Los ministros del Evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades. Si pierden su conexión con el cielo, están en mayor peligro que los demás, y pueden ejercer mayor influencia para mal. Satanás los vigila constantemente, esperando que se manifieste alguna debilidad, por medio de la cual pueda atacarlos con éxito. OE17
jueves, 19 de noviembre de 2009
28 ! MARANATA ELSEÑOR VIENE ¡ "Elementos Ardiendo Serán desechos"
LOS ELEMENTOS ARDIENDO SERÁN DESHECHOS. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. (2 Ped. 3: 10).
En el día del Señor, precisamente antes de la venida de Cristo, Dios enviará relámpagos a la tierra en su ira, los cuales se unirán con el fuego de la tierra. Las montañas arderán como un horno, y derramarán terribles arroyos de lava, destruyendo huertas y campos, aldeas y ciudades; y al derramar minerales fundidos, rocas y lodo ardiente en los ríos, éstos hervirán como una olla, despedirán pesadas rocas y esparcirán sus fragmentos sobre el campo con indescriptible violencia. Ríos enteros se secarán. La tierra se convulsionará y habrá espantosas erupciones y terremotos por todas partes. Dios enviará sus plagas sobre los impíos habitantes de la tierra, hasta que sean destruidos y eliminados de ella.*
La tierra tambaleará como un ebrio, y será removida como una choza. Los elementos arderán y los cielos se enrollarán como un libro.*
La corteza terrestre se agrietará por causa de la erupción de los elementos encerrados en las entrañas de la tierra. Dichos elementos, una vez sueltos, arrasarán los tesoros de los que por años habrían estado acumulando riquezas, a fin de asegurarse grandes posesiones, a costa del salario de hambre de sus empleados.*
La gran conflagración general está justamente delante de nosotros, cuando todo el fruto de esta malograda labor de la vida será barrido de la noche a la mañana.*
Habrá gran destrucción de vidas humanas. Pero como en los días del gran diluvio Noé fue preservado en el arca que Dios había preparado para él, también en esos días de destrucción y calamidad Dios será el refugio de los creyentes. Declara el Señor mediante el salmista: "Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada" (Sal. 91: 9, 10). "Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal" (Sal. 27: 5). . . ¿No haremos entonces del Señor nuestra seguridad y nuestra defensa?* 282
UNA ILUSTRACIÓN GRÁFICA DE LA SÉPTIMA PLAGA
¿Has visto los tesoros del granizo, que tengo reservados para el tiempo de angustia? (Job 38: 22, 23).
Byron Belden, Sarah Belden y la Hna. May Lacey me acompañaron a la reunión que tuvimos en Prospect [sur de Australia]. . . Cuando salimos de la casa [donde se había celebrado la reunión] notamos que se acercaba la tormenta. . . y echamos a correr con nuestros caballos tan rápidamente como podíamos. Cuando estábamos por llegar a casa, la tempestad se desató con toda su furia. Comenzó a caer granizo de gran tamaño. . . El granizo espantó a la yegua porque la golpeaba con fuerza terrible.
Dije entonces: "Byron, desciende pronto. . . Acércate a la cabeza [de la yegua] y háblale. Los caballos deben saber que no eres tú quien los castiga". Al oír esto, bajó en seguida. Yo añadí: "May Lacey y Sarah, salgan". Lo hicieron. . .
Yo salí a continuación; May y Sarah me ayudaron. . . El viento soplaba con tal fuerza que nos arrancó los sombreros de la cabeza y se llevó los almohadones del coche. Los pesados cojines del carruaje, los paraguas, y las espesas mantas de viaje cayeron al suelo y volaban en todas las direcciones. . .
¡Qué escena! La Hna. Belden, May Lacey y yo llegamos a casa sin sombrero. . . Byron estaba con la pobre potranca aterrorizada. . . Sólo pudimos elevar nuestro corazón a Dios en procura de ayuda. . .
Este es el incidente más tremendo que he tenido alguna vez en un carruaje en medio de la tormenta. . . Pensé en el día cuando los juicios de Dios caigan sobre el mundo; cuando la negrura y horribles tinieblas envuelvan los cielos como un saco de cilicio. . . Mi imaginación preveía lo que será ese momento cuando la poderosa voz del Señor ordene a sus ángeles: "Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios" (Apoc. 16: 1) . . .
El Señor saldrá para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad, y la tierra descubrirá sus sangres y no ocultará más a sus muertos. . .
Cuando las plagas de Dios caigan sobre la tierra, caerá granizo sobre los impíos del peso de un talento. . . * 283
LA TIERRA HUYE DE SU HACEDOR
Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira. Y como gacela perseguida, y como oveja sin pastor, cada cuál mirará hacia su pueblo, y cada uno huirá a su tierra. Isa. 13: 13,14.
Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso de vez en cuando, como si fuera el ojo vengador de Jehová. Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la condenación de los impíos. No todos entienden las palabras pronunciadas; pero los falsos maestros las comprenden perfectamente. Los que poco antes eran tan temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban al ensañarse con el pueblo de Dios observador de sus mandamientos, se sienten presa de consternación y tiemblan de terror. Sus llantos dominan el ruido de los elementos. Los demonios confiesan la divinidad de Cristo y tiemblan ante su poder, mientras que los hombres claman por misericordia...
Por un desgarrón de las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste con la obscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues de el pabellón de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como por un ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: "Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por lo tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura(Sal. 46: 1-3, VM).(11)
284
LA LEY DE DIOS APARECE EN LOS CIELOS
Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez. Sal. 50. 6.
Las nubes se retirán, y el cielo estrellado brilla con esplendor indescriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas entreabiertas. . (12)
En el templo se verá el arca del testimonio, en la cual están colocadas las dos tablas de piedra, sobre las que está escrita la ley de Dios. Esas tablas de piedra serán sacadas del lugar donde estaban ocultas, y sobre ellas se verán los Diez Mandamienos escritos por el dedo de Dios. Esas tablas de piedra que ahora reposan en el arca del pacto, serán un testimonio convincente en favor de la verdad y de la vigencia de los requerimientos de la ley de Dios...
Mentes y corazones sacrílegos pensaron que eran lo suficientemente poderosos como para cambiar los tiempos y leyes de Jehová; pero a salvo en los archivos de el cielo, en el arca de Dios, están los mandamientos originales, escritos sobre las dos tablas de piedra. Ningún potentado de la tierra tiene la facultad de sacar esas tablas de su sagrado escondite, ubicado bajo el propiciatorio.(13)
Aparece en el cielo una mano que sostiene dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: "Denunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez." (Sal. 50: 6). Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven los preceptos del Decálogo inscriptos como con letras de fuego. Las palabras son tan distintas que todos pueden leerlas. La memoria se despierta, las tinieblas de la superstición y de la herejía desaparecen de todos los espíritus, y la diez palabras de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la vista de todos los habitantes de la tierra.
Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios...
Los enemigos de la ley de Dios... reconocen demasiado tare que el día de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios vivo.(14)
285
SE ANUNCIA EL DIA Y LA HORA.
Pero el día y la hora nadie la sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mat. 24:36
Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de poderosos truenos.(15)
Pronunciaba una frase y se detenía mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la tierra. El Israel de Dios permanecia con la mirada fija en lo alto, escuchando las palabras según iban saliendo de labios de Jehová y resonaban por toda la tierra con el estruendo de retumbantes truenos. Era un espectáculo pavorosamente solemne. Al final de cada frase los santos exclamaban. "¡Gloria! ¡Aleluya!"(16)
Los 144.000 santos vivientes reconocieron y tendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era el fragor de los truenos y el terremoto.(17)
El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos no los pueden mirar cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria. (18)
Entonces comenzó el jubileo, durante el cual la tierra debía descansar. (19)
[A los santos] los iluminaba una luz refulgente. ¡Cuán hermosos parecían entonces! Se había desvanecido toda huella de inquietud y fatiga, cada rostro rebosaba salud y belleza. Sus enemigos, los paganos que los rodeaban, cayeron como muertos, porque no les era posible resistir la luz que iluminaba a los santos redimidos. Esta luz y gloria permanecieron en ellos hasta que se vio a Jesús en las nubes del cielo. ( 20 )
Y vi una nube resplandeciente que llegaba hasta donde estaba Jesús. Entonces Jesús... se ubicó en la nube que lo llevó hacia el este, desde donde apareció primeramente a los santos que estaban sobre la tierra: La pequeña nube negra que era la señal Hijo del hombre. Mientras la nube pasaba del lugar santísimo hacia el este, lo que requirió cierto número de días, la sinagoga de Satanás adoro a los pies de los santos, ( 21)
286
DESTELLOS DE UN DORADO AMANECER
Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Mat. 24:27.
Mientras todo el mundo esté sumido en tinieblas, habrá luz en toda morada de los santos. Percibirán la primera vislumbre de su segunda aparición.(22)
Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de obscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es "varón de dolores", que haya de beber el amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra, viene a juzgar a vivos y muertos. "Fiel y veraz", "en justicia juzga y hace guerra". "Y los ejércitos que están en el cielo le seguían" (Apoc. 19: 11, 14, VM). Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes, "millones de millones, y millares de millares". Ninguna pluma humana puede describir la escena ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. "Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como fuego" (Hab. 3: 3, 4, VM). A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. "Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores" (Apoc. 19: 16).(23)
Con las cabezas levantadas, con los brillantes rayos del sol de justicia refulgiendo sobre ellos, regocijándose porque su redención está cerca [los santos vivos] salen en busca del Esposo, diciendo: "He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará" (Isa. 25:9) (24)
287
LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocara a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Sal. 50: 3.
Pronto se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, donde había aparecido una nubecilla negra del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, que era, según todos comprendían, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio contemplábamos cómo iba acercándose la nubecilla, volviéndose cada vez más esplendorosa, hasta que se convirtió en una gran nube blanca cuya parte inferior parecía fuego. Sobre la nube lucía el arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo himno. En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. (25)
Al vislumbrarse a la distancia, parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra, pudimos contemplar la excelsa gloria y la majestad de Jesús al avanzar como vencedor.(26)
Sus cabellos, blancos y rizados, le caían sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies parecían de fuego; en la mano derecha tenía una hoz aguda y en la izquierda llevaba una trompeta de plata. Sus ojos eran como llama de fuego, y escudriñaban de par en par a sus hijos. Palidecieron entonces todos los semblantes y se tornaron negros los de aquellos a quienes Dios había rechazado. Todos nosotros exclamamos:
"¿Quién podrá permanecer? ¿Está mi vestidura sin manchas?" Después cesaron de cantar los ángeles, y por un rato quedó todo en pavoroso silencio cuando Jesús dijo. "quienes tengan las manos limpias y puro el corazón podrán subsistir. Bástaos mi gracia". Al escuchar estas palabras, se iluminaron nuestros rostros y el gozo llenó todos los corazones. Los ángeles pulsaron una nota más alta y volvieron a cantar, mientras la nube se acercaba a la tierra.(27)
La tierra temblaba delante de él; los cielos se apartaron como arrollado pergamino, y las montañas e islas se movieron de su lugar. "Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondiron las cuevas y entre las peñas de los montes" (Apoc. 6: 15).(28) 288
LAS CAVERNAS DE LA TIERRA
Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra. Isa. 2: 19.
Los que estaban ocultos habían sido esparcidos por causa de la enemistad de los hombres hacia la ley de Jehová. Habían sido oprimidos por todos los poderes del mundo. Habían sido esparcidos en las cavernas de la tierra como resultado de la violencia de sus adversarios, por cuanto habían sido leales y obedientes a las leyes de Jehová. Pero llegará la liberación para el pueblo de Dios. El Señor se mostrará a sus enemigos como un Dios que retribuye justamente. . . De las cavernas de la tierra, que han sido el escondite secreto del pueblo de Dios, serán llamados para ser sus testigos fieles y verdaderos.
Las personas que han hecho alarde de su rebelión, cumplirán la que se nos presenta en Apocalipsis 6:15-17. En esas mismas cavernas encontrarán las declaraciones exactas acerca de la verdad, en cartas y publicaciones, que testifican contra ellos. Los pastores que condujeron sus ovejas por senderos falsos oirán las acusaciones que se les harán entonces: "Fuisteis vosotros los que considerasteis livianamente la verdad. Fuisteis vosotros los que nos dijisteis que la ley de Dios había sido abrogada, que era un yugo de servidumbre. Fuisteis vosotros los que proclamasteis falsas doctrinas cuando estábamos convencidos de que los adventistas tenían la verdad. La sangre de nuestras almas está sobre vuestras vestiduras sacerdotales... ¿Qué haremos los que escuchamos vuestra torcida interpretación de las Escritura... ?"
Cuando Cristo venga a vengarse de los que educaron y prepararon a la gente para transgredir el sábado de Dios, derribar su monumento, y hollar con sus pies el alimento de su prado, las lamentaciones serán en vano. Los que confiaron en los falsos pastores tenían la Palabra de Dios para indagar por sí mismos, y descubrirán que Dios juzgará a todo hombre que haya tenido la verdad y se haya apartado de la luz porque exigía abnegación e implicaba llevar una cruz. Las rocas y las montañas no pueden ocultarlos de la indignación del que se sienta en el trono ni de la ira del Cordero.(29)289
CRISTO EN SU SEGUNDA VENIDA
Esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder por el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Fil. 3: 20, 21).
Cristo había ascendido al cielo en forma humana. Los discípulos habían contemplado la nube que lo recibió. El mismo Jesús que había andado, hablado y orado con ellos; que había quebrado el pan con ellos; que había estado con ellos en sus barcos sobre el lago, y que en ese mismo día había subido con ellos hasta la cumbre del monte de los Olivos, el mismo Jesús había ido a participar del trono de su Padre. Y los ángeles les habían asegurado que este mismo Jesús a quien habían visto subir al cielo, vendría otra vez como había ascendido.*
La gloria de la humanidad de Cristo no se dejó ver cuando estuvo en la tierra... La misma humanidad aparece ahora mientras desciende del cielo revestido de gloria, triunfante, sublime.*
Cristo vendrá en su propia gloria, en la gloria del Padre, y en la gloria de los santos ángeles. Millones de millones y millares de millares de ángeles. . . lo escoltarán en su camino. En lugar de la corona de espinas, él llevará una corona de gloria: una corona dentro de una corona. En lugar de ese antiguo manto de púrpura, estará vestido con un ropaje del blanco más puro, tanto que "ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos" (Mar. 9: 3). Y en su vestido y en su muslo habrá escrito un nombre: "Rey de reyes y Señor de señores" (Apoc. 19; 16).*
Todo el cielo se vaciará de ángeles, mientras los santos lo estén esperando, mirando hacia el cielo, como lo hicieron los galileos cuando ascendió desde el monte de los Olivos. Entonces únicamente los que sean santos, los que hayan seguido plenamente al manso Dechado, se sentirán arrobados de gozo y exclamarán al contemplarle: "He aquí, éste es nuestro Dios; le hemos esperado, y nos salvará". Y serán transformados "en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta", aquella trompeta que despierta a los santos que duermen, y los invita a salir de sus camas de polvo, revestidos de gloriosa inmortalidad, y clamando: "¡Victoria! ¡Victoria sobre la muerte y el sepulcro!"* 290
EL JUICIO Y LA SEGUNDA VENIDA
Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que Juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino. (2 Tim. 4: 1).
Cristo desea que todos comprendan los eventos relacionados con su segunda aparición. Las escenas del juicio se desarrollarán en la presencia de todos los mundos; puesto que en dicho juicio será vindicado el gobierno de Dios, y su ley será presentada como "santa, justa y buena". Se decidirá entonces todo caso, y a todos se les aplicará su sentencia. El pecado no parecerá atractivo entonces, sino que se verá en toda su deforme magnitud. Todos verán qué tipo de relación mantienen con Dios y con sus semejantes.*
No hay lenguaje humano que pueda describir las escenas de la segunda venida del Hijo del hombre en las nubes de los cielos. Vendrá con su propia gloria, con la gloria de su Padre y la de los santos ángeles. Vendrá revestido del ropaje de luz que ha llevado desde los días de la eternidad. Los ángeles lo acompañarán. Miles y millones lo escoltarán por el camino. Se oirá el sonido de la trompeta que llama a los muertos dormidos de sus sepulcros. La voz de Cristo penetrará la tumba y entrará en los oídos de los muertos "y todos los que están en los sepulcros. . . .saldrán"(Juan 5: 28, 29).
"Y serán reunidas delante de él todas las naciones" (Mat. 25: 32). El mismo que murió por los hombres los juzgará en el día final, porque el Padre "todo el juicio dio al Hijo. . . y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre" (Juan 5: 22, 27). Qué día será ese cuando los que rechazaron a Cristo vean a Aquel a quien traspasaron sus pecados.*
En ocasión de su segunda venida, la convicción se apoderará de todo corazón. Los que se apartaron de él para inclinarse hacia las cosas triviales de esta tierra, en procura de intereses egoístas y honor mundano, reconocerán su error en el día de su segunda venida. Estos son los mencionados por el Revelador como "todos los linajes de la tierra", "harán lamentación por él" (Apoc. 1: 7). . . Estas palabras se aplican no solamente a los hombres que lo traspasaron cuando pendía de la cruz del Calvario, sino a todos los que hoy lo están traspasando con su lenguaje pecaminoso y su mal proceder.* 291
LOS QUE LO TRASPASARON
Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. (Mar. 14: 62).
Cuando [los dirigentes judíos] contemplan su gloria, acude a sus mentes el recuerdo del Hijo del hombre revestido del ropaje de la humanidad. Recuerdan cómo lo trataron, cómo lo rechazaron y se apresuraron a ponerse del lado del gran apóstata. Las escenas de la vida de Cristo aparecen ante ellos con toda claridad. Todo lo que hizo, todo lo que dijo, la humillación a la que descendió a fin de salvarlos de la corrupción del pecado, se levanta ante ellos para condenarlos.
Lo ven acercándose a Jerusalén para llorar con lágrimas de agonía sobre la impenitente ciudad que no quiso recibir su mensaje. Su voz, que se oyó cuando invitaba y rogaba, con tonos de tierna solicitud, parece llegar de nuevo a sus oídos. Surgen ante ellos las escenas del Getsemaní, y oyen la maravillosa oración de Jesús: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa"(Mat. 26: 39).
Oyen otra vez la voz de Pilato, que dice: "Yo no hallo en él ningún delito" (Juan 18: 38). Ven la escena vergonzosa en el recinto del juicio, cuando Barrabás estuvo de pie junto a Cristo y ellos tuvieron el privilegio de escoger al que no tenía culpa. Oyen otra vez las palabras de Pilato: "¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?"(Mat. 27: 17). Oyen la respuesta: "¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!" (Luc. 23: 18). A la pregunta de Pilato: "¿Qué, pues, haré de Jesús?" viene la respuesta: "¡Sea crucificado!" (Mat. 27: 22).
Ven nuevamente a su Sacrificio cargando el oprobio de la cruz. Oyen las voces triunfantes y sarcásticas que exclaman: "Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz", "a otros salvó, a sí mismo no se puede salvar" (Mat. 27: 40, 42).
No lo ven ahora en el huerto de Getsemaní, ni en el recinto del juicio, ni en la cruz del Calvario. Han pasado las señales de su humillación y contemplan el rostro de Dios -ese rostro que ellos escupieron-, el rostro que los sacerdotes y gobernantes hirieron con las palmas de sus manos. Ahora les es revelada la verdad en todo su vigor.* 292
LOS IMPÍOS SE DAN MUERTE UNOS A OTROS
En todos mis montes llamaré contra él la espada, dice Jehová el Señor; la espada de cada cual será contra su hermano. (Eze. 38: 21).
Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecaminosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios ha vencido. Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad. Si pudiesen hacerlo, no dejarían de probar cualquier medio para vencer. . .
Los ministros y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios. Ven que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. El rechazamiento de los preceptos divinos dio origen a miles de fuentes de mal, discordia, odio e iniquidad, hasta que la tierra se convirtió en un vasto campo de luchas, en un abismo de corrupción. Tal es el cuadro que se presenta ahora ante la vista de los que rechazaron la verdad y prefirieron el error. Ningún lenguaje puede expresar la vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo que perdieron para siempre: La vida eterna. Los hombres a quienes el mundo idolatró por sus talentos y elocuencia, ven ahora las cosas en su luz verdadera. Se dan cuenta de lo que perdieron por la transgresión, y caen a los pies de aquellos a quienes despreciaron y ridiculizaron a causa de su fidelidad, y confiesan que Dios los amaba.
Los hombres ven que fueron engañados. Se acusan unos a otros de haberse arrastrado mutuamente a la destrucción; pero todos concuerdan en abrumar a los ministros con la más acerba condenación. Los pastores infieles profetizaron cosas lisonjeras; indujeron a sus oyentes a menospreciar la ley de Dios y a perseguir a los que querían santificarla. Ahora, en su desesperación, estos maestros confiesan ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furor. "¡Estamos perdidos! -exclaman- y vosotros sois la causa de nuestra perdición". Y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra ellos las más terribles maldiciones. Las manos mismas que los coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora para matar a sus enemigos.* 293
LA IRA DEL CORDERO
Los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero. (Apoc. 6: 15, 16).
Cesan las burlas. Callan los labios mentirosos. El choque de armas y el tumulto de la batalla, "con revolcamiento de vestidura en sangre" (Isa. 9: 5), han concluido. Sólo se oyen ahora voces de oración, llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco antes, estalla el grito: "El gran día de su ira es venido; ¿y quien podrá estar firme?" Los impíos piden ser sepultados bajo las rocas de las montañas, antes que ver la cara de Aquel a quien han despreciado y rechazado.
Conocen esa voz que penetra hasta el oído de los muertos. ¡Cuántas veces sus tiernas y quejumbrosas modulaciones no los han llamado al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no ha sido oída en las conmovedoras exhortaciones de un amigo, de un hermano, de un Redentor! Para los que rechazaron su gracia, ninguna otra podría estar tan llena de condenación ni tan cargada de acusaciones, como esta voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: "Volveos, volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?" (Eze. 33: 11, VM). ¡Oh, si sólo fuera para ellos la voz de un extraño! Jesús dice: "Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; antes desechasteis todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis" (Prov. 1: 24, 25). Esa voz despierta recuerdos que ellos quisieran borrar, de avisos despreciados, invitaciones rechazadas, privilegios desdeñados.
En la vida de todos los que rechazan la verdad, hay momentos en que la conciencia se despierta, en que la memoria evoca el recuerdo aterrador de una vida de hipocresía, y el alma se siente atormentada de vanos pesares. Mas, ¿qué es eso comparado con el remordimiento que se experimentará aquel día "cuando viniere como huracán vuestro espanto, y vuestra calamidad como torbellino"? (Prov. 1: 27, VM). Los que habrían querido matar a Cristo y a su pueblo fiel son ahora testigos de la gloria que descansa sobre ellos.* 294
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