Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 19 de noviembre de 2009
30. ! MARANATA ELSEÑOR VIENE ¡ "Las Familias se Reunen"
LAS FAMILIAS SE REUNIRÁN. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra. (Jer. 31: 16, 17).
Cristo va a venir en las nubes y con grande gloria. Le acompañará una multitud de ángeles resplandecientes. Vendrá para resucitar a los muertos y para transformar a los santos vivos de gloria en gloria. Vendrá para honrar a los que le amaron y guardaron sus mandamientos, y para llevarlos consigo. No los ha olvidado ni tampoco ha olvidado su promesa. Volverán a unirse los eslabones de la familia.*
El día de Dios revelará cuánto debe el mundo a las madres piadosas. . .
Cuando el juez se siente, y se abran los libros; cuando el gran juez pronuncie el "bien, buen siervo y fiel", y la corona de gloria inmortal se coloque sobre la cabeza del vencedor, muchos levantarán sus coronas a la vista de todo el universo y se las colocarán a sus madres diciendo: "Ella hizo de mí lo que soy por la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, fueron bendecidas para mi salvación eterna".*
Con indecible gozo, los padres contemplan la corona, la vestimenta, el arpa, dados a sus hijos. Los días de temor y esperanza han pasado. La semilla sembrada con lágrimas y oraciones puede haber parecido que se esparcía en vano, pero su cosecha se levanta con gozo al final. Sus hijos habrán sido redimidos.*
¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!*
Cristo ha sido un compañero diario y un amigo familiar para sus fieles seguidores. Estos han vivido en contacto íntimo, en constante comunión con Dios. Sobre ellos ha nacido la gloria del Señor. En ellos se ha reflejado la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Ahora se regocijan en los rayos no empeñados por la refulgencia y la gloria del Rey en su majestad. Están preparados para la comunión del cielo; pues tienen el cielo en sus corazones.* 307
CORONAS PREPARADAS PARA LOS FIELES.
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. (2 Tim. 4: 7, 8).
Cuando el Señor recoja sus joyas, los veraces, santos y honrados serán mirados con placer. Los ángeles se ocupan en confeccionar coronas para los tales, y sobre esas coronas adornadas de estrellas, se reflejará con esplendor la luz que irradia del trono de Dios.*
Hablad de las cosas celestiales. Hablad de Jesús, de su piedad y su gloria y de su amor imperecedero por vosotros, y permitid que de vuestro corazón mane amor y gratitud hacia él, que murió para salvaros. ¡Oh, estad listos para encontrar a vuestro Señor en paz! Los que estén preparados recibirán pronto una corona inmarcesible de vida, y morarán eternamente en el reino de Dios, con Cristo, con los ángeles, y con los que han sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo.*
Se coloca. . . una corona de gloria sobre los que esperan, aman y anhelan la aparición del Salvador. Los que esperan son los que serán coronados de gloria, honor e inmortalidad. No necesitáis hablar. . . de los honores del mundo, o de las alabanzas de los que el mundo considera grandes. Todo ello es vanidad. Si el dedo de Dios simplemente los tocara, pronto volverían al polvo nuevamente. Anhelo el honor permanente, inmortal, que nunca perecerá; una corona mucho más rica que cualquiera de las que jamás hayan honrado las sienes de un monarca.*
En aquel día los redimidos resplandecerán con la gloria del Padre y la de su Hijo. Los ángeles del cielo, mientras pulsan sus arpas de oro, darán la bienvenida al Rey y a los que constituyen los trofeos de su victoria, los que han sido lavados y emblanquecidos con la sangre del Cordero. Brotará un himno de triunfo que llenará todo el cielo. Cristo ha vencido. Entra en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, que constituyen el testimonio de que su misión de sufrimiento y abnegación no ha sido en vano.* 308
UNA CORONA PARA CADA HIJO DE DIOS.
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. (Sant. 1: 12).
Vi un gran número de ángeles que traían de la ciudad gloriosas coronas: Una corona para cada santo, con su nombre escrito. A medida que Jesús requería las coronas, los ángeles se las presentaban, y con su propia mano derecha el amante Jesús colocaba las coronas sobre las cabezas de sus santos. De la misma manera los ángeles trajeron las arpas, y Jesús las presentó también a los santos. Los ángeles que dirigían dieron el tono primeramente, y luego toda voz se elevó en alabanza agradecida y feliz, y toda mano se deslizó diestramente sobre las cuerdas de las arpas, arrancando melodiosa música en ricos y perfectos acentos. . .
En la ciudad había todo lo que podía alegrar los ojos. Por todas partes vieron abundante gloria. Entonces Jesús miró hacia sus santos redimidos; sus rostros estaban radiantes de gloria; y a medida que fijaba en ellos sus ojos amorosos, dijo, con voz exquisita y musical: "Veo el trabajo de mi alma y estoy satisfecho. Esta abundante gloria es vuestra, para que la gocéis eternamente. Vuestras tristezas han terminado. Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor". . .
Vi entonces a Jesús conduciendo a su pueblo hacia el árbol de la vida. . . En el árbol de la vida había hermosos frutos, de los cuales los santos podían participar libremente. En la ciudad había un trono muy glorioso, del cual procedía un río puro de agua de la vida, transparente como cristal. A cada lado de ese río estaba el árbol de la vida, y sobre las orillas del río había otros árboles hermosos, cargados de frutos. . .
El lenguaje humano es completamente inadecuado para intentar una descripción del cielo. Cuando la escena se presenta ante mí, quedo pasmada de asombro. Arrebatada por ese supremo esplendor y esa excelente gloria, dejo la pluma y exclamo: "¡Oh, qué amor! ¡Qué maravilloso amor!" El lenguaje más exaltado no puede describir la gloria del cielo, ni las incomparables profundidades del amor de un Salvador.* 309
NUESTRA REDENCIÓN SE ACERCA
Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguios y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca. (Luc. 21: 28).
La venida de Cristo está más cerca que cuando por primera vez creímos. Se acerca el fin de la gran controversia. Los juicios de Dios están en la tierra. Hablan en solemne amonestación diciendo: "También vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis" (Mat. 24: 44). . .
Estamos viviendo en medio de las escenas finales de la historia de esta tierra. Las profecías se están cumpliendo rápidamente. Están transcurriendo velozmente las horas del tiempo de gracia. No tenemos tiempo que perder, ni un momento. No seamos hallados durmiendo en la guardia. Nadie diga en su corazón o por sus obras: "Mi Señor se tarda en venir" . Resuene el mensaje del pronto regreso de Cristo en fervientes palabras de advertencia. Persuadamos a hombres y mujeres por doquiera a arrepentirse y huir de la ira venidera. . .
El Señor va a venir pronto, y debemos estar preparados para recibirlo en paz. Resolvamos hacer todo lo que está en nuestro poder para impartir luz a los que nos rodean. No debemos estar tristes, sino alegres, y recordar siempre al Señor Jesús. El va a venir pronto, y debemos estar listos a aguardar su aparición.
¡Oh, cuán glorioso será verle y recibir la bienvenida como sus redimidos! Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. Si tan solo podemos ver al rey en su hermosura, seremos bienaventurados para siempre. Me siento inducida a clamar con gran voz: "¡Vamos rumbo a la patria!" Nos estamos acercando al tiempo en que Cristo vendrá con poder y grande gloria a llevar a sus redimidos a su hogar eterno. . .*
Por largo tiempo hemos aguardado el retorno de nuestro Salvador. Sin embargo, su promesa es segura. Pronto estaremos en nuestro hogar prometido. Allí Jesús nos conducirá junto a la corriente viva que fluye del trono de Dios, y nos explicará las oscuras providencias por las cuales nos condujo en esta tierra a fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí contemplaremos, con clara visión, las hermosuras del Edén restaurado. Arrojando a los pies de nuestro Redentor las coronas que él habrá puesto sobre nuestras cabezas, y pulsando nuestras arpas de oro, llenaremos todo el cielo con alabanzas a Aquel que se sienta en el trono. * 310
SU GALARDÓN ESTA CON ÉL
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (Apoc. 22: 12).
Nuestra tarea aquí está por terminar, y cada cual recibirá su recompensa de acuerdo con su propia labor. Se me mostró la recompensa de los santos, la herencia inmortal, y vi que los que habían padecido más por causa de la verdad no estimarían que habían pasado por tiempos difíciles, sino que considerarían que el cielo les había resultado fácil de alcanzar .*
Cada día lleva su propia carga de deberes no cumplidos, de descuido, de egoísmo, de engaño, de fraude, de astucia. ¡Cuántas malas obras acumuladas para el juicio final! Cuando Cristo venga, "su recompensa" estará "con él, y delante de él su obra" para dar a cada hombre según sus obras ¡Que revelación será aquélla! ¡Qué confusión de rostro para algunos cuando los hechos de su vida sean revelados en las páginas de la historia!*
Todo acto bueno o malo, y su influencia sobre los demás, no pasa inadvertido para el que escudriña los corazones, a quien se revela todo secreto. Y la recompensa estará de acuerdo con los motivos que promovieron la acción.*
La venida de Cristo se acerca apresuradamente. El tiempo que nos queda para trabajar es corto, y hay hombres y mujeres que perecen. . . Es necesario que la potencia convertidora de Dios tome posesión de nosotros, para que podamos comprender las necesidades de un mundo que perece. El mensaje que estoy encargada de anunciaros es éste: Preparaos, preparaos para el encuentro con el Señor. Aderezad vuestras Lámparas y que la luz de la verdad brille en las encrucijadas y los vallados. Hay un mundo entero que espera le sea anunciada la proximidad del fin de todas las cosas.
Procuremos una nueva conversión. Necesitamos de la presencia del Santo Espíritu de Dios para enternecer nuestros corazones y evitar un espíritu duro en nuestro trabajo. Ruego a Dios que su Santo Espíritu tome plena posesión de nuestros corazones. Procedamos como hijos de Dios, que buscan su consejo y están listos para seguir sus planes dondequiera que les sean presentados. Dios será glorificado por un pueblo tal y los testigos de nuestro celo dirán: Amén, amén.* 311
DURANTE EL MILENIO
LA CAUTIVIDAD DE SATANÁS Y SUS ÁNGELES
Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. (Jud. 6).
La tierra. . . se asemejaba a un desolado desierto. Las ciudades y las aldeas, sacudidas por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, descuajadas de sus asientos, habían dejado grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los desmochados peñascos que había lanzado el mar o se habían desprendido de la misma tierra. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. La desolada tierra iba a ser la habitación de Satanás y sus malignos ángeles durante mil años.
Allí quedaría Satanás recluido, vagabundo y errante por toda la tierra para ver las consecuencias de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años iba a poder gozar del fruto de la maldición que había causado. Recluido en la tierra, no tendría ocasión de ir a otros planetas para tentar y molestar a quienes no han caído. Durante todo este tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Sus características malignas han estado en constante ejercicio desde su caída; pero se verá entonces privado de su poder y obligado a reflexionar con terror y temblor en lo que le reserva el porvenir cuando haya de penar por todo el mal que hizo y ser castigado por todos los pecados que hizo cometer.
Oí, de parte de los ángeles y de los santos redimidos, exclamaciones de triunfo que resonaban como diez mil instrumentos músicos, porque ya no se verían ellos molestados ni tentados por Satanás, y porque los habitantes de otros mundos quedaban libres de él y de sus tentaciones.*
Para el pueblo de Dios, el cautiverio en que se verá Satanás será motivo de contento y alegría. El profeta dice: "Y en el día que Jehová te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre en que te hicieron servir, pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia [que aquí representa a Satanás], y dirás: ¡Cómo paró el opresor. . . ! Quebrantó Jehová el báculo de los impíos, el cetro de los señores; el que hería a los pueblos con furor, con llaga permanente, el que se enseñoreaba de las naciones con ira, y las perseguía con crueldad" (Isa. 14: 3-6,VM).* 312
CONOCEREMOS A NUESTROS ÁNGELES GUARDIANES
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. (Sal. 91: 11).
Sólo cuando se vean a la luz de la eternidad las providencias de Dios, comprenderemos lo que debemos al cuidado y la intercesión de los ángeles. Los seres celestiales han tenido una parte activa en los asuntos de los hombres. Han aparecido con ropas brillantes como relámpago; se han presentado como hombres, bajo la apariencia de viajeros. Han aceptado la hospitalidad ofrecida por hogares terrenales; han actuado como guías de viajeros extraviados. Han frustrado el propósito del ladrón y desviado el golpe del destructor.
Aunque los gobernantes de este mundo lo ignoren, a menudo los ángeles han hablado en sus concilios. Los han contemplado los ojos humanos. Los oídos humanos han escuchado sus pedidos. En tribunales y cortes de justicia, los mensajeros celestiales han defendido la causa de los perseguidos y oprimidos. Han desbaratado propósitos y detenido males que hubieran causado oprobio y sufrimiento a los hijos de Dios. Todo esto se revelará a los alumnos de la escuela celestial.
Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su propia vida. ¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián desde el primer momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo con él en el valle de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que fue el primero en saludarlo en la mañana de la resurrección y conocer por medio de él la historia de la interposición divina en la vida individual, de la cooperación celestial en todo trabajo en favor de la humanidad! *
Teniendo la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano, cualquiera sea su suerte en la vida, puede gozar del compañerismo que escoja. Por medio de sus páginas puede tener comunión con lo mejor y más noble de la especie humana, y escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres. Al estudiar y meditar en los temas que los ángeles "anhelan mirar" (1 Ped. 1: 12), puede gozar de su compañía.* 313
BIENVENIDOS A LA CIUDAD DE DIOS
Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mat. 25: 23).
Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles "en el gozo de su Señor". El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y éstos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y lo alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad.
Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza; al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: "¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!" El Salvador lo levanta con ternura, y lo invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo.
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su pecado. . .
Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió con la esperanza de la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía.* 314
GOZO INEFABLE.
Jesús. . . por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Heb. 12: 2).
"Estas cosas os he hablado -dijo Cristo-, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15: 11).
Cristo tenía siempre presente el resultado de su misión. Su vida terrenal, recargada de penas y sacrificios, era alegrada por el pensamiento de que su trabajo no sería inútil. Dando su vida por la vida de los hombres, iba a restaurar en la humanidad la imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a reformar nuestro carácter conforme al suyo, y embellecerlo con su gloria.
Cristo vio "del trabajo de su alma" y fue "saciado". Vislumbró lo dilatado de a eternidad, y vio de antemano la felicidad de aquellos que por medio de su humillación recibirían perdón y vida eterna. Fue herido por sus transgresiones y quebrantado por sus iniquidades. El castigo que les daría paz fue sobre él, y por sus heridas fueron sanados. Él oyó el júbilo de los rescatados, que entonaban el canto de Moisés y del Cordero. Aunque había de recibir primero el bautismo de sangre, aunque los pecados del mundo iban a pesar sobre su alma inocente y la sombra de indecible dolor se cernía sobre él, por el gozo que le fue propuesto, escogió sufrir la cruz y menospreció la vergüenza.*
Trasportado de dicha, [Adán] contemplaba los árboles que fueron una vez su delicia -los mismos árboles cuyo frutos recogiera en los días de su dicha e inocencia. Ve las vides que sus manos cultivaron, las mismas flores que se gozaban en cuidar en otros tiempos. Su espíritu abarca toda la escena; comprende que en verdad éste es el Edén restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado.*
Al fin "verán su rostro; y su nombre estará en sus frentes" (Apoc. 22: 4). ¿Qué es la felicidad del cielo si no es ver a Dios? ¿Qué mayor gozo puede obtener el pecador salvado por la gracia de Cristo que el de mirar el rostro de Dios y conocerle como Padre?* 315
LA GRATITUD DE LOS REDIMIDOS.
El rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. (Mat. 25: 40).
Toda acción que hagamos para favorecer al pueblo de Dios será considerada como hecha a él. *
Los redimidos se encontrarán y reconocerán a las personas por ellos conducidas al Salvador. ¡Qué bienaventurada plática sostendrán con esos seres! "Yo era un pecador -dirá uno-, sin Dios y sin esperanza en el mundo; tú te acercaste a mí y me diste a conocer el precioso Salvador como mi única esperanza". . . Otros dirán: "Yo era un pagano que vivía en un país pagano también. Y tú dejaste tus amigos y tu cómodo hogar para ir a enseñarme cómo descubrir a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Yo derribé todos mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvado para siempre, y podré contemplar eternamente al que amo". . .
Algunos expresarán su gratitud hacia los que alimentaron a los hambrientos y cubrieron al desnudo. "Cuando la desesperación cegó mi alma con incredulidad, el Señor te envió a mí -dirán-, para que hablaras palabras de consuelo. Me trajiste alimento para suplir mis necesidades físicas, y me abriste la Palabra de Dios, haciéndome comprender mis necesidades espirituales. Me trataste como a un hermano. Simpatizaste conmigo en mis pesares y restauraste mi alma magullada y herida, para que pudiera asirme de la mano de Cristo que hacía mi se extendía para salvarme. En medio de mi ignorancia me enseñaste pacientemente que tenía un Padre celestial que velaba por mí. Me leíste las preciosas promesas de la Palabra de Dios. Me inspiraste confianza en el hecho de que Cristo me salvaría. Mi corazón se suavizó y ablandó hasta quebrantarse, al contemplar el sacrificio que Jesús había hecho mí. . . Y aquí me tienes, salvado eternamente para vivir siempre en su presencia y alabar al que entregó su vida por mí".
¡Qué regocijo sentirán esos redimidos al encontrarse y saludar a los que se preocuparon por su salvación! Y los que vivieron no para complacer sus deseos, sino para beneficiar a los infortunados que gozaban de tan pocas bendiciones. ¡Cuánto gozo y satisfacción sentirán palpitar en su corazón!* 316
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