No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti. Salmos 32:9.
La preocupación del salmista en este salmo es que tú y yo aprendamos la mayor lección que alguien puede aprender: que el pecado destruye lo que toca, y que por tanto, es sabio huir de él. David sabía de lo que estaba hablando. Había pasado noches enteras sin dormir, atormentado por el peso de la culpa y días de angustia y desesperanza, castigado por la propia conciencia. “Mientras calle, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravo sobre mi tu mano” afirma en los versículos 3 y 4. Había aprendido la lección a golpes, con dolor y lagrimas. Y después de haber pasado por esa experiencia trágica, aconseja: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento”.
¿Qué diferencia hay entre el animal y el ser humano? La libertad. El hombre puede escoger y decidir. El animal es apenas un esclavo de sus propios instintos. Pero, hasta los animales rechazan a veces las cosas que los perjudican. Mientras que el ser humano, siendo libre, insiste en andar por sendas que lo llevarán a la destrucción. Caballo y mulo. Dos figuras interesantes. El caballo tiene la tendencia natural de correr hacia lo lejos. El mulo se empaca. Figuras de la naturaleza que David usa para instruir.
Hoy es un día de decisiones para ti. Decisiones para vida o para muerte. Tú eres libre para sufrir, para pecar, para llorar, o para vivir feliz al lado de las personas que amas. Camina con Dios por los senderos escabrosos de esta vida. Sal con la lección que el salmista enseña. Yo quiero tomar el consejo para mi hoy: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti”.
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* Sal 51:13
Pr. Alejandro Bullón
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