miércoles, 8 de diciembre de 2010

161. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” Sal. 40:2.


El salmo de hoy, muestra el proceso maravilloso de la salvación. Una persona está completamente destruida por el pecado y, de repente, se deja encontrar por el Señor Jesús. Lo acepta como su Salvador personal y el Señor la transforma en un príncipe para su reino.
A lo largo de casi cuatro décadas presentando a Jesús como la única solución para los problemas humanos, he visto prostitutas, homosexuales y criminales de la peor especie, ser transformados por la gracia maravillosa de Cristo.


David describe hoy en un solo versículo de qué manera trata Dios al pecador arrepentido. "Y me hizo sacar del pozo de la desesperación", dice. El salmista está hablando aquí de la prisión. El pecado aprisiona, esclaviza, no te deja ir adonde tú quieres, te quita la libertad.
En las cárceles de aquellos tiempos no había servicios sanitarios. Eran pozos inmundos, asfixiantes. David lo llama "lodo cenagoso". Cuando el salmista se dejó arrastrar por el pecado, fue literalmente al fondo del pozo y sin saber adonde ir ni qué hacer con su vida, clamó pidiendo socorro y el Señor apareció. Jesús está siempre listo para aparecer en la vida de cualquier ser humano que clama pidiendo perdón. Pero él no puede hacer nada por los que tratan de "justificar", "racionalizar" o "explicar" sus acciones equivocadas.


El texto dice: "puso mis pies sobre peña". ¿Quién es esa peña o esa roca? Jesús es la Roca de los siglos. El pecador ahora está libre, perdonado y justificado en la Roca. Está salvo en Cristo, porque "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos".*
El trabajo de Jesús no termina solamente con eso. El salmo dice: "y enderezó mis pasos". Si tú tratas de ser un verdadero cristiano, descubrirás que no es fácil andar con firmeza. El camino está lleno de peligros y tentaciones. Muchas veces los pies vacilan y tú resbalas y te lastimas.


Jesús es la única solución. Él no es únicamente tu Salvador, es también tu Sustentador. Él te llevará hasta la victoria final. Completará en ti la obra que comenzó. Por eso, di con gratitud en tu corazón: "Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos".

*Hech. 4:12.

Alejandro Bullón

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