miércoles, 16 de febrero de 2011

169. ¿Por qué alborotáis y lloráis?


Entró y les dijo:
¿Por qué alborotáis y lloráis?
La niña no está muerta, sino dormida". S. Marcos 5:39.

El teléfono trajo la noticia fatal. "Debes ir urgentemente, Doris te necesita". Doris es una de mis hermanas, casada con un joven pastor que cumplía su ministerio en una región difícil, infectada por revolucionarios del grupo guerrillero Sendero Luminoso y por traficantes de drogas, en la región amazónica de mi país, el Perú.

Una noche, mientras ese joven pastor regresaba a su casa, después de presentar el evangelio a un grupo de personas, fue fusilado por manos asesinas, en una carretera solitaria.

En el avión que me conducía a Lima, tuve muchos interrogantes en mi corazón. ¿Por qué Dios no protegió la vida del joven pastor! Después me acordé de que Dios nunca prometió que sus hijos no pasarían por el valle de sombra o de muerte; lo que sí prometió es que nunca quedarían solos, que siempre estaría cerca en la hora del sufrimiento.

Naturalmente, al hombre no le gusta sufrir, porque no nació para sufrir. El sufrimiento es un elemento extraño en su experiencia. El ser humano fue creado para vivir y ser feliz, pero, infelizmente, el pecado entró en el mundo y trajo consigo el sufrimiento, el dolor y la muerte.

Llegué alrededor de la una de la madrugada a la casa de mi madre. Abracé a mi hermana, que tenía apenas 30 años, y a sus dos hijas pequeñas, que quedaban para criar. La acompañé durante las terribles horas de la despedida. En el cementerio, tomé su mano. Había lágrimas en sus ojos, pero no desesperación. Los hijos de Dios pueden llorar pero no se desesperan nunca, porque saben a dónde ir cuando la tristeza toca a la puerta del corazón, y, sobre todo, saben que la muerte es apenas un sueño y que luego vendrá el día en que Jesús devolverá a sus hijos todos los amados que un día le fueron arrebatados por la muerte. ¿Estás en este momento atravesando el valle de la sombra de muerte! No te desesperes. Hay una mano poderosa sustentándote en medio del dolor. ¿Perdiste hace poco a un ser querido? No te desanimes. En breve Jesús colocará de nuevo en tus brazos al ser querido que perdiste. No habrá más dolor, ni llanto, ni tristeza. Las cosas viejas habrán pasado, y todo será hecho nuevo. El Sol del día eterno brillará.

Levanta la cabeza, enjuga las lágrimas. La vida continúa y Jesús está contigo.¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino dormida".


Alejandro Bullón

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