Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová. Isaías 66:23.
Por fin Jesús
descansaba. El largo día de oprobio y tortura había terminado.
Al llegar el
sábado con los últimos rayos del sol poniente, el Hijo de Dios yacía
en quietud en la tumba de José.
Terminada su
obra, con las manos cruzadas en paz, descansó durante las horas sagradas
del sábado.
Al
principio el Padre y el Hijo habían descansado el sábado
después de su obra de creación. Cuando
fueron “acabados los cielos y la tierra,
y todo el ejército de ellos” (Génesis 2:1), el
Creador y todos los seres celestiales se
regocijaron en la
contemplación de la gloriosa escena. “Cuando alababan
todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” Job
38:7.
Ahora Jesús descansaba de la obra de la redención; y aunque había pesar entre quienes le amaban en la tierra, había gozo en el cielo. La promesa de lo futuro era gloriosa a los ojos de los seres celestiales...
Con esta escena está para siempre vinculado el
día en que Cristo descansó. Porque
su “obra es perfecta”; y “todo lo que Dios hace será perpetuo” Deuteronomio
32:4; Eclesiastés 3:14.
Cuando se produzca “la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21), el sábado de la creación, el día en que Cristo descansó en la tumba de José, será todavía un día de reposo y regocijo. El cielo y la tierra se unirán en alabanza, mientras “de día de reposo en día de reposo” (Isaías 66:23) las naciones de los salvos adorarán con gozo a Dios y al Cordero.
En
los acontecimientos finales de la crucifixión se dieron nuevas pruebas del
cumplimiento de la profecía y nuevos testimonios de la divinidad de Cristo.
Cuando las
tinieblas se alzaron de la cruz, y el Salvador hubo exhalado su
clamor moribundo, inmediatamente se
oyó otra voz que decía: “Verdaderamente
éste era Hijo de Dios”. Mateo 27:54.
El Deseado de Todas las Gentes, 714. [159]