, puede ocultar sus faltas de los ojos humanos. Puede ser criminal, ladrón, asesino o adúltero, pero mientras no sea descubierto, la ley no puede condenarlo como culpable.
La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el odio, la malignidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición que agitan el alma, pero que no han hallado expresión en acciones externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la voluntad. Y se demandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día cuando "Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala" (Ecl. 12: 14).
EL OBEDECER TRAE FELICIDAD
La ley de Dios es sencilla y se entiende fácilmente. Hay hombres que se jactan orgullosamente de que sólo creen lo que pueden entender, olvidándose de que hay misterios en la vida humana y en la manifestación del poder de Dios, en las obras de la naturaleza: misterios que la filosofía más profunda, la investigación más extensa, son incapaces de explicar.
Pero no hay misterios en la ley de Dios.
Todos pueden comprender las grandes verdades que implica.
El intelecto más débil puede captar esas reglas; el más ignorante puede regular su vida y formar su carácter de acuerdo con la norma divina. Si los hijos de los hombres obedecieran esta ley al máximo de su capacidad, ganarían fortaleza para su mente y poder de discernimiento para comprender todavía más el 32 propósito y los planes de Dios. Y este progreso sería continuo, no sólo durante la vida presente, sino durante los siglos eternos, pues no importa cuán lejos avancemos en el conocimiento de la sabiduría y del poder de Dios, siempre queda un infinito más allá.
La ley divina nos demanda amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin el ejercicio de este amor, la más elevada profesión de fe es mera hipocresía...
Es esencial la obediencia a la ley, no sólo para nuestra salvación, sino para nuestra felicidad y para la felicidad de aquellos con quienes nos relacionamos.
"Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo"
(Sal. 119: 165), dice la Palabra inspirada.
Sin embargo, el hombre finito presentará a la gente esta ley santa, justa y buena, esta ley de libertad que el Creador mismo ha adaptado para las necesidades del hombre, como un yugo de opresión, un yugo que nadie puede llevar.
Pero es el pecador el que considera la ley como un yugo penoso; es el transgresor el que no puede ver belleza en sus preceptos. Pues la mente carnal "no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede" (Rom. 8: 7)...
MÁS ALLÁ DE LAS PROHIBICIONES
Vivimos en un siglo de gran impiedad. Las multitudes están esclavizadas por costumbres pecaminosas y malos hábitos, y son difíciles de romper los grillos que las atan. Como un diluvio, la iniquidad está inundando la tierra. Ocurren diariamente crímenes casi demasiado horrorosos para ser mencionados.
Y, sin embargo, hombres que profesan ser atalayas en las murallas de Sion quieren enseñar que la ley era sólo para los judíos y que caducó con los gloriosos privilegios que comenzaron en la era evangélica. ¿No hay acaso una relación entre el desenfreno y el crimen imperantes, y el hecho de que los ministros y sus fieles sostienen y enseñan que la ley no está más en vigencia?
El poder condenador de la ley de Dios
se extiende no sólo a lo que hacemos,
sino a lo que no hacemos.
No hemos 33 de justificarnos dejando de hacer
lo que Dios requiere.
No sólo hemos de cesar de hacer el mal,
sino que debemos aprender a hacer el bien.
DIOS NOS HA DADO FACULTADES que deben ejercerse en buenas obras, y si no se emplean esas facultades, ciertamente seremos considerados como siervos malos y negligentes.
Quizá no hayamos cometido atroces pecados; tales faltas quizá no estén registradas contra nosotros en el libro de Dios; pero el hecho de que nuestros actos no sean registrados como puros, buenos, elevados y nobles -lo que indica que no hemos cultivado los talentos que se nos confiaron-, nos coloca bajo condenación.
La ley de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Fue adaptada a las condiciones de seres santos: aun los ángeles eran gobernados por ella.
No se cambiaron los principios de justicia después de la caída. Nada fue quitado de la ley.
No podía mejorarse ninguno de sus santos preceptos.
Y así como ha existido desde el comienzo, de la misma manera continuará existiendo por los siglos perpetuos de la eternidad.
Dice el salmista:
"Hace ya mucho que he entendido tus testimonios,
que para siempre los has establecido" (Sal. 119: 152).* RMEGW MHP
domingo, 26 de mayo de 2019
REFLEXION 92. ¿SEÑALES DE SU VENIDA O MOVIMIENTOS DE PLACAS SOLAMENTE?
¿Qué actitud tomas, o que haces?
¿Cuándo la tierra empieza a temblar
y no parece detenerse como hoy?
Mucha gente noctambula. Entró en pánico. Cuando la tierra empezó a temblar como a las 2.49 am. Gritos, llanto; mezclados con nerviosismo. Me desperté. Y no entendía que pasaba. Cuando el movimiento iba terminando en los últimos segundos del minuto de duración de grado 7.2.
¿Qué reflexión te da, cuando pasas esa experiencia tan traumática? ¿Miras a los lados o miras al cielo y piensas en Dios?
“Cuando están en dificultad, los filósofos y los hombres de ciencia procuran satisfacer su mente sin apelar a Dios. Ventilan su filosofía acerca de los cielos y de la tierra, explicando plagas, pestilencias, epidemias, TERREMOTOS y hambres, por sus supuestas ciencias. Las cuestiones relativas a la creación y la providencia procuran resolverlas diciendo: Es la ley de la naturaleza”. CM 426
LA SEGUNDA VENIDA
Nuestro Salvador ha de volver. Antes de despedirse de sus discípulos y de salir de este mundo, les dejó la promesa de su regreso.
“¡No se turbe vuestro corazón!” dijo:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; ... voy a prepararos el lugar. Y si yo fuere y os preparare el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
Juan 14:1-3.
No los dejó en la duda respecto del modo en que efectuaría su venida. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y delante de él serán juntadas todas las naciones.” Mateo 25:31, 32.
Con mucho cuidado los puso en guardia contra el engaño:
“Si, pues, os dijeren: ¡He aquí, en el desierto está! no salgáis: O: ¡He aquí, en los aposentos! no lo creáis. Porque como el relámpago sale del oriente y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.” Mateo 24:26, 27.
ESTE AVISO ES TAMBIEN PARA NOSOTROS.
Hoy hay falsos maestros que dicen: “¡He aquí en el desierto está!” y miles han salido al desierto, esperando encontrar a Cristo.
Y miles también que pretenden tener comunicación con los espíritus de los muertos afirman: “¡He aquí, en los aposentos está!” Esto es precisamente lo que dice el espiritismo.
Pero Cristo dice: “No lo creáis. Porque como el relámpago sale del oriente, y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.”
Al ascender Cristo a los cielos los ángeles declararon a los discípulos: “Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá del mismo modo que le habéis visto ir al cielo.” Hechos 1:11.
Ascendió corporalmente, y ellos le vieron cuando los dejó y fue recibido en la nube. Volverá en una gran nube blanca, y “todo ojo le verá.” Apocalipsis 1:7.
El día exacto y la hora de su venida no han sido revelados.
Cristo dijo a sus discípulos que él mismo no podía decirles el día o la hora de su segunda aparición. Pero citó algunos acontecimientos mediante los cuales podrían saber cuándo se acercará su venida.
“Habrá señales-dijo-en el sol, y en la luna, y en las estrellas.”
Lucas 21:25.
Y aun se expresa más claramente al decir:
“El sol se obscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo.” Mateo 24:29.
“Sobre la tierra,” dijo, habrá “angustia de naciones, en perplejidad, a causa de los bramidos del mar y la agitación de las ondas; desfalleciendo los hombres de temor, y en expectativa de las cosas que han de venir sobre la tierra habitada.” Lucas 21:25, 26.
“Y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria. Y enviará sus ángeles con grande estruendo de trompeta, los cuales juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro.” Mateo 24:30, 31.
El Salvador agregó: “De la higuera, pues, aprended la semejanza: Cuando su rama ya se enternece, y hace brotar las hojas, sabéis que el verano está cerca: así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a las puertas.” Mateo 24:32, 33.
Cristo dió estas señales de su venida para que sepamos cuándo está cerca, a las puertas mismas. Cuando los árboles echan hojas en la primavera, sabemos que el verano está cerca. Pues bien, con no menos seguridad sabremos que la segunda venida de Cristo está cercana, cuando las señales aparezcan en el sol, en la luna y en las estrellas.
EN APOCALIPSIS 6:12-17, ES MÁS COMPLETO, ESTA VISIÓN CELESTIAL DE SU VENIDA.
12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.
15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
ESTA SEÑAL del tiempo del fin se dio inicio; el 1 de noviembre de 1755. Su epicentro fue en Lisboa- Portugal. Conocido en la historia como EL GRAN TERREMOTO DE LISBOA.
“Estas señales se vieron antes de principios del siglo XIX. En cumplimiento de esta profecía, en 1755 se sintió el más espantoso terremoto que se haya registrado. Aunque generalmente se lo llama el terremoto de Lisboa, se extendió por la mayor parte de Europa, África y América. Se sintió en Groenlandia en las Antillas, en la isla de Madera, en Noruega, en Suecia, en Gran Bretaña e Irlanda. Abarcó por lo menos diez millones de kilómetros cuadrados. La conmoción fue casi tan violenta en África como en Europa. Gran parte de Argel fue destruida; y a corta distancia de Marruecos, un pueblo de ocho a diez mil habitantes desapareció en el abismo. Una ola formidable barrió las costas de España y África, sumergiendo ciudades y causando inmensa desolación”.
Fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su mayor violencia. Se dice que en Cádiz, la oleada llegó a sesenta pies de altura. Algunas de las montañas “más importantes de Portugal fueron sacudidas hasta sus cimientos y algunas de ellas se abrieron en sus cumbres, que quedaron partidas de un modo asombroso, en tanto que trozos enormes se desprendieron sobre los valles adyacentes. Se dice que de esas montañas salieron llamaradas de fuego”.
Sir Charles Lyell, Principles of Geology, 495.
En Lisboa “se oyó bajo la tierra un ruido de trueno, e inmediatamente después una violenta sacudida derribó la mayor parte de la ciudad. En unos seis minutos murieron sesenta mil personas. El mar se retiró primero y dejó seca la barra, luego volvió en una ola que se elevaba hasta cincuenta pies sobre su nivel ordinario”. “Entre los sucesos extraordinarios ocurridos en Lisboa durante la catástrofe, se cuenta la sumersión del nuevo malecón, construído completamente de mármol y con ingente gasto. Un gran gentío se había reunido allí en busca de un sitio fuera del alcance del derrumbe general; pero de pronto el muelle se hundió con todo el gentío que lo llenaba, y ni uno de los cadáveres salió jamás a la superficie” (ibíd.).
“La sacudida” del terremoto “fue seguida instantáneamente del hundimiento de todas las iglesias y conventos, de casi todos los grandes edificios públicos y más de la cuarta parte de las casas. Unas horas después estallaron en diferentes barrios incendios que se propagaron con tal violencia durante casi tres días que la ciudad quedó completamente destruida. El terremoto sobrevino en un día de fiesta en que las iglesias y conventos estaban llenos de gente,
y escaparon muy pocas personas”
(Encyclopaedia Americana, art. Lisboa, nota, ed. 1831).
“El TERROR del pueblo era indescriptible. Nadie lloraba; el siniestro superaba la capacidad de derramar lágrimas. Todos corrían de un lado a otro, delirantes de horror y espanto, golpeándose la cara y el pecho, gritando: ‘¡Misericordia! ¡Llegó el fin del mundo!’ Las madres se olvidaban de sus hijos y corrían de un lado a otro llevando crucifijos. Desgraciadamente, muchos corrieron a refugiarse en las iglesias; pero en vano se expuso el sacramento; en vano aquella pobre gente abrazaba los altares; imágenes, sacerdotes y feligreses fueron envueltos en la misma ruina”. Se calcula que noventa mil personas perdieron la vida en aquel aciago día. CS 306 EGW
*Luego Las otras señales han aparecido.
EL 19 DE MAYO DE 1780,
EL SOL SE OBSCURECIÓ.
Aquel día se conoce en la historia como “el día obscuro.” En la parte oriental de la América del Norte, fue tan grande la obscuridad que en muchos sitios hubo que prender luz a mediodía. Hasta después de medianoche, la luna, a pesar de estar llena, no dió luz alguna.
Muchos creyeron que había llegado el día del juicio. No pudo darse más razón satisfactoria de tan extraordinaria obscuridad que la que encontramos en las palabras de Cristo.
El obscurecimiento del sol y de la luna fué una señal de la venida
de Cristo.
*EL 13 DE NOVIEMBRE DE 1833, observóse una LLUVIA DE ESTRELLAS como nunca se había visto hasta entonces. Miles de personas volvieron a creer que el día del juicio había llegado.
DESDE ENTONCES se han multiplicado las señales: terremotos, maremotos, tempestades, pestilencias y hambres, destrucciones por fuego y agua. Todo esto, y “la angustia de naciones en perplejidad,”
¡DECLARAN QUE LA VENIDA DEL SEÑOR ESTÁ CERCA!
De los que contemplan estas señales dice Cristo: “No pasará esta generación, hasta que todo esto sea hecho. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:34, 35.
“El Señor mismo descenderá del cielo con mandato soberano, con la voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero; luego, nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro del Señor, en el aire; y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos pues los unos a los otros con estas palabras.” 1 Tesalonicenses 4:16-18.
Cristo viene, viene en las nubes y con grande gloria. Una muchedumbre de ángeles resplandecientes le servirá. Vendrá para resucitar a los muertos y para transformar a los santos que estén vivos y darles gloria.
Vendrá para dar honra a los que le hayan amado y que hayan guardado sus mandamientos, y los llevará consigo. No se ha olvidado de ellos ni de su promesa.
Ha de reanudarse la cadena de la familia. Cuando pensamos en nuestros amados que han muerto, pensamos también en la mañana en que la trompeta de Dios ha de resonar, y en que “los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados.”
1 Corintios 15:52.
Ese tiempo está cerca. Aún un poco más, y veremos al Rey en su belleza. Aún un poco más, y él enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Aún un poco más, y nos presentará “irreprensibles delante de la presencia de su gloria con gozo extremado.” Judas 24.
Por lo tanto, al darnos él las señales de su venida, dijo: “Mas en comenzando a suceder estas cosas, erguíos y alzad vuestras cabezas; porque vuestra redención se va acercando.” Lucas 21:28. CNS EGW
Lo más trascendente de esta reflexión es: ¿Qué harás al respecto? ¿empezarás a pensar en serio y oír la voz de Dios, que habla a tu conciencia?
O seguirás arrullándote en la seguridad de que todo está bien.
¿Y solo es el ajuste de placas?
Es tiempo de que reflexiones y decidas. Porque ante tu decisión,
no hay marcha atrás. Dios te ilumine con su Espíritu. Amen.
Ministerio Hno. Pio
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