El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas. Prov. 11:28.
Augusto y Adela formaban un matrimonio feliz hasta que Adela conoció el evangelio y se encontró con principios de vida que ignoraba. Augusto creía que Adela era demasiado ingenua para creer en las “tonterías” antiguas de la Biblia. Juntos habían construido una gran fortuna. Pero Adela reconocía que no hubieran conseguido todo ese dinero, si no hubieran entrado en el terreno de la deshonestidad y la mentira, si no hubieran abusado de la Buena fe de las personas. Cosas que no estaba dispuesta a continuar practicando, ahora que conocía los principios y normas morales que la Biblia enseña.
Entonces comenzaron las discusiones y las desavenencias. Ambos vivían en la misma casa y eran propietarios de la misma empresa, pero tenían conceptos completamente diferentes de la vida y de los negocios. La situación llegó a tornarse insostenible y, como consecuencia natural, se produjo el divorcio. Adela quedó insegura con la separación. Tenían dos hijos pequeños y aunque hizo todo para salvar el matrimonio, llego a la conclusión de que si quería ser leal a su conciencia y a Dios, tendría que aceptar aquella solución inevitable.
Augusto aprovechó la fragilidad de su esposa y los principios que ahora norteaban la vida de ella, y se apoderó de la empresa dejándola prácticamente en la miseria. El único Dios que el reconocía era el dinero, y lo tenía en abundancia. En su Corazón no había lugar para la generosidad, ni para la comprensión. Decía que la esposa estaba viviendo la vida que había escogido. El tiempo pasó. Cinco años.
Al comienzo, Adela parecía como hierba seca y sin vida. Parecía. La realidad era otra, porque creía en las promesas divinas y estas decían que ella “reverdecería”. Y así fue. Comenzó otra empresa en el fondo de su casa, con la ayuda de algunos vecinos, y hoy posee una floreciente empresa de alimentos precocinados.
Augusto quebró, víctima de sus ambiciones desmedidas.
¿No crees que vale la pena pensar en la experiencia de Augusto y de Adela? Sí, porque “el que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas”.
Alejandro Bullón
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