jueves, 22 de marzo de 2018

REFLEXIÓN 72. ¡LO QUE DIJO JESÚS CONTRA LA AVARICIA! ¡LA RAIZ DE LOS GRANDES PROBLEMAS QUE PADECE NUESTRO MUNDO!


“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. 
Lucas 12:15. 

¿CÓMO LUCHAR CONTRA LA AVARICIA? 
El materialismo se encuentra en la raíz de muchos de los mayores problemas del mundo actual, y es la base de la mayor parte de las filosofías políticas y económicas, y por lo tanto es la causa de una gran parte de los conflictos entre clases y naciones que afligen a la humanidad.

 El descontento con lo que tenemos crea el deseo de lograr más obligando a otros a ceder todo o parte de lo que tienen. Pero, en vez de eso, todos deben trabajar honradamente. La avaricia es la causa de muchos de los problemas insolubles del mundo.
 (Lucas 12:13-15). 

El pedido del que buscó a Jesús para que asumiera el papel de juez de la conducta de su hermano, fue motivado por el mismo espíritu de avaricia que impulsa a algunos industriales a obtener mayores ganancias sin detenerse a pensar en los medios que utilizan para obtenerlas, y que también hace que muchos trabajadores exijan salarios siempre mayores, sin considerar el valor de su propia contribución a la producción de la riqueza ni las posibilidades de su empleador de poder pagar. 

Es exactamente el mismo espíritu que mueve a determinados grupos e intereses a pedir leyes que les sean favorables, sin preocuparse cómo afectarán a otros grupos del país; es el mismo espíritu que lleva a una nación a imponer su voluntad sobre otros pueblos, sin preocuparse por los intereses o deseos de ellos. 

 Este es el mismo espíritu que muchas veces destruye los hogares, conduce a la delincuencia juvenil y se halla presente en numerosos crímenes. Dios pide a todos los que quieren amarle y servirle que consideren las cosas materiales de la vida en su verdadera perspectiva, y que las subordinen a las cosas de valor eterno
 (ver com. Mat. 6: 24-34; Juan 6: 27).

 La mayoría piensa que a medida que aumentan las riquezas aumenta la felicidad; pero no es necesariamente así. La felicidad no depende de las cosas que se posee, sino de la manera de pensar y de lo que siente el corazón (ver com. Ecl. 2: 1-11). 
 "Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol". CBIASD MHP

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