jueves, 19 de noviembre de 2009

31. ! MARANATA ELSEÑOR VIENE ¡ "Cuan Poco nos cuesta el Cielo"


¡CUÁN POCO NOS CUESTA EL CIELO! Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho. (Isa. 53: 10, 11).
El amor de Dios es inconmensurable e incomparable. Es infinito. . . Cuando contemplamos la dignidad y la gloria de Cristo, vemos cuán grande es ese amor que motivó el sacrificio hecho en la cruz del Calvario para la redención del mundo perdido. . .
¡El misterio de la piedad: Dios manifestado en la carne! Este misterio se ahonda a medida que procuramos comprenderlo. Es incomprensible, y sin embargo los seres humanos permiten que cosas mundanas interfieran con las débiles vislumbres que los mortales pueden tener de Jesús y de su amor incomparable. . . ¿Cómo podemos sentir entusiasmo por las cosas terrenas comunes, y no quedar conmovidos por el cuadro de la cruz del Calvario, el amor que se manifestó en la muerte del amado Hijo de Dios, para que las almas que perecen no sigan aherrojadas por el pecado, la maldición de la ley?
Toda esta humillación y angustia las soportó para atraer a los errabundos, culpables y desagradecidos de vuelta a la casa del Padre. ¡El hogar de los salvados! ¡No podemos perderlo! Si me salvo en el reino de Dios, discerniré constantemente nuevas profundidades en el plan de salvación. Todos los santos redimidos verán y apreciarán como nunca antes el amor del Padre y del Hijo, y las lenguas inmortales entonarán cantos de alabanza. Él nos ama, y dio su vida por nosotros. Cantaremos a las riquezas del amor redentor con nuestros cuerpos glorificados, con nuestras facultades acrecentadas, con nuestros corazones puros y con nuestros labios incontaminados. En el cielo no habrá dolientes; no habrá escépticos que convencer de la realidad de las cosas eternas; no habrá prejuicios para desarraigar, sino que todo estará sometido a ese amor que sobrepuja todo entendimiento. Hay un reposo para el pueblo de Dios, gracias al Señor, donde Jesús conducirá a los redimidos a los verdes prados, junto a las aguas vivas que alegran la ciudad de Dios.*
Entonces será respondida la oración de Jesús a su Padre: "Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo" (Juan 17: 24).* 317

¡POR FIN EN CASA.
 ¡Bien, buen siervo y fiel. . .entra en el gozo de tu señor. (Mat. 25: 21).
Cuando vuestros sentidos se deleiten en la amena belleza de la tierra, pensad en el mundo venidero que nunca conocerá mancha de pecado ni de muerte; donde la faz de la naturaleza no llevará sombra de maldición. Represéntese vuestra imaginación la morada de los justos; y recordad que será más gloriosa que cuanto pueda figurarse la más brillante imaginación. En los variados dones de Dios en la naturaleza no vemos sino el reflejo más pálido de su gloria. Está escrito: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Cor. 2: 9). *
Luego las puertas del cielo se abrirán para recibir a los hijos de Dios, y de los labios de Rey de gloria resonará en sus oídos, como la más rica música, la bendición: "¡Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo!"(Mat. 25: 34). Entonces los redimidos serán recibidos con gozo en el lugar que Jesús les está preparando.*
Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad, y al llegar a ella la hizo girar sobre sus relucientes goznes y mando que entraran todas las gentes que hubiesen guardado la verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que pudiese agradar a la vista. Por doquiera los redimidos contemplaban abundante gloria. Jesús miró entonces a sus redimidos santos, cuyo semblante irradiaba gloria, y fijando en ellos sus ojos bondadosos les dijo con voz rica y musical: "Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para que la disfrutéis eternamente. Terminaron vuestros pesares. No habrá más muerte, ni llanto, ni pesar, ni dolor".
Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Siempre que se vuelve a presentar ante mi vista, el espectáculo me anonada de admiración. Arrobada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma exclamando: "¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!" El lenguaje más exaltado no bastaría para describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador.* 318

EN EL CIELO NOS AGUARDAN SORPRESAS.
Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Sam. 16: 7).
A menudo consideramos sin esperanza a los mismos a quienes Cristo está atrayendo a sí. . . En el cielo habrá muchos de quienes sus prójimos suponían que nunca estarían allí. *
Entre los redimidos habrá algunos que se aferraron a Cristo en los últimos momentos de su vida, y en el cielo se impartirá instrucción a los que murieron sin tener un conocimiento pleno del plan de salvación.*
Durante su agonía sobre la cruz, llegó a Jesús un rayo de consuelo. . . En Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de. Dios, que quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz, mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo. "Señor, acuérdate de mí -exclamó-, cuando vinieres en tu reino" (Luc. 23: 42, VM). Prestamente llegó la respuesta: . . . De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el Paraíso. *
Esa fe puede estar representada por los labradores que fueron a trabajar a la hora undécima, y que recibieron igual paga que los que habían trabajado durante muchas horas. El ladrón pidió con fe, en actitud penitente, con contrición. Pidió con fervor, como si comprendiera plenamente que Jesús podía salvarlo si quería.*
Aquellos a quienes Cristo elogia en el juicio, pueden haber sabido poca teología, pero albergaban sus principios. . . Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no parecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios.
¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis"! (Mat. 25: 45) ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuando sus seguidores lo miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras de aprobación! * 319

RESPUESTAS SATISFACTORIAS.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isa. 55: 9).
Nuestros planes no son siempre los de Dios. . . En su amante cuidado e interés por nosotros, muchas veces Aquel que nos comprende mejor de lo que nos comprendemos a nosotros mismos, se niega a permitirnos que procuremos con egoísmo la satisfacción de nuestra ambición. . . Muchas veces nuestros planes fracasan para que los de Dios respecto a nosotros tengan éxito. . . En la vida futura se aclararán los misterios que aquí nos han preocupado y chasqueado. Veremos que las oraciones que nos parecían desatendidas y las esperanzas defraudadas figuraron entre nuestras mayores bendiciones. *
No hemos avanzado lo suficiente en nuestras conquistas espirituales como para comprender los misterios de Dios. Pero cuando formemos parte de la familia del Señor, nos serán aclarados. . .
Muchos de los asuntos acerca de los cuales ahora Dios guarda silencio. . . nos serán revelados entonces. Los procedimientos de la Providencia serán aclarados; los misterios de la gracia otorgada mediante Cristo serán manifestados. Lo que ahora la mente no puede captar, lo que resulta difícil de entender, será explicado. Veremos orden en lo que nos parecía inexplicable; sabiduría en todo cuanto nos fue negado; bondad y misericordia en todo lo que se nos dio. La verdad será revelada a la mente, libre de oscuridad, de un solo trazo, y su brillo será permanente. El corazón cantará de gozo. Los conflictos habrán terminado para siempre, y se habrán solucionado todas las dificultades.*
Todo lo que nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán entonces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante de gloria.* 320

PONED VUESTRA MIRA EN LAS COSAS DE ARRIBA.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Col. 3: 2).
Cuando el pueblo de Dios aparte sus ojos de las cosas de este mundo y los ponga en el cielo y en las cosas celestiales, será un pueblo peculiar, porque verá la misericordia, la bondad y la compasión que Dios ha manifestado por los hijos de los hombres. Su amor le exigirá una respuesta y su vida evidenciará a quienes lo rodean que el Espíritu de Dios lo domina, que está poniendo sus afectos en las cosas de arriba y no en las de la tierra.
Al pensar en el cielo, podemos llevar nuestra imaginación hasta el límite más amplio e idear los más elevados pensamientos de que seamos capaces, y nuestra mente se fatigará en el esfuerzo por comprender la anchura, la profundidad y la altura del asunto. Es imposible que nuestras mentes abarquen los grandes temas de la eternidad. Es imposible que nos esforcemos por comprender esas cosas sin que esto afecte todo nuestro carácter para el bien y recibamos una influencia elevadora en nuestra mente. Al pensar en que Cristo vino a nuestro mundo para morir por el hombre caído, comprendemos algo del precio que se pagó por nuestra redención, y que no existe verdadera bondad o grandeza sin Dios.
Sólo por medio de la luz que irradia la cruz del Calvario sabemos a qué profundidad de pecado y degradación cayó la raza humana debido a la transgresión. Sólo por la longitud de la cadena que desciende del cielo para levantamos, podemos conocer las profundidades en las que estuvimos sumidos. Y sólo teniendo presentes las realidades invisibles podemos comprender algo del maravilloso terna de la redención.
Estamos casi en el hogar; pronto oiremos la voz del Salvador, más hermosa que cualquier música, diciendo: "Tu lucha ha terminadas. Entra en el gozo de tu Señor". Bendita, bendita bendición; deseo escucharla de sus labios inmortales.* Deseo alabarlo; deseo honrar al que está sentado en el trono. Deseo que mi voz suene y resuene en las cortes del cielo. ¿Estaréis vosotros allá? . . . Que Dios nos ayude. . . y que podamos gustar de las alegrías del mundo venidero. * 321

LA RECOMPENSA DE LOS REDIMIDOS.
Sí permaneciere la obra. . . recibirá recompensa. (1 Cor. 3: 14).
Gloriosa será la recompensa concedida cuando los fieles obreros se reúnan en derredor del trono de Dios y del Cordero. Cuando, en su estado mortal, Juan contempló la gloria de Dios, cayó como muerto; no pudo soportar la visión. Pero cuando los hijos de Dios hayan recibido la inmortalidad, lo verán "como él es" (1 Juan 3: 2). Estarán delante del trono, aceptos en el Amado. Todos sus pecados habrán sido borrados, todas sus transgresiones expiadas. Entonces podrán mirar sin velo la gloria del trono de Dios. Habrán participado con Cristo en sus sufrimientos, habrán trabajado con él en el plan de la salvación, y participarán con él del gozo de ver almas salvadas en el reino de Dios, para alabar allí a Dios durante toda la eternidad. . .
En aquel día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo. Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienvenida al Rey y a los trofeos de su victoria: . . . Se elevará un canto de triunfo que llenará todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, testimonios de que su misión de sufrimiento y sacrificio no fue en vano. . .
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras, coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que nos dejó perplejos en las providencias de Dios, quedará aclarado en el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán entonces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante de gloria. . .
Os ruego que os preparéis para la venida de Cristo en las nubes de los cielos. . . Preparaos para el juicio, para que cuando Cristo venga para ser admirado por todos los que creen, podáis estar entre aquellos que le recibirán en paz. * 322

LO QUE OJO NO VIO, NI OÍDO OYÓ.
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1 Cor. 2: 9).
Los que verdaderamente aman a Dios, desearán mejorar los talentos recibidos a fin de que puedan ser una bendición para otros. Y pronto las puertas del cielo se abrirán para admitirlos, y los labios del Rey de gloria pronunciarán la bendición que será para sus oídos como la más hermosa música: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34). Así se les dará la bienvenida a los redimidos a las mansiones que Jesús les está preparando. Allí sus compañeros no serán los viles de la tierra, sino los que por la ayuda divina han formado caracteres perfectos. Toda tendencia pecaminosa, toda imperfección ha sido eliminada por la sangre de Cristo; y se les imparte la excelencia y brillantez de su gloria, que excede por lejos al fulgor del sol en su esplendor meridiano. Y la belleza moral, la perfección de su carácter [de Cristo], resplandece a través de ellos, con una excelencia que sobrepasa ese esplendor exterior. Están sin culpa ante el gran trono blanco, compartiendo la dignidad y los privilegios de los ángeles. *
"Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman". Teniendo en vista esta gloriosa herencia, "¿qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mat. 16: 26). Quizás sea pobre; pero posee una riqueza y dignidad que el mundo jamás podrá otorgar. *
Morar para siempre en este hogar de los bienaventurados; llevar en el alma, el cuerpo y el espíritu, no los obscuros estigmas del pecado y la maldición, sino la perfecta semejanza de nuestro Creador, y a través de los siglos sin fin progresar en sabiduría, conocimiento y santidad, explorando siempre nuevos campos del pensamiento, hallando siempre nuevos prodigios y nuevas glorias creciendo siempre en capacidad de conocer, disfrutar y amar, sabiendo que quedan todavía delante de nosotros gozo, amor y infinitos, tal es el fin hacia el cual dirige la esperanza el cristiano, el fin para el cual nos prepara la educación cristiana. * 323

EL FRUTO DEL ÁRBOL DE LA VIDA.
En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado de¡ río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. (Apoc. 22: 2).
El fruto del árbol de la vida que estaba en el jardín del Edén tenía virtudes sobrenaturales. Comer de él significaba vivir para siempre. Era el antídoto contra la muerte. Sus hojas servían para mantener la vida y la inmortalidad. . . Después de la entrada del pecado, el Labrador celestial lo trasladó al Paraíso que está en el cielo. *
Los santos redimidos, que han amado a Dios y guardado sus mandamientos aquí, entrarán por las puertas de la ciudad, y tendrán derecho al árbol de la vida. Comerán de él con toda libertad tal como lo hicieron nuestros primeros padres antes de su caída. Las hojas de ese árbol inmortal y de amplia copa, serán para la sanidad de las naciones. Habrán desaparecido todos sus infortunios. Jamás volverán a sentir los efectos de la enfermedad, la tristeza y la muerte, porque las hojas del árbol de la vida los habrán sanado. Jesús verá el fruto del trabajo de su alma y se sentirá satisfecho, cuando los redimidos, que fueron objeto de angustias, fatigas y aflicciones, que gimieron bajo el peso de las calamidades, se reúnan en torno del árbol de la vida para comer de su fruto inmortal, del que nuestros primeros padres perdieron todo derecho por haber quebrantado los mandamientos de Dios. Allí jamás habrá peligro de volver a perder el derecho al árbol de la vida, porque el que condujo a la tentación y al pecado a nuestros primeros padres será destruido en ocasión de la muerte segunda. *
La condición para comer del árbol de la vida era obedecer todos los mandamientos. Adán cayó por desobedecer. . . La obediencia mediante Cristo Jesús confiere al hombre perfección de carácter y derecho al árbol de la vida. En el testimonio de Jesús a Juan están plenamente establecidas las condiciones para participar otra vez de ese fruto: "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad" (Apoc. 22: 14, Versión Valera antigua). * 324

EL TRONO CIRCUNDADO POR UN ARCO IRIS.
He aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. (Apoc. 4: 2, 3).
Tal como el arco iris se forma en las nubes por la unión de los rayos del sol y las gotas de lluvia, el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No sólo hay que afirmar la justicia, porque eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está sobre el trono; los hombres sólo verían la condenación de la ley. Si no hubiera justicia ni sanción, el gobierno de Dios carecería de estabilidad. La unión de la justicia y la misericordia perfecciona la salvación. . .
La misericordia nos invita a entrar en la ciudad de Dios a través de sus puertas, y la justicia se complace en otorgar a toda alma obediente los privilegios plenos que le corresponden como miembro de la familia real e hijo del Rey del cielo. Si tuviéramos defectos de carácter, no podríamos franquear las puertas que la misericordia ha abierto para los obedientes; porque la justicia está en pie junto a la entrada y requiere santidad de todos los que quieran ver a Dios.
Si la justicia hubiera desaparecido y fuese posible que la misericordia divina abriese sus puertas a toda la humanidad sin tomar en cuenta su carácter, habría en el cielo una situación de desafecto y rebelión peor que la que se produjo cuando Satanás fue expulsado. Se romperían la paz, la felicidad y la armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres. La felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado por ser santos en la tierra. . .
El arco iris sobre el trono es el testimonio eterno de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). . . Dios nunca abandonará a su pueblo en su lucha contra el pecado. Jesús sea nuestro tema. * 325

VEREMOS AL REY
Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos. (Isa. 33: 17).
Si deseamos ver al Rey en su hermosura, debemos comportarnos dignamente aquí. Debemos superar nuestra puerilidad. Cuando seamos provocados, guardemos silencio. Hay ocasiones en que el silencio es elocuencia. Hemos de revelar la paciencia, la bondad y la tolerancia que nos harán dignos de ser llamados hijos e hijas de Dios. Hemos de confiar y creer en él, y apoyarnos en él. Hemos de seguir las pisadas de Cristo. "Si alguno quiere venir en pos de mi" dice, "niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Luc. 9: 23). . . Tal vez sea una cruz pesada guardar silencio cuando debéis hacerlo. Puede ser una Disciplina dolorosa; pero permitidme aseguraros que el silencio hace más para vencer el mal que una tormenta de palabras airadas.
En este mundo hemos de aprender lo que debemos ser a fin de tener un lugar en las cortes celestiales. Hemos de aprender lecciones que Cristo desea enseñamos, a fin de que estemos preparados para ser llevados a la escuela superior en las cortes celestiales, donde el Salvador nos conducirá junto al río de la vida, explicándonos muchas cosas que aquí no podemos comprender. . . Allí veremos la gloria de Dios como nunca la vimos aquí. Ahora sólo tenemos una vislumbre de esa gloria, porque no perseveramos en conocer al Señor. *
Todo principio correcto, toda verdad aprendida en una escuela terrenal, nos hará progresar en esa proporción en la escuela celestial. Como Cristo anduvo y conversó con sus discípulos durante su ministerio en esta tierra, así nos enseñará en la escuela celestial, guiándonos por las márgenes del río de aguas vivas y revelándonos verdades que en esta vida permanecerán ocultas como misterios debido a las limitaciones de la mente humana, tan perjudicada por el pecado. En la escuela celestial tendremos oportunidad de alcanzar, paso a paso, las mayores alturas del saber. . . Allí veremos al Rey en su hermosura, y contemplaremos sus encantos sin par. *
Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. Si tan sólo podemos ver al Rey en su hermosura, seremos bienaventurados para siempre. * 326

LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL.
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. (Apoc. 14: 1).
Delante del trono, sobre el mar de cristal -ese mar de vidrio que parece mezclado con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios-, hállase reunido el grupo de los que salieron victoriosos de "la bestia y su imagen, y su marca, y el número de su nombre". Con el Cordero en el Monte de Sion, "teniendo las arpas de Dios", están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los hombres; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el estruendo de un gran trueno, "una voz. . . como de arpistas que tocaban sus arpas". Cantan "un cántico nuevo" delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un cántico de liberación.
Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia -una experiencia que ningún otro grupo ha conocido jamás. "Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va". Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por "primicias para Dios y para el cordero" (Apoc. 15: 2, 3; 14: 1-5). "Estos son los que han salido de la gran tribulación", han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios. Pero han sido librados, pues "han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero".
"En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mácula" delante de Dios. "Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Apoc. 7: 14, 15).
Han visto la tierra asolada con hambre y pestilencia, el sol que tenía el poder de quemar a los hombres con su intenso calor, y ellos mismos han soportado padecimientos, hambre y sed. Pero "no tendrán hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno" (Apoc. 7: 14-16). * 327

LA GRAN MULTITUD DE LOS REDIMIDOS.
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos. (Apoc. 7: 9).
Todas las clases, todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas estarán ante el trono de Dios y del Cordero con sus vestidos inmaculados y sus coronas adornadas con piedras preciosas. Dijo el ángel: "Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas y las han emblanquecido, mientras los amadores de placeres más que de Dios, los sensuales y desobedientes, han perdido ambos mundos. No tienen las cosas de esta vida ni la vida inmortal".
Aquella multitud triunfante con cantos de victoria, coronas y arpas, ha pasado por el horno de fuego de la aflicción terrena cuando estaba caldeado y ardía intensamente. Vienen de la miseria, el hambre y la tortura, de la abnegación profunda y los amargos desengaños. Miradlos ahora como vencedores, no ya pobres, ni apenados, ni afligidos y odiados de todos por causa de Cristo. Contemplad sus atavíos celestiales, blancos y resplandecientes, más preciosos que cualquier vestido real. Mirad por fe sus coronas adornadas con piedras preciosas; nunca una diadema semejante engalanó la frente de ningún monarca terreno.
Escuchad sus voces cuando cantan resonantes hosanas mientras agitan las palmas de la victoria. Una música hermosa llena el cielo cuando sus voces entonan estas palabras: "Digno, digno es el Cordero que fue inmolado y resucitó para siempre. Salvación a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero". Y la hueste angélica, ángeles y arcángeles, querubines cubridores y gloriosos serafines, repiten el estribillo de aquel canto gozoso y triunfal diciendo: "Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos" (Apoc. 7: 12). *
¡Oh!, en ese día quedará a la vista de los justos fueron sabios, en tanto que los pecadores fueron necios . . .Su paga será humillación y desprecio eternos. Los que hayan sido colaboradores de Cristo estarán entonces junto al trono de Dios, revestidos de pureza y del manto de la justicia eterna. * 328

LA RECOMPENSA DEL GANADOR DE ALMAS.
Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. (Dan. 12: 3).
Cuando pienso en esas palabras de Daniel, me sorprendo a mí misma despierta en la noche y repitiéndolas una y otra vez. . . . Mirad el sol y las estrellas puestos en orden en los cielos, y conocidos por sus nombres. El Señor dice: Los que enseñan la justicia a la multitud brillarán como las estrellas a perpetua eternidad. *
A fin de determinar cuán importantes son los intereses que entraña la conversión del alma del error y la verdad, debemos apreciar el valor de la inmortalidad; debemos comprender cuán terribles son los dolores de la segunda muerte; debemos apreciar el honor y la gloria que aguardan a los redimidos, y entender lo que es vivir en la presencia de Aquel que murió para poder elevar y ennoblecer a los hombres, y dar al vencedor una diadema real.
Las mentes finitas no pueden estimar plenamente el valor de un alma. ¡Con cuánta gratitud recordarán los rescatados y glorificados a aquellos que hayan sido instrumentos de su salvación! Nadie lamentará entonces sus esfuerzos abnegados y labores perseverantes, su paciencia, longanimidad y fervientes anhelos por las almas que podrían haberse perdido si hubiera descuidado su deber o se hubiese cansado de hacer el bien.
Entonces los que sean dignos de ir vestidos de blanco se hallarán reunidos en el redil del gran Pastor. Desde su trono, el Cordero saludará al obrero fiel y al alma salvada por su labor, y los conducirá al árbol de la vida y a la fuente de aguas vivas. ¡Con qué gozo contemplará el siervo de Cristo esos redimidos, que podrán compartir la gloria de su Redentor! ¡Cuánto más precioso será el cielo para los que hayan sido fieles en la obra de salvar almas.* 329

PENSAD EN LAS COSAS DEL CIELO.
 Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. (Apoc. 7: 14).
Mientras estaba en visión, Juan vio un grupo de personas vestidas con ropas blancas. . . Estaban en el templo de Dios. Allí llegarán todos los que recurran a los méritos de Cristo y laven sus ropas en su sangre. Se ha hecho provisión para que podamos sentarnos con Cristo en su trono, pero la condición es que estemos en armonía con la ley de Dios. . .
No podemos permitirnos perder el cielo. Debemos conversar acerca de las cosas celestiales. Allí no habrá muerte ni dolor. ¿Por qué somos tan remisos para hablar de esas cosas? ¿Por qué nos referimos siempre a las cosas terrenales?. . . Pronto vendrá Cristo a reunir a los que estén preparados para llevarlos a ese glorioso lugar. "Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (Heb. 9: 28).
¿Nos agrada pensar en ese acontecimiento o preferimos ignorarlo?. . . Cuanto más hablemos de Jesús, tanto más reflejaremos su divina imagen. Mediante la contemplación somos transformados.* Necesitamos que Cristo forme parte de nuestra experiencia religiosa. Cuando os reunís, sea Cristo y su salvación el motivo de vuestra conversación. . . Mientras más hablemos de Jesús, más de sus incomparables encantos lograremos contemplar. *
Los que no hallan placer en pensar y hablar de Dios en esta vida, no gozarán de la vida venidera, donde Dios estará siempre presente, habitando con su pueblo. Pero los que se deleitan en pensar en Dios, estarán en su elemento respirando la atmósfera del cielo. * Los que en esta tierra amen los pensamientos relacionados con el cielo, se sentirán felices con las compañías y los placeres santos. . . "Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apoc. 22: 3, 4). * 330

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