Mirando
la escena, Cristo dijo:
"He aquí,
el sembrador salió a sembrar. Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto
al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron. Y otra parte cayó
en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no
tenía la tierra profunda: mas, salido el sol, se quemó, y por cuanto no tenía
raíz, se secó. Y otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la
ahogaron, y no dio fruto. Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que
subió y creció: y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento". Marcos 4:3-8.
La misión de Cristo no fue entendida por
la gente de su tiempo. La
forma de su venida no era la que ellos esperaban. EL SEÑOR Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era
divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que al tiempo
prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremonias.
PERO LOS JUDIOS habían exaltado las formas y las ceremonias, y habían perdido de vista su objeto. Las tradiciones, las máximas y los estatutos de los hombres ocultaron de su vista las lecciones que Dios se proponía transmitirles. Esas máximas y tradiciones llegaron a ser un obstáculo para la comprensión y práctica de la religión verdadera.
Y CUANDO
VINO LA REALIDAD, en
la persona de Cristo, no reconocieron en él el cumplimiento de todos sus
símbolos, las sustancia de todas sus sombras. Rechazaron a Cristo, el ser
a quien representaban sus ceremonias, y se aferraron a sus, mismos
símbolos e inútiles ceremonias.
El hijo de Dios había
venido, pero ellos continuaban pidiendo una
señal. Al mensaje: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha
acercado",* Mateo 3:2.
Contestaron 18 exigiendo un milagro. El
Evangelio de Cristo era un tropezadero para ellos porque demandaban señales en
vez de un Salvador.
Esperaban que el Mesías probase sus
aseveraciones por poderosos actos de conquista, para establecer su
imperio sobre las ruinas de los imperios terrenales.
Cristo
contestó a esta expectativa con la parábola del sembrador. No por la fuerza de las armas, no por violentas
interposiciones había de prevalecer el reino de Dios, sino por la
implantación de un nuevo principio en el corazón de los hombres. "El
que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre".*
Mateo 13:37.
Mateo 13:37.
Cristo había venido, no como rey, sino como sembrador; no para
derrocar imperios, sino para esparcir semillas; no para señalar a sus
seguidores triunfos terrenales y grandeza nacional, sino una cosecha que
debe ser recogida después de pacientes trabajos y en medio de pérdidas y
desengaños.
LOS
FARISEOS percibieron
el significado de la parábola de Cristo; pero para ellos su lección era
ingrata. Aparentaron no entenderla. Esto hizo que, a ojos de la
multitud, un misterio todavía mayor envolviera el propósito del nuevo maestro,
cuyas palabras habían conmovido tan extrañamente su corazón y chasqueado tan
amargamente sus ambiciones.
Los mismos
discípulos no habían entendido la parábola, pero su interés se despertó.
Vinieron a Jesús en privado y le pidieron una explicación.
ESTE ERA
EL DESEO QUE CRISTO quería
despertar, a fin de poder darles instrucción más definida. Les
Explicó la
parábola, como aclarará su Palabra a todo aquel que lo busque con sinceridad de
corazón. Aquellos que estudian la Palabra de Dios con corazones abiertos a la
iluminación del Espíritu Santo, no permanecerán en las tinieblas en cuanto a su
significado.
"El
que quisiere hacer su voluntad [la de Dios] -dijo Cristo-, conocerá de la
doctrina, si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo".* Juan 7:17.
Todos los que acuden 19 a Cristo en busca
de un conocimiento más claro de la verdad, lo recibirán. El desplegará
ante ellos los misterios del reino de los cielos, y estos misterios
serán entendidos por el corazón que anhela conocer la verdad. Una
luz celestial brillará en el templo del alma, la cual se revelará a los demás
cual brillante fulgor de una lámpara en un camino oscuro.
"El sembrador salió a sembrar". Marcos 4:3. PVGM
"El sembrador salió a sembrar". Marcos 4:3. PVGM
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