martes, 5 de febrero de 2013

206. Limpio Corazón‏


Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. 
San Mateo 5:8. 

Eugenio cerró el libro que leía, una novela de crimen, sexo y sangre. Se levantó del sofá, frente a la hoguera, se dirigió hacia la ventana y la abrió, para ver qué era lo que sucedía allá afuera. 

El perro ladraba con insistencia. Su rostro, caliente por el ardor intenso de los leños, sintió el aire helado de la noche de invierno. Llamó a su perro, un pastor alemán. El animal se acercó al amo y volvió, ladrando, hacia el pequeño bosque del lado. 

–¿Quién anda ahí? 

El grito de Eugenio quebró el silencio de la noche. La única respuesta que obtuvo fue un fuerte gruñido del perro, que corría, enloquecido, acercándose al bosque. Eugenio quedó por un momento estático, pensando qué hacer. Sus ojos reflejaban miedo. Había oído tantas historias de asaltos; y él estaba solo aquella noche. Quiso, entonces, pensar en Dios, pero su mente, contaminada por la historia que estaba leyendo, solo daba lugar al miedo; y su corazón temblaba. Involuntariamente, empezó a ver las escenas de violencia relatadas en la novela, y se sintió más solo y desamparado que nunca. 

¿Qué tiene que ver esta historia con el versículo de hoy? 

El texto habla de un corazón puro. Jesús dijo, en el Sermón del Monte, que los que tienen el corazón puro son felices. 

Eugenio no tenía el corazón puro en aquel momento. Acababa de colocar basura en su mente. Sus temores, aquella noche, no provenían del bosque ni del ladrido desesperado de su perro, sino de su mente y de las escenas de horror y sangre que acababa de colocar en ella. Su corazón estaba contaminado, y él no podía ver a Dios cuando más lo necesitaba. 

La palabra “puro”, en el original griego, es kataros, que significa, entre otras cosas, “que no tiene mezcla”. Como el aceite, que no contiene agua. 

¿Qué sucede si colocas en tu mente cosas buenas y cosas malas, al mismo tiempo? 

Tu mente deja de ser kataros; se vuelve agua envenenada. Entonces, al llegar el momento difícil, el agua no calma tu sed; está contaminada y puede provocarte la muerte.
 Jesús desea lo mejor para ti. Quiere que seas feliz y camines diariamente sin temor. Por eso, te aconseja que no contamines la fuente de tu corazón. 

Sal de casa hoy, dispuesto a colocar solo cosas buenas en tu mente. No lo olvides: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.
  Alejandro Bullón 


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