Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
miércoles, 2 de febrero de 2011
165. “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio.” Prov. 15:17
En la mañana del miércoles 17 de noviembre de 2004, Guillermo y yo tomábamos el desayuno en la casa de una familia colombiana, en Santo Domingo de los Colorados, Ecuador. Luz Dary me contaba cómo había abandonado su país después que los guerrilleros tomaron la hacienda de su padre:
“Tuvimos que huir para salvar la vida”, dijo.
Llegaron al país vecino “sin nada” en el aspecto material, pero con muchos deseos de trabajar y construir nuevos sueños. Toda su historia había quedado atrás, en la tierra de donde tuvieron que salir por causa de la lucha fratricida que desangra a una nación heroica. Mientras Luz Dary hablaba, podía ver en sus ojos una sombra de pena y tristeza.
Hasta no hacía mucho tiempo, aquel sentimiento había sido de rencor, odio y deseo de venganza, pero un día encontró la Palabra de Dios y entendió que los sentimientos negativos que guardaba en el corazón, no estaban haciendo ningún mal a los guerrilleros, sino que estaban destruyéndola a ella misma, como persona. Paró, pensó, consideró sus caminos y se volvió hacia Jesús. El Salvador le quitó el rencor y puso paz en su corazón, como un remanso de aguas tranquilas.
Sentado a la mesa con nosotros estaba Guillermo, que también había salido del país como resultado de las guerras internas. Disimuladamente, Guillermo trataba de esconder una lágrima rebelde que pugnaba por salir. De repente rompió el silencio y mirando a Luz Dary dijo: “Yo soy hijo de uno de los líderes de los guerrilleros que los expulsaron a ustedes de la hacienda”. El momento era tenso. Yo tenía delante de mí a los hijos del perseguidor y del perseguido. Corazones que antes eran pozos de contiendas y odios se miraban fijamente el uno al otro, pero en aquella mirada no había rencor, ni odio, ni resentimiento, porque un día ambos encontraron a Jesús
Sé feliz. Atrévete a vivir la dimensión de una vida de amor. El amor cubre todas las transgresiones. El amor limpia, purifica y redime. Proponte hoy perdonar a alguien. Abre tu corazón al amor, porque: “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio."
Alejandro Bullón
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario