martes, 29 de marzo de 2011

5. La Belleza de Vivir en Familia


“Tenga un Hogar Feliz,
su Familia lo merece”
Lección 05 de 10
El hogar de los esposos Martínez estaba enfermo de tristeza. En contados meses habían fallecido los dos hijos menores, preciosos niños de pocos años de edad.
El padre estaba deshecho por el dolor. Había perdido el apetito, y durante semanas no podía conciliar el sueño, su salud estaba completamente quebrantada. Pero cierto día el hijito de cuatro años que aún les quedaba, le dijo a su papá: “Papito, ¿por qué no juegas conmigo? Ayúdame a hacer un barquito”. Y durante dos horas el padre se entretuvo con su pequeño haciéndole un hermoso barquito. Esas fueron las primeras horas de paz mental que conoció el padre, después de meses de angustioso dolor. Esa noche pudo dormir. Al día siguiente mejoró su apetito. De allí en adelante, cada día dedicó un momento para convivir alegremente con su hijito. Su dolor se fue desvaneciendo y la felicidad retornó al hogar.
Este caso verídico ilustra cuán importante y hermoso es el compañerismo familiar. Precisamente, tal será el tema de esta lección. Pero antes de abordarlo de lleno, digamos algo acerca de la paternidad y la presencia de los hijos en el hogar. El propósito supremo del matrimonio es la formación de la familia, con hijos que alegren el corazón de sus padres. La conocida frase de que “un hogar sin hijos es como un jardín sin flores”, afirma que la felicidad conyugal sólo puede ser completa con la presencia de hijos debidamente formados. Esto, sin embargo, no significa que cuando un matrimonio carece de armonía, la solución consiste en traer hijos al mundo. “Cuando los cónyuges no congenian y tienen dificultades en fusionar su personalidad, es mejor que resuelvan sus diferencias antes de traer deliberadamente otras vidas al hogar para compartir sus desgracias. No es justo que a un niño se lo traiga a un hogar donde reina la discordia”
(H. Shryock, El Secreto de la Dicha Conyugal, pág. 217).
1. LA EXPERIENCIA DE LA PATERNIDAD
La experiencia de ser padres produce un gozo desbordante. La llegada de cada hijo es como si se tratara de un valioso obsequio, de una pieza única, que brinda contentamiento a sus poseedores. Efectivamente, los hijos son un regalo de Dios a los padres. Pero la paternidad, además de ser un gozo, es un privilegio que proporciona madurez y bendición a los padres. El hombre y la mujer se vuelven más tiernos, comprensivos y joviales cuando se entregan de corazón a la tarea de criar a un hijo. Y como los niños deben aprender de los mayores, también éstos pueden aprender grandes lecciones de sus hijos acerca de la vida, mientras se ocupan en educarlos.
Además de un privilegio, la paternidad entraña también una sagrada responsabilidad que incluye mucho más que el brindar instrucción, ropa o comida a los hijos. Implica sobre todo formarlos para la vida, ayudarles a desarrollar un buen carácter y encender en ellos la chispa de un noble ideal. Y esta obra trascendente no sólo demanda el sano consejo, sino también el buen ejemplo de los padres.
Esta es una tarea en la cual han de participar por igual tanto el padre como la madre, recordando que tendrán que dar cuenta a Dios de la manera en que cumplan tan sagrado cometido.GOZO, PRIVILEGIO,RESPONSABILIDAD: tal la experiencia de la paternidad.
2. EL HIJO QUE NO LLEGÓ
Es frecuente encontrar familias compuestas por los padres y un solo hijo. Hubo intentos reiterados por aumentar la prole, pero por diversos motivos los otros hijos nunca llegaron. En tal caso, cuánta sabiduría deben ejercer los padres, a fin de no echar a perder al hijo único con una sobrecarga afectiva que se concentre en su persona. En otros casos, los esposos simplemente no han podido tener hijo alguno. Se han sometido pacientemente a tratamientos médicos, pero la concepción no se ha producido. El resultado es un lamentable sentimiento de frustración.
Para los esposos que se encuentran en tal condición, qué solución tan sencilla y efectiva puede ser la adopción de una o varias criaturas. Procediendo con prudencia, acatando la ley civil vigente, y tomando en cuenta los factores de la edad
(tanto de la criatura como de los padres adoptivos), la adopción de un hijo, fuera de ser una obra altamente humana y cristiana, puede llenar de felicidad la vida de los padres. Estos hijos, debidamente integrados en el círculo familiar, podrán
responder con la misma medida de afecto que se les brinde y podrán ser una gran bendición en la sociedad.
Los cambios saludables que se producen en todo buen hogar cuando llegan los hijos hacen aconsejable su adopción cuando no se los puede procrear.
3. COMPAÑEROS DE LOS HIJOS
La comunicación afectuosa entre padres e hijos crea el verdadero clima de una familia feliz.
No puede existir amistad, unidad o armonía familiar si no existe una sana comunicación entre los miembros del hogar. Y eso que parece tan obvio y elemental, se descuida sin embargo con suma frecuencia, especialmente en las grandes urbes, donde la agitada vida ciudadana produce cansancio y fatiga emocional entre la gente, indisponiéndola para la
apacible tertulia familiar. Y así, por ejemplo, es fácil encontrar al esposo, que al regresar a la casa por la noche, quizá se concentre en la lectura del diario o
mirando televisión, sumido en silencio y desconectado del resto de los suyos. Comunicado con el mundo exterior mediante las noticias, pero incomunicado con el propio mundo de su hogar.
4. BENEFICIOS DEL COMPAÑERISMO FAMILIAR
Señalemos concretamente algunos de los beneficios del compañerismo entre padres e hijos:
1. Los padres aprenden a conocer a sus hijos, a interpretar sus reacciones, anhelos e ideales. Los padres pasan a ser los mejores amigos de sus hijos y éstos de sus padres.
2. Se crea en el hogar un clima social que disipa la tristeza y fomenta la alegría. Todos se gozan viviendo en familia; ninguno se siente solo.
3. Facilita la tarea de disciplinar a los hijos. Los padres que son amigos de sus hijos reducen sensiblemente los problemas de conducta filial.
4, Los padres mantienen un espíritu juvenil, mientras que los hijos maduran más rápidamente, cuando existe entre ellos una sana comunicación.
5. Se crean vínculos de afecto y amistad también entre los hermanos, evitándose así los celos y las discordias entre ellos.
6. Se desarrolla la confianza mutua entre padres e hijos, y éstos acuden a sus padres con la seguridad de ser comprendidos y bien aconsejados. Y cuando llega la edad de las grandes preguntas, los hijos no buscarán explicaciones afuera sino la que sus padres sepan darles.
7. El hogar se convierte en el sitio más placentero de la tierra, con lo cual los esposos aseguran su fidelidad conyugal y los hijos rechazan los “atractivos” de la calle.
5. QUÉ DECIR, QUÉ HACERA veces los padres vacilan antes de ponerse a charlar con sus hijos. “¿Qué tema conviene abordar? Y si los chicos preguntan algo sobre el sexo, ¿qué les
diremos?” Tales algunas de las preguntas que suelen formularse los padres. Y sin embargo, no deberían ser motivo de preocupación, porque con los hijos se debe proceder con lealtad, franqueza, confianza y amistad, atendiendo sus inquietudes sin crear tabúes innecesariamente. Los hijos quieren saber y aprender. Y si los padres están capacitados para ser sus maestros, ¿por qué soslayar tan importante función? Y si no poseen esta capacidad, ¿no deberían esforzarse e ilustrarse para poseerla?
Tanto el niño como el adolescente necesitan encontrar respuestas satisfactorias– acordes con su edad– a sus interrogantes y a su sed de conocer.
Todo lo positivo eleva. Pero cuando las conversaciones incluyen chismes, críticas, envidia, odio o impureza, entonces la atmósfera familiar se torna sombría y queda enferma con malos sentimientos. Y ya que estamos en el tema, digamos que el tono con que se habla también reviste importancia, El tono sereno y confiado, tierno y afectuoso, predispone el ánimo de la familia para cultivar el sano compañerismo. Pero cuando se utiliza el tono nervioso y autoritario el clima de la amistad se resiente.
La vida social del hogar no debiera cultivarse exclusivamente dentro de la casa. La recreación al aire libre, los paseos y las comidas en contacto con la naturaleza son elementos que tonifican el cuerpo y el espíritu, a la vez que enriquecen la unidad de la familia.
6. CÓMO ES MI HOGAR
Después de haber considerado el tema de esta lección, usted como padre, o madre, comprenderá que el compañerismo con los hijos es indispensable para la felicidad familiar. El “vivir en familia” es una de las mayores delicias que puede experimentar un ser humano. Pero este clima de belleza hogareña no se produce por simple casualidad. Hay que crearlo y cultivarlo cada día, con espíritu de amor, de amistad, de comprensión y de perdón. Y dicho espíritu debe existir primeramente en el corazón de los padres. Los esposos deben dispensarse mutuamente amor, amistad y comprensión. Y cuando exista entre ellos esta dulce comunicación conyugal, entonces sí será fácil lograr que los hijos participen de la misma modalidad.
Padre o Madre, pregúntese usted:
1. ¿Soy realmente amigo de mi cónyuge? ¿Se dan cuenta de ello mis hijos?
2. ¿Qué hago yo para mantener en mi hogar un clima saludable de amistad con mis hijos?
3. ¿Soy amigo de mis hijos? ¿Dedico algún tiempo para conversar, jugar, pasear y trabajar con ellos?
4. ¿Se gozan en mi compañía mis hijos, o la rehúyen prefiriendo otras compañías ajenas al hogar?
5. ¿Mis hijos son confidentes conmigo? ¿Soy comprensivo con ellos, y estoy capacitado para aconsejarlos en todos sus problemas?
6. Si tenemos dificultad para criar a nuestros hijos, ¿no será porque hemos dejado de ser sus amigos?
7. ¿Soy justo en el trato con mis hijos, o tengo mis preferidos?
8. Como padre, ¿me cultivo lo suficiente, para saber alternar con mis hijos aunque ellos tengan una mayor instrucción?
Usted hijo, pregúntese:
1. ¿Acepto la amistad de mis padres? ¿Soy confidente con ellos?
2. ¿Soy amigable y compañero con mis hermanos?
3. ¿Gozo estando en casa, o prefiero estar con mis amigos, lejos de mis padres?
4. ¿Soy cariñoso y respetuoso con mis padres, al punto de que ellos se sienten gozosos a mi lado?
5. Cuando ellos planean salir de vacaciones, ¿los acompaño gustosamente?
Mientras usted medita en las preguntas precedentes y toma las mejores resoluciones en relación con ellas, le invitamos a continuar estudiando las cinco lecciones restantes de nuestro curso.

La voz.org

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