martes, 29 de marzo de 2011

4. Hacia una dicha sin sombras.


“Tenga un Hogar Feliz,
su Familia lo merece”
Lección 04 de 10
Con frecuencia cada vez mayor se habla de “incompatibilidad de caracteres”, de “crueldad mental” y de “amores clandestinos” que producen verdaderas rupturas en los lazos afectivos de la pareja. Y en ciertos países, debido a estas causas, uno de cada dos, y hasta dos de cada tres matrimonios, terminan en la separación, como resultado de lo cual familias enteras arruinan todos sus esfuerzos y desvelos por lograr la felicidad. Esposos fracasados lloran su desgracia, e hijos solos y traumatizados soportan su cuota de dolor y desencanto. En verdad, los hogares deshechos constituyen uno de los problemas más graves de nuestra sociedad, ya que, según serios estudios hechos sobre el particular, cada ruptura matrimonial implica la desdicha –directa o indirecta–de por lo menos cuarenta personas, contando los familiares, allegados y amigos afectados. ¡Qué carga de dolor para tanta gente, que bien puede evitarse cultivando sabiamente la planta de la felicidad!
1. CAUSAS POSIBLES DE NAUFRAGIO
Hacía cinco años que se habían casado. Ambos eran felices. Pero un día el esposo perdió su trabajo. Durante varias semanas estuvo buscando un empleo, sin encontrarlo. Llegó el momento cuando su angustia alcanzó tal proporción, que el buen esposo entró desmoralizado en un bar. Allí bebió un poco “para olvidar”. Y después de ese día sintió más y más la necesidad de “olvidar”. Así fue como comenzó a frecuentar otros bares. En cada ocasión bebía una mayor medida de alcohol. El resultado final fue que el pobre hombre jamás encontró trabajo, porque cayó en las garras del alcoholismo. Y finalmente, tras muchos intentos fallidos, su matrimonio se deshizo. Todo por causa del alcohol, el que a su vez dio paso a otros vicios que el corazón de su esposa no pudo tolerar. Pero el alcoholismo está lejos de ser la única o la principal causa de ruina matrimonial. He aquí otros factores que también puedan provocar fisuras en la unidad conyugal:
1. El genio violento y duro de parte de uno de los esposos.
2. El espíritu egoísta, el corazón frío y las palabras ásperas.
3. Los celos, la desconfianza y el rencor entre los cónyuges.
4. Los intereses divididos, propios de los esposos que, absortos en ocupaciones e ideales diferentes, descuidan la vida matrimonial y familiar.
5. El desengaño y la desilusión por parte de uno de los esposos, al descubrir defectos y vicios en la conducta del cónyuge.
6. La rutina conyugal producida por esposos insípidos, incapaces de convivir alegremente y de expresar el amor. Consecuencia: apatía, monotonía, convivencia sin atractivo.
7. La abundancia material. La riqueza mal usada a menudo descompone el amor. Las estadísticas revelan que en cualquier país las disoluciones matrimoniales aumentan notablemente en las épocas de prosperidad, mientras que disminuyen cuando hay necesidad económica.
8. La infidelidad y la falta de amor. Sin duda, ésta es la causa más común de rupturas conyugales.
2. EL CLAMOR DE UN HIJO
No importa cuál sea la causa que produzca el rompimiento del vínculo conyugal –sea una de las ya señaladas o no –toda la familia enferma cuando los padres demuestran que no han aprendido a convivir armoniosamente bajo el mismo techo. Sin embargo, quienes mías sufren frente al drama del naufragio familiar son inevitablemente los hijos, sean niños o adolescentes. Así lo indica el clamor de aquel niño de diez años, que un día le habló a su padre de esta manera: “Papá, ¿por qué dices que te vas a ir de casa? ¿Acaso no me quieres? Y si te vas, ¿adónde irás? ¿Qué va a pasar conmigo? Yo sé que quieres irte porque siempre te peleas con mamá... ¡Ay! ... ¡ah! ¡qué dolor tengo aquí en el pecho! ¿Por qué será? Tal vez porque voy a quedar solo. Yo te quiero, papito. No te vayas; no me dejes. Cuando de noche estoy solito en la pieza lloro y lloro pensando que al levantarme ya no estarás en casa. ¡Qué lindo es estar a tu lado con mamá, cuando vamos a pasear o cuando hago los deberes de la escuela! Papito, no te vayas. Me portaré bien. No te pelees con mamá. Es tan, tan lindo estar juntitos en casa... (y la voz del niño, ahogada por las lágrimas, quedó detenida, mientras abrazaba fuertemente a su papá)”. ¡Qué hermoso! El clamor del niño fue escuchado, y su hogar se salvó. Las palabras tan sentidas de este niño dolorido, ¿no encierran un mensaje de reflexión para todo padre o madre que está pensando en una separación, sin haber agotado quizá todos los recursos por evitarla? Quien cree que no puede continuar con su matrimonio y decide romperlo, debería tomar en cuenta no sólo sus intereses personales, sino también los de toda la familia, el futuro de sus hijos, y aun los nuevos problemas que surgirán después de rota la vida conyugal. Cuántas veces son el ofuscamiento y el amor propio los que provocan decisiones precipitadas, al dividir matrimonios que con un poco de calma y tolerancia podían retomar la senda de la felicidad.
3. LA BASE FUNDAMENTAL
El factor primordial del matrimonio, y el único que realmente lo justifica, es el amor. Y cuando éste falta no es de extrañar que toda la estructura del hogar se desplome. De ahí la necesidad de subrayar la importancia y el papel insustituible del amor. No de balde la divina Palabra aconseja: “Maridos,
amad a vuestras mujeres” (Efesios 5:25). Y de la mujer se espera otro tanto con respecto a su esposo. Pero, ¿cuál es la clase de amor que deben dispensarse? ¿Pasajero y superficial, o estable y profundo? San Pablo define el amor verdadero, cuando dice que los hechos humanos, por más grandes que sean, carecen de valor si no van acompañados de amor. Y a continuación declara: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”(1 Corintios 13:4-8).
Magnífica definición de amor, cuyos términos aluden a un sentimiento puro, tierno y bondadoso, que se entreteje con las virtudes más preciadas del espíritu humano; sin egoísmo ni orgullo, paciente y constante. Cuando esta clase de amor vibra en el corazón, no hay peligro de naufragios conyugales. Porque junto con el verdadero amor vienen la ternura, la comprensión, el respeto, la consideración, la madurez emocional, la disposición de compartir la carga familiar, la tolerancia hacia los defectos del cónyuge y la fidelidad al ser amado. Pregúntese todo esposo: ¿Amo tiernamente a la mujer con la cual he unido mi vida? ¿La quiero tanto como el día cuando me casé con ella? ¿Suelo decirle como cuando éramos novios: “Te quiero, soy feliz contigo”? Por cierto, es aconsejable que la esposa también se haga estas mismas preguntas referidas a su esposo. Y si las respuestas son positivas, la felicidad está asegurada. Pero si para cada pregunta brota un “No”, es como si se encendiera una luz roja de peligro que debe llamar a reflexión y a un cambio saludable en los sentimientos y en la conducta.
4. EL AMOR Y LA LENGUA
La manera como se habla tiene una vital importancia en la vida matrimonial. Las peores tormentas y reyertas entre los esposos a menudo surgen porque alguno de ellos hirió al otro con su lengua. Una sola palabra ofensiva, de burla, de desprecio o de mentira puede dar origen a graves consecuencias. Pero felizmente, también unas pocas palabras de afecto y dulzura pueden llevar aliento y alegría al corazón del cónyuge. A un joven recién casado su suegro le regaló un hermoso reloj, sobre cuya esfera se leían estas palabras: “Dile a Sara algo amable”. Sara era el nombre de su flamante esposa. El regalo tenía por objeto recordar al joven que cada vez que mirara el reloj supiera que ése era un momento oportuno para expresarle algo amable a su esposa. Sí, siempre es grato al corazón recibir palabras de afecto íntimo. Son un alivio para las cargas de la esposa y un estímulo para la lucha diaria del marido. Pero no siempre es fácil dominar la lengua y hacerle decir lo mejor. Por eso, aun sin desearlo, a veces pueden salir de los labios de los esposos expresiones ásperas o desalentadoras. Y en tal caso, ¡cuán hermoso y necesario es saber restañar la herida pidiendo perdón! Quizá las palabras más difíciles de pronunciar en la vida sean estas tres: “Me equivoqué, perdóname”. Pero en el ámbito del hogar hay que saber usarlas con valor y con amor. Son palabras que, pronunciadas a tiempo, evitan problemas y mantienen unida a la pareja. ¡Cuántos esposos podrían haberse salvado de la ruina si hubiesen sabido pronunciar tales palabras!
5. LA FIDELIDAD DEL AMOR Volviendo a la parte de esta lección titulada “Causas Posibles de Naufragio”, comprenderemos que si los esposos pueden convivir sin dar origen a estas causas, su felicidad será plena y duradera. Por lo tanto, cuán en guardia hay que vivir para no dar cabida en el alma a estos destructores de la dicha conyugal. En esa misma parte de nuestra lección mencionamos la infidelidad como “la causa más común de rupturas conyugales”. Siendo así, deseamos dedicar algunas líneas a este problema que, cual cáncer moral y social, atenta contra el mismo fundamento del matrimonio. Las relaciones extramaritales son un síntoma de que los esposos no armonizan plenamente, sea en la vida sexual, cultural o emotiva. Esa falta de armonía crea insatisfacción, e induce a una de las partes (a veces a ambas) a buscar y a volcar el afecto en otro ser, produciéndose así el triángulo fatal del matrimonio.
En otros casos esa misma falta de armonía no se convierte en infidelidad, pero sí crea un triste abismo de separación afectiva, del cual resultan matrimonios desavenidos y desdichados.
De lo antedicho se desprende cuán importante es lograr la armonía matrimonial, ya que sobre ella descansa la misma felicidad familiar. Y si por alguna razón comenzara a resquebrajarse esa dulce armonía entre los esposos, el camino a seguir no es el distanciamiento o el buscar otros afectos, sino el conversar íntima y lealmente sobre la raíz del problema si es necesario, con algún profesional competente hasta restablecer por completo la normalidad afectiva. Procediendo de este modo cada vez que surja alguna sombra en el corazón de los esposos, difícilmente podría producirse el adulterio.
6. REFLEXIÓN PERSONAL
¿Estoy realmente enamorado de mi esposa (o de mi esposo)?
Desde el día en que nos casamos, ¿ha crecido
nuestro amor? ¿Observan nuestros hijos un trato tierno entre nosotros, o les toca ver modales y oír palabras carentes de afecto?
¿Cómo se desarrollan nuestras relaciones íntimas? ¿Soy realmente confidente con mi esposa (marido), como para hacer de nuestra vida una unión sagrada e íntima, sin que terceros interfieran nuestra felicidad?

La voz.org

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