MANTENED LA SENCILLEZ *
En el comer, en el vestir, y en el amueblamiento del edificio de nuestra escuela, necesitamos preservar la sencillez de la verdadera bondad. Muchos se negarán a sí mismos y sacrificarán mucho para contribuir a hacer de la obra misionera un éxito, y si ellos vieran estos medios invertidos en las telas más finas y en los más costosos muebles o artículos para la mesa, esto tendría la más desafortunada influencia sobre estos hermanos y hermanas. Nada podría obrar en forma más decidida contra nuestra utilidad presente y futura en este campo.
La primerísima lección que hemos de enseñar a nuestros alumnos es la abnegación. Que sus ojos, sus sentidos capten la lección; que todo el mobiliario de la escuela transmita instrucción práctica en este ramo, para que la obra pueda hacerse avanzar sólo a base de un constante sacrificio. En todo movimiento sigamos de cerca el ejemplo de nuestro Salvador. Estoy profundamente convencida de estas cosas. Debemos considerar en qué ramos trabajar a fin de asegurar el éxito; debemos ir al trabajo con nuestros corazones imbuidos del Espíritu de Cristo. Entonces comprenderemos que nuestra obra debe ser llevada adelante de una manera humilde. Nuestros pastores y sus esposas deben ser un ejemplo de sencillez en el vestir; deben vestir en forma prolija, cómoda, usando buen material, pero evitando todo lo que se asemeje a extravagancia y a adornos, aunque no sean costosos; porque estas cosas constituyen una desventaja para nosotros. Debemos educar a los jóvenes en la sencillez en el vestir, sencillez con pulcritud. Que los adornos adicionales sean dejados de lado, aun cuando cuesten una bagatela.
El Anillo de Matrimonio
Algunos han sentido una preocupación con respecto al empleo del anillo de matrimonio, pues creían que las esposas de nuestros ministros debían conformarse a esta costumbre. Todo esto es innecesario. Tengan las esposas de los pastores el anillo de oro que une sus almas a Cristo Jesús, un carácter puro y santo, el verdadero amor, la mansedumbre y la bondad que son el fruto que lleva el árbol cristiano, y su influencia será segura por doquiera. El hecho de que la falta de consideración hacia la costumbre determina observaciones no es una razón buena para adoptarla.
Los norteamericanos pueden dar a entender su posición declarando sencillamente que la costumbre no se considera como obligatoria en nuestro país.
No necesitamos usar la señal, porque no somos infieles a nuestro voto matrimonial, y el uso del anillo no sería ninguna evidencia de que somos fieles. Tengo una profunda convicción sobre este proceso de fermentación que parece estar en marcha entre nosotros, para inducirnos a conformarnos a la costumbre y a la moda. Ni un solo centavo debiera gastarse en un anillo de oro para testificar que estamos casados.
En países donde la costumbre es imperativa, no tenemos ninguna preocupación por condenar a aquellos que tienen su anillo matrimonial; úsenlo si pueden hacerlo a conciencia;
Pero no sientan nuestros misioneros que el uso del anillo aumentará su influencia en un tilde o una jota. Si ellos son cristianos, esto se manifestará en la semejanza a Cristo que revelará su carácter, en sus palabras, en sus obras, en el hogar, en su relación con los demás; será evidenciado por su paciencia, longanimidad y bondad. Manifestarán el espíritu del Maestro, poseerán la hermosura de su carácter, la belleza de su disposición, su corazón lleno de simpatía.
(Testimonio Para Los Ministros de Elena G. de White. Pág. 178-180)